El pasado 1 de enero entró en vigor un nuevo paquete de medidas del Gobierno cubano con el que pretende combatir los problemas endémicos que sufre la economía de la Isla, agravados por el mantenimiento del bloqueo, el estallido de la crisis capitalista mundial y los efectos de la Covid 19.
Es importante el análisis de estas medidas y su calado estratégico, en un momento en que el debate sobre el igualitarismo, y su supuesto carácter “antisocialista”, pueblan muchas de las publicaciones oficiales cubanas. Un debate de primer orden para todas las fuerzas que defendemos las conquistas de la revolución cubana, que luchamos contra el cerco imperialista, y que nos oponemos a todas aquellas medidas que puedan acelerar la restauración capitalista.
Alza de precios, reducción de subsidios sociales para las mayoría de cubanos…
El año 2021 comenzó con la entrada en vigor de un nuevo Peso Cubano. Esta es ahora la única moneda en circulación sustituyendo al Peso Cubano Convertible (CUC) y al Peso Cubano tradicional. El cambio fijado es de 24 pesos cubanos por un dólar, lo que ha supuesto una significativa devaluación de la divisa cubana y una notable alza de los precios de productos básicos. En pocas semanas el precio del arroz se multiplicó por 11, los frijoles por 12, y el pan por 20.
El Ejecutivo también ha decretado un recorte drástico de las subvenciones a servicios esenciales incluidos en la llamada canasta básica, cuyo coste para las familias ya se ha venido incrementando de forma importante en los últimos años. Tras esta nueva reducción de la aportación estatal, la electricidad y la telefonía se han encarecido un 300% y un 600% respectivamente y el precio de los alimentos incluidos en esta canasta aumentará un 12%. Igualmente sube el coste del menú en el Sistema de Atención a la Familia (SAF) dirigido a los más necesitados (sobre todo ancianos).[1]
Para intentar amortiguar esta subida de precios, las autoridades aprobaron un préstamo para los trabajadores públicos de 1.000 pesos y una subida del salario mínimo de 400 pesos (17 dólares) a 2.100 (87 dólares), un 520 %. También las pensiones se han incrementado quedando entre los 1.500 y los 1.700.[2]
Pero los propios responsables económicos del Gobierno reconocen que estos últimos paliativos no van a ser suficientes para contrarrestar el incremento de la carestía de la vida. De hecho, la previsión más optimista es que los precios de los productos de consumo general crezcan un 1.200% en las próximas semanas y no son pocos los que advierten del peligro de que se produzca un estallido inflacionario aún mayor.[3]
Para empeorar los efectos de este nuevo paquete de reformas económicas, los trabajadores y trabajadoras empleados en el sector privado (alrededor de dos millones) están excluidos de estas “compensaciones estatales” y deben negociar por su cuenta la cuantía de sus salarios con las empresas.
… facilidades para las empresas privadas, tanto cubanas como extranjeras
Al mismo tiempo, los pasados 8 y 9 de diciembre, en el marco del Foro Empresarial Cuba 2020 celebrado en La Habana, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, anunció (aunque sin especificar la fecha de entrada en vigor) una decisión de gran calado: el fin de la obligación de la participación mayoritaria del Estado cubano en la inversiones en turismo, biotecnología y comercio mayorista, quedando fuera, por el momento, los sectores de la extracción de recursos naturales y la prestación de servicios públicos.
Además el Ejecutivo ha autorizado el trabajo autónomo en cerca de 2.000 actividades (hasta ahora eran 127). La nueva normativa todavía mantiene al Estado como el único que puede acceder a áreas como la medicina, la educación, la defensa o la explotación de recursos naturales.
Aunque desde el Gobierno se insiste en que este conjunto de medidas estimularán la productividad, permitirán liberar más recursos para la inversión propiciando una dinámica de crecimiento, la realidad ya ha demostrado que este esquema no funciona así. Las consecuencias de este tipo de medidas procapitalistas hace tiempo que se vienen manifestando con claridad: incremento de la desigualdad, paulatino desmantelamiento de los servicios públicos y un retroceso significativo en las condiciones de vida de la mayoría de la población.
