Sin embargo, la revolución china no fue como la rusa que la precedió. La revolución rusa fue seguida por un período de democracia obrera, algo que nunca existió en China porque el PCCh desde los años treinta había caído bajo el control de los estalinistas.
Como en la URSS, el estalinismo consiguió desarrollar la economía, pero con unos costes humanos y materiales enormes. En las primeras décadas la tasa anual de crecimiento superó el 9 por ciento, a pesar de los efectos dañinos del “Gran Salto Adelante” o la “Revolución Cultural”. En 1974, durante la primera crisis seria del capitalismo de la posguerra, cuando el PIB mundial cayó un 1 por ciento, China creció un 10 por ciento. Entre 1957 y 1970, India, que tenía el mismo nivel de desarrollo en el momento de la independencia, creció la mitad. El crecimiento económico transformó la sociedad china, poniendo las bases para una economía desarrollada, pero en los años ochenta, aún estaba por detrás de los países más industrializados.
Apertura a la inversión extranjera
Fue entonces cuando el régimen decidió abrir el país a la inversión extranjera, un paso necesario teniendo en consideración el atraso de la economía china. Si el régimen hubiera sido de una verdadera democracia socialista, con libertad total de expresión y crítica para los trabajadores, esta apertura podría haber sido controlada y utilizada para fortalecer el sistema socialista. Sin embargo, en el contexto de un régimen estalinista tuvo el efecto totalmente contrario.
Trotsky en La revolución traicionada escribía que: “El poder sólo podía secundar o estorbar el desarrollo capitalista; las fuerzas productivas, fundadas sobre la propiedad privada y la concurrencia, trabajan por su cuenta. Al contrario de esto, las relaciones de propiedad establecidas por la revolución socialista están indisolublemente ligadas al nuevo Estado que las sostiene. El predominio de las tendencias socialistas sobre las tendencias pequeño burguesas no está asegurado por el automatismo económico -aún estamos lejos de ello-, sino por el poder político de la dictadura. Así es que el carácter de la economía depende completamente del poder”.
Esto significa que en la medida que la economía socialista no ha alcanzado un grado de desarrollo que pueda garantizar al conjunto de la población todas sus necesidades materiales y al mismo tiempo desarrollar una nueva cultura que suplante el deseo de propiedad, todo dependerá del mantenimiento del crecimiento económico dentro del contexto de la democracia obrera, de verdaderos consejos o soviets que permitan a los trabajadores ejercer las tomas de decisión. Pero nada de esto ha existido nunca en China donde, a diferencia de Rusia, el PCCh estaba burocratizado mucho antes de llegar al poder.
De este modo, encima de la corrupción y el burocratismo que existían dentro del aparato del estado y el PCCh en las primeras décadas después de la revolución, existía una creciente atracción hacia el capitalismo a principios de los años ochenta. Como explicaba Trotsky, la burocracia estalinista disfruta sus privilegios administrativos como un abuso del sistema y realmente estaría dispuesta a transformarlos en derechos de propiedad.
Esta transición, que tuvo lugar de una manera caótica en Europa del Este y la URSS durante los años noventa, se realizó mediante un proceso más gradual en China, en el contexto de fuerte crecimiento económico y bajo el total control del sistema de un solo partido. En realidad, la burocracia china sacó algunas lecciones de la experiencia de la URSS y ya había comenzado a introducir elementos de economía de mercado antes del colapso del Muro de Berlín.
La victoria de Deng Xiaoping
El debate dentro del PCCh sobre la apertura de la economía a la inversión extranjera comenzó en 1977-1978, poco tiempo después de la derrota de la “banda de los cuatro” (arrestados el 6 de octubre de 1976) que, después de la muerte de Mao, estaban exigiendo una continuación de la Revolución Cultural. Deng sugirió la creación de cuatro zonas económicas especiales alrededor de Hong Kong y Macao.
Se hizo un llamamiento específico a la Diáspora china, una comunidad de 60 millones de chinos en Taiwán, Tailandia, Malasia, Indonesia e incluso EEUU. Fue un proceso lento y contradictorio. El primer paso cualitativo llegó a principios de los años ochenta cuando la tierra colectiva trabajada por las comunas fue arrendada a largo plazo a las familias campesinas y a mediados de los años ochenta cuando se eliminó el control de precios al grueso de mercancías y servicios.
