El pasado viernes 23 de octubre centenares de miles de personas tomaban las calles de más de 40 ciudades en toda Colombia y paralizaban distintos organismos y empresas del sector público, la salud, educación y  una parte significativa del transporte del país respondiendo a la convocatoria de Paro Nacional realizada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). El objetivo de la convocatoria era rechazar el estado de "conmoción interior" decretado por Uribe. La jornada de movilización se convirtió en una gigantesca muestra de rechazo a las políticas del gobierno y de apoyo a las luchas de los corteros de caña, los trabajadores del sistema judicial y las comunidades indígenas, que desde hace varias semanas están sacudiendo el país.   

 

El pasado viernes 23 de octubre centenares de miles de personas tomaban las calles de más de 40 ciudades en toda Colombia y paralizaban distintos organismos y empresas del sector público, la salud, educación y  una parte significativa del transporte del país respondiendo a la convocatoria de Paro Nacional realizada por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). El objetivo de la convocatoria era rechazar el estado de "conmoción interior" decretado por Uribe. La jornada de movilización se convirtió en una gigantesca muestra de rechazo a las políticas del gobierno y de apoyo a las luchas de los corteros de caña, los trabajadores del sistema judicial y las comunidades indígenas, que desde hace varias semanas están sacudiendo el país.   

Sólo tres días después, el domingo 26, más de 40.000 indígenas, campesinos y trabajadores procedentes de distintos lugares del país llegaban hasta Cali, tras marchar durante varios días venciendo la represión e intentos de criminalización por parte del Gobierno y el aparato del estado, con el objetivo de asistir a la Minga Nacional de Resistencia Indígena y Popular. La "minga" es el nombre dado tradicionalmente por los indígenas, particularmente los del Cauca, a una asamblea popular masiva.  Esta Minga Nacional de Resistencia Indígena y Popular agrupa a los activistas y dirigentes de 18 pueblos indígenas y ha llamado a  participar junto a ellos, incorporando sus reivindicaciones, a los trabajadores en lucha de la caña y del poder judicial así como al conjunto de los sindicatos y organizaciones sociales del país. El paro nacional, la celebración de la "minga" y el ascenso de las luchas obreras a lo largo de los últimos meses marcan un punto de inflexión en la lucha de clases en Colombia. Y todo ello en un momento donde la crisis económica y política arrecian y, por primera vez desde su llegada al poder, el gobierno ultraderechista  de Álvaro Uribe Vélez siente moverse la tierra bajo sus pies.

Uribe: De las balas a la demagogia

El gobierno respondió como acostumbra a la protesta popular: con balas y mentiras. Tras decretar el "estado de conmoción interior" para intentar -en vano- aplastar la huelga de los 47.000 trabajadores de la justicia (que se prolonga desde el pasado 2 de septiembre) y buscar desprestigiar la lucha que desde el 15 de septiembre protagonizan 18.000 corteros de caña, envió al ejército a reprimir la lucha de los pueblos indígenas, asesinó a varios participantes e intentó criminalizar la protesta. Uribe y otros miembros del gobierno salieron en televisión acusando a los indígenas de haber atacado al ejército con armas y explosivos e intentaron poner a sus dirigentes la habitual etiqueta de "terroristas". Sin embargo, uno de los aspectos más significativos de las recientes luchas que se están produciendo en Colombia es que esta estrategia, que en otros momentos ha permitido al gobierno aislar y reprimir de manera brutal diferentes movilizaciones, está transformándose ahora en su contrario.  

Las imágenes presentadas por periodistas independientes mostrando el brutal ataque con que el ejército respondió a la marcha pacífica de los indígenas han recorrido el mundo, desmontando de este modo las mentiras de Uribe y su perro de presa: el Ministro de Defensa Santos. Sobre todo, el Gobierno ha podido comprobar que tanto la lucha de los trabajadores de los ingenios azucareros como el paro judicial y la movilización indígena  han despertado una enorme simpatía en toda la sociedad, incluidos sectores de su base social, y empiezan a contagiarse al resto de la sociedad. En los últimos días nuevos sectores han entrado en lucha: los trabajadores de la Registraduría, la DIAN, ETB, los estudiantes de las diferentes sedes de la Universidad Nacional, los profesores,...  

