Sin embargo sus peores temores se hicieron realidad multiplicados: el 15 de febrero de 2003 siguiendo con la convocatoria internacional de protesta contra la entonces inminente guerra dos millones de hombres y mujeres se manifestaron en Londres convirtiendo la jornada en un hito histórico. Fue una nueva demostración de la voluntad de lucha del poderoso proletariado británico. Pero también fue un punto de inflexión. Fue un punto de inflexión porque se convertía en la demostración más nítida y patente del nuevo periodo en que ha entrado la lucha de clases en Gran Bretaña.
La política exterior, continuación de la política interior
Como ha sucedido en tantos lugares de Europa, en Gran Bretaña el Banco Central ha tenido que reducir la expectativa de crecimiento de su economía, en concreto del 2,1 al 1,8. La explicación de este hecho la encontramos en que durante años el capitalismo británico se ha decantado por concentrar la inversión en sectores especulativos despreciando y olvidando los sectores productivos de la economía. Sectores como la ingeniería, que ya en el 2002 perdió 104.000 empleos, espera eliminar este año más de 68.000.
Durante años se atacó el denominado “ estado de bienestar” y se acometieron privatizaciones salvajes con la excusa de “modernizar” y “flexibilizar” la economía británica. Pero esta no está saneada, sino que, por el contrario, al haber perdido inversión productiva es más débil. Vemos, por ejemplo, como el gran apagón que se dio en Londres este verano puso de manifiesto que al privatizarse la industria eléctrica ha desaparecido la inversión en infraestructura y mantenimiento. Otros sectores como el de los ferrocarriles también dan síntomas de colapso, resultado de las privatizaciones.
Tony Blair y su nuevo laborismo consiguió derrotar a los conservadores porque fue considerado por la mayoría de la población como una alternativa a las medidas antisociales de estos. Lejos de eso, la política llevada a cabo por Blair no dista mucho de la seguida por sus antecesores: inseguridad en el empleo y salarios bajos, pero además acompañado de niveles de endeudamiento récord de las familias obreras. Pero todo tiene un límite y la paciencia de la clase trabajadora no es una excepción. De forma paulatina ha aumentado la afiliación y la participación en los sindicatos, que han sido entendidos como la herramienta básica de lucha. Fruto de esa presión hemos de entender la aparición de nuevos dirigentes sindicales más a la izquierda o la radicalización de los anteriores. También en este sentido hemos de entender luchas formidables como las protagonizadas por los bomberos o la huelga estatal de empleados municipales. Y es que el número de jornadas laborales perdidas por huelgas se ha multiplicado desde las 496.000 de media de la década de los 90 al 1.323.000 del año pasado.
Proceso de polarización
Es en este contexto en el que llegamos al reciente congreso de las TUC (Trade Union Congres, el congreso de los sindicatos británicos) donde hemos asistido a una incipiente polarización. Tony Woodley, del poderoso TGUW (con más de 900.000 afiliados), ha pedido la dimisión de Blair frente a los que, como Digbij Jows, apelaron a la vuelta a un “sindicalismo moderado”. Y es que lo característico de este congreso ha sido precisamente la aparición de una importante corriente de izquierdas en distintos sectores como en el caso del AEEU (sindicato del metal), el PCS (servicios públicos) o el NUJ (periodistas). Si los resultados no fueron mejores y no hubo una clara victoria del sector de izquierdas en el congreso, fue fundamentalmente porque aún nos encontramos en el inicio del proceso.
Lo que es innegable es el fenómeno de polarización y de radicalización de un sector, que es un reflejo de los movimientos tan importantes que se están dando en la sociedad. En esta situación vemos como también en el propio Partido Laborista se cuestiona ampliamente la política derechista de Blair. Ya los grandes sindicatos están haciendo un llamamiento a coordinarse para reclamar las ideas del auténtico laborismo.
La comisión Hutton.
La crisis más seria de Blair
La mayoría de la población británica se oponía a la participación en la agresión imperialista a Iraq. Para tratar de legitimar este ataque no se escatimó en mentiras y maniobras. La comisión Hutton está sacando a la luz no sólo las mentiras e intimidaciones que empujaron al suicidio al doctor Kelly, sino además el propio funcionamiento del Estado burgués, su corrupción y su falta de democracia.
El escándalo ya ha obligado a dimitir a Campbell y seguramente Hoon, secretario de Estado de Defensa tenga que seguir el mismo camino. Blair se basaba en condiciones económicas de bonanza que ya no existen y una situación de paz social que es parte del pasado. La participación de la clase obrera será la clave del proceso en el que hemos entrado y sin duda será el fin de ese engendro político que es el Nuevo Laborismo.