Los momentos críticos, los puntos de inflexión más importantes que se producen en la historia moderna de Cuba, desde finales del siglo XIX hasta hoy día, tienen la peculiaridad de demostrar muy a las claras, de forma extrema, casi de laboratorio, la validez de los aspectos fundamentales de la teoría marxista. Por supuesto, el momento más crítico de todos, la propia Revolución que se desarrolla en el periodo de 1959 a 1961 y que acaba con la existencia del capitalismo en la Isla, es una reivindicación total de la teoría de la revolución permanente.

Introducción en la Escuela de Verano de la CMI (Barcelona 2007)

Los momentos críticos, los puntos de inflexión más importantes que se producen en la historia moderna de Cuba, desde finales del siglo XIX hasta hoy día, tienen la peculiaridad de demostrar muy a las claras, de forma extrema, casi de laboratorio, la validez de los aspectos fundamentales de la teoría marxista. Por supuesto, el momento más crítico de todos, la propia Revolución que se desarrolla en el periodo de 1959 a 1961 y que acaba con la existencia del capitalismo en la Isla, es una reivindicación total de la teoría de la revolución permanente.

En Cuba, el nexo entre la independencia nacional y la lucha por la transformación social adquiere un determinismo tan grande en el transcurrir histórico del país que en el pensamiento de los principales protagonistas de la lucha revolucionaria cubana se ven claras aproximaciones, elementos, rasgos, de la teoría de la revolución permanente. Podríamos mencionar a figuras, menos conocidas fuera de Cuba, como Julio Antonio Mella, fundador del comunismo cubano en los años veinte del pasado siglo, o a Antonio Guiteras, que era la expresión más radical del gobierno formado en la postrimería de los acontecimientos revolucionarios de los años 30 cubanos. En el pensamiento del Che, que abordaremos en otro debate, es donde más claramente se expresa ese nexo que hemos apuntado.

Por supuesto que todo gran acontecimiento histórico es un acontecimiento peculiar, único. Pero en la época moderna, en la que el capitalismo ha vinculado de manera inexorable a todo el mundo en un mismo proceso económico, social y político, es inevitable que encontremos, detrás de la forma nacional que hay detrás de cada proceso revolucionario, el sello indeleble de la época, de las grandes coordenadas que configuraban el panorama política internacional del momento en que se produjeron. Cuba es un ejemplo también de cómo acontecimientos históricos remarcadamente peculiares, y la revolución de 1959 lo fue, están también profundamente relacionados con la época, con el periodo, con el contexto internacional. Los fenómenos generales y los peculiares no se excluyen, sino que se complementan, y no se pueden comprender profundamente el uno sin el otro. Es precisamente partiendo delas características peculiares de la revolución cubana como se puede entender mejor las características generales de la situación mundial y al revés. Como dice el dicho, en la excepción está la regla. No sólo la revolución de 1959, otros momentos decisivos de la historia de Cuba estuvieron marcados por esta relación entre lo peculiar y lo general: su independencia formal en 1902, la revolución de 1932, la caída de la URSS y sus devastadoras consecuencias económicas en 1992 y como no, el momento actual. Hoy Cuba, este gran símbolo y ejemplo de resistencia anti-imperialista y anti-capitalista, está inmersa y atada a la nueva oleada revolucionaria que recorre toda América Latina, y que tiene a Venezuela como activo principal. Cuba, que en cierta medida durante varias décadas pagó un precio por la audacia de haber roto con el capitalismo ante las mismas narices del país imperialista más poderoso y destructivo de la tierra, por haber empezado a construir una nueva sociedad en una pequeña Isla situada en el inmenso mar del capitalismo mundial, ahora se encuentra ante una nueva oportunidad histórica para preservar y avanzar en las conquistas de su revolución.

La excepcionalidad hizo su aparición en la historia de Cuba desde su misma formación como estado independiente. A principios del siglo XIX los movimientos de independencia nacional triunfaban por toda América Latina, menos en Cuba, que fue el último país en obtener su independencia, prácticamente un siglo después de Haití. Este país situado a pocos kilómetros de Cuba fue el primer país en obtener su independencia formal, producto de una revolución protagonizada por los esclavos negros que trabajaban en las plantaciones de azúcar. Pero precisamente por el hecho de que la independencia de Haití estaba íntimamente ligada a la rebelión social, la clase dominante cubana temía la independencia de su propio país. Además, a mediados del siglo XIX Cuba ya era el principal productor de azúcar del mundo y EEUU el principal comprador. El vecino del norte ya despuntaba como futuro dueño del mundo y fue precisamente en Cuba donde ensayó su primera intervención militar externa. El código genético de la clase dominante cubana, desde el mismo momento de la conformación nacional de Cuba, estuvo marcado por el pánico a la revolución social y la sumisión al imperialismo norteamericano. Más que a la independencia nacional, la élite social cubana aspiraba a convertir a Cuba en un nuevo estado de la Unión Americana; estaba orgánicamente incapacitada para jugar ningún papel progresista e independiente. Estos rasgos de la clase dominante cubana serían un ingrediente fundamental para comprender la revolución de 1959.

Incluso las guerras de liberación contra el dominio español, a finales del siglo XIX, fueron acontecimientos marcados por traiciones y expectativas no cumplidas debido a la cobardía y el conservadurismo congénito de la oligarquía cubana. Por supuesto la lucha por la independencia de Cuba contó con un profundo y amplio apoyo popular. José Martí representó lo más honesto y combativo en la lucha por la liberación nacional. Pero su temprana muerte en combate, en 1895, dejó el Partido Revolucionario de Cuba (PRC) que fundara en 1892, al pairo de las turbias maniobras de la burguesía y los terratenientes. Finalmente EEUU interviene directamente en la Isla, supuestamente para "defender la independencia" de Cuba, pero en la práctica para tratar al país como un protectorado bajo su firme control, nombrando directamente a los administradores e imponiendo la ignominiosa Enmienda Platt que, en la misma Constitución aprobada por la dócil Asamblea Constituyente, reservaba el derecho de EEUU a intervenir militarmente en la isla si sus intereses se viesen afectados.

La independencia formal de Cuba apenas disimulaba una dependencia real, tanto económica como  política, que no hacía más que incrementarse. Ciertamente, aunque extremadamente dependiente de EEUU, la isla experimenta un desarrollo económico importante que no evitó, sin embargo, una situación política de gran inestabilidad. La consecuencia más importante de este desarrollo fue el fortalecimiento de la clase obrera cubana y sus expresiones sindicales y políticas independientes.