Esta situación les obligó, al menos temporalmente, a tener que cambiar de táctica.  Tras negarse a cualquier diálogo con los líderes indígenas "mientras no levantasen la movilización", Uribe -en un hecho sin precedentes- cambiaba el discurso y anunciaba que acudiría a la "minga" para dar explicaciones acerca de la represión y escuchar las reivindicaciones de los pueblos originarios. Un aspecto significativo acerca del empuje y confianza en sus propias fuerzas que caracterizan al actual movimiento que está teniendo lugar en Colombia es que los dirigentes indígenas se referían al encuentro con el Presidente Uribe como un encuentro entre "dos gobiernos": el indígena y el de la oligarquía. Así mismo, cuando Uribe -en una maniobra que buscaba imponer su autoridad y seguramente intentar escindir el movimiento- planteó que la reunión se celebraría en Popayàn y no en Cali ,tal como estaba previsto, y hacia donde marchaban decenas de miles de indígenas procedentes de Cauca, Valle, Chocó, Caldas, Antioquia, Awá de Nariño, Embera Katío de Córdoba, Kankuamo del Cesar, junto a delegaciones de otros sectores sociales, los líderes de la "minga" respondieron que la reunión se celebraba en Cali  "porque las Autoridades Indígenas no le dan la espalda a su pueblo, que es el que manda" (Comunicado ONIC publicado enwww.colombiaindymedia.org). 

Finalmente Uribe no acudió el domingo al encuentro y su intento de dividir al movimiento y convocar una farsa en otro lugar fracasó. Pero los trucos de prestidigitador intentando desviar la atención de las masas (en las que es tan experto el gobierno colombiano) no habían terminado. Ese mismo día -mientras decenas de miles de indígenas se reunían en Cali presentando sus protestas y demandas contra las políticas gubernamentales-  se anunciaba la huida y "liberación" del ex congresista Lizcano del campamento donde lo tenían secuestrado las FARC junto al guerrillero "Isaza". Una vez más, los medios de comunicación de la oligarquía colombiana (El Tiempo, Caracol, RCN,...) y de la burguesía internacional intentaban opacar la lucha obrera y popular y centrar toda la atención en el terreno que en los últimos tiempos les ha dado mejores resultados: la cuestión de los secuestros, los golpes del ejército las FARC... 

Lo significativo de los bandazos del Presidente colombiano, más allá de la teatralidad de este o aquel gesto, es el desconcierto y pérdida de iniciativa ante la pujanza de la movilización popular que reflejan. Por el momento, Uribe intenta esconder el uniforme de "paraco" debajo de la piel de cordero; pero no puede engañar a nadie. Su objetivo es frenar el creciente cuestionamiento a sus políticas, sembrar confusión (sobre todo entre los sectores de la población que todavía mantiene bajo su influencia) y ganar tiempo para, en cuanto pueda, volver a pasar a la ofensiva. 

Los dirigentes obreros e indígenas deben alertar a las masas contra todas y cada una de estas estratagemas.  Sería fatal repetir los errores cometidos por los dirigentes de anteriores movilizaciones y fomentar cualquier ilusión en que sea posible llegar a un acuerdo o diálogo justo con este gobierno. El resultado ha sido que éste, animado por las vacilaciones, dudas y parálisis de aquellos dirigentes, traicionó uno tras otro todos sus compromisos  e intensificó su ofensiva contra el movimiento obrero y popular.

