El 17 de septiembre el Gobierno de Carlos Alvarado presentó una propuesta de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por 1.750 millones de dólares para, supuestamente, enfrentar los efectos económicos de la pandemia y “estabilizar las finanzas del país”. Este acuerdo pasaba por la subida de los impuestos a las capas más empobrecidas, reducir el gasto público y profundizar las privatizaciones en la educación, sanidad, presupuestos para la vivienda… Un ataque evidente a la clase trabajadora y la juventud.
El 30 de septiembre comenzaron las protestas y cientos de miles de costarricenses se lanzaron a las calles en movilizaciones multitudinarias, bloqueando las carreteras estratégicas del país que conducen a las zonas industriales, turísticas, puertos y fronteras para paralizar Costa Rica. La respuesta popular alcanzó tal masividad y combatividad que cuatro días más tarde, el presidente Carlos Alvarado se vio obligado a retroceder, anunció que suspendía momentáneamente la propuesta inicial al FMI y llamó al “diálogo nacional”.
Esta victoria temporal de las masas no sofocó la protesta social. Las manifestaciones masivas continuaron con fuerza durante más de dos semanas desde entonces, demostrando la rabia y descontento acumulado de la población en el llamado “país más estable” de América Latina.
Uno de los países con más desigualdad social del mundo
Esta explosión se da en un contexto de un fuerte repunte de los casos de Covid19 –actualmente el país registra 112.000 positivos– y con el país golpeado por la peor crisis económica de los últimos 50 años. El Gobierno, demostrando que lo más importante son los beneficios empresariales, justo después de superar los 100.000 positivos, anunció la eliminación del requisito de una prueba negativa para los turistas, con la finalidad de que pudieran ingresar en el país para “generar crecimiento económico”.
A la enfermedad y a una gestión totalmente neoliberal de la pandemia, se ha unido el desempleo que ha alcanzado el 24,4% en julio, lo que representa un incremento de 12,9 puntos porcentuales en comparación con mismo periodo de 2019, situando la población desempleada en 557.000 personas, en un país donde viven menos de 5 millones.
Además, el gobierno de Alvarado anunció recientemente su intención de aplicar recortes en el presupuesto educativo así como en los condiciones de los trabajadores del sector público, y aplicar medidas que facilitan a los empresarios tanto el despido de trabajadores como su precarización. Estas medidas se unen a otras como la represiva contrarreforma antihuelga aprobada en enero, que prohíbe el derecho a huelga a decenas de miles de trabajadores (sector sanidad, transporte, bomberos…), establece que el bloqueo de vías públicas es un acto de violencia, permite prohibir las huelgas que el gobierno considere “políticas” y facilita a los empresarios el despido de los trabajadores que participen en las protestas.
El acuerdo con el FMI ha sido la gota que ha colmado el vaso. La situación de miseria en el país es totalmente insostenible. En 2019, el 21% de la población (más de 1,3 millones) ya vivía en condiciones de pobreza, pero en julio de 2020 alcanzó el punto más alto en 28 años, un 26,2%, afectando a una quinta parte de su población, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. La pobreza extrema supera el 7%. Los ingresos promedios por hogar han caído en un 12,2% en un año, mientras que los ingresos netos del 10% de los hogares más ricos fueron 32 veces mayores que los del 10% de hogares más pobres.
Costa Rica suele ser presentada en los medios de comunicación como “la Suiza de Centroamérica”. Todos estos datos ponen encima de la mesa que la única estabilidad y tranquilidad que existe en el país es para la burguesía y empresarios costarricenses a costa de la explotación y el hambre de la gran mayoría.
Dos semanas de protestas culminan con un paro nacional
La determinación y formidable disposición a la lucha de centenares de miles de trabajadores y jóvenes refleja la radicalización de los sectores que han participado en las marchas. Pancartas como “Gobierno ladrón, cóbrele al patrón”, “el pobre cada vez más y más pobre, el rico cada vez más rico” o “sobran ladrones, fuera el FMI” han teñido las calles de San José, Pérez Zeledón, Cartago y otras ciudades.
A pesar de que las primeras manifestaciones y bloqueos fueron organizados por el Movimiento Rescate Nacional (MRN) –una agrupación formada este mismo año por el político burgués y excandidato presidencial José Miguel Corrales y el exdiputado Célimo Guido Cruz– que consiguió arrastrar desde pequeños empresarios a negacionistas de la pandemia a las marchas, la irrupción de la clase obrera, de los trabajadores más precarizados y más pobres ha dividido a la dirección del MRN y ha hecho estallar todas sus contradicciones internas fruto de su composición interclasista. Hasta el punto de que Corrales dimitió como dirigente y abandonó el MRN pidiendo cesar las movilizaciones y dirigentes de Rescate Nacional como Célimo Guido tuvieron que romper públicamente con él. Corrales percibió sin duda que el movimiento estaba adquiriendo un carácter muy peligroso para los capitalistas y maniobró para intentar poner fin a las jornadas de lucha.