A mediados de los años veinte se dan las primeras expresiones significativas del movimiento obrero. En 1925 se produce una gran oleada de huelgas y se funda el Partido Comunista Cubano (PCC), uno de cuyos fundadores es el dirigente estudiantil Julio Antonio Mella. También este año es el fin de los "gobiernos democráticos" y se instaura la dictadura pro imperialista de Machado, que combina la demagogia con la represión más salvaje. En 1929 la crisis económica se profundiza, con efectos devastadores en los precios del azúcar. El movimiento huelguístico sigue una línea ascendente. En 1931 el PCC funda la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). En los años 30 cubanos confluirán toda una serie de características propias de una revolución similar a la de Rusia en 1917, sobre todo por el papel protagonista de la clase obrera en los acontecimientos políticos. El 16,4% de la población activa eran obreros, en el campo predominaba el trabajo asalariado, el 57% de los cubanos vivían en la ciudad y La Habana era una de las principales metrópolis de América Latina. El PCC era uno de los partidos comunistas más fuertes de América Latina, en los años 40 llegó a tener 80.000 militantes sobre una población de 6 millones. Para que nos hagamos una idea sobre las proporciones, en febrero de 1917 el Partido Bolchevique de Lenin contaba tan sólo con 8.000 militantes (y por supuesto con una gran tradición y autoridad en el movimiento que luego le permitiría crecer de forma explosiva) sobre una población de más de 100 millones de habitantes.

El problema central que tuvo la revolución en aquel periodo, que algunos bautizaron correctamente como el Octubre Cubano, fue la orientación política del PCC y sobre todo de la internacional ya estalinizada, inmersa en una política de zigs-zags burocráticos que acabaron jugando un papel desastroso. En realidad fue una cadena de errores, voy a poner algunos ejemplos. En primavera de 1933 se produce una gran huelga general convocada por la CNOC. EEUU, que percibía la debilidad de la dictadura de Machado, recurría a su amenaza preferida, la intervención directa. ¿Qué argumentó el PCC? Que era preferible un Machado débil a un gobierno impuesto por EEUU. Esa visión era totalmente empírica y falsa. En realidad la disyuntiva era revolución o contrarrevolución, como los hechos posteriores se encargaron de demostrar. De acuerdo con su visión de la situación la dirección del PCC propugna llegar a un acuerdo, tras algunas concesiones del régimen, y trata de frenar el proceso huelguístico. Pero el mar de fondo era muy potente y a pesar de los llamamientos de la dirección del PCC a volver al trabajo, el movimiento huelguístico continuó.  Ni el PCC, ni la CNOC consiguen frenar la  huelga en el sector de transporte, ¡ni siquiera el ejército se atreve a reprimir!

La situación de fermento revolucionario desemboca en una situación insurreccional con la huelga general del 12 de agosto de 1933, en la que cae el general Machado. El fin de la dictadura abre paso a un gobierno muy contradictorio, llamado el gobierno de los 100 días, y que también se dio a conocer como gobierno revolucionario. En este gobierno estaba ya Batista, un agente al servicio del imperialismo e infiltrado en el movimiento de los sargentos y estudiantes contra la dictadura. Batista, entonces con el grado de sargento, encabezó la represión contra la izquierda, los estudiantes y los trabajadores. Era un maniobrero traidor y el mismo Antonio Guiteras, que era el Ministro de Gobernación y el ala de izquierdas del gobierno, lo denunció el 3 de noviembre de 1933, pidiendo su ejecución. Fue Grau San Martín, que presidía este gobierno tan heterogéneo, el que le perdonó la vida.

La dirección del PCC, que había seguido una línea conciliadora contra la dictadura de Machado, sentía como los acontecimientos le había desbordado por completo. Realmente habían perdido una gran oportunidad. Si en vez de estar inoculados del empirismo burocrático y conservador del estalinismo hubiesen adoptado la política de independencia de clase de Lenin y del propio Mella, probablemente la clase obrera cubana hubiese podido tomar el poder en 1933. La ausencia de una alternativa revolucionaria, sobre todo por parte de un partido que se suponía heredero de las tradiciones bolcheviques y eran los representantes autorizados de las ideas comunistas, no podían más que provocar distorsiones y giros inesperados y peculiares en la situación política cubana. El hecho es que la dictadura cayó por la fuerza de un movimiento huelguístico insurreccional que desbordó a su propia dirección. Superados por los acontecimientos, los dirigentes del PCC adoptan un giro de 180º proclamando la formación de soviets, que de hecho se constituyen en muchos ingenios azucareros de oriente, y adoptando un programa igualmente contradictorio con la nueva situación. Las órdenes que llegaban de la Internacional Comunista, ya en aquel entonces estalinizada, no podían ser más absurdas. Repentinamente, había llegado el momento de los soviets, pero estos no debían afectar los intereses de las empresas imperialistas, lo que provocó fricciones dentro de la propia dirección del PCC. A pesar de estas contradicciones, 36 centrales azucareros fueron tomados por los trabajadores, lo que representaba un 30% del total. El nuevo giro tampoco estaba asociado a una estrategia de toma del poder, tampoco había una orientación persuasiva hacia aquellos que ante la ausencia de una alternativa mejor pudieran dar un cierto margen de confianza al nuevo gobierno, cuya figura más destacada, como hemos dicho, era Antonio Guiteras.

Quisiera aquí hacer un paréntesis y hablar un poco más de las dos figuras más importantes del periodo revolucionario que estamos abordando, un periodo que inicia a mediados de los años 20 y termina a mediados de los años 30: Mella y Guiteras.

Julio Antonio Mella fue un dirigente estudiantil que alcanzó una enorme proyección pública y política. Es muy interesante señalar que como dirigente estudiantil y fundador de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) defendiese una orientación muy similar, casi idéntica, a la del Sindicato de Estudiantes en el Estado español. Mella defendía que el movimiento estudiantil debía estar vinculado al movimiento obrero y que los cambios en el terreno educativo estaban íntimamente ligados a la transformación de la sociedad. ¿Suena muy familiar, no? Debemos subrayar, además, que somos los únicos que defendemos esta posición en el movimiento estudiantil hoy.

Su entrada en la universidad se produjo bajo el impacto de la Revolución Rusa de 1917 y el dominio neocolonial extendido por toda América Latina. En sus escritos se ven claramente las bases de la revolución permanente. Cito un párrafo de su escrito, La lucha revolucionaria contra el imperialismo. ¿Qué es el APRA?: "(...) en su lucha contra el imperialismo -el ladrón extranjero-las burguesías -los ladrones nacionales-se unen al proletariado, buena carne de cañón. Pero acaban por comprender que es mejor hacer alianza con el imperialismo que al fin y al cabo persigue un interés semejante. De progresistas se convierten en reaccionarios. Las concesiones que hacían al proletariado para tenerlo a su lado las traicionan con éste, en su avance, se convierte en un peligro tanto para el ladrón extranjero como para el nacional". Se podrían citar más textos que van en este sentido.

