Por Gerardo Arreola
La Habana, 5 de abril. Una nueva visión crítica del socialismo está empezando a debatirse en Cuba en medios académicos. Incluye la reivindicación abierta del revolucionario ruso León Trotsky y se ha puesto a remover la historia para explorar el futuro que espera en la isla a las nuevas generaciones.
“Apenas estamos saliendo de la amnesia en que nos consumió la desesperación económica por la caída de la Unión Soviética”, dice a La Jornada una de las animadoras del debate, Celia Hart Santamaría, física de profesión, quien renunció a su especialidad en la Universidad de La Habana para dedicarse a la investigación y la discusión políticas.
En el periodo especial (la crisis que siguió al colapso del socialismo) ""las opciones que se buscaron, como la de los balseros, fueron desesperanzadas y sobre todo de derecha", dice Celia, graduada en 1987 en la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), quien se mantiene como militante del Partido Comunista de Cuba (PCC).
“"Pero hay una nueva generación que, de forma desprejuiciada, se ha acercado a los valores de la revolución de octubre (de 1917, en Rusia), a los nuevos pensadores como Trotsky, (Antonio) Gramsci, (György) Lukács, Rosa Luxemburgo”, agrega Celia.
Aunque los tres últimos autores se conocen marginalmente en Cuba, Trotsky aún es un desconocido. Durante una semana, en una reciente feria editorial, dos de sus obras se exhibieron por primera vez aquí.
Pero cuenta Celia que dos artículos suyos se publicaron el año anterior en el diario Juventud Rebelde sin la mención que ella hizo del fundador del Ejército Rojo.
“Creo que el gran desarrollo educacional de nuestro país ha permitido que este grupo de jóvenes, que no es mayoría todavía, logre integrarse y buscar una alternativa de izquierda”, dice respecto al naciente debate.
“Muchas veces los jóvenes no querían ingresar al PCC porque lo veían burocratizado. Ahora yo creo que, sin que sean un partido, hay jóvenes que buscan en Cuba una alternativa de izquierda, que va a ser nuestra mejor defensa cuando ocurra que Fidel (Castro) ya no esté”.
Celia es hija de dos veteranos de la revolución cubana: Armando Hart, actual director de la Oficina del Programa Martiano, y la fallecida Haydée Santamaría. Ahora dirige el museo Abel Santamaría, dedicado a la memoria de su tío, otro de los iniciadores de la insurrección de los cincuenta.
“La situación económica del país, con empresas mixtas donde hay de alguna manera propiedad privada, aunque sea extranjera, puede hacer que haya fuerzas restauradoras del capitalismo, como ocurrió en la Unión Soviética”, señala Celia.
Herencias de Octubre
La entrevista se realizó a raíz del seminario Las otras herencias de Octubre, que a mediados del mes sesionó en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y fue organizado por la cátedra Haydée Santamaría (el foro académico que ha ido articulando el debate), con el respaldo de la Asociación Hermanos Saiz (entidad gremial de jóvenes creadores).
Celia dice que ese encuentro fue el primero que realiza este conglomerado universitario, paulatinamente cohesionado por una discusión que ella calcula que tiene no más de año y medio.
Señala que hace pocos años hubiera sido “impensable” reivindicar públicamente a Trotsky en Cuba y reseña su propio giro intelectual: "A mí me salvó mi padre para las ideas del socialismo. Cuando llegué de la RDA me entregó El profeta armado y El profeta desarmado (dos de los tres tomos de la monumental biografía del dirigente ruso, de Isaac Deutscher).
“Yo no creía en el socialismo. Para mí no era una sociedad viable. Cuando leí a Trotsky y a Rosa me di cuenta de que no, de que aquello no era el socialismo. Que hay una nueva manera de hacer el socialismo, que el socialismo está por hacerse. Doy mil gracias de que se haya caído la Unión Soviética, con el dolor que me dan tantos camaradas muertos”.
Celia señala que el debate no tiene aún impacto en el PCC ni en su rama juvenil, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). "El estatus del partido es la inercia que le queda. Pero ya la cosa no está en tratar de reformar ese partido. La cosa está en formar estos grupos, en debatir primero las ideas, en ponernos de acuerdo y por supuesto no quedarse ahí. Lo que le espera a mi generación es muy fuerte: la manera en que nosotros podamos estructurar una revolución dentro de la revolución, una revolución que a lo mejor puede que fracase en Cuba, pero triunfe en Venezuela o en otra parte de América Latina”.