La base material de las conquistas de la revolución reside en la planificación económica, imposible sin la propiedad estatal de los medios de producción. Con la política impulsada por las autoridades cubanas, estos pilares fundamentales se están debilitando cada vez a mayor velocidad.
En realidad, como ocurrió en su momento en la URSS y en China, las relaciones capitalistas están ganando fuerza y penetrando en cada vez más áreas de la economía de la Isla, al amparo del Estado y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Una campaña a favor del “mercado” y contra el igualitarismo
Esta política consolida la línea adoptada en el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social” aprobada por el VI Congreso del PCC celebrado en abril de 2011 y ratificada en el VII Congreso del mismo mes de 2016.
En aquel momento, el Gobierno apostó decididamente por incentivar la actividad económica privada fomentando el trabajo por cuenta propia, legalizando la creación de pequeñas empresas y la contratación privada de trabajo asalariado, por primera vez desde el triunfo de la revolución. También facilitando la participación de la inversión extranjera en la isla y ampliando los sectores económicos en los que esta podía intervenir.
Si bien es cierto que la implantación de estas medidas ha ido a un ritmo más lento que el previsto por las autoridades cubanas, no hay ninguna duda de que los elementos de economía de mercado han ido ganando peso en detrimento del sector estatal y planificado de la economía.
Estos “Lineamientos” vinieron precedidos por la puesta en marcha de un plan para llevar a cabo una profunda reestructuración del sector público, que ha tenido como resultado que entre 2010 y 2018, 1,2 millones de trabajadores hayan dejado de ser empleados públicos. Es muy significativo que hoy los trabajadores no estatales (cooperativistas, “cuentrapropistas” y obreros de empresas privadas) supongan ya el 33% del total y que el sector privado aporte al PIB el 20%.
Como ocurre cada vez que el Gobierno aprueba recortes sociales y medidas por mercado, se ha puesto en marcha una ruidosa campaña oficial contra lo que despectivamente se denomina el “paternalismo” estatal, los gastos sociales “irracionales”, las excesivas gratuidades, etc. Todo para combatir el igualitarismo, que constituye un eje fundamental del socialismo, y justificar así la creciente diferenciación social, los privilegios de determinados sectores y la acumulación capitalista.
El pasado 15 de diciembre podíamos leer en Juventud rebelde, el periódico de las Juventudes Comunistas de Cuba, el siguiente razonamiento: “Papá Estado se convenció definitivamente de que la familia Cuba no puede prosperar con tanta sobreprotección igualitarista, al extremo de que sus hijos laboriosos y esforzados se desgasten trabajando y no progresen como desean, para que sus hermanos vagos y extraviados vivan muchas veces mejor, del invento y el engaño medrando con las dificultades”.[4]
Argumentos de este tipo, similares a los utilizados por los economistas burgueses en cualquier país capitalista para defender los recortes sociales, abundan desde hace años en los medios de comunicación, defendidos por multitud de periodistas y por los más altos dirigentes del Estado y del Partido Comunista.
Ponen el foco en la culpabilización de la población, que se ve abocada a depender del mercado informal para poder completar la canasta básica y llegar a fin de mes, en culpar de los males endémicos al gasto social y los subsidios, mientras defienden y camuflar cínicamente el cuantioso consumo de plusvalía, y de recursos públicos, que suponen los privilegios de los que disfrutan los que se encuentran al mando de las instituciones del Estado y del PCC.
Con este ensordecedor ruido mediático corren una cortina de humo para ocultar los auténticos factores que realmente frenan el desarrollo de la economía: la ausencia de democracia obrera, es decir, la falta de participación y control democrático, real y no formal, de las masas cubanas en la administración y gestión de la economía, de la política y de la vida social en la isla. Este es el gran factor ausente en la ecuación que sí permitiría combatir con eficacia el despilfarro, la ineficiencia, la corrupción, y el burocratismo que domina todas las áreas de la actividad económica y social cubana.
Acabar con estos males endémicos que carcomen la economía cubana implica, en primer lugar, eliminar los privilegios de los miles de funcionarios que gobiernan, libres de cualquier tipo de control efectivo por parte de las masas cubanas, las instituciones del Estado y los organismos del PCC. Pero para los dirigentes estatales y del partido, esto no es una opción. El criterio fundamental para implementar un programa económico determinado es, en primer lugar, que se mantengan intactos estos privilegios.