Estamos hablando de uno de los gobiernos más reaccionarios del mundo, un gobierno fascistoide, cuyos vínculos con el paramilitarismo están siendo desvelados incluso por sus rivales burgueses y que se caracteriza por tolerar, fomentar y organizar el asesinato de luchadores sociales mientras se arrodilla de manera servil ante el  imperialismo estadounidense. El último ejemplo ha sido la salida de la directora de la DAS (organismo de seguridad) María Pilar Hurtado, acusada de organizar el espionaje contra cualquier crítico u opositor al gobierno e intentar fabricar acusaciones que pudieran desprestigiarles. El antecesor de Hurtado, Jorge Noguera, tuvo que dimitir en 2005 acusado de pasar información reservada a las bandas paramilitares fascistas.  No es posible hacerse ninguna ilusión de que éste    

La fuerza de la lucha de masas

Durante los últimos años, desde la Corriente Marxista Internacional (CMI) hemos insistido en una idea central: lo más significativo de la situación colombiana era que -pese a la brutal represión del estado- la clase obrera no había sido vencida. Esto significaba que, en cuanto el terremoto de la crisis económica del capitalismo (que los marxistas habíamos previsto hace tiempo) sacudiese Colombia y se combinase con una lucha de clases que se agudiza en todo el continente, la situación social colombiana podía sufrir una radical transformación. Un aspecto clave en el que hacíamos especial énfasis era la necesidad de vincular la lucha contra la represión del estado, por los derechos democráticos y la paz, con las demandas más inmediatas de las masas (derechos sociales, salarios, etc.) y todo ello con la necesidad de transformar la sociedad.

Esta sigue siendo hoy la tarea fundamental que enfrentan los revolucionarios colombianos.  El gobierno ha utilizado demagógicamente durante años el conflicto militar que sangra a Colombia desde hace décadas (y que la propia oligarquía generó) para  convertir a la guerrilla en chivo expiatorio de los problemas del país. Esto le permite desviar la atención de sectores de la clase media e incluso de las capas más atrasadas y menos ideologizadas de los sectores populares de los efectos de sus políticas económicas y sociales.

La base social que ha logrado forjarse Uribe ,utilizando demagógicamente los errores de los dirigentes guerrilleros y el cansancio de sectores de las masas tras décadas de violencia, es empleado para intentar aislar, criminalizar y reprimir las diferentes luchas obreras y populares. La combinación del miedo que siembran los paramilitares fascistas y el propio aparato del estado (que en realidad está completamente fundido con los paramilitares, como han venido a demostrar los escándalos de los últimos meses) con el clima de escepticismo, desesperación y lucha por la supervivencia que creaba la prolongación de la guerra durante los últimos años, ha sido -como explicábamos los marxistas- el pilar sobre el que se ha sostenido el gobierno de Uribe. Pero esta no es una base tan firme como muchos (incluido el propio Uribe) puedan pensar.  

Antes o después la represión, el miedo y la lucha individual por sobrevivir llega a su límite y se transforma en odio de clase. Con sus brutales ataques a los trabajadores, la burguesía colombiana ha puesto de actualidad la frase con la que Marx y Engels cerraban El Manifiesto Comunista: los obreros tienen cada vez menos que perder y en cambio tienen un mundo entero que ganar. La lucha de la clase obrera y los demás explotados es como el ave fénix: renace siempre de sus cenizas. Eso es lo que nunca podrán aceptar ni comprender los burgueses y sus gamonales. 

Las divisiones en la burguesía son una oportunidad para los trabajadores 

Un factor fundamental que condiciona el desarrollo de los acontecimientos en Colombia, como en el resto del continente y del mundo, es la crisis internacional del capitalismo. La economía colombiana, será una de las que sufran más duramente los efectos de esta crisis. El capitalismo colombiano depende totalmente de las remesas de los inmigrantes y las exportaciones a Estados Unidos y a la propia Venezuela. Salvo este último factor, que empieza también a contraerse a causa de la desaceleración del crecimiento del consumo en Venezuela, los otros dos se están viendo ya duramente golpeados por la recesión y serán aún más afectados en los próximos meses. La propia agricultura colombiana, que en otros momentos podía prácticamente abastecer las necesidades del país, ha sido desmantelada por el propio Gobierno y los terratenientes para dedicar vastas superficies de terreno a los agrocombustibles.  

