“Usted de por sí en la percepción, en las encuestas, en las mediciones, viene, digamos, a la baja. Y pareciera que después de (la vista de) Trump, viene en picada. (…) Da usted la impresión del boxeado que estando dando la pelea ni noqueando gana”

Entrevista de Carlos Marín, periodista de la derecha, a Peña Nieto

Peña Nieto está resintiendo el desgaste que le ha producido la movilización social de los últimos meses, donde los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) han jugado el papel más destacado. La derecha en su conjunto colocó la aplicación de la llamada “reforma educativa”, pero sobre todo la destrucción de la CNTE, como un objetivo estratégico. El hecho de que un poderoso movimiento social volviera a agruparse en defensa del magisterio ha frustrado estos planes, abriendo una nueva crisis política en el gobierno.

Por si fuera poco, las presiones del imperialismo norteamericano sobre Peña Nieto también se han recrudecido. Los banqueros yanquis quieren todas las garantías de que el Estado podrá seguir pagando los intereses de la deuda, y para ello exigen más castigo hacia la clase trabajadora mexicana. El andamiaje interno del gobierno se tuerce porque carga con un peso enorme: cumplir con el programa de ataques de la burguesía y el imperialismo al mismo tiempo que enfrenta un enorme descontento social.

Balance del paro magisterial

Después de cuatro meses, el paro magisterial concluyó a mediados de septiembre en los estados de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, y por último en Chiapas. La Coordinadora planteó contundentemente la derogación de la Reforma Educativa como su objetivo fundamental, aunque esto no lo consiguió debido a que la huelga no pudo extenderse a otros estados donde, sin embargo, sí se realizaron manifestaciones importantes y paros puntuales. Derogar uno de los ataques emblemáticos del gobierno requería extender la lucha más allá de la CNTE, y aunque esto en parte se consiguió, no fue con la contundencia necesaria. Organizaciones como Morena y algunos sindicatos que de manera equivocada se habían mantenido al margen de la lucha, por fin se decidieron a integrarse a las manifestaciones tras la brutal represión en Chiapas y luego en Nochixtlán, Oaxaca, pero faltó que dieran continuidad a las mismas.

El balance para el gobierno tampoco es el que esperaba. La derecha apostó toda su fuerza a que podría comenzar a despedir miles de profesores por todo el país; esperaban asestar un golpe demoledor contra la CNTE, similar al que en el sexenio pasado dieron al sindicato de electricistas (SME), reduciéndolo a una organización testimonial. El gobierno requería deshacerse de la organización que ha jugado el papel de oposición política más activa entre toda la izquierda en lo que va del sexenio, la CNTE, para así tener más garantías de éxito en sus futuros ataques. Pero no lo lograron.

La ofensiva del gobierno incluyó encarcelamientos, persecución extrajudicia, secuestros y tortura, compañeros asesinados y cientos de heridos en los enfrentamientos con la policía y el ejército, operativos de carácter militar, en resumen impusieron un clima de terror. La heroica resistencia de la CNTE desató la solidaridad contundente entre amplias capas de la población, lo que obligó al gobierno a desistir del uso indiscriminado de la represión. Aunque la derecha no cedió a la derogación de la Reforma, públicamente tuvo que negar aspectos que evidenciaban claramente la privatización de la educación, al mismo tiempo que plantearon aplazar o de plano eliminar elementos de la reforma en los estados que fueron el epicentro de la lucha. Políticamente el gobierno de Peña Nieto ha salido muy desgastado de la batalla contra la CNTE que, sin embargo, sigue abierta: ningún bando ha prevalecido del todo, por lo que el conflicto tenderá a reanudarse. Con su desgaste a cuestas, ahora el gobierno del PRI tiene que impulsar nuevos ataques contra distintos sectores de la población.

El imperialismo exige continuar la ofensiva

Las presiones para el gobierno también han venido del campo imperialista. Desde el punto de vista político Peña Nieto ha sido humillado con saña en diferentes ocasiones. Primero por parte de Obama y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, en un encuentro oficial a finales de junio. Ahí, saliendo a relucir por parte de la prensa la represión en Nochxtlán, Trudeau hizo alarde demagógicamente de su carrera como profesor y Obama reprendió públicamente a Peña cuando este denostaba el “populismo”. La molestia con Peña no tenía otra razón más que su incapacidad para mantener “en orden” dentro del país. Posteriormente fue Donald Trump el encargado de arrastrar por el fango al Presidente en un encuentro en Los Pinos a finales de agosto. Estos gestos agresivos del imperialismo son el efecto visible de las tensiones políticas, pero sobre todo económicas, que pesan en la ecuación internacional.

Menos visibles para los “analistas políticos”, los banqueros norteamericanos también han hecho sentir su peso al gobierno, amagando con bajar la calificación de la deuda pública. En marzo fue la calificadora Moody´s y en agosto Standard and Poors las que plantearon pasar de “estable” a “negativa” la calificación para la deuda en caso de que el gobierno no recorte significativamente el gasto público y, por tanto, de muestras de “mayor solvencia”. Sin rechistar, el gobierno ha puesto manos a la obra, planteando un recorte que ellos mismos han calificado como “el más relevante en la historia moderna”, de unos 12.000 millones de dólares para el presupuesto de 2017, donde los sectores más sacrificados serán la educación, la salud y el campo.

Reprendido con severidad y espoleado para continuar los ataques, el gobierno de Peña Nieto no tiene más remedio que seguir lanzando una ofensiva sin cuartel contra el nivel de vida de las masas. Así lo exigen los amos extranjeros pero también los nacionales. La clase empresarial del país ha calificado el recorte de insuficiente, demandando que éste debería ser el doble.

Continuar la batalla contra Peña Nieto

La lucha magisterial, aunque no ha alcanzado plenamente su objetivo, ha demostrado claramente que el gobierno puede ser frenado y derrotado. El movimiento demostró que a la represión se le puede hacer frente de manera exitosa. El papel más apremiante de la izquierda es afinar sus tácticas de lucha. Es evidente que Peña Nieto ha encontrado en la descoordinación de los movimientos sociales, así como en su falta de organización y continuidad, un margen de respiro. Otro elemento clave está siendo la inconsistencia y vacilación de dirigentes que, como López Obrador, oscilan entre la oposición al gobierno y el mero cálculo electoral o gremial.

Es preciso unificar todas las luchas que se están desarrollando en el país, conformando un Frente Único. ¡Ni una lucha aislada! Es preciso no caer en el sectarismo: los elementos de vanguardia del movimiento deben establecer un diálogo y una agitación permanente con un programa de lucha serio hacia la base de todas las organizaciones donde participen los trabajadores. Únicamente de esta manera las posiciones más consecuentes podrán ganar terreno a las direcciones oportunistas o vacilantes. Esa es la clave para que la CNTE pueda ganar un apoyo mucho más amplio entre la base del sindicato magisterial oficialista (SNTE) y entre otros sindicatos que muy a regañadientes participan en la movilización. Esa es la táctica para movilizar a las bases que simpatizan con Morena y que están ávidas de no encasillarse ante la mera táctica electoral que, como un señuelo, ofrece su dirección. Para derrotar al gobierno es preciso reunir las más amplias fuerzas de la clase trabajadora, sólo con los activistas y sectores más conscientes y abnegados no se puede. Esta es la tarea fundamental del periodo, y a la que consagramos nuestra fuerzas como Izquierda Revolucionaria.


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