Día 15 de febrero: más de cien millones de manifestantes en todo el mundo contra la guerra en Iraq. Decir que se trata de un hecho histórico es decir poco. Llevamos poco más de tres años desde el comienzo del movimiento anti globalización y las manifEn marzo de 2002 llegó la magnífica concentración de la CGIL en Roma con tres millones de trabajadores y jóvenes y todos los escépticos y revisionistas del marxismo del mundo tuvieron que admitir el papel de la clase obrera a la hora de transformar una demostración multitudinaria en un acontecimiento de proporciones históricas. Esta manifestación adelantó anticipó en un mes la primera huelga general italiana en muchos años. Más o menos lo mismo observamos aquí en el Estado español.

Los trabajadores

se movilizan

contra la guerra

Ahora sabemos que todo ello no hacía nada más que preparar los acontecimientos del 15-F. No se puede comprender la portada histórica de esta fecha sin hablar de la fuerza de la clase obrera hoy. Las metrópolis de todo el mundo han sido literalmente tomadas por las masas. Pero ¿de qué se componen estas masas? Las capas medias urbanas ya no son ni la sombra de lo que eran durante el crecimiento de la posguerra. La razón es el proceso de proletarización de estas capas, debido a la gran concentración del comercio urbano en grandes superficies y en general al proceso molecular de absorción del pequeño capital por el grande. Por supuesto las capas medias urbanas han participado masivamente en la protesta del 15-F, pero los batallones pesados que han sumado más de cien millones a lo largo y ancho del planeta han sido los asalariados (activos y pensionistas) y la juventud. Sólo así podemos explicar el colapso total de las principales ciudades como Nueva York, Madrid, Barcelona, Roma, París, Berlín, Londres, Seúl, Yakarta, El Cairo, etc. La concentración de la población asalariada en las metrópolis constituye un gran potencial revolucionario. La clase obrera ha demostrado que si quiere puede apoderarse fácilmente de todos los centros importantes de poder de este mundo, en el mismo día, a la misma hora, de forma organizada y contundente.

Trotsky quedó asombrado por una movilización de apenas 200.000 trabajadores en Petrogrado al comienzo de la revolución de 1905. Él mismo empezó a pensar en aquellos días que este potencial de la clase obrera, junto con la toma de las fábricas, los ferrocarriles y los telégrafos, aseguraría un día la victoria de la revolución. Tenía razón: doce años después los bolcheviques tomaron el Palacio de Invierno. En 1905 el Zar Nicolás estaba aterrorizado por la participación obrera de la misma forma en que hoy la burguesía internacional mira con horror al despliegue del ejército de los asalariados contra la guerra imperialista. Los dueños imperialistas de este mundo empiezan a sospechar lo que los marxistas podemos afirmar sin temor de equivocarnos. Que la clase trabajadora tiene fuerza de sobra para impedir esta guerra, porque podría aislar las bases militares de la aviación y marina y cortar los abastecimientos, podría impedir el uso bélico de la infraestructura ferroviaria y de aeropuertos de toda Europa. Podría hacer todo esto y mucho más si sus dirigentes quisieran de verdad luchar contra el imperialismo.

¿Y que ocurrirá en la conciencia obrera mundial el día en que las bombas empiecen a caer sobre todo Iraq? Todos aquellos que participaron en la lucha del 15-F se darán cuenta de que este sistema les ignora completamente. Se sentirán ofendidos y humillados por los presidentes, los ministros, los banqueros, los petroleros y la derecha en general. Así de duro y de sencillo. Verán que la clase social de los poderosos del mundo no es más que una pandilla de asesinos y cómplices de asesinos. Por otra parte la sensación de fuerza que nos trajo el 15-F quedará grabada en la memoria colectiva mundial de los trabajadores durante mucho tiempo. La combinación de estos dos elementos en la conciencia obrera es una potente excavadora con la cual la burguesía puede empezar ya a preparar su tumba.


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