La producción agrícola creció rápidamente y la inversión extranjera comenzó a llegar. Pero, al mismo tiempo, la inflación despegó. Entre 1980 y 1985 se vendieron cien millones de televisiones. Entre 1985 y 1990, 50 millones de lavadoras y 40 millones de frigoríficos. Este fue un período en el que hijos e hijas de burócratas de alto rango comenzaron a estudiar en el extranjero, principalmente en universidades británicas y estadounidenses.
Tian An Men
La primera bolsa se abrió en Shenzen en 1988, la segunda en Shangai en 1990. Mientras tanto, tuvo lugar la masacre de Tian An Men donde el ejército asesinó a cientos de jóvenes y trabajadores en Pekín durante los días 3 y 4 de junio de 1989.
Esa masacre puso fin a un movimiento de protesta que había comenzado un mes antes en contra de los aumentos de precios y contra la corrupción dentro del PCCh. En él participaron millones de estudiantes y trabajadores, incluso contó con la simpatía de una capa significativa del aparato del estado y el partido. El Secretario General del PCCh, Zhao Ziyang, en desacuerdo con las órdenes represivas dadas por Deng y expresando su opinión de que era necesario cierta apertura política por parte del régimen, fue destituido de su puesto y condenado a un arresto domiciliario que duró hasta su muerte.
Deng, sin ninguna vacilación, aplastó el movimiento que amenazaba la misma esencia del régimen estalinista. Después de un año debatiendo la cuestión, no aceptó las peticiones de una parte del aparato que pedía retrasar la apertura de China al capitalismo. En realidad, precisamente para superar el callejón sin salida creado por la represión, él decidió abrir todas las provincias costeas y la capital, Pekín, a la inversión extranjera. En la isla de Pudong en Shanghai (500 kilómetros cuadrados) se hicieron planes para construir un nuevo Manhattan. Hoy se ha convertido en el centro comercial más importante de China con cuatro millones de kilómetros cuadrados de rascacielos construidos en diez años.
“Economía de mercado socialista”
Ya en 1991 los parados en las zonas rurales superaban los cien millones y dependían totalmente de sus familias porque no existe un subsidio de desempleo o un sistema de pensiones en el campo. La inversión extranjera el mismo año alcanzaba los 6.000 millones de dólares, un 20 por ciento procedía de Taiwán.
En octubre de 1992, en el XIV Congreso del PCCh a este giro se le dio el nombre de “economía de mercado socialista”. En 1993 el PIB creció un 13,7 por ciento. Desde entonces el crecimiento anual medio fue del 8 por ciento.
El Pleno del Comité Central el 14 de noviembre de 1993 aprobó un documento titulado: “Decisiones sobre algunas cuestiones relacionadas con la creación de un sistema de mercado socialista”.
En él se puede leer lo siguiente: “… incluso si la propiedad estatal sigue siendo la base principal de la economía nacional, todas las formas de propiedad estatal, colectiva y privada serán utilizadas para el desarrollo de la economía”.
Continúa diciendo que “es necesario mantener el principio del desarrollo combinado de múltiples sectores económicos en donde la propiedad pública mantenga el papel dominante; es necesario transformar más las técnicas de dirección en las empresas de propiedad estatal y crear un sistema empresarial moderno que cumpla las necesidades de una economía de mercado”.
En aquella época hubo un acalorado debate sobre cómo el gobierno y el partido mantendrían el “control macroeconómico”. Pero al final, la línea no cambió. En 1996 los vestigios restantes de la planificación centralizada se abandonaron.
El PCCh se abre a los capitalistas
El último intento serio de resistencia a este nuevo rumbo se superó entre 1998 y 1999 cuando se adoptó la decisión oficial de reducir drásticamente el peso del sector estatal de la economía con despidos de masas, combinados con una nueva apertura a la inversión extranjera, pero sin ceder en la cuestión de las reformas democráticas. Las empresas gestionadas por el estado se transformaron de arriba abajo, con la fusión de empresas en una sola o dividiéndolas. La propuesta era separar los sectores rentables de los que generaban pérdidas. Los primeros fueron privatizados y los últimos fueron abandonados a su suerte. Como resultado de este proceso, al menos 70 millones de trabajadores del sector público han perdido sus empleos en los últimos seis años.
