Los objetivos de la guerra
El objetivo de esa masacre es clarísimo: ocupar el país, instaurar una dictadura servil a los intereses imperialistas y hacerse con el control directo de las segundas reservas de petróleo del mundo. Garantizando su presencia directa en Iraq, EEUU refuerza su posición en una zona vital para el imperialismo: Oriente Medio, donde se encuentra tres cuartas partes de las reservas mundiales de petróleo. Con esa brutal demostración de capacidad destructiva el imperialismo norteamericano también cumple su objetivo de reafirmar su superioridad militar a todos los demás países y pueblos del mundo. En un contexto de crisis económica, creciente disputas comerciales entre las diferentes potencias, procesos revolucionarios abiertos en América Latina, el imperialismo estadounidense ha lanzado un mensaje clarísimo: nadie debe interponerse a sus ambiciones.
Todas las palabras de Bush, Blair y Aznar sobre la lucha contra la tiranía, la defensa de la democracia, la lucha contra el terrorismo y la destrucción de armas masivas resuenan como una macabra ironía, ahora que los muertos inocentes en Iraq se podrán empezar a contar por miles.
Para intentar convencer a la población de la necesidad de la guerra los imperialistas y sus secuaces han tenido que mentir y correr un tupido velo sobre su actuación en un pasado no muy lejano. Fue el imperialismo quien financió y armó a Sadam Hussein hasta las cejas cuando apoyó a Iraq en la guerra contra Iran. Fue el imperialismo quien financió a Al Qaeda cuando le interesó derrocar al régimen pro-soviético en Afganistán en los años 80. Hoy día el imperialismo apoya a regímenes que asesinan, torturan y encarcelan a trabajadores y jóvenes que luchan en Paquistán, Turquía, Arabia Saudí e Israel, por citar sólo algunos ejemplos. Todos estos países tienen armas de destrucción masiva, sin necesidad de ninguna inspección. Pero eso no importa, por que son “regímenes amigos”.
De la mano del imperialismo jamás vendrá la justicia social, la democracia y la liberación de los pueblos. Por supuesto que el régimen de Sadam es una dictadura sanguinaria, pero su sustitución por un régimen de auténtica democracia, que ponga al servicio de la población los enormes recursos naturales del país, sólo puede venir de la lucha del pueblo iraquí, en unidad con el conjunto de los pueblos de la zona. Esta lucha sólo puede tener una carácter anti-imperialista y anti-capitalista, en definitiva socialista e internacionalista. Todas las “soluciones” que el imperialismo tiene preparado para el pueblo iraquí desembocarán en más miseria y sufrimiento.
El fracaso de la ONU
Como hemos denunciado los marxistas, ni la ONU, ni la oposición de Alemania y Francia, iban a detener la guerra. La ONU no ha sido creada para repartir justicia entre los pueblos sino para dar un barniz legal a las acciones de los imperialistas. Con el mandato de ese organismo se ha sometido durante 12 años a la población iraquí a un cruel embargo, provocando centenares de miles de muertos por falta de alimentos y de asistencia médica y el fortalecimiento de la dictadura de Sadam Hussein. Ahora que el imperialismo norteamericano no ha conseguido la bendición de la ONU para esta guerra, para Bush se ha convertido en un organismo “irrelevante”. Pero efectivamente, desde hace ya mucho tiempo, la ONU ha sido un organismo “irrelevante” para hacer frente a la masacre del pueblo palestino en manos del ejército israelí.
La oposición de Alemania y Rusia y sobre todo, de Francia, a esta guerra, saca a la superficie el enfrentamiento de intereses entre las diferentes potencias capitalistas. Francia y Rusia tenían otros planes para Iraq y centraban todas sus expectativas en los beneficios que sus multinacionales iban a conseguir tras el esperado fin del embargo. Sin embargo, estas potencias menores se han revelado totalmente impotentes para frenar la guerra. Las recientes declaraciones de Chirac amenazando con participar en la guerra si Sadam utiliza armas químicas revela la ansiedad del imperialismo francés por hacerse con parte del botín, a pesar de la complicada situación que se ha abierto para sus intereses.
