La reacción inicial de los dirigentes del Histradut fue decir que continuaría la huelga hasta que se reuniera la dirección nacional. Por supuesto, cuando se celebró esta reunión Peretz anunció el final de la huelga del sector público y ordenó la vuelta al trabajo de los huelguistas.
Según un veterano asesor legal del Histradut, la orden judicial era una “gran victoria” para los trabajadores. A pesar de todo esto y aunque Yuval Rachlevsky, la persona que representa al ministerio de economía en las conversaciones laborales y salariales, había anunciado que la mayoría de los salarios se pagarían la próxima semana, también añadió que algunos de los pagos dependían de una “nueva negociación”. Así que no es tan victoria como pretende hacer creer Peretz. Esto es precisamente lo que preveía que ocurriría este artículo.
Para empeorar las cosas, el tribunal ha decretado que el pago de los salarios atrasados tendrá que ser “nominal”. Eso significa que no incluirá ningún tipo de compensación por la demora. Los trabajadores que se hayan tenido que endeudar al no recibir sus salarios no recibirán ningún tipo de compensación.
Pero lo más serio es que la orden judicial implica la prohibición de la acción huelguística. La Asociación de Manufactureros y la Cámara de Comercio Israelí, que habían solicitado la intervención judicial, defendían que la huelga relacionada con los pagos atrasados era legítima pero que no ocurría lo mismo con otros sectores que se habían puesto en huelga para solidarizarse con sus compañeros. Este es un ataque directo a un principio básico del movimiento sindical:¡los trabajadores no pueden salir en apoyo de sus compañeros que están en lucha!
Peretz parece haber olvidado que no sólo estaban en juego los salarios atrasados, la huelga también iba dirigida contra los presupuestos para el año 2005 que incluyen recortes y pérdidas de empleos.
El levantamiento de la huelga no eliminará los problemas subyacentes reales a los que se está enfrentando la clase obrera israelí. Los empresarios continuarán atacando y los trabajadores tendrán que movilizarse una y otra vez. Hace falta una verdadera dirección sindical luchadora que pueda representar los verdaderos intereses de la clase obrera.
22/9/04
Cuando escribimos estas líneas se está desarrollando el primer día de huelga del sector público israelí. El Histradut -la federación sindical- convocó al sector público a protestar contra el impago de los salarios -en muchos casos superan el año- a los trabajadores municipales y a los empleados de los consejos religiosos. La huelga también iba dirigida contra los recortes propuestos en el presupuesto del año próximo, que incluye el despido de cientos de trabajadores públicos, reducciones salariales y el aumento de la parte que deben pagar los trabajadores a los fondos de sus pensiones, como se ha obligado ya a los trabajadores del sector privado.
Los últimos informes demuestran que la huelga ha sido un gran éxito. Los trabajadores israelíes han paralizado el país. Incluso la UEFA ha tenido que posponer un partido de fútbol porque el equipo holandés no podía aterrizar debido a la huelga de aeropuertos.
La fuerza de esta huelga refleja la creciente presión que ejercen desde abajo los trabajadores que quieren luchar contra el gobierno de derecha vinculado a la clase capitalista.
Se intentó en el último minuto parar la huelga, el sábado por la noche el primer ministro Ariel Sharon se reunió con el ministro de economía, Bejamin Netanyahu, y con el ministro de interior, Avraham Poraz, y propusieron un acuerdo. Concretamente que pagarían la mitad de los salarios atrasados cuando se plasmara por escrito un “plan de recuperación”, y el resto de los salarios cuando se firmara ese acuerdo. En otras palabras, cuando los trabajadores estuvieran de acuerdo en los despidos y en la reducción de los salarios de los que quedaran, sólo entonces el gobierno pagaría a los trabajadores lo que les adeuda. El Histradut, presionado por los enfurecidos trabajadores, rechazó esta oferta diciendo que no aceptaría otra cosa que no fuera el pago total e inmediato de los salarios atrasados.
La huelga afecta a todos los ministerios, ayuntamientos, empresas públicas y transportes, incluida la aerolínea estatal El Al. Como en anteriores huelgas de trabajadores municipales no recogieron la basura, excepto en veinte ayuntamientos que tienen contratados servicios privados de recolección. Los guardias de tráfico también participaron en la huelga y también los trabajadores de los estacionamientos.
Los ferroviarios también fueron a la huelga. Todas las rutas ferroviarias se han visto afectadas excepto aquellas destinadas al transporte de personal militar. Aunque los servicios de autobuses de las líneas Egged y Dan funcionaron ininterrumpidamente, los puertos sí se vieron afectados, no se cargó ni descargó ningún barco en Haifa, Ashdod y Eilat.