Mella fue encarcelado por Machado en 1926, el mismo año se escapa y se exilia en México hasta su asesinato por esbirros del dictador cubano el 11 de enero de 1929, a los 25 años de edad. Como muchos otros mártires de la revolución cubana, murió muy joven, sin tiempo para desarrollar todo el talento que tenían. Mella estuvo en contacto y simpatizaba con la Oposición de Izquierdas de León Trotsky y sin duda su muerte prematura facilitó la tarea de castración revolucionaria que sufrió el PCC, como todos los partidos comunistas de América Latina, de manos del estalinismo.

Antonio Guiteras apreció mucho la lucha de Mella. Siendo ministro en el gobierno al que hemos hecho ya mención regaló a todos los miembros del gabinete Diez días que conmovieron al mundo, de John Reed, y Estado y Revolución de Lenin. Eran textos, excelentes realmente, por los que sentía mucho entusiasmo. En Guiteras vemos una evolución del nacionalismo al marxismo, al menos una simpatía abierta hacia las ideas socialistas. Siendo ministro Guiteras tomó medidas como la jornada de 8 horas semanales, estableció un salario mínimo, redujo el precio de los artículos de primera necesidad, redujo el precio de la energía eléctrica y denunció las maniobras de Batista. Él mismo dijo respecto a estas medidas: "Tengo la satisfacción de haber llevado a firma del presidente Grau los decretos que atacaban más duro al imperialismo".

El 15 de enero de 1934 Fulgencio Batista inaugura su sangrienta trayectoria al frente del Estado al derrocar mediante golpe al gobierno de los 100 días e instaurar un régimen de terror. Esta fecha realmente representa el fin de todo un periodo histórico en el que una generación de hombres y mujeres habían dedicado su vida y sus esperanzas a cambiar profundamente la situación política y social del país. La siguiente oleada culminaría con el triunfo de la revolución de 1959.

En junio de 1934 Guiteras funda Joven Cuba cuyo programa vincula la liberación nacional con la revolución social: "(...) para que la ordenación orgánica de Cuba en nación alcance la estabilidad precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del socialismo". Así, podemos ver claramente la semilla de la revolución permanente en dos figuras históricas, reivindicadas hoy como parte de la tradición revolucionaria cubana. En Cuba, Mella y Guiteras son dos personas queridas, cuya integridad personal y política se considera parte de la  herencia de la revolución cubana.

En marzo de 1935 se convoca una huelga general que es duramente reprimida por Batista. La huelga fue convocada por Joven Cuba y el Partido Bolchevique Leninista, de la Oposición de Izquierdas, cuya figura más destacada era Sandalio Junco, obrero, negro, y líder de la Federación Obrera de La Habana. Después de la derrota de la huelga Joven Cuba se orienta hacia la lucha armada. Antonio Guiteras es asesinado en mayo de 1935 por esbirros de Batista en la playa de El Morrillo precisamente cuando trataba de exiliarse a México y organizar una expedición para volver a Cuba desembarcando en Oriente, una idea en la que Fidel se inspiró.

La primera dictadura de Batista tiene dos etapas bien diferenciadas. La primera es de imitación del fascismo italiano y muy represiva. También en este periodo se inicia la práctica del gansterismo en la Universidad, un fenómeno asociado ya plenamente con los corruptos gobiernos de los Auténticos que precedieron al segundo golpe de Batista.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial Batista, con todo el cinismo del mundo, se convierte en un campeón de la democracia. Aprovecha, astutamente, la nueva táctica de Frentes Populares propugnados por el PCC, que también en esta época cambia el nombre a Partido Socialista Popular (PSP). La relación entre la dirección del PSP y Batista es probablemente el caso más paradigmático de la putrefacción ideológica del estalinismo y su teoría etapista en América Latina. El II Congreso del PSP consideró oportuno saludar a Batista con las siguientes palabras: "(,,,) Deseamos reiterar que puede contar con nuestro respeto, afecto y estima por sus principios de gobernante democrático y progresista". Ese "traidor a la nación y siervo del imperialismo" según el mismo Blas Roca, secretario general del PSP, en 1938 "había empezado a no ser el principal exponente de la reacción". Este mismo año Batista legaliza el PSP y en noviembre ambos se presentan aliados a las elecciones a la Asamblea Constituyente. Así, la oposición a Batista quedaba capitaneada por Grau, el jefe de los Auténticos, como eran conocidos los miembros del PRC (Auténtico), burgueses y pretendidos herederos del partido fundado por Martí. En 1942 Batista es "reelegido" presidente y incorpora a dos ministros "comunistas" en el gobierno, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez. En 1944, ante la victoria de las elecciones por Grau San Martí, Batista, hábilmente y suficientemente enriquecido, deja la presidencia.

Es inevitable que llegados a este punto hagamos un esfuerzo para situarnos en el contexto de la época. ¿Qué idea podía tener del comunismo, del marxismo, la nueva generación de jóvenes que protagonizarían la siguiente oleada revolucionaria cubana? Este aspecto tiene una tremenda importancia política. Las genuinas ideas del comunismo, del bolchevismo, de la teoría marxista, de sus tradiciones revolucionarias, estaban totalmente enlodadas, estaban enterradas profundamente por la basura estalinista. La cosa llegaba a un punto tan absurdo y tan grave que para muchos jóvenes luchadores que buscaban la vía de la revolución comunismo era sinónimo de conciliación, pacto, traición.

Antes del nuevo golpe de Batista, el 10 de marzo de 1952, se sucedieron dos gobiernos del PRC (Auténticos), uno encabezado por Grau San Martín y otro por Prío Socarrás. Fueron gobiernos corruptos, que robaron a manos llenas y se supeditaron completamente a los intereses del imperialismo. Se cuenta una anécdota, que ilustra el grado de corrupción de esta época "democrática" según la cual el propio Prío Socarrás utilizó para si mismo un camión lleno de billetes que iban a ser puestos fuera de circulación y quemados y sustituidos por otros nuevos. En esta época se extiende el fenómeno del gansterismo en la Universidad de La Habana. Para los hijos de las clases privilegiadas la Universidad no era mucho más que un trampolín para copar puestos importantes en el aparato del Estado. Tener alguna responsabilidad en la Universidad, como por ejemplo estar en la dirección de la FEU, era el primer paso en esa carrera. El gansterismo, que se aprovechaba de la relativa libertad de movimientos que brindaba el campus universitario, de alguna manera "regulaba" los privilegios en la Universidad mediante la pugna, muchas veces sangrienta, entre diferentes camarillas que querían copar los deseados puestos. Por supuesto, los grupos gansteriles también cumplían otra función clave: atacar a la izquierda estudiantil.

