Ascenso revolucionario de las masas
Ecuador, un país rico, con cuantiosas reservas petrolíferas y considerables recursos agrarios, ve como esta riqueza es saqueada por las multinacionales estadounidenses y una reducidísima oligarquía nacional que acumula privilegios y lujos insultantes, evade impuestos y protagoniza constantes escándalos de corrupción al tiempo que aproximadamente un 50% de la población vive en la pobreza.
Desde el levantamiento popular que en 1997 derribara a Abdulá Bucaram, tras intentar éste aplicar los planes acordados con el FMI, el pueblo ecuatoriano ha mostrado en repetidas ocasiones su descontento ante esta situación y ha intentado cambiar radicalmente sus condiciones de vida mediante la lucha. El punto álgido de este proceso fue la insurrección de enero de 2000 cuando los campesinos e indígenas, dirigidos por la CONAIE y apoyados por los trabajadores y los soldados comandados por Gutiérrez, derrocaron al gobierno títere de Jamil Mahuad y constituyeron un “parlamento popular” alternativo al desprestigiado y corrupto parlamento burgués. Los dirigentes de la CONAIE y el propio Gutiérrez tenían el poder en sus manos pero en lugar de formar un gobierno de los trabajadores y nacionalizar los recursos económicos claves (latifundios, banca, monopolios y multinacionales) para empezar a transformar la sociedad devolvieron el poder a los sectores supuestamente no corruptos de la burguesía. Estos, demostrando que todos los sectores de la clase dominante tienen intereses opuestos al pueblo trabajador, dolarizaron la economía y han lanzado nuevos ataques sociales contestados con duras movilizaciones campesinas, obreras y populares durante los dos últimos años. Como analizábamos los marxistas al comentar la situación ecuatoriana en distintos artículos aparecidos en El Militante o la revista Marxismo Hoy, la burguesía —pese a superar la insurrección del 21 de enero de 2000— no ha conseguido acabar con el movimiento revolucionario de las masas y aplastar a estas, un nuevo enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución es inevitable. La presentación de Gutiérrez a las presidenciales ha servido para que amplios sectores de las masas expresen, esta vez en el terreno electoral, sus deseos de cambiar la sociedad y anuncia el inicio de un nuevo capítulo revolucionario.
Presiones de clase irreconciliables
Tras la victoria en la primera vuelta, Gutiérrez ha llamado a la calma y se ha mostrado conciliador planteando como objetivo un gobierno honrado y patriótico en el que ha ofrecido puestos a distinguidos empresarios, políticos de otros partidos e incluso a algunos de los ministros actuales.
Pero la realidad es que sus promesas, su programa y, sobre todo, lo que las masas que le apoyan esperan de él, choca radicalmente con las necesidades de la burguesía ecuatoriana y el imperialismo estadounidense que exigen someter al pueblo a nuevos ataques (privatizaciones, reformas laborales, represión...).
También Chávez al principio de su mandato integró a sectores de la burguesía venezolana en su gobierno pero, como han demostrado posteriormente los acontecimientos, estos sectores sólo han intentado dinamitar y boicotear el proceso revolucionario y finalmente buscan derrocar al gobierno elegido por el pueblo. Con Gutiérrez harán lo mismo, primero intentar impedir su victoria (no es casualidad que el rival de este, el empresario Álvaro Noboa esté combinando las acusaciones de golpista o de comunista con todo tipo de promesas demagógicas: crear viviendas y planes agrícolas, etc.) y si no lo consiguen intentarán boicotear y desprestigiar su gobierno.
Gutiérrez se ve sometido ya presiones de clase irreconciliables. Mientras un sector de sus colaboradores le pide que modere su programa para tranquilizar a la burguesía, otros —los más vinculados al movimiento obrero y campesino— hablan de nacionalizar el petróleo y aumentar los impuestos a los ricos para aumentar los salarios y los gastos sociales. Ese es, por ejemplo, el programa del Movimiento Popular Democrático (MPD) y Listas 15, dos organizaciones de la izquierda que presentan sus candidatos al parlamento y apoyan a Gutiérrez para presidente. La presión de la lucha de clases empujará las masas que apoyan a Gutiérrez aún más a la izquierda. Éste debe plantear nacionalizar los recursos económicos básicos y negarse a pagar la deuda externa —creada por el parasitismo y la rapacidad de los capitalistas—, no sólo para ganar la segunda vuelta movilizando a los sectores que se han abstenido en la primera sino, sobre todo, para que esta victoria sea aplastante y suponga el inicio de una transformación social decisiva en Ecuador .