Por eso desde hace años vienen defendiendo el modelo chino de “socialismo de mercado”, insistiendo en que este es el camino a seguir para resolver los problemas de la economía cubana. En nombre del “fortalecimiento del socialismo” las altas instituciones estatales de la isla aplican medidas procapitalistas, con los mismos argumentos y de la misma forma que en su momento las empleó la burocracia china.
Hoy el gigante asiático es un país capitalista en el que la vieja nomenclatura del PCCh, se ha convertido en una nueva burguesía imperialista, permite la acumulación de capital, ha minado por completo el igualitarismo favoreciendo el enriquecimiento obsceno de una minoría, y sometido a cientos de millones de trabajadores a una explotación despiadada. Evidentemente la llegada masiva de capital exterior, y la ausencia de cualquier libertad para la acción política y sindical independiente de la clase obrera, crearon las condiciones para un auge extraordinario de las fuerzas productivas. Pero China no se dirige hacia el socialismo. Ese camino lo ha abandonado para convertirse en una potencia imperialista. Lo mismo sucede con la Rusia de Putin en este momento.
En la pugna por el mercado mundial, el bloque occidental y los EEUU a la cabeza de él, están sufriendo un fuerte revés en muchos escenarios a manos de China y también de Rusia. Pero deducir de este hecho que el modelo de Beijin y del Moscú capitalista es el que tiene que seguir Cuba, solo contentará a los que quieren hacer una carrera como nuevos millonarios pero no a los revolucionarios que piensan y luchan honestamente por el socialismo.
El potencial real de una economía planificada socialista. La experiencia de la Covid 19
Con el triunfo de la revolución en enero de 1959, Fidel Castro y el Che al frente del ejército rebelde, y después de comprobar el sabotaje del imperialismo norteamericano y de la oligarquía postrada a sus pies, impulsaron la expropiación del capital nacional y extranjero y sentaron las bases de una economía nacionalizada. Esto permitió que durante todo un periodo histórico, las masas cubanas hayan gozado de unas condiciones de vida impensables en América Latina. Y esto ha sido posible incluso a pesar de las profundas distorsiones provocadas por la dirección burocrática de la economía.
Es precisamente en la regeneración de esa economía planificada hacia donde hay que mirar, justo además cuando la crisis sanitaria mundial desatada por la Covid-19 y su repercusión en Cuba vuelven a demostrar su superioridad frente a la ley de la selva de la barbarie capitalista.
A finales de febrero los casos confirmados desde el inicio de la pandemia eran de 49.779, de los que se habían recuperado 45.242 enfermos, se mantenían activos 4.159 y el número de fallecidos ascendía a 322. Con una incidencia de en torno a 36 casos por cada 100.000 habitantes, Cuba tiene unas tasas mínimas.
Los datos comparativos son muy elocuentes. Esos mismos días había en EEUU 310,71 casos por cada 100.000 habitantes, en Alemania 127, en Francia 331, en el Estado español 225, y el número de muertos había alcanzado en estos mismos países más de 508.000, más de 70.000, cerca de 90.000 y en torno a 100.000 respectivamente.
Hoy, la parte del león de las fuentes de riqueza en Cuba todavía sigue controlada por el Estado, lo que ha permitido movilizar recursos para mantener a raya la extensión del virus prestando asistencia sanitaria digna a los enfermos. Gracias a esto, mientras la Covid-19 está provocando una auténtica masacre en Latinoamérica y en todo el mundo, incluidos los países capitalistas más desarrollados, en Cuba la pandemia está mucho más contenida, los casos son notablemente menos numerosos y la cantidad de muertes registradas a causa del virus es extraordinariamente menor.
También el sector de la biotecnología en Cuba, de los más avanzados a escala mundial, algo impensable sin la existencia de la economía planificada, está desarrollando cuatro vacunas. La que se encuentra en fase más adelantada, la llamada Soberana 02, con una eficacia del 84%, está a punto de entrar en la tercera fase de pruebas. Los responsables de salud cubanos consideran que estará disponible en agosto y esperan haber vacunado a toda la población para fin de año.
