Con el bloqueo nos han querido hacer pagar caro la osadía de ser libres, dignos, de no plegarnos, de tomar el destino en nuestras manos. Es para ellos asunto de vida o muerte evitar que el ejemplo cubano halle eco en otras partes del mundo, sobre todo en lo que ellos consideran su traspatio latinoamericano. Para conjurar ese peligro no han escatimado, ni lo harán en el futuro, medios ni recursos. El cerco económico es sólo una de las facetas más criminales de una guerra sin cuartel que en todos los frentes ha desarrollado el imperialismo norteamericano contra el pueblo cubano desde 1959, y que ha incluido de todo: acciones terroristas, agresión militar directa, campaña mediática de calumnias y falsificaciones...
Este bloqueo es la respuesta desesperada, rabiosa, impotente, ante la imposibilidad de bloquear lo que realmente hubieran querido: las ideas que irradia la Cuba revolucionaria y el ejemplo de lo que representa. Y es eso lo que en verdad les molesta a los imperialistas y lo que no podrán impedir nunca: que Cuba siga siendo paradigma de rebeldía, que siga mostrando el camino de un futuro mejor para los pueblos.
Y aunque esta política no consigue aislar a Cuba ni desvirtuar el significado de lo que representa, sí que hace daño: en 45 años, ha ocasionado a nuestro país pérdidas por más de 82 mil millones de dólares, sin incluir otros 54 mil millones en daños por sabotajes y bienes dejados de producir.
Las intenciones del bloqueo son claras: rendirnos o matarnos de hambre, enfermedades y penurias materiales. Provocar una difícil situación económica, que ponga en entredicho los éxitos de la Revolución, para demeritarla y restarle apoyo popular al culparla de los desastres y limitaciones que él mismo causa. Todo esto forma parte de una estrategia muy bien montada: al producirse éxodos masivos se desprestigia a la Revolución Cubana y se le presenta al mundo como una dictadura de la que salen huyendo miles de cubanos.
Detrás de esta política criminal y genocida lo que se esconde es un profundo temor. Le tienen terror al desarrollo tremendo que alcanzaría Cuba una vez levantado el bloqueo. Saben bien que, como ha dicho nuestro Canciller, duplicaríamos nuestra economía en tan sólo diez años. Se la verían más difícil a la hora de inventar mentiras para desacreditar a la Revolución Cubana y tergiversar su realidad, aumentaría su orfandad de argumentos para justificar lo injustificable.
Se confirmaría muchísimo más esa realidad que la Revolución Cubana expresa a gritos: la superioridad del socialismo como único sistema capaz de desarrollar al máximo las potencialidades humanas. Una vez levantado el bloqueo y los obstáculos que él impone, Cuba alcanzaría niveles de progreso económico y social, y en la calidad de vida de su gente, que superarían con creces a los que ya hoy, orgullosa, ostenta. Dejaría en evidencia todo lo que de retrógrado tiene el capitalismo frente a las prácticas socialistas.
Si Cuba ha podido alcanzar todas esas conquistas sociales que despiertan admiración en el mundo entero, qué no lograría sin el colosal freno que para ella significa el bloqueo. Mirado desde otra perspectiva, si Cuba ha podido conquistar todo lo que ha alcanzado en materia social y cultural, siendo un país pequeño y bloqueado, qué no lograrían países mucho más poderosos y con más riquezas, sin el tremendo freno que para ellos significa el capitalismo.
Ahora, el hecho de que se suspendiera definitivamente el bloqueo, no significaría la desaparición automática de todas las dificultades que acosan a la Revolución Cubana. Todo lo contrario, es de esperar que se tornarían mucho más complejas, sutiles y peligrosas, dado el nuevo contexto que sobrevendría. No tendríamos bloqueo, pero seguiríamos insertados en un mercado capitalista mundial que nos es sumamente adverso, y diametralmente opuesto a las esencias y presupuestos del sistema que defendemos. El incremento en las relaciones comerciales, en las inversiones de capital extranjero, en la creación de empresas mixtas, incluso el acceso a créditos de organismos financieros internacionales, hasta hoy vedados, todo ello operaría conscientemente, en pos de lograr el objetivo eterno de las elites del imperialismo y la burguesía internacional: la destrucción de la Revolución Cubana.
