Hace sesenta años de la proclamación de la República Popular de China tras una tremenda revolución campesina que se extendió durante años y culminó con la liquidación de los restos del feudalismo agrario y las relaciones de propiedad burguesas. La revolución china supuso un golpe devastador para los terratenientes y capitalistas chinos y, por supuesto, para el imperialismo occidental, al tiempo que una inspiración para millones de explotados de las colonias y en los países avanzados. A pesar de que la revolución china constituyó un acontecimiento histórico para la liberación de cientos de millones de esclavos modernos, seis décadas después, el largo proceso de reformas económicas y políticas pilotado por la dirección estalinista del mal llamado Partido Comunista de China (PCCH), ha liquidado las bases de la economía planificada y abierto de par en par las puertas para la restauración capitalista.

Hace sesenta años de la proclamación de la República Popular de China tras una tremenda revolución campesina que se extendió durante años y culminó con la liquidación de los restos del feudalismo agrario y las relaciones de propiedad burguesas. La revolución china supuso un golpe devastador para los terratenientes y capitalistas chinos y, por supuesto, para el imperialismo occidental, al tiempo que una inspiración para millones de explotados de las colonias y en los países avanzados. A pesar de que la revolución china constituyó un acontecimiento histórico para la liberación de cientos de millones de esclavos modernos, seis décadas después, el largo proceso de reformas económicas y políticas pilotado por la dirección estalinista del mal llamado Partido Comunista de China (PCCH), ha liquidado las bases de la economía planificada y abierto de par en par las puertas para la restauración capitalista.

A través de la explotación más despiadada de millones de trabajadores; de jornadas extenuantes sin derechos sindicales y políticos; de la eliminación gradual de la propiedad colectiva de la tierra, la legalización de la propiedad privada y el fin del monopolio estatal del comercio exterior; de la privatización masiva de la industria estatal y los servicios públicos, el naciente capitalismo chino parece brillar con intensidad.

El capitalismo chino y la recesión mundial

Ningún otro país puede ofrecer, en términos macroeconómicos, un balance tan asombroso en estos últimos 25 años. Si entre 1980 y 2005 el PIB de la Unión Europea y de Estados Unidos ha crecido una media del 2,4% y 3,2% respectivamente, China lo ha hecho en torno al 9%. En 2007, dicho crecimiento se aceleró hasta alcanzar un espectacular 13%.
No obstante, la recesión capitalista más profunda de las últimas siete décadas ha afectado profundamente los puntos neurálgicos de la economía china. Según datos del gobierno chino, desde el inicio de la crisis se han destruido más de 20 millones de puestos de trabajo. Para la Academia de Ciencias Sociales china, el incremento se sitúa en 40 millones. De ser cierto este último dato, China habría absorbido el 40% de todo el desempleo mundial causado por la crisis. Estamos ante un giro tan brusco como negativo de la tendencia dominante en los últimos 15 años1. En lo concerniente a la producción industrial, es verdad que las cifras se han mantenido en parámetros positivos a diferencia de EEUU o Alemania. Tras una caída hasta el 6,4% en los últimos tres meses de 2008, se ha producido una remontada hasta  el 9,2% en el primer trimestre de este año. De todas formas la dinámica es claramente descendente, muy lejos del 17,1% de 2007.
Este retroceso de la actividad económica ha sido provocado por una caída ininterrumpida de las exportaciones desde el pasado mes de diciembre. El potencial exportador de China, su auténtico músculo económico, se ha visto gravemente afectado por la tremenda contracción de la demanda mundial, especialmente del mercado doméstico estadounidense y europeo. Después de crecimientos anuales del superávit comercial de más del 20% entre 2000 y 2007, en agosto de este año se registró un caída del 45% respecto al mismo mes de 2008. Las perspectivas para que el superávit se reduzca aún más en lo que queda de año son evidentes. La demanda estadounidense o europea no da síntomas de recuperación sustanciosas, mientras que la lucha por cada palmo del mercado internacional está azuzando las medidas proteccionistas. En definitiva, China se enfrenta a las consecuencias de la sobreproducción de la economía capitalista internacional y las sufrirá en carne propia con una caída notable de sus exportaciones, una clara infrautilización de la capacidad productiva instalada, el aumento del desempleo y una reducción drástica de la inversión de capital proveniente de los países más avanzados.2
Estos datos ayudan a estar prevenidos contra la fanfarria demagógica de algunos medios de comunicación, que presentan el posible crecimiento de la economía china (un 9% en 2008 y la previsión de un 8% para 2009) como la prueba concluyente de que China va a liderar la recuperación mundial. Desde luego, son cifras con las que las otras grandes economías ni tan siquiera pueden soñar. Pero, ahí está la trampa, es erróneo establecer comparaciones mecánicas entre China y EEUU o Alemania. Si cualquiera de estas dos últimas economías alcanzara en la actual coyuntura un crecimiento del 8 ó el 9% en su PIB, estaríamos hablando de un crecimiento robusto, de la creación de millones de puestos de trabajo y de una perspectiva de prosperidad. Sin embargo, la economía del dragón rojo se enfrenta cada año al reto de incorporar casi 10 millones de nuevos trabajadores a su mercado laboral. Teniendo en cuenta que es necesario un aumento de entre el 8% y el 9% de su PIB para absorber ese volumen de nuevos trabajadores, lo que realmente se conseguiría, en el caso de concretarse un crecimiento semejante, es impedir un aumento mayor del desempleo.
 
