La confianza en los políticos y en todos los sectores del ‘establishment’ ha caído todavía más. Una encuesta anual sobre la confianza realizada por la empresa Edelman muestra que la confianza en el gobierno británico ha pasado del ya bajo 36% de enero del año pasado a solo un 26% en la actualidad. Sólo el 18% de los encuestados confía en que los partidos políticos en general están “haciendo lo correcto”.
Los propios encuestadores dicen: “Si pensábamos que 2016 era malo, 2017 podría ser mucho peor. El virus que comprensiblemente ha destruido la confianza entre los que se sienten defraudados con el sistema obviamente se ha extendido. Incluso los que se enriquecieron tras las crisis financiera ahora muestran una caída de la confianza en los pilares claves de la sociedad: políticos, líderes empresariales, ONG y medios de comunicación”.
La rabia incipiente contra la austeridad, los ricos y sus políticos encontró expresión en el voto al Brexit y en el rechazo al ‘mal menor’ que representaba Hillary Clinton. Los datos incendiarios publicados por Oxfam de que sólo ocho multimillonarios poseen la misma riqueza que 3.700 millones de personas ahondan en esta situación.
La crisis del capitalismo dominante es profunda, sin una salida al atolladero económico, los ricos de manera obscena se enriquecen más y entre los principales representantes capitalistas existe una honda crisis política. Cuando el partido tory se dividió abiertamente con relación al Brexit, las grandes empresas se encontraron sin un partido que actuara de manera clara a favor de sus intereses.
No sólo en el Partido Tory los representantes pasados del capitalismo están dando vueltas. El blairista “proyecto anaconda” que pretende meter en vereda a Corbyn se mantiene, pero en esta etapa la derecha del partido es incapaz de echarle debido a su popularidad.
Como parte de la campaña de propaganda de la derecha destinada a aplastar lentamente a Corbyn, la Sociedad Fabiana predice que el laborismo se encamina a la derrota en las próximas elecciones generales y que podría quedar reducido a menos de 200 escaños.
La “angustia existencial” y la “profunda desesperación” que provoca en algunos parlamentarios laboristas enfrentarse a una “aplastante derrota” la expresó Andrew Rawnsley en The Observer cuando hablaba sobre las dimisiones de los parlamentarios blairistas Jamie Reed y Tristram Hunt. Describe el “lamento general [de Hunt] sobre el fracaso de la izquierda, incluida la izquierda centrista que él representa, a la hora de responder a los desafíos lanzados por las ‘fuerzas sociales, culturales y económicas que han sacudido la corriente principal de los partidos social demócratas’ en el mundo democrático”. Y concluye: “después de dedicar mucho tiempo a pensar sobre cómo renovar la socialdemocracia para el siglo XXI, ha aumentado su miedo [el de Hunt] a no tener respuestas para las dificultades del laborismo”. Tiene razón al estar desesperado ya que su posición pro-capitalista no ofrece una salida a la sociedad.
Organizar
Aunque las fuerzas de la derecha como Trump o el Ukip puedan ser beneficiarias de este malestar no se trata de algo automático. Por esa razón es necesario organizar esa rabia mediante la acción colectiva decidida y encontrar una expresión política.
Debemos luchar enérgicamente contra el racismo, el sexismo y todas las formas de división, pero la necesidad fundamental es un partido de masas de la clase obrera, una alternativa socialista, como ha demostrado el enorme apoyo a Bernie Sanders en EEUU.
Los pasos atrás de Corbyn, en su intento vano de apaciguar a la derecha, han decepcionado a muchos, incluida la capitulación antes de Navidad sobre el papel de Tony Blair en la guerra de Iraq. No ha pasado desapercibido entre los miembros del sindicato RMT (transporte) de Londres que Corbyn apoyó la huelga ferroviaria del sur pero que su posición fue más tibia con la huelga del Metro, para no chocar con el alcalde laborista blairista Sadiq Khan.
Pero Jeremy Corbyn se ha “reiniciado”. Apelando por encima de los medios hostiles al ambiente anti-establishment, declaró que el Brexit y los otros terremotos políticos de 2016 se deben a una elite política divorciada de los pueblos que gobiernan. Ha declarado que el sistema económico está amañado contra los trabajadores y que “el laborismo bajo mi dirección representa una ruptura completa con este sistema amañado”.
Su defensa de un límite máximo de los salarios de los empresarios fue recibido con alivio por muchos trabajadores que sentían que al menos Corbyn daba voz a sus preocupaciones. Sus oponentes ridiculizaron esta idea, por supuesto, para proteger los beneficios de las grandes empresas.
Atacó a Theresa May por la crisis del NHS (sistema de salud): “La realidad es que este gobierno ha fracasado reiteradamente en dedicar los recursos necesarios para nuestro servicio de salud, mientras que han recortado el gasto social y gastado miles de millones en la reorganización de arriba abajo del sistema sólo para acelerar la privatización”. Se comprometió a financiar el NHS y nacionalizar los servicios de asistencia sanitaria en el hogar.
Las encuestas muestran que el laborismo ha subido dos puntos desde este cambio de rumbo. Basta con imaginar el efecto que tendría si Corbyn luchara audazmente por un programa en el que se basara su campaña electoral y luchara contra los blairistas para convertirlo en el programa del laborismo. Sobre la base de ofrecer una verdadera alternativa socialista el laborismo podría ganar con facilidad las elecciones generales.
Bienvenido sea este cambio de tono, pero la lucha para cambiar el Partido Laborista debe ir mucho más allá. El Partido Laborista todavía es dos partidos en uno, el pro-capitalista, el partido blairista, y uno que al menos potencialmente comienza a ser un partido que defiende los intereses de la clase trabajadora. El goteo de dimisiones podría ser un método para intentar derrotar a Corbyn, provocar una serie de elecciones parciales que los blairistas esperan que él pierda. Es necesaria una lucha decidida para derrotar a los blairistas.