El levantamiento del bloqueo no significaría la panacea ni la solución definitiva a todos nuestros problemas. En estos tiempos de globalización ningún país puede sobrevivir solo, aislado, ajeno a un mercado capitalista completamente desigual e injusto, y que condena a la exclusión, marginalidad y subdesarrollo a los más débiles. Para Cuba el único antídoto efectivo contra los peligros que traería una mayor inserción en el mercado mundial sin las ataduras del bloqueo sería la extensión de la revolución, el triunfo de procesos socialistas en otros países, fundamentalmente del continente latinoamericano, que marchen juntos hacia la conformación de un gran bloque socialista mundial.
Los cubanos, conscientes de estas realidades, consideramos prioritario el impulso a la profundización del proceso de integración con la Revolución Bolivariana, que da sus primeros pasos bajos los auspicios de la Alternativa Bolivariana para las Américas, y que debe llevar, indefectiblemente, a una federación socialista entre las dos naciones hermanas, y a la que se deberán ir sumando, progresivamente, los procesos liberadores y revolucionarios que se desaten en el continente.
No debemos olvidar que nuestros aliados en el combate contra el bloqueo y por la preservación de la Revolución no son los empresarios capitalistas, ni los gobernantes que a ellos responden, para quienes la suspensión del cerco económico contra Cuba significaría solamente la posibilidad de aumentar su obtención de ganancias y beneficios a partir de un comercio sin trabas; y de emplear nuevos mecanismos para derrotar la experiencia cubana. Este objetivo, para ellos central, aunque le modifiquen las formas, nunca lo abandonarán, pues nuestra mera existencia está en las mismas antípodas de sus intereses. Por eso debemos estar preparados para enfrentar con inteligencia y eficacia los ataques contrarrevolucionarios, aún cuando vengan disfrazados de un discurso y un proceder menos agresivo e incluso conciliador en numerosos aspectos.
Nuestros verdaderos aliados incondicionales son los pueblos en lucha por un futuro más digno. Esos trabajadores, estudiantes, campesinos, indígenas, que se levantan contra enemigos comunes, los mismos de nosotros, serán nuestros mejores defensores ante cualquier agresión imperialista o una escalada reaccionaria de la contrarrevolución capitalista. En la medida en que el enorme ascenso que están teniendo las luchas de clases en América Latina se dirima a favor de las masas populares la Revolución Cubana estará más segura. Por eso es para nosotros un asunto de supervivencia el apoyo y el impulso que le podamos brindar a la profundización de los procesos revolucionarios latinoamericanos. Flaco favor les haríamos si, por temor a ser radicales, les transmitiéramos la engañosa utopía de que es posible alcanzar sus objetivos transformadores en el marco del capitalismo. No, debemos explicar claramente la lección aprendida de nuestra experiencia histórica: los graves problemas sociales y de todo tipo que afectan a nuestros pueblos sólo podrán ser resueltos mediante una revolución socialista de liberación nacional como la que hemos vivido. Cualquier camino intermedio, reformista, que no corte las amarras de las estructuras capitalistas conducirá irremisiblemente al fracaso y a una costosa derrota.
Por mi parte, agradezco haber nacido en una Cuba bloqueada por revolucionaria. A pesar de las carencias materiales, de una vida modesta y sin lujos, he crecido en una sociedad donde se le rinde culto a la dignidad plena del hombre. No cambiaría por nada la suerte de que mi historia personal forme parte de una más grande y mucho más hermosa: la resistencia heroica de un pueblo digno en una pequeña isla frente a las agresiones del imperio más poderoso que haya conocido la humanidad.