Las medidas procapitalistas pondrán en peligro estas colosales conquistas.
El momento actual
La década de los noventa del siglo pasado fueron años de duros ajustes. Posteriormente los acuerdos comerciales con la Venezuela de Hugo Chávez supusieron un respiro y el PIB de Cuba creció significativamente durante algunos años. De hecho siguió incrementándose, aunque de forma muy modesta, desde el estallido de la crisis mundial en 2008 hasta ahora.[5]
El impacto de la pandemia ha sido uno de los factores más importantes que explican el grave retroceso sufrido el año pasado. El Gobierno llevó a cabo un cierre casi total de la actividad entre abril y junio. A esto hay que sumar el impacto demoledor del parón en el turismo, en un país en el que el sector servicios es el principal componente del PIB, aportando un 68% del total. Mientras en 2019 la isla caribeña recibió a 4,3 millones de turistas, en 2020 fueron 1,1 millones concentrados todos en el primer trimestre.
Igualmente, la crisis capitalista mundial también ha provocado una drástica disminución de la entrada de remesas, otro de los pilares básicos para la economía cubana y una fuente importante de ingresos para muchas familias. Pero el principal factor desestabilizador durante los últimos años ha sido la depresión de la economía venezolana y sus efectos profundamente negativos en Cuba, a los que hay que sumar el embargo criminal de EEUU, agravado por las más de 200 medidas impuestas por Donald Trump.
Así, el PIB cubano sufrió en 2020 una caída del 11%, una contracción tan severa que solo es comparable a la que se arrastró en los años noventa, durante el llamado “periodo especial” tras la disolución de la URSS.
Control obrero y extensión de la revolución, la única salida
En esta situación las autoridades cubanas esperan que el nuevo inquilino de la Casa Blanca suavice el embargo y elimine las sanciones de Trump, aunque todavía ni siquiera está claro si Biden está dispuesto a recuperar la limitada política de apertura hacia Cuba iniciada por Obama.
Pero más allá de la esperanza en que el imperialismo reduzca la presión, lo que es indudable es que la introducción de medidas capitalistas, siguiendo el modelo que en su día aplicó la burocracia china, solo conducirán a la liquidación de las conquistas revolucionarias.
Este camino no sirve para resolver los problemas de fondo de la economía y se transformará en una pesadilla para los trabajadores y trabajadoras cubanas. A pesar de que los dirigentes del PCC y del Estado cubano insisten en que aplican estas medidas con el objetivo de “avanzar hacia el socialismo”, esto no se corresponde con la realidad. El resultado inexorable de esta política, como ocurrió en China, será la restauración capitalista.
Para resolver los problemas de la economía cubana y avanzar hacia el socialismo hay que fortalecer la economía planificada, y que esta esté dirigida y controlada por la clase obrera; solo así podrá combatirse la atrofia, el despilfarro, la mala gestión y la corrupción que deterioran todos y cada uno de los compartimentos de la planificación.
Pero incluso estas medidas serían insuficientes. Dentro de las fronteras de un solo país los avances socialistas tienen un límite y más si se trata de una pequeña isla en el Caribe con recursos limitados. Para la construcción del socialismo es necesario la extensión de la revolución y el derrocamiento del capitalismo en otros países, empezando por América Latina.
Hoy, cuando la crisis capitalista se manifiesta en toda su crudeza y las movilizaciones de los oprimidos se suceden a lo largo y ancho del mundo, las palabras de Engels nos afirman en nuestro compromiso revolucionario: “socialismo o barbarie”.
[1] Las tarifas de la energía eléctrica subirán un 500% el próximo 1 de enero; Ancianos cubanos rechazan los menús del Sistema de Atención a la Familia por su elevado precio
[2] A partir del primero de enero se incrementan pensiones en Cuba; El salario mínimo subirá a 2.100 pesos mensuales a partir del 1 de enero
[3]Cuba sufrirá una inflación "histórica", advierten dos economistas
[4] Con lupa para llegar abajo
[5] El PIB cubano creció el 11% en 2005, el 12% en 2006, el 7,3% en 2007 y el 4,1 en 2008. Entre 2009 y 2018 la media anual de crecimiento fue de en torno un 2%.