Como reacción frente a este ambiente corrupto surge, en 1947, el Partido Ortodoxo, dirigido por el senador Eduardo Chibás. El Partido Ortoxo tuvo un apoyo de masas, sobre todo en el terreno electoral. La consigna más conocida de Chibás era "vergüenza contra dinero". Fidel pertenecía a los ortodoxos, militando en sus juventudes. En las elecciones previstas para 1953 era más que previsible una victoria de los ortodoxos debido al profundo descrédito de los gobiernos Auténticos. Es en este contexto cuando se produce el golpe de Estado de Batista, el 10 de marzo de 1952.

El golpe no encuentra ninguna resistencia por parte del gobierno de Prío. El gobierno de los Auténticos cayó como una fruta podrida al más leve empujón del ambicioso Batista. A las pocas horas, en la Universidad, los estudiantes trataron de organizar una cierta resistencia, confiando en que tendrían el apoyo del gobierno legalmente constituido. Pero todos huyeron como ratas y aceptaron el golpe. En realidad la dictadura de Batista no era algo contrapuesto sino una prolongación del gobierno de los "politicastros corruptos".

La dictadura de Batista sirvió para barrer definitivamente el prestigio de los Auténticos y los restos de los Ortodoxos que quedaron al frente del partido tras el suicidio de Eduardo Chibás en 1951. Los dirigentes de los dos partidos ansiaban un pacto con Batista para "reestablecer el orden constitucional" y nada más lejos de su pensamiento que recurrir a la presión de las masas para combatir la dictadura.

Había una distancia abismal entre la política oficial y las aspiraciones populares. Hechos muy claros, muy evidentes para todos, habían revelado la profunda cobardía de la "burguesía democrática", su total sumisión al imperialismo y su total desprecio por las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los cubanos. Como hemos visto, tampoco existía un referente marxista, a pesar de la tradición y de la fuerza del PCC y el sacrificio de sus militantes. Es en este contexto histórico en el que una nueva generación de jóvenes cubanos entra a participar en la vida política consciente. Por su propia experiencia tenían motivos para desconfiar de los políticos tradicionales de la burguesía. Ellos no querían una salida pactada con Batista y proclamaban "una salida revolucionaria", sin artimañas. Era necesario desencadenar la participación del pueblo, la huelga general, para derrocar al tirano. Con estas ideas, el ala más radical de la juventud se agrupa entorno a Fidel, que gana  a la base de la Juventud Ortodoxa.

La segunda dictadura de Batista, al revés de la primera, se endurece y se hace más sangrienta conforme pasa el tiempo. En los primeros meses había una sensación general de provisionalidad. La falta de apoyo social de la dictadura era tan evidente que los sectores más avanzados del movimiento obrero y estudiantil pensaban que con un "empujón" la dictadura caería. Al principio, Batista ni siquiera se atrevía a enfrentarse abiertamente a las manifestaciones de protesta estudiantil que descendían con bastante regularidad desde la escalinata universitaria de La Habana.

El asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, se concibe como un desencadenante de una acción de masas contra la dictadura. Pero el asalto es desbaratado y no le sucede ninguna acción de masas. Sin embargo, la bestial represión que recae sobre los heroicos asaltantes de Moncada, profundiza la hostilidad que sentía la inmensa mayoría de la población contra la dictadura. Batista y sus esbirros muestran una crueldad sin límites. Los presos son torturados salvajemente. A uno de ellos, a Abel Santamaría, se le arrancan los ojos.

Temporalmente, el agrupamiento que pocos años después se constituiría como el Movimiento 26 de Julio, pasaba por una situación un tanto crítica. Todos sus dirigentes principales estaban muertos o encarcelados. Realmente desde el asalto al Cuartel Moncada en 1953 hasta el desembarco de Granma en 1956 el movimiento estudiantil es el que más destaca en la lucha contra la dictadura.

Es en este periodo de tiempo cuando se produce un profundo giro hacia la izquierda en el movimiento estudiantil. Los sectores más radicalizados de la juventud, encabezados por la enérgica figura de Domingo Echeverría, toman la dirección de la FEU en 1954. La colina universitaria de La Habana se convierte en el epicentro de la agitación contra la dictadura. Es muy remarcable la lucha de la izquierda estudiantil en este periodo, que fue capaz de acabar con el gansterismo en la universidad y ganar la dirección de la FEU en plena dictadura.

La campaña política de los estudiantes contra la dictadura tiene una influencia importante en la población. En octubre de 1954 la FEU organiza una rueda de prensa para denunciar la farsa electoral que preparaba Batista. De hecho, hay una abstención masiva en las elecciones de noviembre de 1954.

En noviembre y diciembre de 1955 se produce un hecho de trascendencia histórica. Por primera vez desde la época de Mella el movimiento obrero y estudiantil se unen en una sola lucha. En estos meses se produce un fortísimo movimiento huelguístico que obliga a la dictadura a hacer concesiones en el terreno salarial. Los estudiantes, encabezados por Echeverría, organizan la solidaridad, participan en la recogida de fondos, etc. Constantemente la FEU se ve obligada a defenderse de las acusaciones de "terrorismo" que la burguesía trata de utilizar para desprestigiarla.

En mayo de 1955 Fidel es amnistiado y se va a México. Después del asalto al Cuartel Moncada su figura se ve agigantada. Las simpatías hacia el movimiento que él representa, el 26 de Julio, contrasta abiertamente con el "pasteleo" de los viejos politicastros con Batista, que en 1956 alcanzaron su máximo apogeo desde el golpe. Prío Socarrás declara abiertamente que había que olvidar el golpe de 1952, la represión, etc... Fidel tiene decidido que frente a todas estas maniobras no hay otra vía para imponer la democracia que la vía armada.

El Movimiento 26 de Julio toma forma en 1955, entre la prisión y el exilio mexicano y se alimenta de dos "ramas" por así decirlo, del movimiento ortodoxo: los moncadistas y el MNR fundado por Bárcenas, un movimiento cívico-militar que trataba de derribar la dictadura con el apoyo de militares honestos y revolucionarios.

