El resultado del referéndum sobre la reforma constitucional ha agudizado la lucha entre reforma y revolución en el movimiento bolivariano. La burguesía y el imperialismo han lanzado una intensa ofensiva llamando a una supuesta "reconciliación nacional" y a la negociación gobierno-oposición. Su objetivo es apoyarse en la burocracia enquistada dentro del movimiento bolivariano con el fin (a corto plazo) de frenar la revolución, maniatar políticamente a Chávez e intentar aislarle de las bases revolucionarias. A medio y largo plazo, esto -combinado con la continuidad del sabotaje económico (desabastecimiento, huelga de inversiones, etc.)- busca sembrar la desmoralización entre las masas y, en cuanto sea posible, acabar con el proceso revolucionario. Pero las conclusiones de las bases revolucionarias van en un sentido diametralmente opuesto.

El resultado del referéndum sobre la reforma constitucional ha agudizado la lucha entre reforma y revolución en el movimiento bolivariano. La burguesía y el imperialismo han lanzado una intensa ofensiva llamando a una supuesta "reconciliación nacional" y a la negociación gobierno-oposición. Su objetivo es apoyarse en la burocracia enquistada dentro del movimiento bolivariano con el fin (a corto plazo) de frenar la revolución, maniatar políticamente a Chávez e intentar aislarle de las bases revolucionarias. A medio y largo plazo, esto -combinado con la continuidad del sabotaje económico (desabastecimiento, huelga de inversiones, etc.)- busca sembrar la desmoralización entre las masas y, en cuanto sea posible, acabar con el proceso revolucionario. Pero las conclusiones de las bases revolucionarias van en un sentido diametralmente opuesto.

La trampa de la negociación  y la lucha interna en el movimiento bolivariano

Chávez respondió inicialmente que no hay conciliación posible con los representantes de la IV República que llevaron al país al abismo. En una reunión con organizaciones sociales uruguayas, el 18 de diciembre, ratificaba el objetivo del socialismo. Pero la presión de la derecha bolivariana es más insistente y organizada que en ningún otro momento. Los reformistas son conscientes de que incluso si por el momento no pudiesen lograr  algún tipo de acuerdo explícito o implícito para frenar la revolución esta presión sí les puede permitir ralentizar la marcha e introducir algunas propuestas que venían planteando hace tiempo como eliminar total o parcialmente los controles de precios y cambios, modificar varias políticas gubernamentales denostadas por los empresarios, frenar cualquier tentación expropiadora o impedir el desarrollo de los Consejos de Trabajadores.
De momento van poco a poco y midiendo sus pasos porque su base de apoyo es muy débil. Entre las bases lo que predomina no es el pesimismo sino una mezcla de indignación y rabia contra la burocracia. Tras la derrota electoral, manifestantes bolivarianos se reunían espontáneamente ante el Palacio de Miraflores pidiendo la sustitución de los dirigentes más desprestigiados. Batallones del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se reunían espontáneamente por todo el país y en algunos casos, como varios batallones en Carabobo, pedían la dimisión del gobernador regional y varios dirigentes nacionales. El mismo ambiente se veía en una asamblea con más de 300 estudiantes, profesores y trabajadores de la Universidad Bolivariana de Ciudad Bolívar o en la Asamblea de Organizaciones Populares celebrada en Mérida. En Caracas varias corrientes del PSUV, colectivos de vecinos, campesinos y sindicatos clasistas llamaban a conformar un frente único de los sectores más a la izquierda para luchar por un giro a la izquierda dentro del PSUV.

Las causas de la derrota y cómo corregirlas

La idea más extendida es que la revolución debe intensificar la marcha en lugar de moderarse, resolviendo problemas largamente aplazados como la alta tasa de economía informal (casi 50%), desempleo (11%), déficit habitacional, inflación, desabastecimiento, inseguridad ciudadana, corrupción... El mantenimiento de estos problemas, tras diez años de revolución y dos oyendo hablar de construcción del socialismo,  fue la causa principal de que tres millones de quienes votaron por Chávez en diciembre de 2006 no apoyasen la reforma.
Una de las demandas más sentidas es precisamente erradicar esa burocracia que se ha ido consolidando en los ministerios e instituciones y tiende a fusionar sus objetivos e intereses con los de la burguesía. Los burócratas sabotearon la campaña porque, de aprobarse, la reforma animaría la organización y movilización de las bases, amenazando sus privilegios. Frente a una campaña por el no con todo lujo de medios y a la ofensiva, la campaña por el sí -además de no explicar nada y limitarse a eslóganes como "Por amor" o "Con Chávez"- se caracterizó por la falta de propaganda: frente al despliegue de carteles por el no los que apoyaban al Gobierno Bolivariano debían recurrir mayoritariamente al spray y las pintadas. En muchos casos la burocracia escondió la propaganda o negó recursos a batallones del PSUV y colectivos revolucionarios para hacer campaña.
Lo significativo es que, pese a ello, los sectores de las masas más cansados de discursos y promesas no votaron no, se abstuvieron; y 4.300.000 (una base mayor que la que apoyó a Chávez cuando ganó en 1998) apoyaron una reforma que la oposición, la Iglesia e incluso dirigentes que pocos meses antes eran ministros del gobierno, como Baduel, identificaban constantemente con "comunismo" y "guerra civil". Es vergonzoso que los reformistas culpen de la derrota a las masas y hablen de bajo nivel de conciencia, cuando estas masas son las que derrotaron el golpe de abril de 2002 (mientras muchos dirigentes se escondían bajo la mesa o incluso aceptaban el golpe), vencieron el paro patronal, ganaron el referéndum de agosto de 2004 y respondieron a la propuesta de Chávez de ir hacia el socialismo con el mayor apoyo recibido por opción alguna en la historia venezolana: 7.300.000 votos (un 63%).
Los dirigentes contrarrevolucionarios más inteligentes son conscientes de esto. De ahí que en su campaña utilizasen a traidores como Baduel o los dirigentes socialdemócratas de PODEMOS y lanzasen ideas demagógicas intentando confundir a los sectores de las masas más cansados de ver que sus problemas no encuentran solución: "Chávez sí, reforma no", "Soy chavista pero no apoyo la reforma", "Que el gobierno solucione los problemas en lugar de plantear una reforma que lleva a un enfrentamiento civil", etc. De ahí también que su táctica por el momento no sea la ofensiva frontal para sacar a Chávez del poder sino llamar a la reconciliación, apoyarse en la derecha bolivariana e intentar seguir minando la moral de las masas.

