Assif.— El nuevo rey dijo recientemente en el periódico francés Le Figaro que su objetivo es una monarquía fuerte y democrática. Esto por sí mismo no significa demasiado, excepto que el rey está a favor de una monarquía absolutista y antiparlamentaria. La realidad es que este país no está en vías de democratización, más bien ocurre lo contrario.
En la práctica, a pesar de la existencia de grupos parlamentarios, lo que estamos experimentando es la consolidación de una dictadura sangrienta. El gobierno actual, encabezado por el tecnócrata Jettou, continúa con la misma política que su predecesor socialdemócrata Yossoufi. Estos gobiernos presentaron todas las leyes antidemocráticas, que después se aprobaron en un parlamento obediente, muy leal al Makhzen (el palacio real).
Creo que vale la pena mencionar unos cuantos ejemplos. La ley de la “libertad de prensa” en realidad es un recorte de la libertad de expresión. La ley del “derecho a organizar partidos políticos”, que pide el reconocimiento total del artículo 19 de la Constitución, pues resulta que este artículo concede un enorme poder político al rey. Hay otra legislación social que ataca los derechos sindicales básicos. Por último, está la llamada legislación antiterrorista que en realidad abre la puerta a la persecución y encarcelamiento de todos los oponentes políticos. Marruecos se encuentra en un callejón sin salida. La única respuesta sólo puede venir de una alternativa proletaria.
Rashid.— La reacción de los trabajadores en mi fábrica ante esta “democratización” depende mucho de su conciencia de clase. Algunos son conscientes de que son sólo palabras huecas. Para ellos la democracia en Marruecos es un escaparate vacío. Dicen, correctamente, que la naturaleza del sistema político, en lo fundamental, no ha cambiado desde la muerte de Hassan II. Otros tienen esperanzas y dan crédito a la propaganda de la clase dominante. Aquí podemos ver cómo el nivel de conciencia es bastante diferente entre los trabajadores. Personalmente creo que todas estas medidas en dirección a la “modernidad” y la “democracia” en general son para el consumo extranjero, especialmente para Europa. Al final son sólo maniobras que tienen la intención de consolidar el papel de la burguesía y el Makhzen.
P.— Decidnos algo más de la naturaleza de la clase dominante marroquí. ¿El palacio real es un ornamento anticuado o tiene mucho poder en el país?
A.— La clase dominante marroquí es reaccionaria, despótica y colonialista. La formación de esta clase es el resultado del desarrollo desigual del capitalismo internacional. Es una herencia de formas primitivas de dominación como puede ser la monarquía. La clase burguesa no es capaz de jugar el mismo papel progresista y revolucionario que jugaron sus homólogos en Francia y Europa durante el siglo XVIII contra el absolutismo y la opresión feudal. La monarquía, en las condiciones actuales, es parte esencial de la clase capitalista dominante. La monarquía es absolutista y autocrática.
R.— Trotsky tenía razón cuando desarrolló la teoría de la revolución permanente. Su conclusión era que la burguesía de los países coloniales y ex coloniales era incapaz de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa (lucha contra el absolutismo, conquista de derechos y libertades democráticas, reforma agraria, etc.). La única forma de salir de este callejón sin salida que supone la barbarie capitalista es a través de la revolución socialista internacional.
P.— ¿Cómo viven los trabajadores y los campesinos? ¿Cuál es el futuro para los jóvenes estudiantes?
A.— En 1980 el régimen colonial de Marruecos comenzó a aplicar las medidas sugeridas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Estas medidas rápidamente provocaron una situación catastrófica. La privatización y la eliminación de los subsidios sociales fueron un duro golpe contra los niveles de vida de los trabajadores, tanto en las ciudades como en el campo.
Durante cuatro años, entre 1980 y 1984, el país estuvo sacudido por una oleada de revueltas sociales que fueron ahogadas en sangre. Las insurrecciones más importantes se produjeron en Casablanca en 1983 y en Tetuán un año más tarde.
En la actualidad la situación social es aún peor. El salario mínimo es muy bajo. Todos los sectores de la economía están afectados por la crisis. Cada año las universidades producen miles de parados. Para el año 2010 el 75% de los jóvenes universitarios no podrá encontrar un empleo. La burguesía marroquí es incapaz de vislumbrar un futuro mejor para los campesinos, trabajadores y jóvenes.
R.— El capital multinacional domina nuestra economía. Creedme, la cara de estos capitalistas no es humana. La explotación en los centros de trabajo es brutal. Cualquier trabajador que intente defender sus derechos e intente organizar alguna clase de acción sindical inmediatamente se enfrenta al brazo armado del Estado. Hay muchas razones económicas y sociales para luchar.
