Abrió la puerta a la irrupción de las masas en la lucha política
La división internacional de trabajo, creada por el imperialismo norteamericano, relegó a Venezuela como un país productor de petróleo. El estallido de la crisis capitalista en los años 70, se trasladó a suelo Venezolano con cierta demora. La quiebra bursátil del 18 de febrero de 1983, fecha conocida como “Viernes negro”, marcó el inicio del declive económico y social de Venezuela. La oligarquía venezolana se plegó totalmente a la presión del imperialismo norteamericano —que buscaba recomponer su tasa de ganancia y remontar la crisis de los años 70— para que Venezuela bajase el precio del petróleo, que cayó de 50 a 8 dólares el barril.
Al igual que ahora vemos en Europa, la crisis fiscal del Estado venezolano —resultado del desplome de los precios petroleros— fue respondida aplicando una cura brutal del FMI. El recorte salvaje de derechos sociales envió a la marginación y la miseria a millones de trabajadores. En aquel entonces el 67,2% de la población venezolana vivía en la pobreza y el 34,1% de la misma se hallaba en pobreza absoluta. Era inevitable un estallido revolucionario. La gota que colmó el vaso de la indignación popular llegó el 27 de febrero de 1989. Un mes después de la elección de Carlos Andrés Pérez, su gobierno, asesorado por el FMI, lleva adelante un ajuste brutal y la economía se desploma en un año más de un 8%.
La explosión social, conocida como el Caracazo, se inicia en Guarenas, pero se extiende rápidamente a la capital y al resto del país. Sin ninguna organización ni dirección revolucionaria que encauzase y orientase el estallido, éste acaba transformándose en una oleada de saqueos. La respuesta del gobierno será criminal: declara el Estado de sitio y saca el ejército a la calle para tomar militarmente los barrios y ahogar en sangre a su propio pueblo. Se estima que la represión dejó más de 3.000 muertos y miles de heridos. Entre el 27 de febrero y el 6 de marzo de 1989, el Ejército y la policía venezolanos usaron unos 4 millones de balas para masacrar al pueblo.
De la represión de la burguesía, parálisis de las direcciones obreras y el levantamiento de los militares revolucionarios
En aquel febrero de 1989 la burguesía venezolana utilizó la represión estatal con tremenda eficacia pero con un coste político enorme. A diferencia de otros países, la oficialidad venezolana se nutre en un porcentaje mayoritario de la clase trabajadora y los campesinos. Los hijos de las capas superiores de la pequeña burguesía, y ya no digamos la juventud burguesa, prefieren los placeres de viajar al extranjero o especular con el ingreso petrolero a la carrera militar, una situación similar a la del ejercito portugués antes de la Revolución de los Claveles en 1974. De esta capa de oficiales de origen popular provenía Chávez.
Pese a la descomposición social, represión y descrédito de la burguesía, la clase obrera se encontraba atenazada por la burocracia corrupta de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), que no era más que un brazo ejecutor de los partidos Acción Democrática (AD) y COPEI. La burguesía controlaba a través de ambos partidos, y sobre todo de AD, el movimiento sindical. Ello no impidió numerosos y duros conflictos obreros en los años 80 y 90 (Sidor, textil, huelga de VIASA, Cantv y otras) pero, sin una dirección con la fuerza, programa y unos métodos de lucha capaces de unificarlos, la burguesía y la mafia corrupta que dirigía la CTV pudieron mantener el control del movimiento sindical. Esto condujo a que la lucha de clases tomara caminos imprevistos. El proletariado (obreros) estaba paralizado por sus direcciones vendidas a los patronos del que no eran más que meros testaferros.
En distintas revoluciones hemos visto como el impacto de la acción contundente de las masas y su disposición a llegar hasta el final para liberarse de sus cadenas puede llegar a paralizar el aparato del Estado por todo un período y un sector del mismo, incluso, se pasa al campo de los revolucionarios. En el caso de la revolución venezolana, el Caracazo no hizo pasar inmediatamente a un sector de la oficialidad a las masas, pero conmovió profundamente su conciencia.
La idea de que nunca más permitirían ser utilizados como asesinos de su propio pueblo, del que muchos de ellos provenían y al que veían sufrir y morir, se abrió paso en la mente de una parte creciente de la oficialidad y la tropa. Estas condiciones generaron el levantamiento militar de 4 de febrero de 1992 encabezado por Chávez. Sobre la base del mismo pudo ganar el prestigio para ponerse al frente del movimiento revolucionario del país.