En todo caso, la “alternativa” encabezada por Chirac a los planes de EEUU llevaban al mismo desenlace que ahora tenemos ante nuestros ojos. ¿Qué lógica tenía pedir más tiempo a los inspectores sino la de retrasar algo más un desenlace que estaba ya escrito de antemano? El objetivo por el que millones de jóvenes y trabajadores de todo el mundo se han movilizado es el de parar la masacre contra el pueblo iraquí, no el concederles unos meses más de vida, para ver si mientras tanto a Sadam se le ocurre irse del país o entregarlo al imperialismo sin resistencia —ese es el auténtico significado que tiene para EEUU las palabras “desarme total”—. Incluso en esa hipótesis la pesadilla para el pueblo iraquí continuaría, ahora bajo la bota militar del imperialismo americano. Ese no es el futuro de “paz” que queremos los trabajadores.
Por más que estén enfrentados al imperialismo norteamericano los intereses de potencias como Francia y Alemania no son los mismos que el de los trabajadores y jóvenes que luchan contra esta guerra imperialista. El imperialismo francés y alemán no es más “humano”, ni más “democrático” que el de EEUU, simplemente son más débiles y toda su apuesta en la “diplomacia” no es otra cosa que un frustrado intento de suplir su impotencia en el terreno militar.
El fracaso de la ONU y de la oposición encabezada por Francia en parar la guerra confirma lo que hemos venido defendiendo los marxistas: esta guerra sólo se puede parar con un fuerte movimiento de la clase obrera en todo el mundo, basándose en sus propios métodos, programa y perspectivas, de forma totalmente independiente de las maniobras e intereses de la burguesía, por más que en determinados momentos, utilice una máscara pacifista.
La actitud criminal del gobierno de Aznar
Desde que EEUU anunciara sus intenciones de ocupar Iraq el gobierno de Aznar ha jugado el papel de perrito faldero de Bush, repitiendo como un loro los “argumentos” de su amo y acompañándole hasta el final en el desencadenamiento de una masacre calculada con meses de antelación.
Pese al carácter histórico de las manifestaciones del 15 de febrero —en que 7 millones de personas salieron a la calle en el Estado español—, pese a que el rechazo a la guerra volviera a expresarse masivamente el 15 de marzo, pese a que el 90% de la población esté en contra de la intervención militar en Iraq, en definitiva, pese al clamor generalizado contra la implicación del Estado español en esta guerra, Aznar no ha variado un milímetro sus planes. Sin embargo, más que nunca ha quedado en evidencia su total aislamiento social y su debilidad.
La implicación de Aznar en la guerra ha sido la gota que ha colmado la paciencia de la mayoría de la sociedad con su política. De hecho, en la política exterior, el gobierno del PP ha mostrado la misma cara que en su política interna: sumisión a los poderosos y mano dura contra los débiles. Empeoramiento brutal de las condiciones de trabajo, privatización de la educación y la sanidad, política de impuestos favorable a los que más tienen, recorte de los derechos democráticos: ésta ha sido la política del PP para los trabajadores y jóvenes a los que ahora pretende “proteger” del “terrorismo internacional”. Jamás podemos esperar que un gobierno que ha atacado a los trabajadores y jóvenes en su propio país se convierta en el libertador de los pueblos en el plano internacional. Jamás podemos esperar que un gobierno responsable de la masacre que se está cometiendo contra todo un pueblo sea, aquí, el abanderado de los derechos sociales y de la democracia.
El fracaso de la política reaccionaria de Aznar, antes que en la tremenda oposición a la guerra, ya quedó patente en la huelga general del 20-J contra el decretazo, en las impresionantes movilizaciones contra su incompetencia en todo lo que ha significado el hundimiento del Prestige en las costas gallegas, en las masivas movilizaciones estudiantiles contra la LOU y la llamada Ley de Calidad y un largo etcétera.