Las declaraciones de Chávez

Las recientes declaraciones de Chávez diciendo que, una vez rechazada la reforma, la revolución debe aminorar el ritmo, defendiendo la posibilidad de acuerdos con sectores de la burguesía nacional y criticando "los extremismos" han sembrado inquietud entre sectores que apoyan la revolución, tanto en Venezuela como internacionalmente. Obviamente, estas declaraciones -unidas a medidas como la flexibilización de los precios de algunos productos o la ley amnistiando a varios contrarrevolucionarios que participaron en actividades golpistas- representan un paso atrás que de continuar y profundizarse podría llevar la revolución a la derrota. No obstante, sería un error sacar la conclusión de que esto significa que ha habido un giro concluyente y definitivo hacia la derecha. Como hemos explicado muchas veces, la revolución es un proceso abierto, que no avanza en línea recta y ascendente sino con contradicciones, avances y retrocesos. El propio Chávez está sometido a presiones de clase contrapuestas. En otras ocasiones (tras el golpe de abril de 2002 o cuando aceptó el referéndum) cedió temporalmente a la presión de los sectores reformistas para a continuación girar a la izquierda.
En cualquier caso, el punto central a entender es que el surgimiento y desarrollo de la revolución venezolana, como ha explicado el propio Chávez correctamente, no responde a la voluntad de un hombre sino al hecho de que los objetivos de las masas  (que hasta ahora Chávez ha reflejado y estimulado): empleo, vivienda, salud, una vida digna; un país soberano, con justicia social, sin latifundios, opresión y pobreza; chocan con los límites del capitalismo. Uno de los grandes méritos de Chávez ha sido comprender esto y plantear el socialismo. Pero si algo demuestran los dos últimos años es que resulta imposible construir el socialismo y resolver los problemas de las masas mientras las palancas básicas de la economía (la banca, las grandes empresas y la tierra) sigan en manos de los capitalistas y se mantenga un Estado que en esencia sigue siendo burgués y está controlado por una burocracia que tiende a fusionar sus intereses con la burguesía.
Chávez al mismo tiempo que dijo que la revolución iba a frenar su ritmo planteó que este año debe intensificarse la lucha contra la corrupción y solucionar los problemas concretos de las masas (desa-bastecimiento, vivienda, pobreza, inseguridad ciudadana, etc.). Esto agudiza las contradicciones internas dentro del movimiento bolivariano. ¿Dónde está la línea que separa los corruptos de la burocracia reformista? No existe. ¿Cómo solucionar los problemas concretos de las masas, resultado de la explotación y parasitismo de los capitalistas, sin enfrentarse con la burguesía (nacional y extranjera)? Es imposible. Todo ello finalmente obligará a Chávez  a tener que tomar una decisión definitiva: o basarse en las masas para expropiar a la burguesía (el único camino para seguir avanzando), o ceder a la presión de la burocracia reformista (en realidad procapitalista) y la burguesía, lo que significa permitir que la revolución retroceda y enfrentarse a sectores de las masas que lucharán por seguir avanzando.
Hasta ahora, en los momentos decisivos de la revolución, Chávez ha tendido a expresar la presión de abajo. Esta es la causa fundamental de que su apoyo haya tendido a incrementarse. También es la principal explicación de que, pese a que ha llamado en numerosas ocasiones a los empresarios a sumarse a la revolución y establecer acuerdos, estos se hayan dedicado a sabotear la economía e intentar derrocarle. La burguesía y el imperialismo comprendieron que Chávez no estaba en venta y se encontraba demasiado vinculado a las masas. Mientras esta relación se mantenga no podrán aceptarle.