Esperanza
Cuando Corbyn ganó por primera vez la dirección del partido en 2015, defendimos que todas las fuerzas que apoyaban el llamamiento anti-austeridad de Corbyn, tanto dentro como fuera del partido, debían unirse para luchar por ese programa. El aumento de seguidores y militantes no fue consecuencia de la lealtad al Partido Laborista como tal, el laborismo falló estrepitosamente en derrotar a los odiados tories en 2015 porque sólo ofrecía continuar con los recortes y la privatización, “un poco de austeridad”, pero tienen la esperanza en un partido que finalmente les defienda.
Eso necesariamente significa luchar y derrotar al ala de derechas del partido, que ha dejado claro desde el minuto uno que lucharía con uñas y dientes para mantener el Partido Laborista como un partido pro-capitalista seguro.
Defendimos la reelección obligatoria, un mecanismo que permitiría quitar a los parlamentarios blairistas. Pedimos que los 75 socialistas expulsados y excluidos fueran readmitidos en el Partido Laborista y una estructura en que todas las fuerzas socialistas y anti-austeridad, incluido el Socialist Party, puedan ser parte de un partido federal anti-austeridad. ¡Echar a los blairistas y admitir a los socialistas!
Una parte clave del proyecto blairista es mantener el partido a salvo para que las grandes empresas puedan restringir el poder de los sindicatos en el partido. Actualmente, como dice la estrategia política del RMT, el laborismo no tiene “arreglos estructurales/constituciones que promuevan la afiliación en interés del sindicato”. Un paso esencial es conseguir que el Partido Laborista restablezca su papel para los sindicatos, que refleje su importancia como voz organizada y colectiva de millones de trabajadores.
La organización Momentum se creó sobre esas bases y podía haber jugado un papel central. Pero en lugar de dirigir y organizar la lucha, Momentun ha aconsejado constantemente calmar al ala de derechas. Una encuesta decía que el 69% de los seguidores de Corbyn apoyaban la reelección obligatoria. Momentum se opuso y en su lugar eligió el camino de las purgas y expulsiones de la izquierda.
Recientemente el líder de Momentum, Jon Lansam, clausuró todas las estructuras de Momentum e impuso uno nuevos estatutos, la única opción para sus miembros y seguidores ahora es “aceptar o renunciar”. Ha abandonado su objetivo original de reunir gente de fuera y dentro del partido, ahora es imprescindible la militancia en el Partido Laborista.
El cambio se ha presentado como la “democracia directa”. El terreno lo prepararon comentaristas como Owen Jones, presentando esta batalla entre capas nuevas y frescas frente a “saboteadores sectarios trotskistas”.
“Un miembro un voto” fue un instrumento del ala de derechas pro-capitalista del Partido laborista para asfixiar la voz colectiva de los sindicatos y utilizar a los militantes pasivos e inactivos contra los que participan en asambleas, debates y actividades. La dirección de Momentum está utilizando esto para el mismo propósito. Suena muy democrático, pero en realidad esta “democracia directa” significa que los individuos deben aceptar lo que dice la dirección pero sin un mecanismo democrático para controlar a los dirigentes.
Momentum probó este método cuando decidió su posición respecto al referéndum de la UE. Una cuestión de tal importancia se decidió por personas individualmente sentadas en su casa bajo un diluvio de información de los medios de comunicación capitalistas, sin una alternativa, ni discusión o debates, simplemente respondiendo sí o no.
Lo peor de los muchos problemas de los nuevos estatutos impuestos en Momentum es la total marginación del papel de la clase obrera organizada. Los sindicatos que se afilian a Momentum tienen garantizado sólo seis representantes en el nuevo Grupo Coordinador Nacional (NCG). Las decisiones del NGC se tomarán por mayoría simple. De esta manera, el sindicato de bomberos, un cuerpo combativo y organizado democráticamente que representa a decenas de miles de personas, no tiene más peso que los individuos, y pueden fácilmente ser superados.
En contraste a esta situación tenemos el método de consenso del Trade Unionist and Socialist Coalition (Coalición de Socialistas y Sindicalistas, TUSC), eso significa en la práctica que a los representantes del sindicato ferroviario RMT en el comité directivo no se les puede obligar a tomar una decisión que ellos crean no será apoyada por sus militantes o que contravenga las decisiones democráticas de su asamblea general anual.
El proceso
El fracaso de Momentum no significa que el proceso haya terminado. Aún se puede movilizar a los seguidores de Corbyn para luchar contra la derecha. Otro ataque a Jeremy podría desencadenar una nueva oleada de protesta. Los representantes sindicales tendrían un gran efecto si abiertamente apelaran a Jeremy Corbyn y a John McDonnell a luchar con ellos por medidas como la reelección obligatoria y la re-introducción de las estructuras democráticas en el partido incluido la voz colectiva sindical.
El mayor talón de Aquiles de Corbyn son los ayuntamientos laboristas que están implantando recortes tories. Los recortes de los gobiernos locales son salvajes y están empeorando. Están estallando campañas para defender las viviendas, bibliotecas y otros servicios. Como ocurrió en las elecciones municipales de 2016, muchos trabajadores que apoyan a Corbyn votarán alternativas que les permita expulsar a los laboristas de un ayuntamiento que recorta y privatiza. Ellos apoyan la posición anti-austeridad de Corbyn y no les importa que sea del Partido laborista. Por tanto, podríamos ver algunos de estos movimientos de protesta contra los recortes llegar lleguen a la conclusión de que su única opción es presentarse ellos mismos a las elecciones si el candidato que supuestamente representa al “laborismo” es otro político establishment pro-austeridad.