EEUU y China: dos economías encadenadas


La incuestionable fortaleza de las finanzas chinas ha sido un argumento manejado por muchos economistas para subrayar el liderazgo chino en la futura recuperación. China posee las mayores reservas mundiales de divisas: más de dos billones de dólares, de los que 800.000 millones están invertidos en títulos de deuda estadounidenses. Sin embargo, la actual situación del dólar expone a China a serias dificultades. Es interesante detenerse en este punto. La dependencia mutua que existe entre ambas economías es una confirmación de una ley de la dialéctica: la unidad y lucha de contrarios.
Hace pocos meses, el director del Banco Central chino señaló la necesidad de acabar con el dólar como divisa de referencia mundial. Denunciaba así el peligro que supone el enorme poder económico que el imperialismo estadounidense concentra en sus manos al decidir -sobre la base de sus propios y particulares intereses nacionales- sobre el valor del dólar. Evidentemente, la devaluación del dólar en los últimos años ha provocado que las enormes reservas financieras chinas pierdan valor constantemente. Es más, la gigantesca inversión en bonos del tesoro y otros títulos de deuda llevados a cabo por el gobierno chino también han supuesto una depreciación de la riqueza china. Cuando se considera la realidad objetiva, las declaraciones del director del Banco central chino encierran también un elemento de debilidad e impotencia.
El dólar sigue siendo el protagonista de las transacciones comerciales y de las reservas monetarias a nivel mundial. EEUU es el primer destinatario de las exportaciones chinas por lo que los dirigentes chinos no han tenido más remedio que mantener la capacidad de compra norteamericana aunque ello implicara alimentar la espiral del endeudamiento y déficit estadounidense. Con la compra masiva de Bonos del Tesoro y la financiación de su deuda estratosférica, China ha precipitado en estos años los desequilibrios del capitalismo norteamericano. Pero al mismo tiempo, si el régimen chino atacara al dólar con el fin de debilitar el poder económico de los EEUU, saldría también perjudicado al desvalorizar aún más buena parte de su propia riqueza en divisas y agudizar de manera extraordinaria la recesión económica estadounidense. Una depresión mayor en EEUU afectaría decisivamente a las manufacturas chinas, a su potencial exportador y, finalmente, a su "fortaleza" financiera. A pesar de todo, el equilibrio del terror financiero entre China y los EEUU se mantendrá: aunque ambos son competidores en el mercado mundial, ambos se necesitan por lo menos en el corto plazo.

¿Una vuelta atrás en el papel del Estado en la economía?