La única respuesta que el gobierno ha dado a esta creciente contestación social ha sido la mentira, la represión y la criminalización de todas las organizaciones y movimientos que se oponen a su política. Así, la derecha más recalcitrante, que es la que está en el gobierno, y sus medios de comunicación afines, han intentado vincular a la Plataforma Nunca Máis, al Sindicato de Estudiantes, a los movimientos anti-globalización al “terrorismo”. Incluso se ha intentado hacer la misma jugada con los actores que se opusieron a la guerra en la ceremonia de los Goya, recriminándoles que no ponían suficiente énfasis en su oposición a los atentados de ETA. Poco le falta al PP para acusar a Zapatero y a Llamazares de terroristas, aunque ya ha dado el primer paso situándoles como “aliados” de Sadam Hussein. Ahora se ve con total claridad como la cuestión del terrorismo se ha utilizado para tapar la oposición social a su política. Por supuesto que los trabajadores estamos contra el terrorismo, pero por motivos totalmente distintos a los del PP, que con la excusa de la lucha contra el terrorismo está llevando una intensa campaña contra los derechos democráticos. La derecha utiliza el problema del terrorismo, del que es parte, para sus propios intereses. ¿Acaso la devastación de todo un país, acaso el reguero de muerte que el imperialismo va a sembrar en Iraq, no va a provocar más terrorismo? ¿Acaso en sí mismo, el bombardeo masivo de una población inocente no es también un acto de terrorismo de Estado a gran escala?
A más aislamiento social, a más evidencia de su debilidad, el gobierno y la derecha está actuando con más autoritarismo hacia la juventud y los trabajadores. No contentos con prohibir manifestaciones, como ocurre en Madrid con los trabajadores de Síntel, o como ocurrió con la marcha a Madrid contra la ley de Calidad, siguen profundizando en la línea de cercenar los derechos democráticos de la juventud y de los trabajadores. En Madrid, el ayuntamiento del PP está tramitando una normativa que impone a los convocantes de manifestaciones a depositar previamente una fianza para “cubrir los desperfectos” causados por las mismas. En Galicia, la Xunta de Fraga, ha prohibido expresamente la colocación de carteles de Nunca Mais o contra la guerra en los centros de estudio. En Euskadi están criminalizando a todo lo que suene a vasco, llevando la represión a unos niveles brutales con la prohibición de EH y el cierre del único periódico en euskara, Egunkaria. Sería un error gravísimo no ver esta ofensiva contra los derechos democráticos por parte del PP como parte de una campaña general contra los derechos del conjunto de los trabajadores, no ver que la actitud represiva del PP, lejos de solucionar el problema del terrorismo va a agravarlo aún más. Igual que Bush ha pretendido que la población de EEUU y mundial caiga en la trampa del “o estás a favor de la guerra o estás con el terrorismo”, Aznar lleva años intentando lo mismo con el “o estás con la represión del Estado o estás con el terrorismo”. Los trabajadores no estamos ni con la guerra, ni con la represión, ni con el terrorismo, problemas que están profundamente ligados al sistema capitalista.
Por eso, hay que entender la guerra imperialista contra el pueblo iraquí, como parte de una guerra más amplia que la derecha del PP y la burguesía internacional está lanzando contra los trabajadores de todo el mundo. En un contexto de crisis económica la burguesía sabe de la necesidad cada vez más apremiante de amordazar a los trabajadores y sus organizaciones.
Con la justificación de la guerra contra el “terrorismo internacional” que en todo caso ellos mismo han contribuido a alimentar cuando no financiar y organizar directamente, se están cercenando derechos democráticos en todo el mundo, incluido en los EEUU, cuya población está siendo objeto de una acción cada vez más indiscriminada por parte del aparato del Estado, con detenciones masivas, prohibición de manifestaciones, recortes a la libertad de expresión, control de internet, etc.