Como explica el magnífico artículo de nuestro corresponsal en Colombia: "Los trabajadores colombianos levantan la cabeza" el viejo topo de la lucha de clases ha venido trabajando intensamente en Colombia a lo largo de los últimos meses y años, preparando los acontecimientos actuales. A la crisis económica se une una profunda crisis política e institucional. Las contradicciones y enfrentamientos en el seno de la burguesía colombiana, cada vez más agudos, han creado una situación favorable para que todo el descontento social acumulado de manera molecular a lo largo de los últimos meses e incluso años bajo la superficie en la sociedad colombiana pueda emerger.

Un sector del poder judicial está procesando a dirigentes del partido de Uribe Vélez y denunciando la inconstitucionalidad de un nuevo mandato del actual inquilino de la Casa de Nariño. A su vez el gobierno persigue y ataca a los jueces, y a otros sectores de la clase dominante que han entrado en contradicción con él y amenazan con retirarle su apoyo. Recientemente una de las principales figuras de la Iglesia Colombiana se manifestaba contra la reelección de Uribe. Una buena parte del Congreso se encuentra actualmente encarcelada. 

Toda esta situación rasga el velo bajo el que habitualmente la clase dominante oculta su podredumbre y tiende a poner en evidencia ante los ojos de las masas el auténtico carácter del "establecimiento" (nombre con el que se conoce a la oligarquía colombiana). Su parasitismo, corrupción y descomposición interna. Ello , a su vez, además de indignar, infunde ánimos a la lucha de los trabajadores e indígenas, que han comprendido instintivamente que todas estas divisiones por arriba son una oportunidad que hay que aprovechar.  Otro factor a tener en cuenta, y que ayuda a animar la lucha obrera y popular, es la situación general del continente: el ascenso de la movilización de masas en el conjunto de América Latina anima también la resistencia de la clase obrera colombiana.   

Por otra parte, las divisiones en el seno de la clase capitalista también son una expresión distorsionada de varias ideas que los marxistas hemos explicado: la profunda crisis económica y social acumulada en la base de la sociedad colombiana (y que -como explicaba detalladamente el artículo anteriormente citado- ya está empezando a salir a la superficie), el deterioro en las condiciones de vida y malestar creciente que se extiende entre las masas y la imposibilidad para la clase dominante, a pesar de la brutal represión ejercida , de poder llevar la contrarrevolución hasta el final y aplastar de manera decisiva la resistencia obrera y popular.  

¡Por un Frente Único de las organizaciones obreras, indígenas y populares y los partidos de izquierda contra el gobierno paramilitar! 

La criminal contrarrevolución llevada a cabo por la burguesía combinando los métodos fascistas con el mantenimiento de la fachada de la democracia burguesa, en el campo, en las fábricas y en los barrios populares, ha costado miles de vidas pero no ha podido llegar hasta el final, no ha podido acabar con las organizaciones obreras, campesinas e indígenas. A medida que la crisis económica golpee a todos estos sectores, incluida la base social del gobierno, las divisiones crecerán todavía más en el seno de la clase dominante. Los explotados tendrán no una sino varias oportunidades para poder cambiar la dramática situación a la que el dominio de la burguesía ha llevado al país hermano. 

Uno de los aspectos más interesantes del movimiento que se está produciendo actualmente en Colombia es la tendencia hacia la unidad en la lucha de todos los sectores. Como hemos explicado muchas veces los marxistas, hay una relación dialéctica entre las luchas reivindicativas y la lucha política. La lucha por crear un sindicato, exigir mejores salarios o un contrato colectivo digno puede transformarse muy rápidamente en una lucha contra el gobierno y el estado, más aún en el contexto de un estado y un  gobierno tan represivos como los que hay en Colombia. En otras ocasiones, un conflicto o choque político serio (a veces incluso una disputa táctica y por el reparto del poder entre sectores de la clase dominante) puede abrir una brecha en el seno del régimen burgués y mostrar a las masas obreras y populares un camino a través del cual recuperar la iniciativa y avanzar.  Como ha explicado en muchas ocasiones el marxismo: "Las revoluciones, a menudo empiezan por las copas de los árboles". 