La lucha en el PSUV y la clase obrera

En el último Aló Presidente (6 de enero de 2008) Chávez llamó a las bases a ser ellas quienes decidan los candidatos, líderes del PSUV, etc. Esto agudizará la lucha interna dentro del PSUV pues la burocracia va a hacer todo lo posible para evitarlo. La clave para que las bases puedan tener el control del PSUV y éste pueda desarrollarse como un partido revolucionario es que la clase obrera encabece su construcción.
Durante los últimos años Chávez ha buscado un punto de apoyo en los dirigentes de la UNT (la central sindical bolivariana), para hacer avanzar la revolución; les llamó a tomar las empresas ocupadas, crear milicias obreras y Consejos de Trabajadores. Increíblemente estos llamados fueron desoídos. Las luchas de camarillas por el control de la central, el ultraizquierdismo y sectarismo de unos, y el oportunismo y reformismo de otros, impidieron a los trabajadores ponerse al frente de la revolución, desarrollando estas propuestas y presentando al propio Chávez y al conjunto del movimiento un plan de acción para expropiar a los capitalistas y construir un estado revolucionario. Esto ha ayudado a los llamados "empresarios bolivarianos" y los reformistas a sembrar dudas acerca de la capacidad de la clase obrera para jugar un papel dirigente y atacar la idea de las expropiaciones y la estatización. Pero la última palabra no ha sido dicha.
Las primeras medidas planteadas por algunos ministros (flexibilizar el control de precios para algunos productos con el supuesto objetivo de que los empresarios se animen a producirlos o importarlos) conseguirán el objetivo contrario al buscado. Lejos de abandonar su boicot las interpretarán como un síntoma de debilidad y exigirán más al tiempo que intensifican el sabotaje. La continuidad de éste y el crecimiento de la inflación empujarán a las masas, y especialmente a los trabajadores, a la lucha. La lucha de clases -que es el motor que ha hecho avanzar la revolución- lejos de calmarse se intensificará. El proletariado y los sectores populares intentarán una y otra vez llevar la revolución hasta el final.
El destino de la revolución venezolana lo decidirá esa lucha entre las bases, y en particular la clase obrera, y la "quinta columna" burocrática. Es una lucha abierta, cuyo resultado no está definido todavía y en el que la propia actuación de los revolucionarios y particularmente de los activistas y dirigentes obreros, estudiantiles y populares (qué programa y planes de acción defendemos y qué táctica y métodos empleamos para luchar por ellos) será el factor determinante.

¿Qué proponemos los marxistas?

La clave de la situación es construir la Corriente Marxista Revolucionaria dentro del PSUV. Los marxistas de la CMR luchamos dentro del Partido Socialista por un plan de acción que permita poner a la clase obrera al frente de todos los oprimidos y resolver los graves problemas que hemos analizado. En primer lugar, luchar contra el desabastecimiento impulsando un frente único de los sindicatos de base revolucionarios,  organizaciones campesinas como el Frente Ezequiel Zamora (FNCEZ), frente de trabajadores de empresas ocupadas y recuperadas (FRETECO), batallones del PSUV, Consejos Comunales y Comités de Tierras revolucionarios, etc. La primera tarea debe ser organizar Consejos de Trabajadores en cada fábrica que desarrollen el control obrero, así como Asambleas  Obreras y Populares que constituyan Comités Con-tra el Desabastecimiento elegibles y revocables, el saboteo económico y el incremento de precios. Junto a ello debemos organizar la toma y puesta en funcionamiento bajo control obrero de todas las empresas cerradas, infrautilizadas o que saboteen la economía.
Este plan de acción debe ser propuesto al conjunto del movimiento revolucionario y al propio Chávez; demandando que esas empresas sean inmediatamente estatizadas bajo control obrero, empezando por los grandes grupos agroalimentarios (como la Polar); decretando el monopolio estatal del comercio exterior para luchar contra el desabastecimiento y continuando por la estatización también bajo control obrero de bancos, los monopolios privados y la tierra, así como las grandes empresas del sector construcción o transporte. Este es el único modo de poder construir una economía planificada democráticamente y resolver problemas como el desempleo, la economía informal, la vivienda, y erradicar lacras como la inseguridad. Es necesaria también una escala móvil de salarios que incremente estos automáticamente lo mismo que suba la inflación y reducir la jornada de trabajo sin reducción salarial para repartir el empleo.
También es imprescindible sustituir el actual Estado burgués por un genuino estado revolucionario basado en la unificación de los Consejos de Trabajadores, Comunales y estudiantiles, la elegibilidad y revocabilidad en todo momento de todos los cargos públicos, el desarrollo del armamento del pueblo a través de la extensión las milicias obreras y populares y la limitación para que cada cargo público cobre como máximo el salario de un trabajador cualificado.
Si este plan se llevase a cabo entusiasmaría a las masas, incluidos los que se abstuvieron el 2-D e incluso muchos de los que votaron no, demostrándoles en hechos y no en palabras que ellos no tienen nada que perder y sí mucho que ganar con el socialismo y dejando en evidencia que los únicos que sí pierden (y mucho) con el socialismo es la minoría de parásitos y corruptos que durante décadas ha saqueado el país.


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