Además, esta guerra no va a salir gratis. Los gastos militares se están incrementando paralelamente a la dinámica belicista que el imperialismo está imponiendo en todo el mundo. Aznar, cínicamente, ha dicho que los 900 soldados, los aviones y barcos que va a enviar al Golfo Pérsico, son para “labores humanitarias” y no “ofensivas”. ¿A quien quieren engañar a estas alturas?
Todas las bases militares norteamericanas en el Estado español están a pleno funcionamiento. Como en la guerra de 1991 el Estado español jugará el papel de ser un enorme portaaviones para masacrar al pueblo iraquí.
¿Quién va a pagar la factura de la guerra? No nos cabe ninguna duda. Si no lo impedimos con la lucha, seremos los trabajadores y sus familias. Esta guerra destapa claramente el cinismo de la burguesía y de la derecha, esos que acusan a los parados y a los jornaleros de derrochar dinero público cuando con el dinero que el Estado destinado a gastos militares un solo día se podrían construir 9 institutos públicos, por no hablar del dinero que el Estado ahorra a las empresas en impuestos, el dinero con el que subvenciona a los terratenientes en Andalucía, a los empresarios de la enseñanza privada y un largo, etc.
La lucha contra la guerra tiene que continuar
El estallido de la guerra pone sobre la mesa la urgencia de adoptar medidas más contundentes contra la implicación del Estado español en esta guerra criminal. Las manifestaciones han dejado clarísimo que el ambiente social es favorable a la lucha. Ahora es necesario dar más pasos.
Es necesario que los dirigentes de UGT, CCOO y demás sindicatos de clase, con la participación activa de los dirigentes del PSOE, de IU y de todas las organizaciones políticas de la izquierda, convoquen ya una huelga general de 24 horas contra la guerra. El paro de 15 minutos del viernes día 14 de marzo, ha sido un paso adelante en la línea de poner claramente el sello de la clase trabajadora y sus métodos, en la lucha contra la guerra. Ha sido un éxito, pero un paso claramente insuficiente para detener la implicación en la guerra del gobierno.
La convocatoria de una huelga general imprimiría un ambiente de lucha mucho más fuerte a toda la sociedad. La paralización de la producción sometería al gobierno, muy debilitado, a una presión brutal. Además de la exigencia de ni un euro, ni una bala y ni un soldado para esta guerra, la huelga general debería estar ligada a la defensa de reivindicaciones fundamentales como la lucha contra la precariedad laboral, la defensa del pleno empleo, de un salario mínimo digno, de un plan de inversión público en la sanidad y en la educación, la defensa contundente de los derechos democráticos como la libertad de expresión, de asociación y de manifestación, aspectos que están siendo claramente cuestionados por el gobierno del Aznar.
Paralelamente a la convocatoria de la huelga, los sindicatos y los partidos de izquierdas deberían impulsar seriamente la formación de comités contra la guerra en todos los centros de trabajo y de estudio, como ya está impulsando el Sindicato de Estudiantes.
Estos Comités darían un carácter más organizado a la lucha, ampliando la participación en la lucha contra la guerra y jugarían el papel de contrarrestar la propaganda demagógica del gobierno y de los medios de comunicación burgueses que, en un contexto de guerra, van a mentir más que nunca.
No hay ninguna duda que con la guerra el gobierno arreciará su política de represión y manipulación y hay que combatir su política en cada centro de trabajo, en cada centro de estudio, en cada barrio y en cada ciudad.
Sería muy importante generalizar los comités contra la manipulación informativa, tal como las secciones sindicales del CCOO y UGT han creado en Televisión Española. Habría que dar este paso en todos los medios de comunicación públicos y privados. Si las organizaciones obreras lanzan esta propuesta seriamente es seguro que muchos periodistas, indignados por la manipulación informativa, se animarían a participar.