En verano de 1956, se firma y se proclama un pacto entre el Movimiento 26 de Julio (M 26-J) y el Directorio Revolucionario (DR), formado el mismo año y encabezado por Domingo Echeverría, que a aquellas alturas de la lucha había ganado también un enorme respeto en la población. La voluntad revolucionaria juega un papel en la historia de las personas y de las propias revoluciones. Cuando se firma el llamado Pacto de México entre Fidel y Echeverría ninguno de los dos grupos tenía armas y el Movimiento 26 de Julio menos que ninguno. En su proclama conjunta, que tuvo amplia divulgación, se comprometían a acabar con la dictadura antes de que finalizara el año. Se tardó un poco más y fue necesaria la confluencia de más factores, aunque el de la voluntad siguió siendo imprescindible.

El 2 de diciembre del mismo año 82 heroicos combatientes del 26 de Julio desembarcan en Cuba. La mayoría mueren o son detenidos. El desembarco era la señal para la huelga general insurreccional, que fracasa estrepitosamente. Frank País, en Santiago de Cuba, organiza algunas acciones el 30 de noviembre, pero en La Habana el M 26-J apenas tiene implantación.

Otra vez, al igual que después del asalto a Moncada, la situación era un tanto crítica. Respondiendo a la apelación de Fidel de realizar una acción en La Habana, el 13 de marzo de 1957, el DR, encabezado por Echeverría, asalta el palacio presidencial. Batista escapa por los pelos. La acción fracasa y pocos minutos después Echeverría es asesinado por la policía.

La generosidad en la entrega de la vida en la lucha era muy significativa del espíritu de la generación que dirigió aquel proceso.

En la medida que la dictadura sentía que su posición se tambaleaba cada vez más, incrementó la represión. La situación ya era distinta a los primeros años.

El 30 de julio de 1957 la policía asesina a Frank País. A pesar de su juventud, 22 años, era ya un líder social que tenía una tremenda popularidad en el Oriente del país. Era un organizador capaz e infatigable. Se forjó como líder estudiantil en la Universidad de Oriente y ya era una figura de prestigio cuando se unió a Fidel y al 26 de Julio. Su asesinato desata una huelga general que afecta a Santiago de Cuba y todo el oriente de la isla. El clima de lucha era tal que la dictadura tuvo que acuartelar a los soldados. Existía el peligro de precipitar un proceso revolucionario incontrolado, incluso de que el ambiente eléctrico que se vivía en las calles se contagiara al ejército.

El movimiento que desencadenó el asesinato del Frank País causó una honda impresión en sectores de la Marina. En septiembre de 1957 se produce un motín en la base naval de Cienfuegos. Por errores de coordinación el movimiento no se extiende a tiempo por el resto del país pero el movimiento insurreccional militar contra la dictadura es capaz de ocupar la ciudad de Cienfuegos. Batista tiene que bombardear a fondo la ciudad para derrotar a los insurrectos.

A pesar de que a finales de 1957 la guerrilla sólo cuenta con 300 hombres pero la situación política general del país era de total polarización entre Batista y Fidel. En Santiago de Cuba, la capital de la revolución, el M 26-J tenía amplísima base de apoyo.

El 10 de noviembre de 1957 se firma el Pacto de Miami, una maniobra de los viejos politicastros para asegurarse el control de la situación frente al ascendente movimiento guerrillero. Esa maniobra cuenta con la participación de personajes de la derecha del M 26-J que son drásticamente desautorizados por Fidel desde la Sierra. Es evidente que a estas alturas de la situación había más o menos cristalizadas un ala de izquierdas y otra de derechas en el M 26-J. Esta división se acentuaría aún más después de la toma del poder. Ocurre exactamente igual ahora en Venezuela dentro del movimiento bolivariano. Había un enfrentamiento larvado entre los sectores que intuían que la revolución debía avanzar continuamente para sobrevivir y los que querían detener la revolución por el vértigo que les producía el enfrentamiento con la clase dominante, con el imperialismo y su "opinión pública". Ya desde la Sierra el Che representa el sector más resueltamente revolucionario.

Otra cosa que también es evidente, y muchos testimonios de la época -me refiero a gente alineada con la revolución hoy, por supuesto--  también lo atestiguan, es que esa "ala izquierda" de la revolución, que acabó llevándola a un punto de ruptura con el capitalismo, tampoco tenía un programa acabado. Eso sí, tuvieron la suficiente audacia y valentía, y un poco de suerte, para enmendar carencias y errores que en otras circunstancias hubiesen tenido un efecto desastroso para la revolución.

Es importante tratar de entender los giros, remolinos, repliegues y saltos que se producen en el proceso revolucionario y su reflejo arriba, en la dirección del movimiento. Muchas veces todo aparece enredado y complejo. Uno de los momentos claves del periodo de la guerrilla fue el fracaso de la huelga general del 4 de abril de 1958. A principios de 1958 se notaba un creciente movimiento huelguístico y el M 26-J apostó de nuevo por una acción de masas, convocando una huelga general. Como Armando Hart explica muy bien en su libro Aldabonazo la huelga no se había preparado bien. De hecho, se mantuvo en secreto de cara a las masas hasta el mismo día. La convocatoria sorprendió a muchos cuadros del M 26-J. El momento, además, era ya muy tarde, se había dejado pasar el momento álgido del movimiento huelguístico. El M 26-J tampoco contaba con influencia en el movimiento sindical y había un elemento de sectarismo hacia la militancia comunista, incluso hacia aquella que sí quería participar con el M 26-J en la lucha revolucionaria contra la dictadura. Todo eso determinó el fracaso de la huelga, que sin embargo tuvo consecuencias determinantes y fundamentalmente positivas para el proceso revolucionario.

En primer lugar Batista cometió el catastrófico error de confundir el fracaso de la huelga con un ambiente social favorable para una ofensiva contra la guerrilla. En segundo lugar el sector más radicalizado del M 26-J, que se concentraba en la Sierra se hizo con el control político de todo el movimiento, aunque otro efecto del fracaso de la huelga fue el poner casi todo el énfasis del movimiento en la guerrilla, en oposición a la agitación en las ciudades.

La "Operación Verano" de Batista contra la guerrilla fracasó estrepitosamente. El Alto Mando estaba completamente desmoralizado y paralizado por el miedo. No podía conocer ni la posición ni el número de enemigos a los que se enfrentaba. La guerrilla, en cambio, a pesar de su abismal desventaja numérica, contaba con el apoyo activo del campesinado. No había movimiento del ejército que no fuese detectado por un campesino, que raudo y veloz iba a informar a la guerrilla.

En el ejército las deserciones iban en aumento hasta que se dio a la fuga de forma precipitada de toda la Sierra y del Llano colindante. En julio de 1958 la retirada de Sierra Maestra era ya total. La toma de Santa Clara, el último obstáculo entre los rebeldes y la Habana, por las columnas dirigidas por el Che presagiaba el colapso total del ejército.