El trabajo parcial continuó en las distintas industrias militares, incluida la Industria Aeronáutica de Israel y la Industria Militar de Israel. La empresa telefónica Bezep tuvo que dejar de hacer reparaciones. Lo mismo ocurrió con la Empresa Eléctrica Israelí. El correo no se repartió y la empresa de agua Mekorot no pudo solucionar los problemas de suministro de agua.
Los hospitales públicos y los que pertenecen a la Organización de Mantenimiento Sanitario Clalit cerraron, sólo se realizaron operaciones y pruebas de laboratorio urgentes. En Clalit no se ha atendido a los pacientes aunque sí acudieron los médicos para atender las guardias.
El gobierno ha intentado desesperadamente deslegitimar la huelga. El ministro de justicia, Yosef Lapid, líder del derechista Shinue, atacó demagógicamente la huelga en una conferencia que pronunció hoy en Jerusalén.
“Amir Peretz [presidente del Histradut] está actuando con la excusa de ‘matar y heredar’... En primer lugar, las agrupaciones locales del Histradut se negaron a firmar los acuerdos de reforma que permitía dar fondos a las autoridades para pagar los salarios atrasados a los trabajadores, después el Histradut lanza una huelga en todo el país porque no se pagan estos fondos”. Esta es la lógica habitual de los empresarios, para ellos los criminales no están en el gobierno -que no paga a los trabajadores-, sino que son aquellos que se niegan a trabajar como esclavos sin que se les pague por su trabajo.
Peretz se reunió ayer con los dirigentes de la Asociación de Manufactureros, que emplea a 400.000 trabajadores y que quería impedir la huelga. Según el presidente de la asociación Oded Tyrah: “Todavía no nos hemos recuperado de las heridas provocadas por la huelga de portuarios... Los clientes nos están abandonando debido a la huelga pasada que duró todo un mes. Otra huelga nos cortaría la rama que todavía nos queda”.
“No tengo intención de pedir disculpar por la huelga”, contestó Peretz, “Israel parece un país del Tercer Mundo no por las huelgas, sino por las condiciones de sus trabajadores, debido a la opresión, al bajo salario mínimo, ninguno de los industriales ha dicho nada sobre los empresarios que pagan menos que el salario mínimo y que ahora no pagan los salarios”.
Son palabras duras, pero las palabras no bastan para luchar contra los capitalistas y su sistema. Para los trabajadores no es fácil ir a la huelga, pero cuando comienzan la lucha es para ganar. Para ganar la huelga hay que sortear muchos peligros. Para empezar debemos entender cuál es nuestra verdadera situación. ¿Por qué el gobierno está atacando todas las conquistas conseguidas en el pasado por los trabajadores?
Los problemas a los que se enfrentan los trabajadores israelíes no se pueden explicar sólo por la situación dentro de Israel y por el estado de la economía israelí. Eso es sólo una parte de la historia. Israel también es parte de una economía mundial que ejerce presión sobre la economía israelí. Los empresarios israelíes se ven obligados a atacar a los trabajadores debido a los cambios que se han producido en el mundo durante los últimos años.
En nuestro documento, donde se analizaba la situación mundial actual, El proceso molecular de la revolución, explicábamos lo siguiente:
“¿Cuál es la principal característica de la situación mundial? Precisamente la ruptura de la vieja estabilidad, la interrupción violenta en todas partes del antiguo equilibrio. En su lugar, en cualquier parte que miremos vemos una inestabilidad colosal y sin precedentes, una volatilidad a todos los niveles. Este es el período más inestable desde 1945. En lugar de boom, pleno empleo y prosperidad, hay crisis, desempleo creciente y reducciones de los niveles de vida, incluso en los países más prósperos. El abismo entre ricos y pobres aumenta constantemente y el poder económico se concentra en cada vez menos manos.
Las antiguas certidumbres han desaparecido, el “sueño americano”, la convicción en que mañana será mejor que hoy, de la misma forma que hoy es mejor que ayer. En los países capitalistas desarrollados la generación actual será la primera desde 1945 que verá cómo sus niveles de vida y condiciones laborales son peores que las de sus padres. Las relaciones entre las clases cada vez son más tensas e inestables. Cuando la verdadera situación se imprima en la conciencia de las masas, entonces tendremos preparado el escenario para explosiones de la lucha de clases en todas partes. Es verdad que la conciencia va por detrás de los acontecimientos, pero puede alcanzarlos con gran éxito. Esa es la esencia de la revolución”.