El régimen chino ha reaccionado al cambio de ciclo en la economía mundial con la aplicación de un plan de estímulo por valor de 585.000 millones de dólares. Los resultados han sido evidentes y la recuperación relativa de la producción industrial a principios de este año está en buena parte determinada por esta inversión de dinero público.
A diferencia de lo ocurrido en occidente, el grueso del plan no ha sido destinado al rescate de la banca, sino fundamentalmente a inversiones en infraestructuras y concesión de créditos. Un ejemplo que habla por sí sólo son los 20.000 nuevos kilómetros de red ferroviaria que se están construyendo. También, y con el objetivo de estimular el consumo, el gobierno ha aumentado el dinero en circulación a través de los créditos otorgados por la banca pública: en el primer semestre de 2009 se ha superado en un 50% el volumen total de créditos de todo 2008. En teoría, esta abundancia de liquidez debería mejorar la economía productiva, pero en la práctica está alimentando las tendencias especulativas3.
A la vista del resultado temporal que estas medidas han tenido, no han faltado voces que hablan de una vuelta atrás en la restauración del capitalismo en China. No compartimos dicha afirmación. La intervención estatal en la economía china, a pesar de todas sus particularidades, no difiere, en su esencia, de la que desarrollan actualmente los estados capitalistas europeos o norteamericanos. En la actual coyuntura, la clase dominante utiliza los recursos estatales, en cantidades formidables, para salvaguardar las bases del sistema evitando un colapso de consecuencias incalculables en el terreno social y político. Pero si el gobierno norteamericano ha tenido que recurrir a "nacionalizar" la mayor parte de su sistema financiero (es decir, nacionalizar las pérdidas y privatizar las ganancias) entregando billones de dólares a cambio de títulos y acciones que no valían nada; si ha salvado de la bancarrota con dinero público a empresas emblemáticas del capitalismo estadounidense como General Motors, no quiere decir, en ningún caso, que el ex presidente Bush o Barack Obama se hayan convertido en socialistas.
La historia también conoce el caso de períodos de auge económico con enérgicas intervenciones estatales. Las experiencias del capitalismo europeo y japonés después de la Segunda Guerra Mundial, de Corea del Sur o Brasil en la década de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, es aleccionadora. El Estado, las empresas públicas y la banca estatal jugaron un papel importante en el desarrollo capitalista de estos países, proporcionando transporte, materias primas y servicios a bajo precio al capital privado, pero eso no supuso que las relaciones de propiedad capitalistas fueran alteradas.
En China, la empresas estatales, incluida la banca pública, se utilizan en beneficio de la nueva clase de capitalistas chinos, muchos de ellos con el carné del PCCH, que se lucran de la explotación privada de millones de trabajadores, de las privatizaciones de las empresas públicas, de los acuerdos económicos con las multinacionales imperialistas, y de la participación en el mercado mundial, una vez liquidado el monopolio del comercio exterior. Desde ese punto de vista, todas las decisiones fundamentales adoptadas hasta el momento por el llamado Partido Comunista Chino tienen un objetivo central: salvaguardar los intereses del joven capitalismo chino dentro y fuera de sus fronteras.4

Sobreproducción y  mercado interno

Los problemas que debe resolver el capitalismo chino no son otros que los derivados de una crisis clásica de sobreproducción. El retroceso de todos sus indicadores económicos fundamentales es el reflejo de la imposibilidad de vender una parte fundamental de las mercancías que su industria es capaz de producir. El estallido de la recesión mundial ha convertido el potencial manufacturero de China, que inundó el mercado mundial en las décadas pasadas, en una fuente de dificultades.
Desde un punto de vista teórico, no se trataría de un problema irresoluble. Esta dificultad se podría superar consiguiendo que las mercancías chinas que ya no pueden ser absorbidas por el mercado mundial sean consumidas por las masas chinas. ¿Es posible semejante transformación? En nuestra opinión, es harto difícil, puesto que tal metamorfosis entra en abierta contradicción con las bases sobre las que se ha desarrollado la economía china en las últimas décadas.
En primer lugar, el carácter exportador de la economía china no ha hecho otra cosa sino aumentar exponencialmente en el último período. Entre 2001 y 2007, China ha elevado del 20 al 36% el peso de los intercambios comerciales en su PIB5. Esta evolución de la balanza comercial se ha desarrollado en sentido contrario a la del consumo doméstico: si este último representaba un 49% del PIB en 1990, disminuyó hasta el 35% en 2008. Es cierto que, en dólares constantes, el PIB chino en 2007 es muy superior al del PIB en 1990 y, por tanto, el mercado interno se ha ensanchado. Aún así, el consumo interno sigue estando muy por detrás de las exportaciones en lo que a riqueza generada se refiere, y contrasta abiertamente con el 70% del PIB que representa en países como EEUU.
Por otra parte, para conseguir que las masas chinas consuman más es ineludible aumentar su poder adquisitivo. Nuevamente entramos en contradicción con otro pilar del desarrollo económico del gigante asiático. Si las manufacturas chinas han sido tan competitivas en el mercado mundial -permitiendo disparar el volumen y los ingresos por las exportaciones- ha sido gracias al bajo coste de la mano obra7. De hecho, aquí radica uno de los atractivos fundamentales para los capitales extranjeros, salarios bajos a cambio de jornadas laborales inhumanas. Aunque entre 2000 y 2006 el PIB per cápita chino se duplicó, pasando de poco menos de mil dólares a poco más de dos mil, este mismo indicador se multiplica por 22 en EEUU7. Con la recesión extendiéndose en todo el mundo, un escenario posible para China es que vea reducida su competitividad en el mercado mundial debido a un encarecimiento relativo de su mano de obra8.