La presión de la movilización por abajo forzó a los dirigentes sindicales de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP) y la Asociación Sindical de Empleados Industriales de las Comunicaciones y la Energía (ASDEICE) –dos centrales sindicales muy burocratizadas– a hacer un llamamiento a participar en las movilizaciones. A esto se sumó la convocatoria de una huelga general el 19 de octubre por parte de la confederación de sindicatos más grandes del país, la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), junto a la Central del Movimiento de Trabajadores Costarricenses (CMTC) y el Bloque Unitario Sindical y Social (BUSSCO), organizaciones sindicales que agrupan a los sindicatos más organizados. Al paro se sumaron también colectivos de profesores y el Movimiento Sindical y Social. Durante esta jornada se celebraron manifestaciones masivas en 13 puntos del país.
Las direcciones reformistas dan un balón de oxígeno al Gobierno
En un inicio los dirigentes del MRN proclamaron que los bloqueos no se detendrían hasta que el Gobierno cesase en el intento de llegar a un acuerdo con el FMI. Sin embargo, la dirección del MRN dio a conocer poco después sus intenciones de “redefinir su estrategia de presión”, descartando más acciones de masas como los bloqueos y firmando un pacto con la UCCAEP, cámara que reúne a las principales patronales del país.
Este acuerdo de “colaboración para consensuar una mesa de diálogo por el bien del país” es un vergonzoso ejercicio para sofocar la movilización en las calles y reconducirla por las tranquilas aguas del parlamentarismo, legitimando la maniobra de Carlos Alvarado y la oligarquía costarricense. Tal y como demuestra la experiencia chilena, una mesa de diálogo con los responsables de las privatizaciones, de la represión y del hundimiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población no solucionará nada para las masas.
Desplazar el eje de la reivindicación de la calle a las instituciones es un regalo en bandeja de plata a quienes todavía a día de hoy persiguen un pacto con el FMI.
Impulsar la lucha de masas con un programa socialista
La dirección del Movimiento Rescate Nacional ha dejado claro su disposición a colaborar con el gobierno de Alvarado –que, aunque ha aplicado alguna medida progresista como la legalización del matrimonio homosexual, está muy lejos de ser un ejecutivo de izquierdas al servicio del pueblo– para conseguir pequeñas reformas, que serán papel mojado en el futuro.
En este escenario, si los dirigentes sindicales que han estado participando en las marchas hubieran planteando continuar con el proceso huelguístico, extender los bloqueos y acompañarlo con la ocupación de las fábricas, la creación de comités de lucha en los centros de trabajo y estudio… no solo para vencer los planes del Gobierno y el FMI sino para revertir las deplorables condiciones de vida de la gran mayoría, el movimiento hubiera respondido con determinación. En su lugar, aprovechando la actuación de los dirigentes del MRN, han guardado las banderas rápidamente y se han negado a dar un cauce de expresión a la sensación de fuerza que centenares de miles de costarricenses han sentido durante semanas.
En esta misma línea, el sindicato tradicional del Frente Amplio, SINDEU, se han negado a participar en las protestas e hicieron un llamamiento a no acudir a las marchas bajo la excusa de que estaban “dirigidas por Corrales”. ¡Y esto precisamente cuando el movimiento ya se había encargado de barrer a los sectores más derechistas!
La forma de arrinconar a la derecha, a los empresarios y explotadores, a sectores de la burguesía, como Corrales, que han querido utilizar las protestas para agitar contra los “impuestos” –evidentemente ellos no quieren impuestos… pero para los ricos– no es dejándoles el camino libre para que esparzan su demagogia. Es confrontando abiertamente con ellos, señalándolos como lo que son y dotando a la clase obrera de un programa revolucionario, socialista e internacionalista que permita construir una sociedad distinta y desterrar la opresión capitalista de sus vidas. Esta es la única manera de acabar con el yugo del imperialismo y la dictadura del capital en Costa Rica y que todas las reivindicaciones que se han expresado con fuerza en las calles se cumplan.
En el último periodo hemos presenciado el estallido de múltiples revueltas populares a lo largo de América Latina. El estallido revolucionario en Chile de 2019 que no han conseguido sofocar. La resistencia de las masas bolivianas contra el golpe del imperialismo y la reciente victoria del MAS en las elecciones. La rebelión en Centroamérica de los pueblos hondureño, nicaragüense y haitiano. Es precisamente en este último país, en Haití, donde los jóvenes y trabajadores de los barrios obreros están protagonizando desde mediados de Septiembre un nuevo levantamiento popular que exige la dimisión del déspota, asesino y corrupto presidente Jovenel Moïse. El apoyo del gobierno de EEUU al mandatario haitiano intensificó las protestas.
Lo que demuestran todos estos procesos es que la revolución en América Latina está más a la orden del día que nunca. La necesidad urgente es construir una dirección revolucionaria que la haga triunfar. Los oprimidos y oprimidas se han levantado para sacudir los cimientos de este sistema que sólo genera opresión. En los próximos meses y años viviremos acontecimientos extraordinarios para nuestra clase. ¡Por la Federación Socialista de América Latina!