Esto se aplica más en Israel que en cualquier otra parte del mundo. Israel es una sociedad dividida en clases. Esto puede parecer obvio para todos, pero necesitamos repetirlo porque todavía existe el mito de que Israel es una nación de judíos unidos. Pero lo que realmente tenemos son ricos y pobres, como en EEUU, Europa, etc. Si miramos más de cerca la situación en Israel veremos que los bancos han conseguido este año unos ingentes beneficios, un 137%, mientras que 450.000 personas viven por debajo del umbral de pobreza y el abismo que separa a ricos y pobres aumenta con el paso de los días.
La otra cuestión clave es el empleo. La cifra oficial de paro se sitúa en el 12%, sin embargo, el desempleo es mucho más elevado entre los ciudadanos árabes de Israel y los judíos que viven en las ciudades “en desarrollo”.
La tercera cuestión clave es el reparto del dinero. No es un secreto que mientras los 15.000 trabajadores municipales llevan más de un año sin recibir su salario, el dinero sí ha llegado a las Yeshivas, a extender los asentamientos, a construir el muro de separación y en general a todo aquello destinado a incrementar la opresión sobre los desocupados palestinos, campesinos pobres y los pobres en general.
De la misma forma que el gobierno no puede resolver la cuestión de la “paz”, tampoco puede solucionar los problemas económicos. Es incapaz de crear suficiente empleo. El gobierno ataca a los trabajadores en Israel de la misma forma que ataca a los palestinos oprimidos. Estos ataques crearán más miseria y no pueden resolver ninguno de los problemas.
Sin embargo, esto no es todo. Cualquiera que tenga un conocimiento básico de historia sabe que cuando la lucha de clases está en ascenso, los gobiernos capitalistas intentan desviar la atención de los problemas reales recurriendo a la guerra. Por lo tanto, ¿no es mucha casualidad que de repente oigamos decir que EEUU venderá a Israel 5.000 bombas inteligentes valoradas en 319 millones de dólares?
La financiación procederá de la ayuda militar que concede EEUU a Israel, y las bombas llegarán con nuevas versiones de aerotransportados, unidades de guía, detonadores... Estamos hablando de un armamento sumamente sofisticado. Las bombas serán guiadas por satélite, con un sistema que ya forma parte del arsenal del ejército israelí. Las unidades de guía reciben una señal del satélite que corrigen el rumbo de las bombas hacia el objetivo.
El Pentágono le ha dicho al Congreso que las bombas son para mantener la ventaja cualitativa de Israel y avanzar en los intereses estratégicos y tácticos de EEUU. Entre las bombas, la fuerza aérea conseguirá 500 proyectiles de una tonelada que pueden penetrar en una pared de cemento de dos metros de grosor, 2.500 bombas regulares de una tonelada, 1.000 de media tonelada y 500 de un cuarto de tonelada.
Aquí podemos ver la enorme contradicción que ahora es evidente para todos los trabajadores israelíes. Hay mucho dinero para bombas pero nada para los salarios de los trabajadores.
Para luchar eficazmente contra este gobierno que defiende el sistema capitalista basado en la explotación del trabajo, es necesario no sólo entender la realidad, sino también tener una estrategia para derrotar al gobierno del enemigo de clase.
Durante los últimos años Amir Peretz ha cometido todos los errores posibles al frente de una poderosa organización sindical que cuenta con 700.000 afiliados. Pero el principal error, y que ahora ha repetido, es aislar a los trabajadores en huelga. Una dirección comprometida seriamente con los intereses de los trabajadores habría organizado a los trabajadores del sector público con los del sector privado. Esto podría conseguirse con la organización de una huelga general de 24 o 48 horas de toda la fuerza laboral. Tal dirección organizaría mítines y manifestaciones de masas en lugar de la pasividad mostrada por Peretz que intenta enfriar a la clase obrera.
La huelga tendría que estar organizada con un programa que pueda unir a los trabajadores judíos israelíes con los trabajadores árabes, los trabajadores religiosos con los seculares, los parados con los empleados, los jóvenes que no tienen futuro con los jubilados que no pueden vivir con las miserables pensiones que reciben.
Lo que hace falta es organizar a la clase obrera alrededor de un programa de reivindicaciones inmediatas como: 1) el pago de todos los salarios a los trabajadores municipales; 2) salario mínimo de 1.000 dólares al mes, 3) obras públicas bajo el control democrático de los propios trabajadores, 4) pensiones decentes y 5) cuidado médico adecuado y gratuito.