En la línea de todo esto, el 1 de julio de 2001, se tomó decisión formal de permitir la entrada en el partido a los capitalistas privados. En noviembre del mismo año, China entró en la OMC.
Hay cuatro razones para explicar esta relativa facilidad por parte del ala pro-capitalista:
1. La continuación del crecimiento económico que permitió a una minoría de capitalistas enriquecerse mientras al mismo tiempo permitía una mejora de los niveles de vida de cientos de millones de nuevos proletarios procedentes de las zonas rurales. Sus salarios pasaron de 20-25 euros en las zonas rurales a 80-180 euros en las ciudades. La naturaleza altamente competitiva de los productos chinos es posible porque son producidos con la tecnología más avanzada (gracias al enorme nivel de inversión de los últimos veinte años, 600.000 millones de dólares en 480 empresas) combinada con niveles salariales 10 o 20 veces inferiores a los europeos o estadounidenses. El rápido crecimiento de las exportaciones se empareja al de importaciones, con una inversión masiva en infraestructura (entre 1994 y 2004 se construyeron 35.000 kilómetros de carreteras y en la próxima década está previsto construir otros 85.000; en 84 ciudades actualmente se está construyendo un sistema de metro; además de líneas de ferrocarril, aeropuertos, complejos industriales y una larga lista para el próximo período).
2. El núcleo de la nueva clase burguesa está formado por las viudas, hijos e hijas, sobrinas y sobrinos de los burócratas, además de los miembros de la vieja Diáspora china que han regresado (sólo en Shanghai viven 600.000 chinos que regresaron de Taiwán).
3. El papel decisivo jugado por la Diáspora china y la integración de Hong Kong en la República Popular China. Esta antigua colonia de Gran Bretaña era como el caballo de Troya capitalista. A través de Hong Kong, la zona económica especial de Censen ha crecido a una tasa anual del 31 por ciento durante los últimos veinte años. La mayoría de los capitalistas de Hong Kong no han tenido dificultad para integrarse en este neocapitalismo occidental. El regreso de Hong Kong a la RPCh jugó un gran papel en el crecimiento de la clase capitalista. El resto de la Diáspora china en el extranjero también ha jugado un papel decisivo en el crecimiento del capitalismo. Hasta 2003, dos tercios del total de la inversión extranjera procedía de chinos que vivían en el extranjero, una gran parte procedentes de Taiwán.
4. El control estatal de la economía y la moneda china no convertible, que permitió a China superar la crisis del Sudeste Asiática de 1997 y sobrevivir a los efectos de la acumulación de préstamos insolventes (40 por ciento del total en 1998). Esto en gran medida estuvo facilitado por el alto nivel de ahorro de las familias chinas, que supone un 35 por ciento de los ingresos (dos veces el nivel de Italia) y la balanza de plusvalía comercial, que ha permitido a China acumular 600.000 millones de dólares en reservas extranjeras. En este contexto, la deuda nacional subió profundamente pero todavía está por debajo del 25 por ciento del PIB y está financiada totalmente por los ahorros internos.
En otoño de 2002, el XVI Congreso del PCCh sustituyó el 40 por ciento de los miembros del Comité Central, eligiendo a varios grandes capitalistas y de este modo consolidando aún más el peso de la burguesía dentro del partido. Las estadísticas chinas indican que mientras sólo el 5 por ciento de la población son miembros del PCCh, entre los capitalistas la cifra asciende al 30 por ciento. Un buen ejemplo de este nueva clase es larry Rong Zhijian, hijo del antiguo vicepresidente de China, Rong Yiren. Él ha declaro unos activos valorados en 800 millones de euros y controla la empresa financiera Citic con inversiones tan variadas que van desde la industria aeronáutica, a las telecomunicaciones, la industria de la construcción y las autopistas.