Hay un aspecto que a menudo queda poco subrayado en todo este proceso. En realidad la victoria de la guerrilla se basaba fundamentalmente en factores políticos, no militares. En total, el ejército comandado por Batista sufrió 300 bajas. Esa cifra no puede explicar la parálisis y el desmoronamiento de un ejército que junto con la policía y demás cuerpos represivos podían alcanzar más de 100.000 efectivos. La guerrilla, en su momento álgido al final del proceso, sólo contó con unos 3.000 efectivos . La moral, el ambiente, la presión social son factores decisivos en cualquier guerra. Un dato muy sintomático es que en 1958 nadie quería alistarse al ejército. La dictadura de Batista era un régimen que se mantenía por pura inercia. Carecía de base social. Estaba totalmente deslegitimada socialmente y carcomida internamente. Los privilegios y las arbitrariedades de un personaje tan siniestro como Batista era causas muy poco atractivas por la que jugarse el prestigio y aún menos la vida.

Ante la inminente victoria de la guerrilla la burguesía intentó una última maniobra: establecer un régimen militar sin Batista. Fidel, conciente del peligro y de que un error en el último momento podría traer graves complicaciones, hace un enérgico llamamiento a la huelga general. Esta vez sí es un éxito total. La huelga es seguida masivamente en todo el país, a pesar de estar convocada solo en las zonas donde la guerrilla aún no tenía el control. La acción de las masas en La Habana fue determinante para paralizar el intento de formación de una nueva junta militar que usurpase el poder en el último momento.

El desmoronamiento de la dictadura de Batista y la victoria de la guerrilla desataron una dinámica de polarización política que hundía sus raíces en intereses sociales confrontados, en odios sociales acumulados durante décadas. Fue una conmoción que afectó a la psicología de todas las clases sociales provocando un huracán cuyas fuerzas motrices tenían una gran independencia de los propios protagonistas políticos de aquel efervescente momento histórico.

Por parte de la burguesía, o más bien de lo que quedaba de ella, pues una parte había huido del país siguiendo la estela de Batista, no cabía otra posibilidad, en un primer momento, que esperar y ver. Su ejército se había descompuesto, su viejo aparato estatal estaba muy mal trecho, políticamente los partidos burgueses estaban totalmente deslegitimados ante las masas. Tenían por lo tanto un escaso margen de actuación política, y menos aún para organizar a corto plazo alguna maniobra de fuerza que pudiese descarrilar el proceso revolucionario en marcha. En gran medida la burguesía cubana era víctima de su propia decadencia. A sus menguadas fuerzas sólo les quedaba una opción, apuntarse a la fiesta de la revolución para tratar de mantenerla dentro de unos límites tolerables, de que no traspasase las barreras de la formalidad de la democracia burguesa.

Para las masas cubanas, para los trabajadores del campo y de la ciudad, el desplome del régimen de Batista y la victoria rebelde era una señal inequívoca de que era el momento propicio para cambios profundos en lo social y lo político. Realmente se produjo una explosión reivindicativa, de mejoras salariales, sociales; se produjo una eclosión de participación en la vida política y cultura del país.

En los primeros años que siguieron al triunfo guerrillero es extraordinariamente interesante ver cómo actuaron las distintas clases sociales y sus actores políticos, ya que ésta no tiene nada que ver con una línea recta en la que todo estaba previsto y decidido de antemano. Fue un periodo de grandísimas tensiones entre las clases, de crisis y de rupturas en el mismo campo de la revolución.

Es muy significativo que el primer gobierno que se forma después del triunfo de la revolución estaba compuesto por la vieja oposición burguesa con algunas "incrustaciones" del M 26-J. El presidente del primer gobierno era Urrutia, un demócrata conservador, sin avales revolucionarios. Felipe Pazos, designado como presidente del Banco Nacional de Cuba, era una persona de prestigio en el mundo financiero cubano y norteamericano. Fue uno de los miembros de la delegación cubana a la Conferencia de Bretton Woods (1944) de la que surgieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ya había ejercido de presidente del Banco Nacional en anteriores gobiernos auténticos y durante la lucha contra Batista se prestó a la maniobra del Pacto de Miami, que ya explicamos, y que tuvo que ser desautorizada desde la Sierra. Y así podríamos seguir, con Miró Cardona y otros muchos abiertamente conservadores.

En un interesante libro, llamado Gobierno Revolucionario Cubano. Primeros Pasos, escrito por Luis M. Buch, que vivió desde dentro de lo que podría denominar el "ala izquierda" del gobierno aquel periodo, se dan muchos detalles que ayudan a comprender las claves de aquellos primeros momentos después del triunfo revolucionario. Según Buch, "con estas características" refiriéndose al gobierno, "no es de dudar que en los Estados Unidos y entre los grandes intereses económicos hubiera un clima de relativa confianza, y que los compañeros que habían proclamados la necesidad de una revolución profunda tuvieran ciertas reservas, algunas de las cuales persistirían por meses o años sobre algunos de nosotros".

Bohemia¸ que entonces era la publicación de la burguesía nacional que tenía una pose más radical, apoyaba públicamente a la revolución. Sin embargo su apoyo se expresaba sobre todo en la vertiente nacionalista abstracta que aún tenía la revolución, al mismo tiempo que mostraba un pánico extremo a una radicalización del proceso revolucionario en una dirección opuesta a la propiedad privada. Durante un periodo, hasta que sus propietarios huyeron a EEUU, confiaron en poder jugar el papel de buenos consejeros de la revolución, confiaban en poder conducir el proceso por la vía de la democracia burguesa.

El carácter moderado del gobierno implicaba que las reformas esperadas no llegaban y esto generaba un creciente malestar e impaciencia en la propia base social de apoyo a la revolución.

La primera crisis de gobierno sucedería en febrero, cuando Fidel se incorpora al gobierno como primer ministro. Las medidas que se toman al calor de este primer giro a la izquierda, aún moderado, son no obstante significativas: el 7 de febrero se crea el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados (MRBV) que se encargaría de confiscar las propiedades de la burguesía comprometidas en la malversación de los gobiernos anteriores. Este ministerio actuó de verdad y jugaría un papel cada vez más decisivo en el futuro. El 2 de marzo se interviene en Cuban Telephone Co. (no es todavía una nacionalización) y se rebajan las tarifas telefónicas. El 10 de marzo se impone una reducción de alquileres, que llega a ser hasta del 50%, y que afecta los intereses de la burguesía rentista. El 21 de abril son declaradas de uso público todas las playas del país.

