Para tener una idea de la masiva devastación de fuerzas productivas producidas en el país a causa de la crisis da una idea la destrucción de puestos de trabajo en la industria. Así, el número de obreros industriales ha pasado de 1.100.000 trabajadores en 1998 a 640.000 en estos momentos. En los 6 primeros meses de este año la producción de las plantas automotrices ha caído un 50%, el textil otro 50% y la producción de cemento, un 40%.
Las consecuencias sobre las familias trabajadoras ha sido pavorosa. La desocupación alcanza al 25% de los trabajadores, pero la subocupación (y no hay que olvidar que las estadísticas oficiales consideran a una persona subocupada por el sólo hecho de trabajar una hora a la semana) golpea al 30% de la fuerza de trabajo. Así, entre desocupados y subocupados sobreviven como pueden 6,3 millones de trabajadores argentinos. Sólo en los primeros 6 meses del año se produjeron 400.000 despidos. El poder adquisitivo medio se redujo en más de un 40%, y el 70% de los trabajadores argentinos ganan menos de 650 pesos al mes, que es la cantidad en que está establecido el mínimo de la canasta básica para alimentar a una familia. Así, no sorprende que este año la venta de electrodomésticos haya caído un 75% y la de computadoras un 85%. El índice de pobreza alcanzado en nuestro país no tiene precedentes, un 53% de la población, 19 millones de un total de 37.
Al mismo tiempo estamos viendo cómo la degradación social crece día a día. La prensa burguesa se hace eco de la cantidad creciente de violencia, robos, secuestros que azotan nuestros barrios obreros y localidades. Lo que callan es que este nivel de degradación y delincuencia es causado por la crisis y la bancarrota de un sistema irracional e inhumano, el capitalismo. Vemos cómo las llamadas “fuerzas del orden” están recorridas por la descomposición y el crimen, implicadas en muchas ocasiones en los atracos, secuestros, y en el amparo de los sucios negocios del tráfico de drogas y de la prostitución. El gobierno reconoce esta situación y no hace nada. No hace nada porque necesitan intactas las fuerzas policiales para utilizarlas de parapeto contra las familias trabajadoras para defender la propiedad privada de los grandes empresarios y banqueros.
¿Cómo salir de la catástrofe que nos amenaza?
Los capitalistas argentinos, el gobierno Duhalde, los políticos burgueses y la prensa vendida al capital nos gritan que la salida se hace muy difícil; que nos tenemos que conformar con un futuro de hambre, de estrecheces y de padecimientos. Sólo saldremos de la crisis, nos dicen, si los trabajadores aceptamos reducir aún más nuestros bajos salarios, si los enfermos se conforman con menos medicinas para curar sus males, si se cierran escuelas para los hijos de los trabajadores, si los hijos de los trabajadores aceptamos dejar de estudiar en la universidad para trabajar con salarios de 150 lecops al mes; si nuestros mayores, nuestros viejos aceptan ver reducidas sus magras pensiones después de años de trabajando duro para levantar el país.
Éste es el futuro que nos tiene reservada la burguesía de nuestro país; de esta manera nos dicen que saldremos de la catástrofe; esta misma gente, que vive del trabajo ajeno y están bien alimentados, vestidos y asistidos, nos aconsejan a nosotros, los que hacemos funcionar este país día a día, los que nos levantamos temprano para empujar la rueda hasta el final del día, los que padecemos estrecheces y escaseces, que descendamos un peldaño más en la degradación de nuestras condiciones de vida y en la de nuestras familias.
Pero, ¿es que no existe otra salida? Nosotros afirmamos que sí. Decimos que es mentira que en la Argentina no sea posible vivir y trabajar de otra manera. Argentina produce anualmente comida para alimentar a más de 200 millones de personas. ¿Cómo es posible, entonces, que haya tanta gente pasando hambre y necesidades en nuestro país? Porque las estancias, los campos, las haciendas, los ingenios, las lecherías y las fábricas que producen todos esos alimentos están en manos, son propiedad, de un puñado de grandes capitalistas, que prefieren exportar la mayor parte de esa comida fuera del país obteniendo con ello miles de millones de dólares de beneficios, en vez de alimentar al pueblo trabajador con mercaderías baratas y accesibles a todo el mundo.
En los grandes bancos se acumulan miles de millones de dólares que permanecen ociosos rindiendo enormes rentas a los burgueses, en lugar de ser utilizados para levantar el país y para devolver su dinero a los pequeños ahorristas estafados.
Grandes empresarios como Pérez Cómpac prefieren vender sus industrias petroleras a multinacionales extranjeras, como Petrobas, por 1.000 millones de dólares antes que poner la nafta y el combustible a disposición del pueblo que las necesita.