Hace aproximadamente 15 días, un bloque formado por los sindicatos (la CUT) y el principal partido de oposición a Uribe , el Polo Democrático Alternativo (PDA), coalición de centro-izquierda, convocaban en Bogotá una manifestación que fue apoyada masivamente. A pesar de que las consignas utilizadas para lanzar la convocatoria eran bastante abstractas (por la democracia, etc.) a medida que se acercaba el día de la manifestación ésta ,además de una muestra de rechazo al autoritarismo y represión uribistas, se convertía en una gigantesca expresión de apoyo por parte del conjunto de los jóvenes, trabajadores -e incluso de sectores de clase media urbana hartos de las políticas de Uribe- a las luchas ya citadas de los cortadores de caña y los trabajadores del sector judicial.

Estas luchas, como ya hemos dicho, habían empezado a marcar un cambio importante en el ambiente social al superar la brutal represión del estado y todos los intentos de criminalización por parte del mismo y despertar la simpatía de miles de jóvenes y trabajadores en todo el país. Lo mismo ocurrió con la lucha indígena. El éxito de la movilización en Bogotá, combinado con la indignación que suscitó la sangrienta represión contra los indígenas, impulsó el éxito del paro nacional del 23 de Octubre. Esto ha empujado a su vez la lucha a un nivel superior.    

¡Ninguna confianza ni pactos con sector alguno de la burguesía!

Para no desaprovechar la oportunidad histórica que ofrece la actual recuperación de la lucha de clases, y la crisis política y económica en la que se encuentra atrapada la oligarquía, es imprescindible que los dirigentes de la CUT, el PDA, el PCC y el resto de la izquierda colombiana se doten de una política de clase y un programa socialista. Hay que romper con la tradicional política reformista y estalinista de buscar acuerdos con el supuesto sector más progresista (o menos reaccionario) de la burguesía. Estas políticas de colaboración de clases siempre significan lo mismo: la traición a los oprimidos por parte de la burguesía que finalmente, por miedo a la movilización y reivindicaciones de estos, se unifica y aplasta las aspiraciones populares bajo la bota fascista y/o militar.  

Tanto en la CUT como en el PDA crecen las diferencias a izquierda y derecha. Los sectores más a la derecha están planteando un pacto con los sectores burgueses enfrentados en este momento a Uribe: los jueces del Tribunal Supremo, algunos líderes de la clase dominante que han decidido marcar distancias con el Presidente, etc. De imponerse esta táctica el resultado para las masas en Colombia será una nueva tragedia. Hay que aprender de la experiencia de finales de los años 70 y mediados de los 80 cuando, en un contexto de extensión de la lucha revolucionaria de las masas, el planteamiento de buscar una negociación con los sectores supuestamente menos reaccionarios de la clase dominante sólo sirvió para confundir y desarmar (ideológica y físicamente) a la vanguardia. Mientras, el gobierno y la burguesía ganaban tiempo y preparaban las bandas paramilitares fascistas que en connivencia con el propio aparato estatal asesinaron a decenas de miles de activistas obreros, campesinos, indígenas y estudiantiles. 

Las divisiones en el seno de la burguesía colombiana lejos de significar que exista un sector progresista con el que sea posible buscar una alianza exige hoy más que nunca una política de independencia de clase por parte de los sindicatos y la izquierda. La debilidad y división en las filas de la clase dominante debe ser utilizada por la clase obrera para presentar su candidatura a la dirección del país, ofreciendo el único programa que puede sacar a Colombia de la crisis económica, política y social y conquistar al mismo tiempo el fin del conflicto armado.  El que la "minga" indígena haya recogido ,además de sus propias reivindicaciones, las de los trabajadores (en primer lugar los colectivos en lucha como los corteros y los trabajadores del poder judicial pero no sólo) y de todos los colectivos sociales; el que los líderes indígenas hayan llamado a participar en la "minga" a todos los sectores atacados por las políticas neoliberales y represivas; demuestra que existe un enorme potencial para una política revolucionaria de Frente único de las organizaciones obreras, campesinas y populares entorno a un programa de clase. 

