El ingreso en prisión del ex-presidente Lula decretado por el juez Sergio Moro el 5 de abril, representa un nuevo ataque a las libertades democráticas en un contexto de graves retrocesos políticos, económicos y sociales para la clase trabajadora y el pueblo brasileño.
No es el único ataque, pero tiene un simbolismo propio. No vivimos en una situación de normalidad democrática cuando a un precandidato a presidente, con casi el 40% de la intención de voto, se le impide disputar las elecciones y se le condena a prisión en un proceso repleto de irregularidades, parcialidad y manipulación jurídica y mediática.
No se trata de exonerar o no a Lula sino de reconocer que el proceso que lo condenó está marcado por la parcialidad de los jueces y un claro sesgo político-electoral. Se trata de excluir de la disputa electoral a un candidato con posibilidades reales de victoria y que hoy ya no forma parte de los planes de la clase dominante.
Lula no está siendo perseguido por su postura moderada, conciliatoria con las élites, condescendiente incluso con Temer y los golpistas. No está siendo condenado por el sistema político y judicial por haber hecho una contrarreforma de la Seguridad Social en 2003 o por haber garantizado los intereses de empresas y bancos cuando gobernaba.
Lula tiene sus derechos políticos inhabilitados porque hoy ya no es la opción de la plutocracia, el 1% de super-ricos que dominan este país, en su proyecto de tierra arrasada en el ámbito económico y social, neoliberalismo extremo, retirada de derechos históricos y sobreexplotación de los trabajadores. No es casual que las bolsas de valores se dispararan con el rechazo del habeas corpus por parte del Supremo Tribunal Federal y de nuevo ahora con la orden de prisión contra Lula.
El decreto de prisión de Lula fue el más rápido de todos los encarcelamientos realizados en el ámbito de la Operación Lava Jato. El trámite acelerado por parte de Sérgio Moro, del TRF-4 (Tribunal Regional Federal de la 4ª región) y del propio STF (Supremo Tribunal Federal) reflejan una motivación política vinculada al calendario electoral. La prisión refuerza las garantías de inelegibilidad de Lula y envía un mensaje simbólico, satisfaciendo a una base social reaccionaria principalmente entre sectores de las clases medias.
Se trata de un ataque que abre camino para nuevas acciones reaccionarias contra la izquierda consecuente en la medida en que ésta asuma protagonismo en las luchas en curso. No hay duda de que en esa situación el papel de los marxistas revolucionarios, aquellos que nunca tuvieron ilusiones en el proyecto político de conciliación de clases del Lulismo y que buscan construir una alternativa, es la de denunciar a la justicia burguesa y a todo el sistema político en bancarrota y condenar de nuevo ese ataque a los derechos democráticos.
Libertad, Socialismo y Revolución, LSR corriente del PSOL, denunció desde el principio el ataque a las libertades democráticas que representaban las decisiones parciales y selectivas de Moro, del TRF-4 y del propio STF. ¿Cómo se explica que notorios corruptos como Aécio Neves y el propio Michel Temer gocen de plena libertad mientras que la prisión de Lula ya ha sido decretada?
Nuestra posición, sin embargo, en ningún caso se puede confundir con el apoyo al proyecto político representado por Lula y por el PT. Siempre explicamos que las opciones políticas adoptadas por el PT en el gobierno ayudaron a crear las condiciones para su propia derrota y para la ofensiva de la derecha y de la burguesía contra los derechos laborales, sociales y democráticos.
Finalmente, fue el PT quién se coaligó con gran parte de esa casta política golpista, neoliberal y reaccionaria. Fue el PT en el gobierno quién estableció relaciones espurias con contratistas de obra pública, el agro-negocio, las empresas mineras y los bancos. Fueron Dilma Rousseff y su ministro Joaquim Levy los que iniciaron los recortes y ataques contra los trabajadores que el golpista Michel Temer profundizó al máximo haciendo la situación cualitativamente peor para el pueblo y los trabajadores.
Es evidente, sin embargo, que ante la inminencia del encarcelamiento de Lula, el papel de la izquierda revolucionaria es sumar fuerzas contra ese ataque. Es justa y legítima la iniciativa de resistencia en San Bernardo do Campo y en todo el país contra esa decisión judicial ilegítima. Nuestro lugar está en ser parte de esa resistencia, sin abandonar nuestra independencia, nuestra postura crítica y nuestro proyecto político de clase y socialista.
La experiencia de lucha contra ese ataque a los derechos democráticos debe servir para que millares de activistas de los movimientos sociales y millones de trabajadores extraigan las lecciones de la imposibilidad de la conciliación entre clases y de la necesidad de abrir un ofensiva de lucha en las calles, en los centros de trabajo y estudio, en el campo y en la ciudad.
El camino de la victoria frente a la derecha y a los ataques de la clase dominante y de los gobiernos está en vincular la defensa de los derechos democráticos con la lucha por el empleo, el salario y los derechos sociales en una perspectiva de clase, anticapitalista y socialista.
¡La LSR participa en esta batalla con esta perspectiva!
Comité Nacional de la LSR
Libertad, Socialismo y Revolución