Estas medidas, aún siendo perfectamente compatibles la existencia del capitalismo, pues aún no tocaba las propiedades fundamentales del capitalismo imperialista y nacional, empezaron a crear propiciar una "opinión" cada vez más hostil de la burguesía y los medios de comunicación que tenían a su servicio en la Isla. Sin embargo, no fue hasta el anuncio de la primera ley de reforma agraria, el 17 de mayo de 1959 (una reforma moderada que se tiene que completar con medidas más radicales más adelante) cuando se produce una ruptura evidente de este clima de "luna de miel" que había acompañado la revolución hasta el momento. Fue al calor de la reforma agraria cuando se produce, el 11 de junio, la mayor renovación ministerial hasta el momento, siendo sustituidos cuatro ministros. La dinámica de los acontecimientos, muy desde el inicio del proceso revolucionario, fue escorando gradualmente la actuación y la composición del gobierno hacia la izquierda. En todo ese proceso, obviamente, uno de los factores clave era la radicalización que se estaba produciendo entre los dirigentes más importantes de la revolución.

Es importante señalar --para comprender la dinámica real, los impulsos profundos que llevaba a la burguesía a una actitud cada vez más hostil-- que a pesar de que la reforma agraria en un primer momento fue aplaudida por la burguesía, y que no afectaba los intereses de la burguesía industrial no azucarera, acabó dándose cuenta, en el momento de la verdad, que estaba sentando un "mal precedente" porque legitimaba una actuación contra la propiedad privada en general. Los aplausos iniciales se tornaron hostilidad visceral. La explicación hay que buscarla en el ambiente general, en las pasiones de clase que la dinámica de la revolución estaba desatando.

El 30 de junio se produce la deserción del primer alto jefe militar (Díaz Lanz, jefe de la Fuerza Aérea del Ejército Rebelde) esgrimiendo la "contaminación comunista" del gobierno. Había claras evidencias que estaba conspirando contra la revolución, basándose en pilotos de ex ejército de Batista que había conservado en el servicio activo. A raíz de este hecho, el propio presidente Urrutia ve una oportunidad para expresar abiertamente su preocupación por el "comunismo", provocando una crisis presidencial que desemboca en su sustitución, en julio, y en otro giro a la izquierda en la composición del gobierno.

Era evidente que la contrarrevolución trataba de levantar cabeza, aprovechando todos los recursos a su alcance y cómo no, basándose en los viejos elementos del aparato estatal que se habían mantenido a pesar de la revolución.  Sobre todo la contrarrevolución tratada de involucrar a oficiales y clases de las antiguas Fuerzas Armadas aún en servicio en el Ejército Rebelde y en ala moderada que existía en el propio M 26-J.

La prensa norteamericana, por su parte, ya señalaba insistentemente en el peligro de intoxicación del gobierno cubano, apuntando al Che y a Raúl como "agentes" comunistas. Así, la designación de Raúl Castro, en octubre, como ministro de las Fuerzas Armadas revolucionarias, aceleraron las conspiraciones que se estaban fraguando contra la revolución dentro del ejército.

En octubre se produce la crisis de Hubert Matos. Al frente del Regimiento nº 2 de Agramante, en la provincia de Camaguey, realizó una intensa labor conspirativa dentro y fuera del ejército contra el carácter que iba tomando la revolución. Tenía contactos con el dimitido presidente Durrutia, y con dirigentes de varias organizaciones sociales y del M 26-J de Camaguey. En el mencionado libro de Buch se señala que los discursos de los dirigentes sindicales y del M 26-J de la provincia "fueron desacostumbradamente vacilantes en el apoyo a la reforma agraria y a la Revolución". Había una gran conspiración en marcha. De hecho, fue el intento más peligroso para la revolución hasta el momento. Había tejido entorno a su persona una red de relaciones con el fin de socavar la autoridad revolucionaria. Su renuncia era una maniobra política para aglutinar a todos aquellos sectores sociales y políticos que pensaban que la revolución estaba llegando demasiado lejos. Él mismo dijo que había actuado "para que la revolución definiera su rumbo". En otras palabras, estaba tramando una demostración de fuerza para poner límites a la revolución.

De todo eso podemos sacar una conclusión: a finales de 1959 la reacción interna y externa ya estaba bastante provocada y la polarización había alcanzado de lleno al M 26-J. Esto presenta paralelismos evidentes con los acontecimientos actuales en Venezuela. De hecho el paralelismo se ve en todo el proceso. Al principio hubo un periodo de luna de miel de la burguesía con Chávez, un sector de la burguesía albergaban la esperanza de que podía ser un buen recambio para sus desacreditados políticos. Pronto se ve que eso no iba a ser así, vino la Constitución, las leyes habilitantes y se produce una ruptura que lleva al golpe. No fueron medidas socialistas las que provocaron a la reacción, sino la dinámica de los hechos, que llevaban a una confrontación cada vez mayor. Cuando se produce el golpe, en 2002, Chávez no hablaba de socialismo y todavía no se había nacionalizado nada. Es después que Chávez llega a conclusiones, basadas en su experiencia, en la hostilidad de la burguesía y del imperialismo y en la incapacidad de resolver los problemas sociales en el marco capitalista, de que es necesario optar por la vía socialista. El proceso en Venezuela aún debe completarse, pero la dinámica de los acontecimientos es evidente.

El caso de la revolución cubana es parecido en muchos puntos. Al principio hubo una luna de miel, todos defendían la revolución mientras la revolución era algo indefinido. Fidel fue incluso aplaudido por banqueros norteamericanos e un sector del imperialismo albergó la esperanza de poder controlar la nueva situación. Tampoco Fidel tenía un programa de ruptura con el capitalismo. Si tenía claro que la revolución debía significar un cambio social y político profundo, que no se podía repetir la historia de traiciones y vacilaciones del pasado, que tantos desastres habían provocado para las aspiraciones de las masas pobres de Cuba. Tenía una firme decisión de cambiar las cosas y la dinámica real de los hechos hizo el resto. Medidas en realidad tímidas provocaron la mayor hostilidad del imperialismo y de la burguesía y el margen para terceras vías se fue estrechando. Creció la conspiración interna, se polarizó el debate sobre el carácter que debía tener la revolución en el M 26-J, el imperialismo organizó la gran guarimba contra la revolución, propiciando actos terroristas, el sabotaje económico, alentaba por todos los medios la guerra civil, intento de invasión etc.  Eso a su vez obligaba a la revolución, a riesgo de perecer, a radicalizarse todavía más. Igual que en Venezuela hoy.

