Después de 35 años de enfrentamientos armados que han costado decenas de miles de vidas, el conflicto de Nagorno Karabaj ha terminado bruscamente con la rendición incondicional de la milicia armenia del enclave.
El ataque lanzado por el Gobierno azerí ha conseguido su objetivo en apenas 24 horas. Ni el ejército armenio ni las tropas rusas presentes en la zona desde los acuerdos de paz de noviembre de 2020 movieron un dedo para evitar el desmoronamiento de la resistencia de la población armenia de la zona en conflicto.
Las razones no deben buscarse en el ámbito puramente militar. Han sido los históricos cambios en las relaciones internacionales y en la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas los que han propiciado este giro en la situación.
Es muy necesario volver a leer el artículo publicado en nuestra web con motivo de la segunda guerra entre Armenia y Azerbaiyán hace ahora tres años. Desde entonces una serie de acontecimientos —sobre todo la guerra de Ucrania— han puesto de manifiesto la creciente debilidad del bloque imperialista liderado por Estados Unidos y la capacidad de China para, al calor de su enorme expansión económica y tecnológica, agrupar en torno a sí a una serie de países emergentes y potencias regionales que, como Turquía o Arabia Saudí, giraban hasta la fecha en la órbita de Washington.
Una alianza inútil e impotente con el imperialismo USA
Precisamente cuando el imperialismo norteamericano está volviendo a demostrar en Ucrania la debilidad que le forzó, tras dos décadas de ocupación militar, a evacuar apresuradamente Afganistán en agosto de 2021, el Gobierno de Armenia decidió dar un giro sorpresivo a sus relaciones internacionales e iniciar una colaboración militar con Washington.
Desde el inicio del conflicto con Azerbaiyán, Armenia había mantenido una estrecha alianza con Rusia, cuyo ejército jugó un papel destacado en la finalización de la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj. Pero el pasado 6 de septiembre, tras un dilatado periodo de conversaciones secretas, Armenia anunciaba las maniobras conjuntas con el ejército norteamericano Eagle Partner 2023, al tiempo que lanzaba agrias críticas a Moscú por su falta de apoyo frente a la política agresiva de su vecino azerí.
Para destacar aún más la ruptura con Rusia, los Gobiernos armenio y norteamericano señalaron como objetivo de estas maniobras “incrementar el nivel de interoperabilidad en la unidad que participe en misiones internacionales de pacificación”, lo que en lenguaje llano quiere decir “prepararse para un conflicto con Azerbaiyán”.
Pero de poco le ha servido esta nueva alianza al Gobierno armenio. El 19 de septiembre Azerbaiyán lanzó una limitada ofensiva artillera contra las fuerzas armenias de Nagorno Karabaj, provocando su colapso y rendición incondicional al día siguiente.
Papel decisivo de Turquía como potencia regional
Desde el inicio del conflicto, Azerbaiyán ha contado con el apoyo de Turquía. El Gobierno de Erdogan lleva años buscando afianzar un papel de liderazgo no sólo en Oriente Próximo, sino también en Asia Central a través de la Organización de Estados Túrquicos, fundada en 2009 y en la que participan, además de Turquía, Kazajistán, Azerbaiyán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán, es decir prácticamente todos los Estados asiáticos de la antigua Unión Soviética.
Desde 2009 Turquía ha ido afianzando su protagonismo como potencia regional en ascenso. Al tiempo que permanecía en la OTAN, e incluso jugaba un papel protagonista en las negociaciones para su ampliación, Erdogan ha ido afianzando las relaciones comerciales con la Rusia de Putin y superando los desacuerdos surgidos en torno a la guerra de Siria. A raíz de las sanciones occidentales contra Rusia, antes y después del inicio de la guerra de Ucrania, el vínculo ruso-turco se ha estrechado considerablemente, hasta el punto de que Turquía se ha convertido en el principal aliado de Putin para evadir las sanciones[1], con considerables beneficios para su economía.
De modo que, beneficiándose de su papel como bisagra en el conflicto ucraniano, Turquía dio luz verde a la acción militar azerí, contando por adelantado con el visto bueno ruso. Diversos medios occidentales, algunos considerados de izquierda[2], han señalado que el desenlace de este conflicto señala el aislamiento creciente de Rusia. Creemos que esta visión es completamente desacertada. Armenia no juega ningún papel relevante en la zona. Su economía está hundida y en los últimos 20 años ha pasado de 3,6 millones de habitantes a 2,8, una reducción provocada por el creciente e imparable empobrecimiento del país.
En contraste, Azerbaiyán marcha viento en popa. En el mismo periodo de tiempo su población se ha incrementado en 3 millones y el crecimiento de su PIB prácticamente duplica al de Armenia. Además, gracias a las sanciones occidentales al gas ruso, Azerbaiyán ha podido cerrar un ventajoso acuerdo con la Unión Europea para venderle cantidades masivas de gas.
Y por si esto fuera poco, el Gobierno armenio se enfrenta a una ola de descontento popular por lo que sus conciudadanos entienden que es una abierta traición a sus compatriotas de Nagorno Karabaj. Un futuro incierto acecha al exaliado de Rusia y flamante nuevo satélite de los Estados Unidos.
Si algo pone de manifiesto el desenlace de este conflicto es la creciente impotencia del bloque occidental. ¿De qué le ha servido a Armenia su alianza con los USA? ¿Esperaba acaso el Gobierno armenio apoyo occidental a una intervención militar contra Azerbaiyán, un socio de primer orden de la Unión Europea, para más inri apoyado incondicionalmente por un miembro decisivo de la OTAN como es Turquía? Si fue así, las autoridades armenias han perdido completamente el sentido de la realidad. Porque si algo resalta cada día con mayor claridad es que los países capitalistas emergentes más importantes, aquellos capaces de jugar un papel como potencias regionales, gravitan, cada vez más, hacia el campo chino-ruso. Por supuesto, esos países, que hace muy pocos años eran aliados incondicionales de Estados Unidos – como sucedía con gran parte de los actuales BRICS – tienen su propia agenda, que responde a los intereses de su clase dominante. Pero son precisamente esos intereses los que los empujan a la alianza con China que de forma creciente destaca como la potencia capitalista con un futuro más despejado, en un contraste cada vez más marcado con la impotencia económica y militar del bloque occidental.
Para los pueblos que lucha por su liberación nacional y social los acontecimientos de Nagorno Karabaj son un claro recuerdo de que nada pueden esperar las masas trabajadoras de las alianzas y conflictos interimperialistas, salvo ser tratadas como meros peones en un juego de intereses al que son completamente ajenas. Sólo una política revolucionaria, basada en la independencia de clase y en el internacionalismo proletario, que proponga una radical transformación de la realidad en líneas socialistas, podrá liberar a los pueblos del mundo de la opresión imperialista, de la pobreza y de la guerra.
Notas:
[1] Rusia convierte a Turquía en la principal puerta para evadir las sanciones occidentales
[2] Vuelco geopolítico en el Cáucaso tras la reconquista azerbaiyana de Nagorno Karabaj: