¡Movilización masiva de los trabajadores para construir el auténtico socialismo y acabar con la burocracia corrupta!

La situación en Venezuela ha alcanzado un punto crítico durante las últimas horas. El nuevo líder de la derecha y extrema derecha venezolana, Juan Guaidó (elegido recientemente presidente de la Asamblea nacional contrarrevolucionaria) se ha autoproclamado presidente y llamado a sus partidarios a tomar las calles hasta forzar la caída del gobierno de Nicolás Maduro. Inmediatamente, los gobiernos más reaccionarios de América Latina y del mundo, con el ultraderechista Jair Bolsonaro (Brasil) y Donald Trump (EEUU) al frente, han reconocido a Guaidó como “único presidente legítimo” de Venezuela.

Un golpe de Estado planificado por el imperialismo y la derecha venezolana e internacional

Blandiendo todo tipo de amenazas, el Secretario de Estado (y ex director de la CIA), Mike Pompeo, ha exigido al gobierno Maduro su renuncia inmediata. “Tenemos todas las opciones sobre la mesa” ha dicho Trump. La líder ultraderechista venezolana. María Corina Machado, también anunciaba en televisión que “estamos muy cerca del momento por el que luchamos desde hace años” y conminaba a Maduro a dimitir “si quiere salvar su vida”. Gobiernos latinoamericanos que destacan por sus políticas reaccionarias y antisociales y su servilismo ante Washington apoyan de manera entusiasta al golpe mientras claman cínicamente “por la democracia”. Sólo hay que ver quienes encabezan esta “Santa Alianza” para comprender lo que está en juego: el colombiano Duque (vinculado al narcoparamilitarismo uribista), el ecuatoriano Moreno (Judas de la izquierda ecuatoriana) Macri (responsable de los recortes salvajes que tienen en pie de guerra al pueblo argentino) o el hondureño Juan Orlando Hernández (organizador de un fraude electoral con el apoyo de la Casa Blanca el año pasado y responsable de la represión y asesinato de decenas de manifestantes). Y por supuesto, aplaudiendo entusiasmados desde el otro lado del Atlántico, la derecha y extrema derecha europea, con Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Cs) y los fascistas de Vox al frente.

Guaidó y la derecha venezolana pretenden aprovechar la desesperación e indignación que siente el pueblo venezolano ante el colapso económico y social que sufre el país (el PIB y los niveles de vida han caído un 50% en los últimos cuatro años) y el agravamiento de esta situación por las subidas de precios de hasta un 1000% que se han sucedido desde el inicio de este año.

Mientras escribimos estas líneas, decenas de miles de personas en distintos puntos de Venezuela han respondido al llamamiento de Guaidó de no abandonar las calles hasta que Maduro dimita o los militares le depongan, copiando el guión del golpe de abril de 2002. Por otra parte, partidarios del gobierno que se habían concentrado en la Plaza O'Leary de Caracas y otros puntos céntricos de las grandes ciudades han sido llamados por Diosdado Cabello, dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a desplazarse hasta el Palacio de Miraflores, como también ocurrió en 2002, y mantenerse en vigilia para defenderlo de un posible asalto opositor.

Los pactos del gobierno con los capitalistas abren el camino a la reacción

La principal diferencia de este golpe con el perpetrado contra Chávez en 2002 es que la parásita, corrupta y reaccionaria derecha venezolana está consiguiendo movilizar no sólo a jóvenes universitarios, profesionales y pequeños propietarios pertenecientes a las capas medias, como ya ocurrió durante la violenta guarimba que causó más de 100 muertos entre marzo y julio de 2017. En esta ocasión, sectores significativos de la juventud, desempleados, e incluso trabajadores desesperados por las brutales subidas de precios, están marchando desde barrios populares convocados por la derecha y la extrema derecha.

Desde agosto de 2018, cuando el gobierno de Maduro aplicó el llamado Plan de Reactivación Económica y devaluó el bolívar estableciendo una nueva moneda, el Bolívar Soberano (60 BS igual a 1 dólar)), la hiperinflación —que ya estaba descontrolada— ha adquirido niveles exorbitantes. Antes de iniciarse esta última crisis, el dólar se pagaba a 3.000 bolívares soberanos y hay analistas que pronostican una inflación de seis o siete dígitos para este año.

Una simple consulta en una clínica privada, algo a lo que no sólo las capas medias también muchos trabajadores se ven obligados ante el colapso de la sanidad pública, ha pasado en pocos días de 2.000 a 15.000 BS. La empresa estatal Movilnet ha subido sus tarifas más económicas de 169 a 1.300 Bs. Mientras acepta estas subidas, o incluso las aplica en servicios y productos que dependen de empresas públicas, el gobierno responde, triunfalista, con una nueva subida salarial del 400% (de 4.500 BS a 18.000 Bs mensuales). Pero eso apenas representa 6 dólares, completamente insuficiente para enfrentar el alza de los precios en los productos básicos.

Las promesas de incrementos salariales que la hiperinflación se come antes de ser aplicadas, el tono triunfalista e incluso despectivo de los dirigentes y la burocracia del PSUV contra quienes protestan, el recurso a la represión contra muchos trabajadores que han protagonizado huelgas defensivas en los últimos meses, y la evidencia de que la mayoría de estos burócratas que se visten con la franela roja viven con todo tipo de privilegios y condiciones materiales similares a la de la burguesía, extiende aún más la rabia. Sobre esta base objetiva, la derecha ha recuperado la iniciativa para lanzar este nuevo asalto al poder.

Pero el golpe de la reacción no resolverá los problemas del pueblo trabajador ¡Todo lo contrario! El objetivo de los imperialistas que mueven los hilos tras Guaidó es forzar una intervención de alta oficialidad militar o al menos de un sector significativo de ella que derroque a Maduro y dé a la derecha el poder. Durante años, Maduro ha intentado mantenerse en el gobierno dando cada vez más concesiones, poder económico y peso en el gobierno a la cúpula militar. Esto ha contribuido a incrementar la corrupción y el malestar entre los trabajadores y el pueblo pero no servirá para garantizar la lealtad de la Fuerza Armada nacional Bolivariana (FANB)

Durante su anterior ofensiva para tomar el poder en 2017, la derecha venezolana ya consiguió abrir una brecha en el aparato estatal con el apoyo de la Fiscal general Luisa Ortega Díaz y la dimisión de algún cargo militar. Pero entonces, un factor clave para que la cúpula militar no apoyase la estrategia opositora fue que la derecha no consiguió que sus movilizaciones, que en algún momento también fueron muy masivas, pasasen de las urbanizaciones de clase media a los barrios obreros y populares. Además, las acciones terroristas de las bandas fascistas terminaron de convencer a centenares de miles de trabajadores, muy descontentos con las políticas del gobierno, de dar una última oportunidad al PSUV y su Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Pero la situación ha sufrido una transformación cualitativa.

La burocracia del PSUV no defiende el socialismo

Los medios de comunicación de la burguesía y la reacción mundial presentan los acontecimientos en Venezuela como el fracaso del socialismo. En la propia Venezuela, con la ayuda inestimable de los dirigentes burocráticos del PSUV —que califican este desastre y su política de pactos con los empresarios de “transición al socialismo”—, la derecha utiliza el colapso económico para sembrar confusión entre las masas, minar su moral y desprestigiar ideas como socialismo, control obrero y en general todo lo que huela a izquierda o revolución.

En realidad, el programa aplicado por Maduro y los dirigentes del PSUV están a años luz del socialismo y de lo que esperaban millones de personas en 2013, cuando votaron para que se mantuvieran los planes sociales y reformas llevadas a cabo por Chávez intentando responder a las aspiraciones de la clase obrera y los sectores más oprimidos del pueblo.

Desde entonces, Maduro y sus colaboradores, inspirados también por el gobierno chino y toda una legión de “compañeros de viaje” estalinistas, han intentado convencer a la burguesía venezolana e internacional de que podían gestionar la peor crisis de la historia del capitalismo venezolano con menos contestación social que la derecha. Durante los últimos meses han aprobado recortes sociales y salariales muy duros, y despidos de miles de trabajadores de empresas públicas intentando encubrirlos con una “mística revolucionaria” impotente y fraudulenta. Con ello, sólo han logrado erosionar en tiempo récord el apoyo social masivo que llegó a tener el PSUV. Ahora los mismos burgueses y empresarios que se beneficiaron de sus ayudas y firmaron acuerdos con el gobierno maniobran con el imperialismo para recuperar el control directo del poder. Este es el resultado del modelo de “socialismo” burocrático de una casta de funcionarios, militares y políticos desmoralizados y corrompidos, que se ha elevado de las condiciones de vida del pueblo luchando por mantener sus privilegios. Sus acciones han socavado las conquistas de la revolución bolivariana y permitido a la reacción avanzar.

Organizar comités de acción en cada barrio y cada fábrica. Levantar un frente único de la izquierda para derrotar el golpe y acabar con el capitalismo y la burocracia

Guaidó se viste de cordero, habla de gobierno para todos, reconciliación, pero si este reaccionario de derechas y las fuerzas que le apoyan llegan al gobierno, el resultado será una pesadilla para millones de trabajadores y campesinos, que precisamente padecen con más dureza la crisis social y económica. Su agenda política y económica sólo se puede aplicar con despidos aún más masivos, recortando brutalmente los gastos sociales y reprimiendo a los sindicatos, los movimientos sociales, y a los activistas de la izquierda, a una escala incluso más brutal y sangrienta de lo que hacen en sus países sus patrocinadores Duque, Bolsonaro o Macri.

La primera tarea de la clase trabajadora y el pueblo consciente y combativo de Venezuela es organizar la resistencia contra el golpe. Debemos empezar por denunciar los verdaderos objetivos de Guaidó, la derecha y el imperialismo. Hay que organizar asambleas en cada empresa y lugar de trabajo para debatir cuáles son nuestras necesidades y reivindicaciones y cómo los planes y políticas económicas de la derecha significan un peligro mortal. Es urgente crear comités de acción en defensa de los derechos de los trabajadores y el pueblo en cada centro de trabajo y cada barrio, defendiendo un programa de clase genuinamente socialista, que plantee la expropiación de los grandes monopolios privados y la banca para acabar con la hiperinflación y la corrupción, la abolición de los privilegios de la burocracia y que pugne por traspasar el poder real a manos de la clase obrera y los oprimidos. Hay que organizar movilizaciones masivas y la autodefensa legitima del pueblo frente a la violencia de la derecha.

La experiencia de los últimos años muestra que no hay que tener la más mínima confianza en el gobierno Maduro, la burocracia o la oficialidad del Ejército si queremos impedir la victoria de la reacción. Han sido sus políticas, su burocratismo y su corrupción, los que han abierto el camino a la derecha y al golpe. El único modo de evitar un resultado trágico para la clase obrera y el pueblo de Venezuela es levantando un frente único de la izquierda, completamente independiente de los que han provocado este desastre, que pugne abiertamente la conquista del poder para establecer una administración de los trabajadores y el pueblo, basada en la democracia directa, de todos los asuntos de la vida social y económica, y que lleve adelante un plan económico, mediante la expropiación de los capitalistas y la gestión y la participación democrática de los trabajadores, para crear empleo y recuperar la producción y las conquistas sociales arrebatadas.

No hay tiempo que perder. Hay que emprender la resistencia masiva frente al golpe de la reacción y el imperialismo con la movilización masiva desde abajo, levantando un programa revolucionario socialista e internacionalista. Los pueblos y la clase obrera de todo el mundo, empezando por los de América Latina, tenemos el deber de rechazar el baño de sangre que está preparando la derecha golpista y sus mentores internacionales. ¡Sólo el pueblo salva al pueblo!


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