La difusión en un sitio electrónico trotskista del artículo "La bandera de Coyoacán", fechado el 19 de diciembre de 2003, de Celia Hart, marcó la primera reivindicación pública desde Cuba de la figura y el pensamiento de Trotsky, a lo que siguió otro texto de la autora replicando a la tesis estalinista de que es posible construir el socialismo en un solo país.
El seminario sobre “Las otras herencias...” fue una especie de tormenta de ideas, que cruzaron en numerosas direcciones la historia del pensamiento y la obra de la izquierda en el siglo pasado.
“Pensar las herencias de la revolución rusa de 1917 en el siglo XXI, luego de una hegemonía casi absoluta del imaginario estatista dentro de las izquierdas y de la trivialización de la idea misma de revolución en las derechas y en la vida cotidiana, implica echar a andar una memoria crítica”, indicaba la convocatoria, que invitó a examinar octubre “como un documento de cultura, sin olvidar que lo fue también de barbarie”.
Sin conexión directa con el seminario, pero como ejercicio intelectual paralelo, se realizó el año pasado la mesa redonda ¿Por qué cayó el socialismo en Europa oriental?, organizada por la revista bimestral Temas y cuyo texto completo aparece en el más reciente número de la publicación.
En ambos foros participaron integrantes de una generación de ciudadanos cubanos que alcanzó a estudiar en los antiguos países socialistas, y en algunos casos a desarrollarse profesionalmente.
En la discusión de Temas prevaleció una crítica múltiple al estalinismo, pero quedó abierto el debate sobre si la Unión Soviética y los países del antiguo campo socialista podían haberse reformado desde dentro.
“Para todos esos países ya había pasado el cuarto de hora de las reformas”, dijo uno de los ponentes, el economista Julio Díaz Vázquez. “El último adiós a las reformas se produjo en Checoslovaquia”.
Otro expositor, el historiador Ariel Dacal, señaló en cambio que "resulta demasiado rotundo decir que la caída era irreversible, que no era reformable", pero advirtió: "Dadas las características del sistema, todo cambio sólo podía hacerse desde arriba".
Dacal citó el fenómeno de que las actuales elites política y empresarial de Rusia provienen de la nomenklatura soviética. El europeísta Francisco Brown, al hilo de esa idea, señaló que esa cúpula "se recicló, de ahí que participara, contribuyera y se beneficiara del colapso".
El crítico de arte Desiderio Navarro respaldó la idea de que había opciones de reforma desde la izquierda, aunque en algunos casos sus impulsores fueron excluidos de los partidos y sus obras anuladas (el húngaro Lukács, el alemán Rudolph Bahro, el ruso Maiakovsky).
Agregó que la concentración de poder y relaciones facilitó a la elite socialista el salto al capitalismo. "Se sabe ahora que era posible, en un cambio como aquel, que no ocurriera un Apocalipsis, aquel escenario de caída del socialismo según el cual los funcionarios supuestamente serían perseguidos y arrastrados por las calles, sino que, al revés, ellos podrían ser los winners".
El sociólogo Aurelio Alonso estimó que "el socialismo en el siglo XXI hay que reinventarlo, con mucha imaginación, en el plano económico, pero también, y quizás sobre todo, en el político y en el cultural, ya que parece obvio que, en buena medida, el fracaso se debió a la incapacidad manifiesta para generar una democracia verdadera; no según los patrones trillados, sino a partir de la configuración de un sistema que garantice la participación del pueblo en los procesos de decisiones, como conductores y no sólo como conducidos".
Brown y otros investigadores habían publicado aquí en 2002 el volumen Europa del Este: el colapso, primera obra de su tipo en Cuba, que concluye que el socialismo fracasó en uno de sus modelos debido a "errores" y "grandes deformaciones", no como sistema social: "En el análisis de las causas del colapso del socialismo europeo... el rasgo básico y general es el de acciones conscientes de los hombres y por tanto evitables o factibles de haber sido erradicadas o evitadas con una acción consecuente y oportuna".
http://www.jornada.unam.mx/2005/abr05/050406/048n1mun.php