El factor de la lucha de clases

Para un marxista, las perspectivas económicas no son una ciencia matemática. Los factores que determinan una previsión en este campo son múltiples y no sólo de carácter estrictamente económico. Tal es el caso de la lucha de clases, que puede empujar al régimen a desarrollar medidas económicas en diferentes sentidos, dependiendo de la presión social a la que se vea sometido.
Durante este verano hemos conocido un anticipo del auténtico significado que adquiere el término lucha de clases en China. En el mes de julio se produjo una gran movilización de los obreros de la fábrica Tonghua Iron & Steel -que cuenta con 30.000 trabajadores en plantilla- contra la privatización de su empresa. Secuestraron al representante de la empresa, que finalmente lincharon, e hicieron frente a miles de policías antidisturbios que intentaron disolver los piquetes de forma violenta. Lejos de amedrentar a los trabajadores, la represión los animó a resistir hasta conseguir su objetivo: el régimen dio marcha atrás en el proceso de privatización. Una lucha similar que también acabó en victoria se produjo en el mes de agosto en la fábrica Linzhou Steel Corporation.
Como siempre le ocurre a la clase obrera, los trabajadores chinos están aprendiendo en base a una dura experiencia de explotación y derrotas.9 La contrarrevolución capitalista, en la que la privatización de la industria ha jugado un papel decisivo, ha sido guiada con mano firme por aquellos que se arrogaban el papel de herederos de la revolución. La burocracia estalinista que dirige el PCCH no ha dudado en seguir hablando de socialismo y envolverse con la bandera roja, mientras destruía las conquistas de la revolución.
En cualquier caso, estas dos luchas demuestran que el proceso de privatización se enfrenta hoy a mayores dificultades que ayer. El régimen podría no haber cedido ante el rechazo de los obreros de estas fábricas. Sin embargo, optó por lo contrario, seguramente convencido de que la furia que albergaban los trabajadores podría haber conectado con nuevas capas, transformando el conflicto en un levantamiento local. Por otra parte, haber cedido a la presión de los obreros envía un mensaje al conjunto del movimiento: es la hora de luchar porque la victoria es posible. Un ascenso generalizado de la lucha de clases en China puede tardar todavía un tiempo en desarrollarse y, seguramente, adoptará formas peculiares debido a las características políticas y económicas tan particulares en las que se ha restaurado el capitalismo. De lo que no cabe duda es que, a pesar de todas las dificultades, el proceso de toma de conciencia del proletariado chino empieza a abrirse camino a través de la bruma de la contrarrevolución capitalista.

