Se cumplen 105 años de la primera celebración del 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora. Fue en 1910 cuando en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, la dirigente comunista alemana Clara Zetkin propuso la proclamación del 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora con el fin de impulsar y promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio universal para las mujeres.

Un año después se celebraba por primera vez en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza esta jornada de lucha. Al Estado español no llegó hasta 1936, siendo prohibida durante los años de la dictadura franquista.

Tras décadas de pelea por conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres, la crisis económica a nivel internacional vuelve a situar a la mujer trabajadora como víctima destacada. La violencia machista, los recortes, la ofensiva ideológica de la derecha en alianza con la Iglesia y los sectores más conservadores, son el pan nuestro de cada día en esta sociedad capitalista en decadencia.

Recortes y violencia machista

Durante los últimos cuatro años el gobierno del PP ha emprendido una guerra contra las familias trabajadoras y especialmente en aspectos que determinan la vida de la mujer; la privatización de escuelas infantiles, eliminación de becas de comedor, reformas laborales y un largísimo etcétera. El PP ha ido eliminando en la práctica la ya de por sí deficiente ley de dependencia, lo que hace que seamos fundamentalmente las mujeres de familias trabajadoras las que cumplamos en casa el papel que debería cubrir el sector público. Desde 2011 el presupuesto del Programa de Igualdad de oportunidades se ha reducido en un 43% y el programa de prevención integral de la violencia de género un 17%.

Pero por si esto fuera poco los presupuestos generales aprobados para 2016 van más allá. En lo que respecta a la atención a la dependencia el promedio de ayuda es de ¡3 euros al día por persona! Este es el legado político de la derecha que hipócritamente llora lágrimas de cocodrilo cada vez que una mujer es asesinada a manos de su pareja o expareja.

Esta degradación social a la que asistimos, fruto de esta política de recortes y austeridad, es el caldo de cultivo idóneo para que las agresiones contra las mujeres trabajadoras se disparen, tal y como reflejan los datos; el año 2015 fue un año de pesadilla, con 64 mujeres asesinadas, pero en lo poco que va de año se han producido ya otros 11 asesinatos a mujeres, más del doble que el año pasado en estas fechas.

Las denuncias por agresiones sexuales y abusos en los centros de trabajo también se han disparado. Aunque no existen datos oficiales, según el Instituto de la Mujer en el año 2015, un 15% de las mujeres ocupadas en el Estado español sufren acoso sexual o por razón de género en su trabajo, frente al 10% en la UE. Según estimaciones de CCOO, el 95% prefiere no denunciar por miedo a perder su puesto de trabajo.

Mientras, el programa contra la violencia de género es un 10,9% inferior este año respecto a 2009 y son dos millones de mujeres las que han sufrido violencia física o económica y cuatro millones la violencia psicológica según la macro encuesta oficial del CIS en 2015. Esta es la auténtica cara de la crisis para millones de mujeres en su día a día, más indefensión y mayor dependencia, una receta acabada para estar atrapadas ante la violencia de género. La independencia económica es condición sine qua non para alcanzar una igualdad real, sin justicia económica es imposible la justicia social, y sin independencia económica hablar de igualdad es una utopía.

La doble opresión de la mujer trabajadora bajo el capitalismo

Bajo el sistema capitalista las mujeres trabajadoras sufrimos una doble opresión, la de clase y la de género. La precariedad, temporalidad, bajos salarios y recortes de derechos cada vez más generalizados se ceban especialmente en nosotras. Sufrimos las peores condiciones en los centros de trabajo, siendo las primeras en ser despedidas. En esta legislatura la brecha de género en cuanto al paro ¡se ha triplicado!

El empleo femenino se concentra en el sector servicios, con una media de salario anual inferior, y concentra la mayor temporalidad y mayor parcialidad laboral obligada, lo que también tira a la baja de los salarios. Según los últimos informes hay dos millones de mujeres asalariadas cuyos ingresos se sitúan por debajo del umbral de la pobreza. La brecha salarial también se ha ido acentuando a lo largo de la crisis. De media, las mujeres cobramos un 32% menos respecto al salario de los hombres (6.000 euros menos al año) por realizar el mismo trabajo. En el periodo que va de 2010 a 2013 esta brecha ha aumentado en 2,5 puntos porcentuales. Los efectos a todos los niveles son brutales, sin ir más lejos en las pensiones, que son hoy un 38% inferiores a las de los hombres.

Acompañando esta política de recortes el PP ha desarrollado una ofensiva ideológica sin cuartel en alianza con la conferencia episcopal. Un claro ejemplo fue la reforma reaccionaria de la ley del aborto,que colocaba a la mujer en condiciones de máxima indefensión y opresión, negando, entre otras cosas, el derecho al aborto libre para las jóvenes menores de 18 años.

Mientras se ha negado la enseñanza sexual en los institutos para combatir la violencia machista, y que las jóvenes puedan decidir cuándo y cómo quieren ser madres, en el terreno educativo se aprobaba la LOMCE que, entre otras muchas cosas, financia la educación concertada que segrega por sexos, y se creaba la FP de “actividades domésticas y limpieza de edificios”. Devolvernos al mismo lugar en el que el franquismo nos colocaba, dentro de las cuatro paredes de la casa, como “sostén” de la familia y privadas de independencia y libertad para poder trabajar, organizarnos y realizarnos plenamente como cualquier otra persona, ese es el fin último de toda esta ofensiva ideológica de la derecha.

Hoy como ayer, la lucha es el único camino

Pero del mismo modo que toda una generación de mujeres se puso a la cabeza de la lucha contra el franquismo, los últimos cuatro años han vivido una explosión de movilización en las que la incorporación de la mujer a la lucha ha sido protagonista; baste recordar las imágenes de la Marea Blanca, que paralizó la privatización de seis hospitales públicos en Madrid, la Marea Verde en defensa de la educación pública y contra la LOMCE y el 3+2, la lucha contra los desahucios y el desarrollo de la Plataforma de afectados por la Hipoteca. Frente a la política del pacto social y el abandono de la perspectiva de la movilización por parte de las direcciones sindicales, se ha visto cómo la organización del movimiento y la batalla en las calles son el único camino útil y efectivo para defender nuestros derechos.

Fue la lucha masiva contra la ley del aborto la que hizo dimitir a Ruiz Gallardón. Fue la movilización del pasado 7 de noviembre contra las violencias machistas que inundó las calles de Madrid la que señaló la hipocresía del Gobierno, la ineficacia de la justicia, el machismo en los medios de comunicación. Frente a lo que este sistema ofrece a nuestra clase en general y a las mujeres trabajadoras en particular, levantar la bandera de la lucha por la emancipación de la mujer trabajadora desde una perspectiva de clase, combativa y anticapitalista es tarea indispensable para quienes día a día peleamos por transformar la sociedad y mejorar las condiciones de vida de la mayoría.


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