¡Es necesario derribar a este gobierno en la calle!
Rui Faustino
Portugal
Durante la campaña electoral la derecha prometió de todo, llegaba a la desfachatez extrema de afirmar, por ejemplo, que no construirían "un nuevo aeropuerto en Lisboa mientras haya algún niño pasando hambre en Portugal".
Una vez en el gobierno metieron sus promesas electorales en el cajón. Con el pretexto de una crisis presupuestaria tomó medidas de lo más dañinas para los trabajadores —el déficit del presupuesto del Estado es de 2,8% del PIB, patrón elevado para los parámetros rigurosos del Banco Central Europeo pero muy lejos de constituir una situación calamitosa—.
Empezaron por aumentar dos puntos el IVA, que pasó del 17 al 19%, al mismo tiempo que anunciaba la intención de bajar los impuestos sobre las empresas en un ¡20%! Después decidieron acabar con los intereses subvencionados por el Estado para la adquisición de vivienda propia por parte de los jóvenes. Resultado: de manos de los especuladores inmobiliarios, la banca recibirá algunos centenares de euros de más de cada joven que decida ahora comprar una vivienda ¡Qué escándalo! En los últimos días se han hecho públicas otras dos medidas: la intención de acabar con el actual modelo de televisión estatal —está en juego el despido de 2.000 trabajadores— y la "sugestión" de "adaptaciones" —léase despidos— en la Función Pública.
El gobierno no se va a quedar ahí: la propia ministra de Finanzas ya prometió que en septiembre vendrán nuevas medidas. Estas deberán afectar la educación, la salud y otros gastos sociales; mientras tanto el gobierno ya decidió el aumento de los gastos militares para "dignificar las fuerzas armadas".
Lo peor, sin duda, está por venir. ¿Qué podemos esperar los jóvenes y los trabajadores de un ministro de Salud ligado al grupo Mello, con intereses en la privatización del Sistema Nacional de Salud? ¿O de un ministro de la Seguridad Social que viene del sector de las aseguradoras, que no quiere otra cosa que apropiarse de las partidas presupuestarias que surgen de lo que los trabajadores pagan para el fondo estatal de Seguridad Social?
Sólo podemos esperar más de lo mismo. "Los pobres que paguen la crisis", este es el lema de estos canallas.
Este gobierno, con el pretexto de una crisis presupuestaria, puede muy bien conducir el país a una crisis general de la economía, pues todas estas medidas tendrán un efecto en el consumo y en los niveles de empleo. ¿Pero qué se puede esperar de estos señoritos? No estará nunca en la agenda de los partidos burgueses resolver los problemas del país a costa del capital. En este Portugal plantado a orillas del mar los trabajadores precarios como el redactor de estas líneas, —¡y somos tantos miles!— llegamos a pagar el 40% de los impuestos del Estado, ¡pero los vampiros que especulan en Bolsa no pagan nada! Está bien claro quién va a pagar la crisis presupuestaria.
Pero sólo será así si los trabajadores lo permiten. Con la movilización, los jóvenes y trabajadores no dejarán de decir ¡presente! Es necesario que nuestros sindicatos y nuestros partidos de clase establezcan frente a esta guerra descarada un programa y una estrategia de resistencia popular a la austeridad. Es necesario derribar al gobierno y, tratándose de un gobierno con mayoría absoluta en el Parlamento, el único sitio donde lo podemos derribar es en la calle: en la contestación general a su política, en la creación de un clima de repudio, de insatisfacción y de revuelta de tal intensidad que fuerce la dimisión gubernamental o la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas por el presidente de la República. "Es imposible" argumentarán algunos compañeros. "Mirad lo que ha sucedido con la Alianza Democrática hace 20 años, y sobre todo, mirad lo que ocurrió en Argentina hace apenas pocos meses", responderemos nosotros. Es obvio que la situación en Portugal no está tan negra, pero el caso argentino enseña tres valiosas lecciones al movimiento obrero:
· Que la burguesía, en su decrepitud y ansia de beneficio puede, perfectamente, arruinar un país cualquiera.
· Que la clase trabajadora, en cuyas manos reposan las palancas de la sociedad, cuando se pone en marcha, es la fuerza más poderosa del mundo.
· Y finalmente que no basta sólo con la revuelta. Es necesario constituir una corriente socialista, democrática y revolucionaria para el objetivo que instintivamente buscan los trabajadores: la sociedad fraternal y libre, es decir, el socialismo.