Ninguno de los partidos presentes en el anterior parlamento han sobrevivido. El partido del anterior primer ministro, Bulent Ecevit, ha conseguido sólo el uno por ciento de los votos. La cara de Ecevit en las pantallas de televisión lo decía todo. Este giro de ciento ochenta grados es una expresión de la furia, frustración y descontento de las masas con los partidos burgueses corruptos y degenerados, que han gobernado Turquía durante los últimos cuatro años.
Este resultado ha creado muchos problemas para la burguesía. Aparte de otros grandes problemas, está la cuestión de quién ocupará el puesto de primer ministro. Esta es una cuestión importante porque el líder del partido, Erdogan, no puede asumir el cargo por orden judicial. La excusa formal es que recitó un antiguo poema islámico en uno de sus mítines. ¡Esto fue considerado un acto subversivo!
La razón real es la enorme hostilidad de un sector de la clase dominante turca y del estado (especialmente el ejército) hacia los partidos “islámicos”. Estos partidos son considerados una amenaza para la orientación general pro-occidental de Turquía. Por esa razón, el ala dominante de la burguesía está presionando a este partido para intentar que acepte sus propios objetivos.
Sin embargo, a pesar de estos conflictos, las diferencias entre estos sectores de la burguesía son más aparentes que reales. Nada más salir elegido el AKP, Erdogan inmediatamente tiró por la borda su antiguo demagogia anti-occidental y comenzó a insistir en su compromiso con las “obligaciones internacionales de Turquía”. Eso significa la OTAN, la ONU y el FMI.
El objetivo de la repente pasión de Erdogan por los asuntos internacionales es bastante claro. Su intención es enviar señales para tranquilizar al alto mando militar turco y a los capitalistas de la UE y Washington. En realidad, los dirigentes del partido de Erdogan ya se han dado prisa en comunicar a EEUU y la UE, incluso antes de las elecciones, que la burguesía internacional no tiene nada que temer de él o de su partido. Erdogan admitió ayer que había informado al embajador de la UE antes de las elecciones de que estaba “preparado para visitar las capitales europeas”.
Estos hechos demuestran de una forma concluyente que el AKP pretende aplicar una política burguesa que no difiere en ningún aspecto serio de la política de sus predecesores. Por ejemplo, Turquía es una de las naciones más endeudadas, Erdogan espera conseguir algunas facilidades para aliviar las restricciones financieras del FMI. El líder del AKP, obviamente, está preparado para aceptar los dictados de los banqueros. Como dijo: “Nos sentaremos con el FMI y revisaremos cada uno de los artículos [préstamo] del programa. Pediremos cambios si lo consideramos necesario”.
La debilidad del capitalismo turco dictará la política del nuevo gobierno. Erdogan tendrá que arrodillarse ante las presiones del capitalismo y el imperialismo internacional. A pesar de toda la demagogia “islámica”, hay pocas dudas de que Turquía apoyará la agresión de EEUU contra Irak, y espera conseguir alguna concesión. ¡Si las concesiones llegan es otra cuestión!
Además de los problemas en el frente económico e internacional, Erdogan también se enfrenta a una potencial crisis constitucional. Por ahora ha evitado comentar si va a utilizar su mayoría aplastante en la asamblea para cambiar la constitución o las leyes que le impiden ser primer ministro. Aunque supuestamente Turquía es una “democracia”, el verdadero poder no está en la asamblea sino en el ejército, a propósito, el ejército es uno de los grandes conglomerados capitalistas (el tercero más grande de Turquía). Cualquier intento de desafiar directamente la autoridad del ejército provocará una crisis seria con implicaciones revolucionarias.
Incluso sin esto, Erdogan se enfrenta a serios problemas. A parte de no poder presentarse al cargo de primer ministro, también se enfrenta a una posible sentencia que le impida seguir en la dirección del partido. Y hay otra acción en camino para cercar al partido. Debemos recordar que el ejército obligó a salir al último partido islámico que encabezó un gobierno hace cinco años, con el entonces primer ministro Necmettin Erbakan, porque enojó a los generales al intensificar los contactos diplomáticos con el mundo árabe.