Se calcula que los grandes empresarios y banqueros argentinos tienen depositados 130.000 millones de dólares en cuentas en el extranjero, cuando ese dinero, que fue extraído a los obreros argentinos durante años de duro trabajo, tendría que estar acá para construir fábricas, para dar trabajo a los obreros, para construir escuelas, hospitales, rutas y abrir las minas cerradas.
Salir de esta catástrofe sería relativamente sencillo si la mayoría de los trabajadores y de la juventud se convencieran de que hay que organizarse en asambleas, comités y coordinadoras en nuestros centros de trabajo, en nuestros barrios, en los secundarios y las universidades. Al mismo tiempo habría que llamar a la convocatoria de un congreso nacional de comités y asambleas compuesto por representantes de los mismos, elegidos y revocables en todo momento por dichos comités, para que este congreso de comités revolucionarios tomase el poder y comenzara el camino de la transformación social
¿Cómo hacerlo? Nacionalizando las palancas económicas fundamentales (la banca, las petroleras, los grandes grupos industriales y las multinacionales) bajo el control democrático de los trabajadores. De esta manera sería posible planificar democráticamente la riqueza del país para ponerla de nuevo a funcionar dedicando los recursos económicos existentes y las posibles fuentes de ingresos a satisfacer las necesidades sociales que demanden los distintos sectores populares (crear nuevo empleo, así como repartir el que ya existe reduciendo la jornada, y creando nuevos turnos sin reducir los salarios, repartir medicinas y alimentos a todos los que lo necesitan, aumentar los gastos sociales, etc.).
¿Quién puede oponerse a esto? Las familias trabajadoras somos la aplastante mayoría de la sociedad y tenemos el derecho de imponer nuestra voluntad para acabar con esta situación. Nos intentan amedrentar con la amenaza de la represión. Pero la policía y el ejército serían impotentes ante millones de trabajadores y jóvenes que salieran a la calle organizada y conscientemente para cambiar la sociedad. Teniendo en cuenta que muchos policías y soldados son hijos de trabajadores y viven en las mismas condiciones que los trabajadores, las “fuerzas del orden” se dividirían y quedarían paralizadas. Sus elementos más sanos y cercanos a las familias trabajadoras se unirían al movimiento. La transformación socialista de la sociedad se podría llevar a cabo fácilmente y sin apenas violencia.
Evidentemente, bajo el capitalismo nada de esto es posible ya que los recursos económicos permanecen en propiedad de los capitalistas y sólo los emplean buscando obtener el máximo beneficio. Lo que están haciendo con ellos, ante la caída de sus beneficios, es destruir fuerzas productivas: cerrar empresas o llevárselas a lugares donde les resulten más rentables.
Es por esta razón que la lucha por la transformación socialista de la sociedad no es sólo una buena idea o una utopía condenada a dormir el sueño de los justos, sino una necesidad absoluta que tiene la clase obrera argentina, y del conjunto de Latinoamérica, para no caer en la degradación y la barbarie a que nos condena el sistema capitalista.
Hay que decir las cosas como son. Empezando por las capas activas del movimiento, debemos explicar pacientemente la necesidad de derrocar y expropiar a los capitalistas como la única salida a la crisis. La victoria de la clase obrera argentina provocaría un terremoto en toda América Latina y también en Norteamérica. Incluso entonces, no se podrían solucionar los problemas dentro de los confines de Argentina. Deberíamos inscribir en nuestra bandera la consigna de los Estados Unidos Socialistas de América Latina, como la única perspectiva para los trabajadores argentinos.
A largo plazo, la disyuntiva será la dictadura burguesa o la conquista del poder por la clase obrera, no existe otra posibilidad.
En los próximos meses los trabajadores argentinos van a ser sometidos a grandes pruebas. Con alzas y bajas sectores cada vez mayores comprenderán la necesidad de la revolución socialista. Hace falta, por tanto, educar y preparar a los activistas y cuadros obreros y juveniles en esta perspectiva para orientarlos correctamente para los extraordinarios acontecimientos que se avecinan.
Los compañeros de El Militante tenemos plena confianza en la capacidad de la clase obrera argentina para transformar la sociedad y en que las ideas del socialismo revolucionario serán las que la van a guiar en las batallas decisivas que están por venir.
¡UNÍTE A LOS SOCIALISTAS REVOLUCIONARIOS DE EL MILITANTE PARA LUCHAR POR UNA ARGENTINA SOCIALISTA Y POR UNA FEDERACIÓN SOCIALISTA DE AMÉRICA LATINA!