Escrito en el año 1900, el libro de Rosa Luxemburgo posee gran importancia para la clase trabajadora y la juventud en la época actual. Fue el primer intento de combatir desde el punto de vista del marxismo a las corrientes oportunistas en el seno de la socialdemocracia alemana, encabezada por Eduard Bernstein uno de los dirigentes de este partido (SPD).
Bernstein en varios textos dio voz a las tendencias que reflejaban la presión ideológica y material de la burguesía a través de los elementos pequeño burgueses dentro de la socialdemocracia alemana. Al mismo tiempo que se reivindicaba marxista, revisaba el marxismo convirtiéndolo, tal como señala Rosa Luxemburgo “en una expresión del radicalismo burgués”. Buena parte de los argumentos políticos de socialdemócratas y centristas que encontramos en la actualidad se hallan ya expuestos por Bernstein en sus libros, y son contestados por Rosa Luxemburgo en su obra Reforma o Revolución.
El revisionismo de Bernstein reflejaba la presión del auge económico que desde 1873 se dio en Europa, creando una base social para el reformismo (en un principio minoritaria) dentro de la socialdemocracia alemana. Una capa del proletariado fruto de los beneficios del saqueo imperialista consiguió elevar sus condiciones de vida por encima del resto de la clase y reflejó con viveza la presión de clases ajenas. Para Rosa Luxemburgo “el revisionismo de Bernstein no es ‘inocuo‘ pues cuando se trata de llevar su teoría idealista al terreno de la práctica supone la adaptación de la socialdemocracia a la burguesía, la conciliación de clases y con ello a la desmoralización de la clase obrera”, tal y como demostró toda la experiencia posterior.
‘El objetivo final, sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo’
Para el marxismo no existe una contraposición entre la lucha por las reformas y la lucha por la revolución; de modo sucinto, la lucha por las reformas es el medio a través del cual la clase obrera sobre la base de la experiencia llega a la conclusión de la imposibilidad, de las limitaciones o temporalidad de las mismas bajo el capitalismo y con ello a la necesidad de llevar acabo la revolución socialista. Hoy en día es más evidente que nunca: la crisis capitalista aboca a la burguesía a terminar con las reformas que fruto de la presión del movimiento de masas se vio obligada a acepta en el pasado. Fruto de la experiencia de millones de trabajadores y sus familias se va abriendo camino la idea de que es imposible reformar el sistema y que es necesario acometer una transformación profunda de la sociedad, una revolución.
En 1900 la burguesía alemana también estaba llevando una política de contrarreformas y ataques a la clase trabajadora, como señala Rosa Luxemburgo en su libro. Y contradictoriamente a la situación en que se encuentra la clase obrera alemana, la teoría de Eduard Bernstein, expuesta en sus artículos “Problemas del socialismo” (Neue Zeit 1897-1898) y en su libro Las premisas para el socialismo y las tareas de la Socialdemocracia, apuesta por la negación de la necesidad de la revolución socialista. El capitalismo puede ser reformado en beneficio de la clase obrera por lo que la revolución se hace innecesaria. Como señala Rosa Luxemburgo: “Su teoría tiende a aconsejarnos que renunciemos a la transformación social, objetivo final de la socialdemocracia, y hagamos de la reforma social, el medio de la lucha de clases, su fin último. El propio Bernstein lo señalaba claramente y en su estilo habitual: ‘El objetivo final, sea cual fuere, es nada; el movimiento es todo”.
Contra la ‘teoría de la adaptación’ del capitalismo
Bernstein para demostrar que el capitalismo se puede estabilizar y que el desarrollo del mismo no aboca a la clase obrera a la revolución, parte de la idea de que la decadencia general del capitalismo aparece como cada vez más improbable porque, por un lado, el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación y, por el otro, la producción capitalista se vuelve cada vez más variada. La capacidad de adaptación del capitalismo, según él, se manifiesta en la desaparición de las crisis generales, resultado del desarrollo del sistema de crédito, las organizaciones patronales (cárteles y trust), mejores medios de comunicación y servicios informativos. Se manifiesta, secundariamente, en la persistencia de las clases medias, que surge de la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media. Lo prueba además, según Bernstein, el mejoramiento de la situación política y económica del proletariado como resultado de su movilización sindical.
Rosa Luxemburgo afirma precisamente lo contrario. “El crédito posee diversas aplicaciones en el capitalismo. Sus dos funciones más importantes son extender la producción y facilitar el intercambio. Vemos que el crédito en lugar de servir de instrumento para suprimir o paliar las crisis es, por el contrario, una herramienta singularmente potente para la formación de crisis. No puede ser de otra manera. El crédito elimina lo que quedaba de rigidez en las relaciones capitalistas. Introduce en todas partes la mayor elasticidad posible. Vuelve a todas las fuerzas capitalistas extensibles, relativas, y sensibles entre ellas al máximo. Esto facilita y agrava las crisis, que no son sino choques periódicos entre las fuerzas contradictorias de la economía capitalista”.