Sin embargo, en la actualidad, en el orden del día no está un movimiento del ejército contra el AKP. Si eso ocurriera, en esta atmósfera tan caldeada, con la extensión del descontento entre las masas, cualquier intento de golpe de estado provocaría una situación explosiva, que sería muy peligrosa para la clase dominante. En el momento de escribir este artículo, el jefe del estado mayor turco está de visita en EEUU, donde, además de planificar la participación de Turquía en la guerra contra Irak, los imperialistas estadounidenses están asesorando al ejército turco para que no haga ninguna provocación, al menos por el momento.
En realidad, no tienen ninguna razón para actuar. El AKP es otro partido burgués, con un poco de colorido “islámico”. Harán todo lo que esté en su poder para convencer a los imperialistas y al ejército de que no tienen un orden del islámico secreto. Erdogan pregona su inocencia cada vez que tiene una oportunidad: “Estamos hartos de escuchar todo tipo de cuestiones. No somos un partido político basado en la religión. La mejor forma de saber si es verdad o no, es observando”. EL AKP, según Erdogan, era un “partido de centro derecha” que había “reconfigurado el centro... y unido, de una forma más fuerte, al centro derecha en un lugar”.
¿Qué significa todo esto? Que millones de trabajadores y pobres turcos que votaron al AKP el pasado domingo esperando un cambio, van a sufrir una amarga desilusión. La cuestión más importante para las masas es el paro. Después del colapso económico de febrero del año pasado, se disparó el desempleo. La cifra actual de paro es el 25 por ciento. Un año después del colapso, la economía turca ha caído casi un 10 por ciento. Los niveles de vida han caído dramáticamente. Esta es la verdadera razón de la victoria del AKP.
Presentar este resultado como un giro de la opinión pública turca hacia el islamismo, es completamente falso. En primer lugar, aunque el AKP ha conseguido una gran mayoría parlamentaria, sólo ha recibido el 34 por ciento de los votos. Pero gracias al peculiar sistema electoral, los resultados parlamentarios no se corresponden con los votos conseguidos. Para poder tener representación parlamentaria, se necesita un 10 por ciento de los votos, una medida introducida por el ejército después del golpe de 1980 para mantener fuera a los partidos de izquierda. Ahora se ha vuelto contra ellos, porque los antiguos partidos no han podido conseguir ni siquiera el 10 por ciento de los votos y por esa razón no tienen escaños. El resultado de esta medida es que el 45 por ciento de los votos no están representados en el parlamento.
Sin embargo, estas elecciones revelan una fuerte corriente de descontento entre la sociedad turca. Los resultados electorales han demostrado el ambiente de protesta que se está desarrollando en Turquía. La mayoría de la población están profundamente descontenta con la situación actual. Este descontento no es sólo con la situación de la economía ¾ aunque es muy importante ¾ es un descontento que afecta a todos los sectores de la vida, vivienda, educación, justicia, el estado, el ejército, la policía, los políticos y la corrupción que impregna todo.
Una de las razones de la popularidad de Erdogan fue que supuestamente iba ser “mister limpiador” cuando era el alcalde de Estambul. En realidad, lo que hizo fue llenarse los bolsillos, los suyos y los de sus compinches “islámicos”. Es un hombre muy rico. Ahora está en el poder, él y sus compinches tendrán más oportunidades de enriquecerse a costa del dinero público.
En las elecciones del pasado domingo, la población tuca demostró que realmente no sabía lo que quería, pero sabía muy bien LO QUE NO QUERÍA. Esta es un primer paso importante, pero es sólo el primer paso. Ahora tendrán que aprender de la amarga experiencia que significa realmente el AKP. Erdogan ya advirtió que no se podían esperar milagros en al menos tres años. Este es un intento de enfriar las expectativas y reducir la presión para que haga reformas. Pero no lo conseguirá. Las masas no votaron porque sí al AKP. Lo hicieron porque exigían un cambio.
En condiciones de profunda crisis económica, paro y guerra, Turquía verá sacudidos sus cimientos. Erdogan y el AKP no tienen respuesta para los problemas a los que se enfrentan las masas. Después de un período inicial de calma, cuando las masas hayan pasado por esta experiencia, tendremos el inicio de un gran movimiento de masas, particularmente en el frente industrial, que provocará un enfrentamiento entre la clase obrera y este gobierno. El escenario está preparado para que se produzca un enorme auge de la lucha de clases en Turquía.