Construyendo las bases del capitalismo…
La apertura a la inversión capitalista podría coexistir dentro de una economía socialista, con la condición de que sea utilizada para fortalecer el sector socialista de la economía. Pero en China hoy estamos viendo exactamente lo contrario. Aproximadamente la mitad del PIB se produce en empresas privadas. Pero esta cifra por sí sola no explica la forma en que funciona el conjunto del sistema. Lo más significativo es mirar cómo las empresas propiedad del estado están sub-capitalizadas, a menudo vendidas con pérdidas a empresas privadas y con frecuenta vendidas a precios ridículos.
Según las estadísticas oficiales, el 20 por ciento de la población consume el 47,5 por ciento del ingreso nacional. Durante los últimos dos años China ha sido el mayor mercado en el mundo para los BMW y el crecimiento masivo de la demanda de coches significa que el Consejo de Shangai puede incluso subastar las nuevas matriculaciones de coches. En agosto de 2004, estaban en aproximadamente 2.600 euros por cada matrícula pero en abril el precio se disparó a 4.500.
Está claro para todo el mundo que en los últimos años China se ha convertido en el taller manufacturero del mundo. El año pasado el comercio mundial creció un 5 por ciento, pero el 60 por ciento de este crecimiento fue chino. A pesar de las peticiones de imponer medidas proteccionistas contra las exportaciones chinas, éstas continúan creciendo porgue un gran porcentaje (aproximadamente el 6 por ciento) son productos fabricados en China por empresas estadounidenses, japonesas, taiwanesas y coreanas que después son exportados a sus mercados nacionales. De este modo, el reciente intento de la Unión Europea de limitar la importación de textiles chinos provocó la protesta de varios gobiernos de los estados miembros (Holanda, Bélgica, Dinamarca) y de varias multinacionales, como Zara y Benetton, porque sus colecciones de otoño-invierno quedaron bloqueadas en las fronteras. La cuestión es que 470 de las 500 primeras multinacionales están funcionando en China.
… y la mayor clase obrera del mundo
La revolución china arrancó de las manos del imperialismo el bocado más apetitoso del mundo colonial. Centro de una década China será autosuficiente en producción de comida y sentará las bases para un país industrializado. La burocracia estalinista jugó un papel progresista, a pesar de los enormes costos, tanto en términos humanos como materiales. Para mantener el crecimiento de sus propios privilegios ha decidido emprender el camino del capitalismo. Ha sustituido su anterior flaco servicio al internacionalismo por un nacionalismo aún más agresivo. Puede hacer esto basándose en una mezcla explosiva de una avalancha de capital extranjero combinada con una nueva clase obrera procedente de las zonas rurales. China produce mercancías para todo el mundo con un nivel extremadamente elevado de beneficio para los capitalistas que tienen a su disposición una enorme fuente de mano de obra.
El nivel de explotación que Engels describió a mediados del siglo XIX en su libro: La situación de la clase obrera en Inglaterra, se reproduce aquí a un grado superior. La clase obrera china ya es la más grande del mundo y está creciendo en 20 millones al año. Estos trabajadores no tienen tradiciones sindicales, no tienen derechos legalmente reconocidos. Con frecuencia sus salarios se pagan tarde. Se enfrentan a la oposición combinada de los capitalistas y los burócratas del partido y el estado. Pero cuando sea consciente de su situación y de las enormes disparidades de ingresos, sólo se moverá en una dirección, hacia la lucha por la defensa de sus derechos… En realidad, ya han comenzado a hacerlo, el gobierno ha reconocido oficialmente que en 2003 hubo 58.000protestas en las que participaron 3 millones de personas. Diez años antes esta cifra era de sólo 9.000. Es un hecho que el coste del trabajo en los últimos dos años ha crecido un 50 por ciento.
El 19 de mayo de 2004 el periódico italiano La Republica publicó un artículo que explicaba cómo de los 150 euros que se pagan por un par de botas Timberland en Europa, sólo 45 céntimos van a salarios para un chico de 14 años en Zhongshan. Los jóvenes trabajan 16 horas al día sin ningún tipo de protección social o vacaciones pagadas. Como hemos visto muchas veces en la historia, la clase obrera encontrará el camino para rebelarse contra esta explotación. Y por parafrasear a Napoleón, podemos decir que cuando la poderosa clase obrera china se ponga en pie el mundo capitalista temblará.