China y la recuperación mundial

¿Puede China convertirse en la locomotora de la economía mundial y sustituir a EEUU en ese papel? Un análisis ponderado nos hace creer que tasas de crecimiento de la economía china similares a las de décadas pasadas es bastante improbable en los próximos años. Cifras del 10 o del 12% de aumento del PIB chino sólo serían posibles con un auge de la economía mundial. Pero un boom económico a corto plazo como el que se extendió entre 1994 y 2006 está descartado; en todo caso, hablamos de una recuperación raquítica, con altas tasas de desempleo en los países desarrollados y un crecimiento de la demanda muy modesto.
China, como ya hemos señalado, tiene un mercado interno muy modesto, incomparablemente más pequeño que el de EEUU o la UE. A pesar de que el capitalismo estadounidense atraviesa una clara fase de declive, su poderío económico todavía es muy superior al chino: su participación en el PIB mundial prácticamente multiplica por seis al de China. La economía estadounidense absorbía, justo antes del estallido de la crisis, mercancías por valor de 9,7 billones de dólares, mientras que China, con una población que multiplica por cuatro la de su competidor norteamericano, sólo lo hacía por valor de 1,7 billones. En estas condiciones, China no puede sustituir a los EEUU ni a la UE como motor decisivo de la economía mundial.
Pero hay más. La sobreexposición de China a las condiciones imperantes en el mercado mundial le pasará una factura muy cara. No hay que olvidar que el grueso de su crecimiento se ha producido en un período de importante ascenso de los intercambios comerciales: entre 1970 y 2002 el comercio mundial se ha multiplicado por veinte. Sin embargo, las predicciones de la OMC para 2009 auguran un retroceso del comercio mundial del 9%. Aunque todos los gobiernos dicen haber aprendido las lecciones del crack de 1929, y no se cansan de repetirlo en las cumbres del G-20, las medidas proteccionistas están creciendo aceleradamente amenazando con guerras comerciales que podrían posponer la recuperación. Esta perspectiva afectará duramente la economía china.10
Todo ello no entra en contradicción con el hecho de que China pueda ascender posiciones en el ranking mundial, no tanto por su capacidad para solucionar sus desequilibrios como por la debilidad de sus competidores. Asimismo, China se ha convertido en un serio desafío para las potencias imperialistas occidentales, disputando abiertamente el control de sus fuentes de materias primas tradicionales así como las cuotas de mercado para sus exportaciones. China es ya el segundo socio comercial de América Latina y el tercero de África.11 Como ilustra el cuadro, China ha transformando la correlación de fuerzas en el mercado mundial:
No está en absoluto descartado que la economía China alcance la tan deseada tasa de crecimiento del 8% para este año. Incluso nuevos planes de estímulos podrían permitir un repunte más allá en el próximo periodo, pero China difícilmente se convertirá en la locomotora de la recuperación. Una cosa sí es segura: el estallido de la crisis mundial ha marcado un antes y un después para el capitalismo chino y para la estabilidad política de régimen encabezado por el PCCh. En el marco de las turbulencias económicas del próximo periodo, el proletariado y el campesinado chino redescubrirán sus tradiciones revolucionarias, no sólo las de la guerra campesina de 1930-1949, también las tradiciones marxistas proletarias de la primera revolución en 1925-1927.

NOTAS

1. Se calcula que al calor del crecimiento industrial de las dos últimas décadas se han creado casi 200 millones de nuevos puestos de trabajo cubiertos por la migración del campo a la ciudad.
2. Aunque China se mantiene todavía como el mayor receptor mundial de inversión extranjera, hay una caída constante desde hace diez meses: entre enero y julio de 2009 ha retrocedido un -20,3% a comparación del mismo período de 2008.
3. En la medida en que el sector productivo de la economía está sometido a una contracción, buena parte de estos créditos se han orientando a la inversión especulativa. En los primeros siete meses de 2009 la bolsa ha subido un 80% y las ventas inmobiliarias un 60%.
4. No olvidemos que las medidas realmente decisivas ya han sido adoptadas y no hay, por el momento, ninguna marcha atrás: ingreso en la OMC, privatización de sectores decisivos de la economía, liberalización de la mayoría de los precios y reconocimiento de la propiedad privada.
5. Datos hechos públicos por Morgan Stanley en septiembre de 2009.
6. Si en 1992 la participación de los salarios en el PIB era de un 54%, en 2005 se redujo al 41%.
7. El PIB per cápita de EEUU en 2006 fue 44.000 dólares.
8. Dicho encarecimiento no vendría determinado tanto por una mejora significativa de los salarios nacionales, sino por el explosivo aumento del desempleo a escala mundial, que trae como consecuencia un abundante excedente de fuerza de trabajo disponible que, como cualquier otra mercancía, está sometida a un proceso de depreciación.  
9. Se cifra en casi 50 millones los despidos en las empresas estatales desde principios de los 90.
10. Tras la cumbre del pasado abril en Londres los países del G-20 han puesto en marcha 121 nuevas medidas proteccionistas. Hace apenas unas semanas, el gobierno de EEUU aprobó una subida del 35% de los aranceles sobre la importación de neumáticos chinos argumentando que pretendía defender los puestos de trabajo de su industria nacional.
11. Entre 1995 y 2007 China y América Latina han multiplicado por trece sus intercambios comerciales. Respecto a África, ambas regiones lo han multiplicado por cinco en el período transcurrido entre 2001 y 2006. 


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