También hay que lanzar una campaña en el mismo Ejército. Como han expresado algunos militares en un comunicado, también existe oposición a la guerra en el seno de las Fuerzas Armadas. Es una excelente oportunidad para plantear la necesidad de que la democracia entre en los cuarteles, defender el derecho a la organización de los soldados, a su sindicación y a la elección de comités, así como a la total libertad de expresión. Como esta guerra pone en evidencia, el ejército no es ningún ente neutral, sino un instrumento al servicio de los poderosos. La lucha por los derechos democráticos en el ejército sólo puede favorecer los intereses de los trabajadores, de los jóvenes y de los propios soldados, que podrían ser utilizados como carne de cañón en una guerra que sólo interesa a una minoría de multimillonarios.
La convocatoria de una huelga general, el lanzamiento de los comités contra la guerra, debería contar también con un eje fundamental: la dimisión del gobierno del PP y la convocatoria de elecciones anticipadas.
La implicación del gobierno PP en esta guerra es el colofón de una política de ataques a los derechos de los trabajadores y de la juventud, que han demostrado sobradamente su disposición a la lucha. Es el momento de pasar a la ofensiva y luchar abiertamente por un gobierno de izquierdas con un programa auténticamente socialista cuyas primeras medidas deberían ser la paralización inmediata de la implicación del Estado español en la guerra; la derogación de todas las medidas reaccionarias del PP en el terreno social como la ley de calidad, la ley de Universidad, las sucesivas reformas laborales, las medidas privatizadoras de la sanidad, la renacionalización, bajo control obrero y sin indemnización, de todas las empresas privatizadas; la derogación de todas las leyes que coartan los derechos democráticos y de carácter represivo como la ley de Partidos, las reformas del código penal, etc. Si los dirigentes del PSOE y de IU reivindicasen la dimisión del gobierno unido a un gobierno de izquierdas con un programa así, en el que además se debería incluir otras medidas urgentes como un plan de construcción de viviendas públicas de calidad y accesibles para la juventud, la reducción de la jornada laboral a 35 horas, un SMI de 720 euros, un subsidio de desempleo digno para todos los parados, etc... millones de trabajadores se vincularían a la lucha y a la organización, convirtiéndose en la puntilla necesaria para la caída de este gobierno reaccionario y criminal.
La lucha por el socialismo
Todas estas medidas deben estar ligadas a la perspectiva de la lucha por la transformación socialista de la sociedad. No basta con parar esta guerra, no basta con derrotar a este gobierno. Mientras exista capitalismo seguirá habiendo guerras, injusticia y opresión. Muchos dirigentes de las organizaciones obrera nos acusan a los marxistas de “falta de realismo”, apelan a la necesidad de ser “prácticos”. Nosotros contestamos que no hay nada más utópico y poco realista que pensar que bajo el capitalismo, que implica saqueo a los países pobres, militarismo, ataques a las conquistas sociales y democráticas, guerra y crisis, pueda haber un “orden internacional” justo y democrático. Nada más utópico que tratar de convencer al puñado de multinacionales que dominan la economía mundial de que dejen de aspirar a más beneficios, a nuevos mercados, que dejen de utilizar a sus propios ejércitos nacionales para hacer valer sus intereses, que dejen de enfrentar a los pueblos para sus propios fines, que dejen de usar sus propios medios de comunicación para esparcir el odio y la mentira. Eso sí es una utopía.
Sea cual sea el desarrollo y el final de esta guerra, mientras exista capitalismo, sólo será el preludio de más guerras, más inestabilidad y más miseria para todos los pueblos. La única forma de parar las guerras imperialistas es con la guerra de clases, es con la lucha por una sociedad basada en la planificación racional y democrática de todos los medios de producción, en el Estado español y en el mundo entero. Con un sistema socialista de economía planificada y democracia obrera, la miseria y la opresión de los pueblos pasaría inmediatamente a ser un pesadilla del pasado.
A la clase obrera en lucha y con un programa socialista revolucionario, no habrá fuerza sobre la tierra que la pueda detener. Esa es la lucha de los marxistas internacionalistas de El Militante en el Estado español. ¡Organízate con nosotros contra la guerra imperialista y para luchar por el socialismo!
20.03.03