Al mismo tiempo, este programa debería estar unido a reivindicaciones transicionales que lleven a una conclusión: la necesidad de sustituir el gobierno de los capitalistas por un gobierno de los trabajadores. Este gobierno tendría la tarea de transformar el sistema capitalista en un sistema socialista basado en la nacionalización de los bancos y los principales sectores de la economía, poniéndolos bajo el control y gestión democrática de los trabajadores. Sólo este gobierno podría resolver no sólo los problemas económicos, también la cuestión nacional, basándose en los intereses comunes de todos los trabajadores.
La experiencia pasada de la principal acción huelguística en Israel ha demostrado que existe el peligro de que Peretz finalmente llegue a un acuerdo a espaldas de los trabajadores y lo intente presentar como una gran conquista. Lo ha hecho antes. En primer lugar, pronuncia discursos incendiarios y militantes, da la impresión de que está dispuesto a luchar. Después, baja el tono de sus discursos y llega a un acuerdo para vender a los trabajadores. El gobierno, mientras tanto, ataca violentamente y da una concesión pequeña para que Peretz la presente como una “victoria” de los trabajadores.
En el momento de escribir este artículo representantes del ministerio de economía, interior, autoridades municipales y del Histradut están reunidos en Jerusalén con el director de salarios del Tesoro, Yuval Rachlevsky, en un nuevo intento de poner fin a la huelga general.
Al mismo tiempo, el Tribunal Nacional de Trabajo se está reuniendo para discutir las peticiones de la Asociación de Manufactureros y la Cámara de Comercio Israelí para que ponga fin a la huelga. Ya en el pasado este tribunal ha obligado a regresar al trabajo y Peretz lo ha aceptado, utilizándolo como excusa para esconder su falta de disposición para luchar. Todo esto lo ha hecho a pesar de la oposición de los trabajadores y comités de huelgas.
Si Peretz organiza la lucha seriamente todos lo seguirían, pero si no lo hace -o no quiere- debe ser sustituido. Necesitamos verdaderos dirigentes de la clase obrera al frente de los sindicatos: dirigentes que quieran luchar contra los capitalistas y su gobierno.
Para empezar, la presión debe ir dirigida contra la dirección del Histradut. Esta necesita ser organizada. Necesitamos reivindicaciones correctas, como las que antes he mencionado. Pero también necesitamos un canal para que los trabajadores puedan expresar esta presión. Necesitamos comités de huelga en todos los centros de trabajo, unidos en organismos regionales y nacionales con delegados elegidos democráticamente. Los deseos de los trabajadores se deben expresar a través de esta estructura y los dirigentes del Histradut deben cumplir las decisiones adoptadas por los trabajadores. Todos los delegados pueden ser revocados. De este modo, aquel que no refleje las aspiraciones de los trabajadores puede ser sustituido fácilmente y poner en su lugar a un trabajador más militante y luchador.
La actual huelga general es otra confirmación de que los viejos tiempos se han ido en Israel definitivamente. Mientras la clase dominante israelí libra una guerra contra los palestinos, también lleva a cabo otra guerra en el frente interno contra sus propios trabajadores. La crisis del capitalismo israelí está profundizando el abismo entre las clases. Los trabajadores necesitan -y quieren- luchar. Debemos hacer todo lo posible para que la huelga sea un éxito. Desgraciadamente, tenemos los dirigentes que tenemos. Muchos trabajadores están asqueados de esta dirección. Si firma otro acuerdo corrupto esto no será nada bueno para los trabajadores. Sin embargo, los trabajadores no olvidarán. Aprenderán de la experiencia. Los trabajadores más avanzados comenzarán a pensar cómo pueden conseguir una verdadera dirección sindical representativa.
Pero yendo un poco más allá, es necesario también sacar algunas conclusiones más generales. Mientras los empresarios atacan sin cesar a los trabajadores, ninguno de los principales partidos tiene una verdadera alternativa económica al actual gobierno. Por lo tanto, la única conclusión que podemos sacar es que los trabajadores necesitan su propio partido, un verdadero partido obrero de masas, un partido de la clase obrera. Si este partido no se crea estaremos ante un juego interminable de luchas y traiciones.
Nadie se puede imaginar que esto pueda continuar sin que se produzca un cambio importante dentro de la propia clase obrera. Los trabajadores utilizarán cualquier canal posible para defender sus intereses. Finalmente, llegarán a la conclusión de que necesitan su propio partido socialista. Los marxistas israelíes jugarán su papel en este proceso y ofrecerán a los trabajadores otra perspectiva. Les dirán a los trabajadores la verdad: o sacamos de en medio a los capitalistas israelíes o la vida cada vez será más intolerable. No hay otra salida. La actual huelga es sólo el inicio del proceso.
Jerusalén
21/9/2004