¿Qué programa deben defender los dirigentes del PCC, PDA y la CUT?

La izquierda revolucionaria debe proponer la celebración de asambleas obreras y populares, siguiendo el ejemplo de la "minga", en cada barrio, centro de trabajo y estudio; pero incorporando además los métodos tradicionales de la democracia obrera, que son los únicos que pueden garantizar el control de los voceros y delegados y la coordinación y unificación del movimiento a escala nacional: elegibilidad y revocabilidad de todos los voceros, formación de Comités de Acción y extensión de la lucha en cada centro de trabajo, estudio, ciudad, barrio, pueblo o caserío.  

Estos Comités de Lucha deben unificarse a nivel local, departamental y nacional mediante la elección de esos voceros elegibles y revocables. Cada uno de estos comités y asambleas debe recoger las demandas de su sector.

Estas demandas, unificadas, deben ser presentadas al conjunto del pueblo para luchar por todas y cada una de ellas.  Al mismo tiempo es imprescindible explicar que el único modo de conseguir que las tierras de los pueblos originarios y sus derechos no sean aplastados por la apisonadora de la búsqueda capitalista del máximo beneficio (agrocombustibles, entrega de licencias para explotar las riquezas naturales a las multinacionales, etc.) es acabando con el capitalismo. Que el único modo de garantizar los derechos sociales, salarios suficientes y condiciones de trabajo dignas, gastos sociales, educación, salud, vivienda, etc. que están reivindicando los trabajadores y el conjunto de los explotados es llevando a cabo la estatización de la banca y las principales empresas bajo control de los trabajadores para poder planificar democráticamente la economía en función de dar satisfacción a las necesidades sociales.  Que sólo realizando una revolución agraria que expropie las tierras de las grandes haciendas y las ponga en manos de los campesinos y los pueblos indígenas, erradicando el latifundio.

Estas tareas sólo las podrá realizar un gobierno revolucionario de los trabajadores y el pueblo. Al mismo tiempo, sólo llevándolas a cabo hasta el final será posible regenerar social y moralmente el país y acabar con la violencia, la pobreza y la crisis económica y social. La reforma agraria, los derechos y tierras de los pueblos originarios, las reivindicaciones sociales, salariales ,etc. sólo podrán ser defendidos y preservados aplicando un Programa de Transición que partiendo de las necesidades inmediatas que tiene hoy cada sector: jóvenes estudiantes, trabajadores, indígenas, campesinos explique al conjunto de las masas que estas sólo se podrán satisfacer transformando la sociedad, acabando con el gobierno asesino de Uribe e iniciando la construcción del socialismo. Al mismo tiempo es necesario organizar piquetes de autodefensa obrera y campesina que protejan las manifestaciones y a los dirigentes de la lucha contra la actuación tanto de los paramilitares como del estado, que mientras intenta desactivar la lucha tomando el portafolios de la negociación sigue teniendo bien agarrados el fusil y la motosierra de la represión. 

Si los dirigentes de la CUT, el PDA, el Partido Comunista y el resto de la izquierda defendiesen estas ideas las mismas , en un contexto en el que la incapacidad de la burguesía para hacer frente a la crisis económica y resolver los problemas del país se hará cada vez más evidente, ganarían un apoyo masivo en la sociedad colombiana en poco tiempo. Un programa en estas líneas movilizaría a esos sectores, les daría no sólo discursos o grandes palabras  sino necesidades inmediatas por las que pelear. La propia base social que ha logrado crearse Uribe entre las capas más atrasadas de la población se vería afectada y un sector podría ser arrastrado hacia la izquierda. 