Del mismo modo, cuando Rosa Luxemburgo evalúa los cárteles y trusts desde el punto de vista de sus últimas consecuencias sobre la economía capitalista, señala que son un fracaso como “medios de adaptación”, siendo realmente elementos que conducen a una mayor anarquía en el funcionamiento del capitalismo, estimulando el desarrollo de las contradicciones internas y acelerando la llegada de la decadencia general del capitalismo. Estas expresiones monopolísticas del capitalismo no suprimen la competencia, sino que la exacerban en extremo, al mismo tiempo que rebelan el carácter parasitario de la burguesía que ya ha dejado de jugar un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas.
La lucha por el socialismo y los sindicatos
Rosa Luxemburgo afirma en su libro que: “La mayor conquista del movimiento proletario ha sido el descubrimiento de una fundamentación para la realización del socialismo en las condiciones económicas de la sociedad capitalista. El resultado de este descubrimiento fue que el socialismo se transformó, de sueño ‘ideal’ milenario de la humanidad, en necesidad histórica”.
Bernstein por el contrario niega la existencia de condiciones económicas para la consecución del socialismo y pone como ejemplo el incremento del número de accionistas en las empresas, negando la idea planteada por Marx de la tendencia a la concentración del capital y teorizando que el desarrollo de las sociedades por acciones va en contra de esa tendencia, idea que Rosa desmonta. Esa teoría falsa aparecerá repetidas veces a lo largo de la historia bajo el nombre de “capitalismo popular”.
Al mismo tiempo, según Bernstein, los sindicatos y las cooperativas enriquecerán a los trabajadores y terminarán con la ganancia individual capitalista. Rosa Luxemburgo contesta afirmando que los obreros cuando forman una cooperativa de producción se ven abocados a gobernarse con el máximo absolutismo fruto de la competencia capitalista. Se ven obligados a asumir ellos mismos el rol del empresario capitalista, esta contradicción es la responsable del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros, terminan por disolverse.
Respecto a la lucha sindical, aunque es un aspecto esencial en el proceso de toma de conciencia de la clase obrera y a través del que pueden obtenerse mejoras en las condiciones de vida de la clase obrera, arrebatando a los capitalistas parte de la ganancia en favor de los salarios, tiene sus límites. Los sindicatos intervienen en la distribución de la riqueza generada pero esta distribución está fundamentalmente determinada por el modo de producción capitalista (basado en la propiedad privada de los medios de producción), sobre el que los sindicatos no intervienen. La necesaria lucha sindical nunca puede sustituir la lucha política de la clase obrera por la toma del poder. En la situación actual vemos que ante la crisis generalizada y el cierre de empresas, recortes salariales y despidos masivos, la política sindical reformista hace aguas por todos lados y está en profunda crisis.
En aquella época los reformistas no se atrevían a declarar abiertamente que el socialismo es imposible de conseguir, así que Bernstein basándose en su “teoría de la adaptación” ve en la expansión gradual de los sindicatos, la reforma social y la democratización política del Estado los medios para la realización progresiva del socialismo en un futuro indeterminado.
Sin embargo, el capitalismo no es un proceso gradual de mejoras sociales y de consolidación de los derechos democráticos conquistados. De la misma manera que ahora la burguesía quiere imponer un retroceso histórico en todos los avances sociales de las últimas décadas, también están tomando toda una serie de medidas de carácter abiertamente antidemocrático. La opción de llegar al socialismo “poco a poco”, haciéndolo cada vez más democrático y más justo, sin que la burguesía se dé cuenta, es una utopía completamente reaccionaria. Estas ideas reformistas llevaron, en la práctica, a la total decadencia de la II Interncional y a su completo posicionamiento con los intereses de la burguesía, incluyendo el apoyo a las manifestaciones más destructivas del sistema capitalista como las guerras imperialistas o las acciones represivas contra el propio movimiento obrero, que llevaron al aplastamiento de la revolución en Alemania y al asesinato, entre otros, de Rosa Luxemburgo.
Como diría Rosa Luxemburgo “la reforma y la revolución no son, por tanto, distintos métodos de progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia, como cuando se eligen salchichas calientes o frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases, que se condicionan y complementan entre sí y al mismo tiempo se excluyen mutuamente, como el polo norte y el polo sur, o la burguesía y el proletariado”.