Entrevistamos a Ricardo Galíndez, dirigente de la Corriente Marxista Revolucionaria de Venezuela y jefe de Reclamos del Sindicato de Petroleros del Estado de Lara. El compañero ha estado en el Estado español participando en diferentes actos: en Asturias, en el marco de las III Jornadas de Solidaridad con la Revolución Bolivariana; en Madrid, en un acto organizado por el Comité Organizador del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se va a celebrar en agosto en Caracas; y en diversos actos organizados por la Fundación Federico Engels y El Militante.
El Militante.— En el Foro Social Mundial, Chávez planteó que la revolución bolivariana debía avanzar, ha habido pasos adelante en las consignas y en la participación de la clase obrera dentro del proceso. ¿Cómo analizas esta nueva etapa de la revolución bolivariana y sus perspectivas?
Ricardo Galíndez.— El proceso revolucionario ha avanzando bajo el acicate de múltiples agresiones, tanto por parte de la burguesía nacional como del imperialismo estadounidense. Uno de los primeros avances fue que el máximo dirigente del proceso, Hugo Chávez, pasó de un planteamiento anti-imperialista, hace apenas tres meses, a plantear que los problemas de la revolución y del pueblo venezolano no tenían solución dentro del capitalismo. Dijo que sólo con el socialismo podrían resolverse eso problemas y que no existía una “tercera vía”, haciendo autocrítica por haber defendido esta postura ya que se había dado cuenta de que, hoy en día, era algo imposible.
Se trata de un salto cualitativo en el plano político porque se trata de la orientación del máximo dirigente del proceso revolucionario. Lleva la discusión sobre capitalismo-socialismo al conjunto del pueblo venezolano, a los trabajadores, los jóvenes, los campesinos, etc.
Antes se decía que no podía haber socialismo. En cambio, ahora es Chávez quien dice que sí. Pero no son sólo las palabras de Chávez sobre socialismo, también hay algunas medidas que ha ido desarrollando. Ha aceptado la reivindicación de los trabajadores de nacionalizar empresas para ponerlas a funcionar bajo control o cogestión obrera. Ahora está ocurriendo en Aluminios del Coramil, en Guayana, donde se concentra el proletariado pesado de Venezuela (hierro, aluminio, siderurgia, acero, petróleo, gas, electricidad). Todo esto son incentivos para la radicalización y aumento del nivel de conciencia de los trabajadores.
Esto también lo sentimos a través del fortalecimiento de la UNT a nivel nacional. En lo político, levantando la bandera de la cogestión y control obrero, apoyando y defendiendo la necesidad de traspasar los límites del capitalismo, de avanzar hacia la revolución socialista. Eso nos pone en unas condiciones inmejorables para profundizar la revolución. La única manera de conseguirlo y con ello salvar todas las conquistas que hemos logrado es, precisamente, dirigiéndonos hacia el socialismo.
EM.— La burguesía española que tiene intereses económicos en América Latina ha redoblado su actitud agresiva contra la revolución venezolana. Algunos sectores de la izquierda plantean que si la revolución avanza hacia el socialismo eso puede provocar a la reacción y una intervención militar, algo similar al proceso en Chile, Nicaragua, etc. Es la vieja discusión entre reformismo y revolución. ¿Cuál es tu posición?
RG.— La presión y la campaña desestabilizadora del imperialismo norteamericano no ha parado, simplemente ha adoptado matices diferentes: unos más abiertos y violentos, otros más agazapados. Después de las derrotas del 15 de agosto y 31 de octubre, las fuerzas sociales pro-imperialistas quedaron totalmente dispersas y desmoralizadas. Ahora, no tienen capacidad de movilizar a nadie, ni fuerza militar para impulsar un golpe de estado. Sus cuadros en las fuerzas armadas quedaron diezmados y se han fortalecido las milicias creadas por Chávez, que son un punto de apoyo popular frente a las fuerzas armadas. Se han frenado las pretensiones de algunos oficiales militares de subvertir el orden, y la invasión por Colombia se presenta muy difícil porque el gobierno de Chávez no sólo ha mantenido su base social, sino que según una encuesta de la burguesía golpista, Chávez cuenta con el 70% de apoyo. Eso significa 12 ó 13 puntos por encima del apoyo a Chávez el 15 de agosto. Es decir, ha aumentado su base social porque, entre otras cosas, ha tomado medidas que favorecen a la pequeña burguesía.
En el 1º de Mayo, en una convocatoria nacional, la oposición no consiguió movilizar a más de 500 personas ¡y era una movilización nacional! Sus fuerzas sociales están debilitadas ¿en quién se van a apoyar internamente las fuerzas del imperialismo si invaden a través de Colombia? Sería una situación tan grave como la de Iraq. Una invasión de Venezuela hoy generaría una cadena de solidaridad por toda América Latina.
Aún así, el imperialismo no está de brazos cruzados y continúa con su política desestabilizadora. Aunque no pueda recurrir al golpe militar, hoy está utilizando un arma fundamental, el sabotaje económico, que está teniendo efectos en PDVSA. El sabotaje ha perjudicado a la producción y extracción de petróleo. La inversión privada en Venezuela no supera el 10% de la inversión total del país, la burguesía no está invirtiendo prácticamente nada. Es el estado el que invierte el 90% de los recursos. Además, la fuga de capitales se ha triplicado en dos años. El sabotaje económico empieza a tener pequeños efectos en la situación económica, no son graves pero están ahí y ese es el arma poderosa que está utilizando el imperialismo para desestabilizar y provocar más adelante una ola de descontento y llegado el momento, si pueden, utilizar las otras armas que tienen.
El sabotaje también se da a través de los sectores reformistas que hay dentro del gobierno y que no quieren más revolución. Estos sectores son los que llevan el sabotaje a las instalaciones de PDVSA, los que están desarrollando políticas para que no se amplíe la participación popular. Ahí es donde tenemos que profundizar nuestra lucha de denuncia concreta de los sectores reformistas: movilizando a la clase, desarrollando el poder obrero y la participación popular a todos los niveles.
Durante seis años hemos estado casi aislados del continente latinoamericano, pero como dice una frase nuestra: “la espada de Bolívar recorre América Latina”. Hoy, no sólo es Venezuela la que lucha por su dignidad económica y social, es el pueblo colombiano, el boliviano, que ha regresado a la situación que protagonizó hace dos años, el ecuatoriano que acaba de derrumbar a un gobierno apuntalado por el imperialismo y, la clase obrera argentina que está retomando su lucha, también Brasil es un reflejo de esa radicalización social. Si fuésemos los primeros en triunfar, eso tendría un efecto demoledor para el capitalismo porque los pueblos latinoamericanos seguirían nuestro ejemplo.