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Elecciones en EEUU
El fraude de la “democracia” más poderosa del planeta
“Mi principal preocupación es que a la gente con derecho a votar y que ha hecho todo lo posible por registrarse, le sea negada la oportunidad y me temo que esto ocurrirá” Jeff Gamso, director legal de American Civil Liberties Union.
Este 2004 se han celebrado múltiples consultas electorales que podrían servir para ampliar las preguntas y respuestas de juegos de mesa tipo Trivial Pursuit. Por ejemplo, pregunta: ¿en que país observadores internacionales han denunciado que las elecciones no se celebrarán con las garantías democráticas exigibles a un país desarrollado? o ¿en qué país se han registrado como votantes a muertos, a vivos que aparecen hasta 40 veces e incluso a Mary Poppins? Otra podría ser: ¿en qué país se impide votar a quienes tienen antecedentes penales lo que supone negar el derecho a voto a 4.700.000 adultos? También se podría preguntar: ¿sabes en que país el presidente de una de las mayores corporaciones se convirtió en vicepresidente del gobierno consiguiendo así contratos para su empresa de miles de millones de dólares? Y qué tal una última como ¿en que país, el año 2000, el presidente obtuvo menos votos que su oponente y a pesar de ello fue proclamado vencedor por una ley aprobada en el año 1787? Podríamos dar a elegir cuatro respuestas: a- Rusia, b- Chechenia, c- Afganistán y d- EEUU
Pues bien, EEUU, la mayor superpotencia del planeta y que como tal se ha arrogado el derecho de defender y propagar la democracia por el mundo, es la respuesta correcta a todas ellas. Podríamos añadir a la lista las decenas de miles de votos por correo perdidos. Por ello, parece legítimo preguntarse en primer lugar si hay democracia en EEUU, o simplemente se celebra una farsa política controlada por los grandes poderes económicos.
Bush y Kerry, dos caras de la misma moneda
Si bien ciertas libertades individuales, como el derecho al aborto o al matrimonio entre homosexuales, son elementos de abierta discrepancia entre republicanos y demócratas, las diferencias se difuminan hasta desaparecer en temas cruciales que deciden la vida de millones de seres humanos dentro y fuera de EEUU.
Por ejemplo, respecto a Iraq, la peor crítica de los Demócratas a Bush es no haber conciliado más apoyo de la comunidad internacional para la intervención imperialista. Tan es así que en su programa asumen el derecho a la acción militar preventiva y Kerry votó para autorizar el uso de la fuerza por parte de Bush meses antes del inicio de la guerra contra Iraq. La diferencia no gira en torno a lo justa o injusta que sea esta guerra, aspecto en el que ambos candidatos coinciden, sino sobre cual es la forma más inteligente de perpetrar esta masacre imperialista ante la opinión pública. Por tanto, con nuevo o viejo presidente, millones de iraquíes seguirán soportando la invasión de su país y una guerra que ha supuesto ya la muerte de más de 100.000 personas.
No podemos dejar de decir, además, que por encima de cualquier diferencia táctica, tanto Demócratas como Republicanos están unidos por su carácter de clase, que los sitúa como enemigos irreconciliables de los trabajadores y los oprimidos. Y no es de extrañar, porque finalmente, lo que ha invalidado los planes del imperialismo estadounidense en el Golfo Pérsico (haciendo que entusiastas supporters de la guerra como The New York Times o The Washington Post hayan pedido el voto a Kerry), ha sido la firmeza con la que las masas iraquíes se han opuesto a la ocupación y no la compasión o el reconocimiento de la soberanía de un pueblo.
La base material del escepticismo electoral de los trabajadores estadounidenses
En política doméstica, es cierto que los Demócratas, conscientes del malestar social existente, prometen ampliar la cobertura sanitaria gratuita o no privatizar la pensiones. Aún así, para millones de estadounidenses que han sufrido las salvajes y reaccionarias políticas de recortes llevadas a cabo tanto por Demócratas como por Republicanos, no dejan de ser vacías promesas electorales. Así con el 95% del escrutinio Bush obtiene casi 57 millones de votos y Kerry poco más de 53 millones.
Una inteligente intuición, ya que si leemos el programa electoral Demócrata encontraremos un compromiso de disciplina presupuestaria para acabar con el actual déficit público en cuatro años. ¿Alguien cree que el dinero necesario para tapar la deuda del Estado saldrá del bolsillo de los millonarios que han aportado más de 249 millones de dólares a la campaña Demócrata, en lugar del bolsillo de los trabajadores?
Por ello no es tan sorprendente, que si bien millones de personas en EEUU han dicho que ya es suficiente de gobierno Bush y han optado por apoyar a Kerry, la movilización de la izquierda no haya sido lo suficientemente masiva como para garantizar una clara victoria Demócrata.
Una nueva etapa de la lucha de clases en EEUU
Junto al sorprendente desarrollo que ha tenido la postguerra iraquí para el capitalismo estadounidense, hay otro aspecto decisivo que también se ha puesto de manifiesto a través del amplio cuestionamiento de Bush: las políticas económicas que desde finales de los 80 están acabando con las condiciones que, durante décadas, permitieron a millones de trabajadores confiar en tener una vida mejor bajo el capitalismo.
El salario medio de un trabajador norteamericano ha pasado de 44.750 dólares anuales en 2001 a 32.310 en 2003. Los trabajadores temporales contratados a través de ETTs pasaron de 640.000 en 1987 a superar los tres millones en 1999. La población activa que no tiene contrato indefinido se ha situando en torno al 30%. La legislatura 2000-04 ha sido primera desde el crack del 29 en la que hay una pérdida neta de empleos.
Los más ricos y poderosos del mundo comparten país con 36 millones de pobres, un 12,5% de la población y con 45 millones que carecen de seguro médico.
Sectores cada vez más amplios de trabajadores en EEUU miran al futuro con temor al desempleo, la temporalidad, nuevos recortes salariales, extensión de la jornada o aumentos de los ritmos de producción. A esto hay que sumar la fragilidad del crecimiento económico con un déficit presupuestario y comercial que sumados superan el billón de dólares; unos gastos derivados de la guerra que rondan ya los 151.000 millones de dólares; y un endeudamiento asfixiante de las familias estadounidenses, que supera el 140% del PIB.
A pesar del interés en mantener un ambiente de terror en la sociedad norteamericana, la clase dominante de EEUU no puede ocultar su fracaso en Iraq y el empeoramiento acelerado de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Sobre estas bases, una reelección de Bush con la consiguiente profundización de los recortes sociales, aumentará la carga para un ascenso de la lucha de clases. Por otro lado, aunque bastante menos probable, un gobierno Demócrata, no tardaría en demostrar su incapacidad para solucionar los problemas fundamentales de la mayoría de la población, augurando también un nuevo auge en la lucha de clases en esta nueva etapa.