Lecciones de la actual lucha de masas para las FARC y el ELN 

La actual lucha obrera e indígena y sus efectos en toda la sociedad también debe ser un motivo de reflexión para los dirigentes de las FARC y el ELN. Estos deben hacer un balance crítico y dar un giro de 180º a los métodos, táctica y programa defendidos a lo largo de los últimos años. Desde la Corriente Marxista Internacional siempre hemos defendido que el único camino para derrotar la ofensiva contrarrevolucionaria del "establecimiento" y acabar con el Gobierno paramilitar de Uribe es la movilización de masas, en primer lugar de la clase obrera. Esta idea se ha visto ahora confirmada en la práctica.

En unas semanas las luchas de los corteros de caña y trabajadores del sector judicial,  la magnífica movilización indígena en defensa de sus derechos y tierras y el paro nacional del 23 de octubre han conseguido crear más problemas al Gobierno que todas las bombas y secuestros en los últimos años. Esto no significa que los marxistas seamos ingenuos y defendamos que las guerrillas entreguen las armas sin más. La experiencia de la UP y del M-19 evidenció que los llamados de la burguesía colombiana a negociar siempre han sido una trampa. Mientras ganaban tiempo en una negociación en la que no estaban dispuestos a ceder en nada se dedicaban a masacrar  a los dirigentes obreros y populares y a los propios guerrilleros.

Los dirigentes de las FARC y el ELN deberían hacer una declaración renunciando a seguir luchando al margen de las masas,  abandonando métodos que se han revelado contraproducentes y que el estado utiliza en su propio beneficio como los atentados o secuestros, y poniendo sus armas a la orden del movimiento obrero, popular e indígena, supeditándose a las asambleas obreras y populares.  El gobierno intentará utilizar una vez más el conflicto militar para ganar tiempo, desviar la atención de sectores de las masas e intentar impedir que el creciente apoyo social a las luchas obreras e indígenas  pueda contagiarse también a los sectores de la clase media y de las capas más atrasadas políticamente de las masas sobre las que todavía mantiene influencia.

Como decíamos anteriormente, el mismo día en que se celebra una asamblea histórica de más de 40.000 indígenas, jóvenes, trabajadores en Cali, Uribe vuelve a intentar dar un golpe mediático y con la ayuda de todos los voceros impresos y visuales de la oligarquía  intenta desviar el debate nacional de de las reivindicaciones obreras y populares y volver a empantanarlo en el cenagoso terreno, mucho más conveniente para ellos, de los secuestros y la criminalización de la guerrilla. Unos días antes varios artefactos explosivos eran explotados en distintos lugares del país intentando vincular el movimiento de las masas indígenas y las luchas de la clase obrera con la guerrilla.  

Todas esas estratagemas son bien conocidas por los servicios secretos colombianos y estadounidenses y serán utilizadas cada vez con más profusión, especialmente si todos los intentos para frenar y descarrilar la movilización de las masas  mediante el supuesto diálogo fracasan. La burguesía, el gobierno y el aparato del estado colombiano no se quedarán quietos. Un sector parece inclinarse en este momento por intentar desviar al menos por el momento la movilización de masas por el camino de la negociación. A otro le gustaría poder aplastarla cuanto antes pero por ahora no encuentra como hacerlo. Finalmente, y mas en un contexto de crisis económica y social como el que enfrenta el capitalismo mundial, en el que no querrán  ceder a ninguna de las demandas de la clase obrera, los campesinos, indígenas y el resto de la población, intentarán ponerse de acuerdo para derrotar la lucha de las masas. El que logren hacerlo o no dependerá de si los dirigentes del movimiento obrero, las asociaciones campesinas y los colectivos indígenas son capaces (o no) de presentar a las masas un programa que sea capaz de entusiasmarlas, infundirles confianza en sus propias fuerzas y movilizarlas masivamente, preparando todos los aspectos de la lucha, desde la organización de los Comités de Acción y Asambleas que antes planteábamos hasta la formación de piquetes y milicias para proteger las marchas y a los propios activistas y dirigentes de la represión. La izquierda revolucionaria colombiana está ante una oportunidad histórica que no puede desaprovechar.


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