Se habla mucho de la situación económica en Japón y todos lo ponen como ejemplo de lo que no se debe hacer, pero omiten un pequeño detalle, y es que durante las últimas décadas Japón fue el modelo y ejemplo de lo bien que funcionaba el capitalismo. El país que pasó de tener unas relaciones sociales feudales a convertirse en la segunda potencia económica mundial. Durante años lideró las innovaciones tecnológicas y las nuevas formas de producción que sirvieron para incrementar la productividad de las empresas, y al mismo tiempo, sus beneficios.
Ahora Japón lleva diez años consecutivos de recesión, la última, según reconoce el propio gobierno es la peor desde la posguerra. En el último trimestre de 2001 la economía cayó un 1,2% (el tercer mes consecutivo de caída), lo que sitúa la tasa anual de crecimiento en el -4,5%. El año pasado el 70% de las empresas japonesas generaron pérdidas, la situación de los bancos japoneses la reflejaba perfectamente el Financial Times: "Los bancos japoneses son técnicamente insolventes (...) el segundo sistema financiero del mundo está en quiebra" (29/1/02). En la actualidad el 40% de las deudas son incobrables, el incremento de las bancarrotas empeorará esta situación, El año pasado, según Teikoku Databank, se produjeron 19.441 bancarrotas, el segundo peor año desde la Segunda Guerra Mundial. Todo el sistema puede estallar por los aires, incluso el gobierno japonés se está planteando seriamente la posibilidad de nacionalizar los bancos.
El problema de Japón, y el principal desencadenante de esta crisis, es el elevado nivel de endeudamiento —público y privado—. La deuda pública oficialmente equivale al 130% del PIB; aunque según Goldman Sachs, si se suma el dinero que el Estado deberá pagar en pensiones, intereses, etc., la deuda pública equivaldría al 400% del PIB, un nivel insostenible y que hipoteca a medio plazo una futura recuperación económica. La clasificación del riesgo de la deuda japonesa está por debajo de Botswana, uno de los países más pobres de África. Por eso, en estas condiciones recurrir al keynesianismo, como ha hecho el gobierno japonés estos años, sólo ha servido para empeorar la situación.
Otra de las características de la economía japonesa es la deflación, la peor en treinta años, y que durante las últimas semanas se ha acelerado. En la actualidad los precios están en el mismo nivel de principios de los años noventa.
Efectos sociales
Esta crisis también ha terminado con muchos mitos relacionados con la clase obrera japonesa. Se ha terminado el empleo fijo y con él, todos los derechos sociales que en Japón estaban estrechamente vinculados a las empresas: sanidad, jubilación etc. En un año se han destruido más de un millón de empleos fijos. En contraste, ha aumentado el número de contratos temporales y a tiempo parcial, en 1998 más del 21,5% de los empleos eran a tiempo parcial, frente al 11% de 1985, y la cifra sigue aumentando.
El desempleo generalizado era otro fenómeno prácticamente desconocido. La tasa actual de desempleo es del 5,4% (3,52 millones de personas), el nivel más alto en cincuenta años. El propio gobierno reconoce que esta cifra puede ser el doble, porque en las estadísticas de parados no se incluyen a aquellos que han desistido de buscar un empleo, a los que trabajan una hora a la semana, etc., Y la perspectiva no es muy halagüeña, según reconoce el propio ministerio de Trabajo, por cada cien personas que buscan empleo sólo hay 55 puestos de trabajo disponibles.
A esta situación hay que unir la escasa cobertura que tiene el subsidio de desempleo. Por ejemplo, un trabajador con 59 años de edad y 20 de cotización, sólo tiene derecho a 330 días de subsidio, si es menor de 50 años y ha cotizado 10 años o menos, sólo tiene derecho a 90 días. Pero ahí no terminan las cosas. Si en la familia hay otra persona con trabajo, el trabajador tiene dinero ahorrado o tiene un piso en propiedad que puede vender (da igual que sea su única vivienda), no tiene derecho al subsidio porque se supone que tiene quien le mantenga o puede vender su casa y vivir hasta que encuentre un empleo.
Esta situación ha provocado el aumento de los sin techo; en Tokio hay más de 10.000 personas viviendo en la calle, en Osaka hay 15.000, de los cuales el 80% son trabajadores de la construcción despedidos en los últimos años.
La cobertura sanitaria también deja mucho que desear, escasez de camas, cierres de hospitales..., recientemente han reducido a 14 días el tiempo máximo que una persona puede permanecer en el hospital, aunque no esté curada debe irse a casa. En junio de 2000, más de 3,7 millones de familias no podían pagar su seguro sanitario. El Gobierno aprobó un aumento de los costes que deben pagar las familias al sistema nacional de salud, ahora una familia tendrá que pagar el 30% del coste total de su tratamiento sanitario. Antes un jubilado con una pensión media pagaba unas siete mil pesetas al mes, ahora tendrá que pagar dieciocho mil pesetas.
El sistema educativo tampoco es completamente gratuito, las familias deben pagar unas tasas mensuales por la educación de sus hijos. En los últimos cinco años se ha doblado el número de familias que no pueden pagar estas tasas. En cada escuela hay una media de 13 familias que no pueden pagar, y ahora el gobierno ha aprobado un aumento del 7,2% de las tasas universitarias.
La pérdida de empleo y la escasa o nula cobertura social han provocado el aumento del número de suicidios, más del 50% de los suicidas son personas con problemas de salud y que no pueden pagar los tratamientos médicos. Hay mucho pesimismo ante el futuro, un reciente estudio del gobierno revelaba que el 72% de los japoneses pensaban que durante este año, él o algún miembro de su familia, se quedaría sin trabajo. Y no les falta razón. Según el ministerio de Trabajo el 25% de los trabajadores de la construcción y el 10% del sector financiero, perderán su empleo en los próximos diez años, esto es extensible a los otros sectores económicos.
Esta situación social también tiene una expresión política y ha sido el aumento de votos que ha conseguido el Partido Comunista en las elecciones municipales, o las masivas manifestaciones del 1º de Mayo de estos últimos dos años (más de un millón de personas en todo el país).
Durante años se nos vendió la imagen de un trabajador japonés dispuesto a sacrificar todo por su empresa, sin vacaciones, dispuesto a aceptar sumisamente todo tipo de sacrificios, y por último, si estaba muy desesperado, silenciosamente, se suicidaba sin crear ningún problema al sistema. Pero esta idea no corresponde al mundo de lo real sino al reino de la mitología, y en los próximos años veremos a la clase obrera japonesa también luchar para intentar recuperar todo lo que le ha arrebatado el sistema capitalista.