Tomemos por ejemplo a cualquier empresa media, donde los trabajadores tienen unas jornadas laborales de nueve horas diarias y sólo ganan 45 dinares diarios, el equivalente a 4,5 euros. Son 5 dinares la hora (medio euro). Pero muchos trabajadores tienen que viajar distancias largas para ir a la fábrica, eso supone que en el transporte diario se gastan un euro (¡el salario de dos horas de trabajo!). ¿Qué hacen los sindicatos para solucionar esta situación? Los sindicatos más importantes, como La Unión Marroquí del Trabajo (UMT) o La Unión General de los Trabajadores de Marruecos (UGTM) tienen muy buenas relaciones con los empresarios. Cada vez que los trabajadores comienzan a luchar los dirigentes de estos sindicatos actúan como verdaderos rompehuelgas.
P.— ¿Cuál es el panorama de los partidos de izquierdas?
A.— Los partidos de izquierdas son el Partido de Vanguardia Socialista (PADS) y Voz Democrática (VD). Los dos son reformistas. Después tenemos los que estarían en la oposición pero que no están integrados completamente en el sistema político. Son el USFP, el PPS y el PSD.
Los dos primeros partidos, PADS y VD, están participando en la lucha contra el desempleo, apoyan el programa de la Asociación Militante de Jóvenes Parados con estudios universitarios. Por otro lado, estas tendencias también luchan por la libertad y los derechos democráticos, principalmente se centran en la reivindicación de la reforma de la Constitución para quitar poder a la monarquía, instalando una monarquía parlamentaria. Con esta reforma esperan ser capaces de garantizar la independencia de la judicatura y leyes electorales para celebrar elecciones libres.
En cuanto a la explotación capitalista ambas corrientes realmente no tienen un plan socioeconómico elaborado. A pesar de su apoyo público al “socialismo científico” los dos partidos son prisioneros del concepto estalinista de las dos etapas (primero la democracia burguesa y después el socialismo). Es verdad que ahora lo defienden de una forma más vaga que en el pasado, pero también eliminan de su pensamiento político cualquier posibilidad de conseguir la democracia y la modernidad a través de la revolución socialista.
P.— ¿Cuál es la principal debilidad de la izquierda marroquí? ¿Hay perspectivas para el desarrollo de la izquierda revolucionaria?
A.— La izquierda revolucionaria marroquí debe hacer una verdadera autocrítica. Este proceso debe comenzar con la asimilación de las lecciones de la revolución rusa de 1917 y la posterior degeneración estalinista de la primera revolución comunista de la humanidad. Esta discusión debe llevar a un cambio radical de los conceptos teóricos de la lucha de clases. La izquierda revolucionaria todavía no tiene el nivel de madurez suficiente que les equipe con una perspectiva socialista real de la lucha. Hoy no podemos hablar en Marruecos de un movimiento revolucionario bien organizado que tenga como objetivo la consecución del socialismo.
R.— En Marruecos no existe actualmente un movimiento trotskista verdaderamente combativo. Para conseguirlo hace falta tiempo y una perspectiva internacionalista.
P.— Los fundamentalistas islámicos están intentando utilizar el descontento de la población para conseguir sus propios objetivos. ¿Creéis que tendrán éxito?
A.— Los últimos atentados terroristas en Casablanca el 16 de mayo han servido para acabar con el mito de que el fundamentalismo en nuestro país era un fenómeno pacífico. Ya no se puede decir esto. Por supuesto que intentarán explotar el callejón sin salida general en el que se encuentra el país. No podemos descartar que en algún momento incluso intenten tomar el poder. Pero esto sólo sería posible ante la ausencia de una alternativa socialista de masas. Sin duda, la incapacidad de la izquierda a la hora de dar esta alternativa la explotarán los fundamentalistas para ganar terreno entre los sectores más pobres y marginados de la sociedad.
P.— ¿Cuál es la visión del socialismo revolucionario en Marruecos?
A.— El socialismo es el resultado dialéctico de la decadencia del capitalismo. En esta cuestión me gusta citar a Gramsci quien solía decir que contra el pesimismo de la razón debemos contraponer el optimismo de la voluntad. Con un trabajo sistemático y paciente, un trabajo de propaganda y agitación, centrado en demandas socialistas correctas, podremos crear las condiciones para la revolución socialista. Marruecos es uno de los eslabones más débiles de la cadena capitalista. La burguesía marroquí ha demostrado que es incapaz de llevar el país hacia la modernidad y la democracia verdadera. Este trabajo debe ser asumido por la clase obrera en una alianza con los campesinos pobres. Nuestra primera tarea es crear las condiciones políticas y organizativas para el desarrollo del único partido realmente democrático, es decir, un partido socialista revolucionario.
Junio 2003