La población palestina, castigada por el bloqueo criminal del Gobierno sionista y de la cúpula militar en el poder en Egipto; hacinada y malviviendo en condiciones de insalubridad en sus localidades cuando no arrojada al horror de los campos de refugiados, y sometida al cerco de la miseria (se calcula que el 80% de los habitantes de Gaza son pobres), es de nuevo condenada al terror y la muerte.
El Tsahal (Ejército israelí) ha anunciado el bombardeo de 1.100 objetivos. Sin embargo, hasta ahora ha sido incapaz de confirmar la muerte o detención de ningún dirigente de Hamás o la Yihad Islámica, que se supone son la diana de esta operación militar. Realmente la intención sionista es, como tantas otras veces, solucionar el problema palestino (es decir, la resistencia a la ocupación de Gaza y Cisjordania y la lucha de su pueblo por la autodeterminación y la libertad con justicia social), aterrorizando por enésima vez a la población. Los bombardeos se ceban sobre viviendas y cualquier tipo de instalación civil, sin perdonar hospitales, colegios o guarderías.
A las cuatro y media de la madrugada del sábado 12 un cohete de advertencia voló sobre la residencia de discapacitados de Beit Lahia. Los que pudieron escapar del edificio en cinco minutos fueron afortunados. Dos discapacitadas, incapaces de moverse, no lo fueron y murieron tras la explosión de un misil. Hubo también cinco heridos. ¿Posible motivo? Que en el piso de arriba vivía hasta hace un mes alguien que podría ser militante de la Yihad. Nueve jóvenes murieron en un chiringuito de playa mientras veían la semifinal de fútbol Holanda-Argentina. Otros 16 civiles murieron en una mezquita. En los primeros cuatro días fueron 500.000 kilos de bombas los que llovieron del cielo. Ésta es la paz que busca el régimen sionista.
El Tsahal está usando con profusión drones. Sus proyectiles son casi al cien por cien letales hasta los 10 o 15 metros de donde estalla, provocando un dolor horroroso. Ni en las casas ni en la calle, no hay ningún refugio seguro. Los 28 colegios utilizados como centros de refugiados por la UNRWA están ya rebosantes, debido a la huida desesperada de 17.000 palestinos de la zona norte de Gaza. El sábado 12 fueron conminados por los militares israelíes a abandonar sus casas, en lo que parece la antesala del inminente inicio de una invasión terrestre. Sin embargo, como han demostrado experiencias anteriores, ningún refugio, ni siquiera de la ONU, son lugares a salvo de las bombas… Mientras, el director del centro de refugiados de la escuela Rimal reconoce que “no hay ni comida ni instalaciones para tanta gente”.
Las víctimas de las bombas no son las únicas. El bloqueo de la economía gacetí se estrecha, la actividad productiva se paraliza, el comercio exterior se dificulta y el mercado negro hace prohibitivos productos de primera necesidad… El doctor Nasser Tatar, del hospital de Al Shifa, denuncia la escasez de anestesia, antibióticos; las necesidades de suministros se cuadruplicaron cuando comenzaron los bombardeos, pero si se inicia la invasión por tierra… “habrá que quedarse mirando cómo mueren los heridos”, dice con impotencia.
No hay salida bajo el dominio del capitalismo y el imperialismo
Toda esta barbarie nos recuerda dramáticamente, una vez más, que la cuestión palestina no puede ser resuelta por el capitalismo, que el imperialismo sólo puede producir guerras, destrucción, combinadas con etapas de cese de hostilidades caracterizadas por el mantenimiento de una violencia extrema, tanto económica como física contra el pueblo palestino.
La razón de ser del Estado israelí es la dominación imperialista de la zona y el militarismo. De esta forma la clase dominante sionista pretende mantener unida a la población israelí en beneficio de aquella. Las maniobras del imperialismo estadounidense para mantener su dominación en Oriente Medio, lo que incluye un acercamiento hacia Irán en la cuestión iraquí, o la creación de un Gobierno de unidad palestino entre Al Fatah, Hamás y otras fuerzas, son percibidos como una amenaza para los intereses sionistas. Obviamente no hay una escisión entre EEUU y el régimen sionista de Israel, de hecho Obama y la Casa Blanca siguen siendo sus principales valedores, pero el gobierno de Tel-Aviv tiene su propia agenda. La política de provocaciones constantes del Gobierno israelí (dominado por la derecha del Likud y la extrema derecha), especialmente con respecto a la construcción masiva de viviendas para colonos judíos en Cisjordania, y la ruptura de la mesa de negociaciones con Al Fatah, hacía presagiar una salida militar con el fin de reforzar su posición y desviar la atención de los graves problemas domésticos que atraviesa la sociedad israelí. El asesinato de tres chicos judíos, y la posterior oleada de misiles desde Gaza, no son más que excusas.
