Los resultados de las elecciones presidenciales iraníes han sido otra oportunidad de ver la enorme miopía de la mayoría de los analistas políticos que no aciertan a comprender cómo ha podido ganar el ultraconservador Ahamadineyad. La decisión para loLos resultados de las elecciones presidenciales iraníes han sido otra oportunidad de ver la enorme miopía de la mayoría de los analistas políticos que no aciertan a comprender cómo ha podido ganar el ultraconservador Ahamadineyad. La decisión para los iraníes no era fácil, se trataba de elegir entre dos candidatos que representaban a dos fracciones del mismo sector reaccionario y conservador del régimen integrista iraní. Tampoco los otros candidatos que se presentaron a la primera vuelta suponían un cambio radical de la situación porque sólo podían presentarse aquellos candidatos (en total presentaron su candidatura 1.014) aprobados por el régimen de los mulás, y esos sólo pueden ser los lea-les al régimen. El Consejo Guardián prohibió todas las candidaturas femeninas y eso provocó una manifestación de mujeres en Teherán para protestar por la discriminación y la falta de derechos que sufren las mujeres en Irán.

Y esa es una de las razones de que en la segunda vuelta de las elecciones la participación haya superado apenas el 50 por ciento del electorado. Resulta sorprendente leer en El País que Rafsanyani era el candidato “preferido por la juventud”, si tenemos en cuenta que más del 50 por ciento de la población iraní tiene menos de 25 años y que Rafsanyani sólo ha conseguido el 36 por ciento de los votos. Eso quiere decir que muchos jóvenes no han ido a votar porque ninguno de los dos candidatos representaban sus deseos de cambio y de poner fin al régimen de los mulás.

Si queremos entender lo ocurrido en las elecciones debemos echar una mirada a la situación económica y social del país. Irán es un país potencialmente rico, cuenta con unas enormes reservas de petróleo y gas, es el segundo país productor de la OPEP. Las reformas económicas impulsadas por los “reformistas” sólo han conseguido empeorar las condiciones de vida de las masas iraníes. La tasa de paro oficial es del 11%, aunque la real está en torno al 22%, la inflación es del 14%, cientos de miles de trabajadores llevan meses sin cobrar, lo único que ha evitado una crisis económica profunda han sido los ingresos conseguidos con el petróleo y el gas.

Se ha intentando presentar a Rafsanyani como el mejor candidato y el más abierto a Occidente. Pero la realidad es algo distinta, ya estuvo en el gobierno y fue el impulsor de la política de privatización y liberalización de la economía. Privatizó las exportaciones de pistachos, la producción de cobre, el sector de la construcción... Durante sus años de mandato se convirtió en uno de los hombres más ricos del país y tuvo que hacer frente a acusaciones de corrupción. Además era el candidato del imperialismo estadounidense.

Por su parte, Ahamadineyad, alcalde de Teherán, representa a una de las fracciones más duras del régimen, pero se ha presentado con un programa populista que ha tenido un eco importante entre la población y es lo que ha provocado su triunfo. Una de sus principales reivindicaciones era “petróleo para todos” y contra la privatización del petróleo.

Los resultados electorales no han gustado nada al imperialismo estadounidense, con la elección de Ahamadineyad se desvanecen las esperanzas de poner sus manos en el petróleo iraní porque éste ya ha dicho que su socio comercial será la UE y no EEUU. Para los marxistas lo más importante es entender que estos resultados no van a solucionar ninguno de los problemas a los que se enfrentan las masas iraníes y que la solución sólo pasa por el derrocamiento del régimen reaccionario de los mulás.


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