El autor comienza con una introducción a los grupos anteriores al GAL, es decir el BVA y la Triple A. Posteriormente hace un especial hincapié en la decisión que tomó Felipe González de dejar intacto el sistema represivo de la policía y de la Guardia Civil. Esto serviría para que surgiesen los GAL, que cometerían un total de 27 asesinatos, entre los cuales había desde importantes dirigentes políticos (Santiago Brouard) hasta simples personas sin ninguna relación con la política ni el terrorismo.
El autor no se limita a una simple valoración desde un punto de vista operativo de las consecuencias que tuvo el terrorismo de estado, sino que indaga en las fuerte indignación social que provocó en Euskadi, lo cual llevo a que un sector de la clase obrera y especialmente de la juventud a que justificaran los atentados de ETA, como simples actos de respuesta.
Finalmente, el autor hace una gran crítica al silencio existente alrededor de los GAL, apoya el derecho de autodeterminación y rechaza el intento por parte de la derecha de utilizar los GAL como arma electoral, para luego no depurar los elementos reaccionarios en las fuerzas policiales. En este punto el autor muestra una excesiva confianza en la justicia burguesa, sin entender que debe de ser la clase obrera con sus sindicatos de clase los que deben depurar de estos elementos a la policía.