Los efectos que tenía aquella situación, por arriba, era de búsqueda de ideas, de alternativas, que tendían hacia el socialismo, al marxismo. Sobre este tema, cito otra vez a Buch porque me parece una descripción muy natural de aquel proceso de radicalización que operaba en el ala más decidida de la revolución. "La inmensa mayoría de los que nos involucramos en la lucha contra la tiranía no tenía una ideología definida. Nos impulsaba el inmenso amor a la patria. Yo no era comunista, ni aspiraba a serlo, y como yo, la inmensa mayoría de militantes del M 26-J. Nos hicimos marxistas y comunistas sobre la marcha, como un acto de incorporación sobre la marcha".

 

La revolución cubana, para ser genuinamente democrática, para alcanzar verdaderamente la independencia política del imperialismo, para reorientar realmente su economía hacia los intereses colectivos de la nación, tuvo que hacerse socialista. Martínez Heredia, uno de los intelectuales cubanos contemporáneos más profundos y destacados, dijo en relación a aquel periodo: "Aunque el entusiasmo de unos y el dogmatismo de otros llevó a creer que el proceso en su totalidad se inspiraba en el marxismo, eso era inexacto. Sería un error creer que porque nos hicimos marxistas sucedió todo, cuando la verdad es que nos hicimos marxistas por todo lo que sucedió".

A finales del año 59 el Che es nombrado presidente del Instituto Nacional de la Reforma Agraria y del Banco Nacional de Cuba, lo cual era un signo inequívoco de un giro a la izquierda. Ya en marzo de 1960 se implementa el Juceplan, que es un intento de ordenar la economía. En marzo de 1960 se produce la última dimisión de conservadores que aún estaban en el gobierno.

A caballo entre el año 59 y el 60 las tensiones con el imperialismo norteamericano eran ya claras. El reordenamiento de las concesiones petroleras y mineras, para acabar con la impunidad y la arbitrariedad de las multinacionales, era uno de esos focos de tensión, igual que ahora ocurre con Venezuela, Bolivia o Ecuador. No eran medidas socialistas, era medidas puramente democráticas, de soberanía nacional. Pero esta es una de las cuestiones clave del proceso: "ordenar" la economía nacional implicaba, cada vez más, el control del Estado sobre la economía y la movilización de las masas contra una  reacción interna y externa cada vez más dura y beligerante. Así, las tareas democráticas nacionales, si se llevaban a la práctica de manera consecuente, derivaban necesariamente hacia medidas de tipo socialista.

Como siempre ocurre cuando hay una situación revolucionaria es difícil para imperialismo calcular cual es la mejor línea a seguir. Una acción desproporcionada puede empujar la revolución hacia delante... pero una actitud de tibieza puede revelar debilidad y también animar a la revolución, una revolución que había desatado una energía social tremenda y que había que satisfacer.

Una de las bazas que tenía el imperialismo era la amenaza de no comprar la cuota azucarera. La economía cubana dependía fundamentalmente de la exportación de azúcar a EEUU. New York Times defendía en aquellos momentos que el chantaje de la cuota azucarera acabaría fortaleciendo a Fidel Castro. The Washington Post defendía una postura similar, que era preferible sufrir el riesgo de una política de no intervención que tal vez a la larga permitiese reconducir la situación a una política beligerante que crease mártires y complicase irremediablemente la situación; que ambas líneas de actuación eran peligrosas, pero que riesgo por riesgo era preferible la segunda.

Lo impresionante de los procesos históricos es su independencia del deseo de los individuos que teóricamente manejan la situación. Todavía a mediados de 1960, Aníbal Escalante, dirigente del estalinista PSP, insistía que la revolución tenía que tratar de mantener a la burguesía "dentro del campo de la revolución". El hecho es que ni las advertencias del sector más cauto del imperialismo ni el conservadurismo de los dirigentes estalinistas pudieron evitar que finalmente la revolución llegase al punto de nacionalizar toda la economía, llevase al armamento general de la población y a la destrucción de los residuos de la vieja maquinaria estatal.

Cuando terminó la zafra de 1960 el INRA expropió, compensando con bonos pagaderos en 20 años, a casi todo el terreno azucarero perteneciente a los molinos, afectando a grandes compañías norteamericanas. Todavía no se habían tocado los molinos propiamente dichos, que pudieron comprar la caña producida en las cooperativas. En junio de 1961 las refinerías de las multinacionales instaladas en Cuba se niegan a refinar el petróleo importado de la URSS. En julio el gobierno de Eisenhower suspende la compra de la cuota azucarera cubana. En respuesta el gobierno cubano envía órdenes a 600 compañías norteamericanas de presentar declaraciones juradas de las materias primas, archivos, con que contaban, anticipando lo que sería la nacionalización completa de la propiedad norteamericana en la Isla. Entre tanto EEUU aparta de Cuba a todos los diplomáticos y puestos de relevancia que habían apostado por la suavización de las tensiones con Cuba. En plena campaña electoral norteamericana hay una competencia entre demócratas y republicanos para ver cual de los dos candidatos es más contundente en la política de "extirpación del comunismo" del área de influencia de EEUU. En octubre Eisenhower suspende todas las relaciones económicas con Cuba. Kennedy, su rival demócrata, califica las medidas como insuficientes y tardías y aboga por una intervención militar. Por lo visto los sectores más cautelosos de la burguesía no tenían gran influencia en la acción del gobierno y de la oposición. En Cuba la respuesta fue rápida, a mediados del mismo mes el INRA se apodera de 382 empresas privadas en Cuba, incluyendo la Banca y los molinos.  El proceso de nacionalizaciones se completa diez días después con otra oleada que afecta a 166 empresas norteamericanas, incluyendo Westinghouse y Coca-Cola.

Fue la invasión imperialista de playa Girón, en abril de 1961, ya bajo con Kennedy al frente del gobierno de EEUU, la que galvanizó definitivamente el proceso revolucionario. El gobierno revolucionario hizo un masivo reparto de armas a la población, realmente se trataba de una "democracia armada" lo que había en Cuba. Los campesinos y trabajadores cubanos no sólo se lanzaron a la defensa de su país en abstracto, sino a la defensa de las conquistas de la revolución, que estaban en peligro con el sabotaje, el boicot económico y finalmente la invasión militar directa. Es en este momento álgido de movilización de las masas y de enfrentamiento abierto con la maquinaria imperialista más poderosa de la tierra cuando Fidel proclama el carácter socialista de la revolución.

La nacionalización de la economía era la única manera de controlar los recursos económicos y orientarlos hacia las necesidades que la revolución tenía la obligación de satisfacer. La nacionalización y planificación de la economía permitió avances sociales espectaculares y consolidó todavía más el apoyo a la revolución.


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