El asesinato de tres jóvenes israelíes, el pretexto
El secuestro y posterior muerte de tres jóvenes autoestopistas israelíes ha sido utilizado por los medios de comunicación y el Gobierno sionista para estimular un ambiente social que justificara todas sus acciones posteriores, a pesar del hecho de que no están claros los autores y de que Hamás ha negado serlo. Esto en sí mismo demuestra que este crimen sectario beneficia objetivamente al sionismo, y no al pueblo palestino. Por otra parte, hay que destacar la demagogia sionista, que esconde convenientemente cómo casi cada semana algún joven, algún campesino palestino, era asesinado impunemente por balas del Ejército israelí en algún punto de los territorios palestinos…
Inmediatamente después del asesinato de los tres judíos, el Ejército realizó una intensa operación, casa por casa, en Hebrón y otras localidades cisjordanas. Fueron arrestados 500 palestinos, entre ellos cargos públicos como el presidente del Parlamento, se allanaron casas, universidades, y 13 palestinos fueron asesinados por el Tsahal. Era una clara provocación pública, que no pretendía encontrar a los responsables del secuestro de los tres jóvenes, sino, según reconoció la cúpula militar, “debilitar a Hamás lo más posible” y provocar su reacción para justificar el actual bombardeo de Gaza.
Mientras tanto, el Gobierno fomentaba el odio antiárabe, presentando a toda Palestina como culpable y, por tanto, justificando sus acciones posteriores. Cuadrillas de racistas se dedicaban a perseguir palestinos en Jerusalén y Tel Aviv. Es este clima social estimulado desde arriba lo que animó a un grupo de fascistas (después de acudir a una manifestación contra los árabes) a secuestrar a un adolescente palestino, elegido al azar. Mohamed Abu Khdeir fue asesinado de una forma especialmente salvaje; fue obligado a beber gasolina y quemado vivo. Previamente estos individuos habían intentado, sin éxito, raptar a un niño con el mismo objetivo. Si bien han sido detenidos tres de los seis participantes en este horrendo crimen, las investigaciones policiales son extremadamente lentas. Este atroz crimen ha provocado una explosión juvenil en el barrio palestino de Jerusalén donde vivía, a pesar de la represión policial.
La alternativa de un programa internacionalista
Frente a los crímenes del sionismo y del imperialismo sí hay una alternativa: la del socialismo internacionalista, la de unir la lucha por la autodeterminación del pueblo palestino y su derecho a disponer de un futuro digno, al combate contra la oligarquía sionista, el imperialismo estadounidense y las burguesías árabes que se postran ante él.
Lamentablemente, la dirección de Al Fatal siempre busca, de una u otra forma, entrar en negociaciones con el imperialismo estadounidense y el propio régimen sionista para alcanzar un acuerdo que garantice la independencia del Estado palestino. Pero la configuración actual de Israel, con un aparato del Estado en las manos firmes del militarismo más reaccionario, con una oligarquía que saca pingües beneficios de la división territorial impuesta a los palestinos, y con una potencia occidental detrás que, como se ha visto en Egipto, en Siria o en Iraq, ve más amenazada que nunca su supremacía en la zona, la política de los dirigentes palestinos que quieren resolver el problema de su pueblo respetando los marcos y las reglas del juego impuestas por EEUU e Israel están condenadas al fracaso.
Tampoco los dirigentes integristas de Hamás tienen una alternativa consecuente, como han demostrado tras años de Gobierno en Gaza. Los 700 cohetes lanzados en seis días, no suponen ninguna amenaza para el ejército y el régimen sionista. Por supuesto, el pueblo palestino tiene todo el derecho a la autodefensa armada. Pero la lucha armada contra un enemigo poderoso, en la que participen las masas, sólo tiene un efecto si está subordinada a una política revolucionaria, en este caso, a una política que pretenda acabar con el capitalismo y la opresión imperialista, uniendo, para lograrlo, a los oprimidos de Gaza y Cisjordania —al pueblo palestino— con los trabajadores y la juventud de Israel que también son víctimas de la política de su propio gobierno.
El problema de estos misiles, que afectan de forma indiscriminada a toda la población israelí (incluyendo árabes israelíes e inmigrantes), es que, si no tienen éxito, son totalmente inútiles, pero, si lo tienen, son contraproducentes. Herir o matar a población civil no debilita al Gobierno sionista, al que poco importa realmente el bienestar de su pueblo; al contrario, ayudan a mantener el ambiente de unidad nacional, la psicosis de ataque a todo el pueblo judío.
Todo lo que sirva para unir a Gobierno, burguesía, militares, por un lado, y trabajadores, por otro, va en contra de la causa de la liberación palestina. La única forma de conseguir los justos derechos nacionales palestinos es resquebrajando la sociedad judía, aislando a los militaristas, burgueses y ultraderechistas. La movilización contra la barbarie sionista, armada con un programa revolucionario, socialista, internacionalista, es la única posibilidad.