Las mujeres no somos todas iguales: burguesas que oprimen
a trabajadoras
Como Cristina Alberdi explicaba hace poco en un importante periódico, su mayor deseo para el 2004 era levantarse una mañana y enterarse de la existencia de mujeres presidentas de gobierno, banqueras y empresarias. Esta ex diputada de la extrema derecha del PSOE, al igual que sus colegas del PP, entiende la liberación de la mujer como la llegada de unas pocas elegidas a los puestos de mando de la sociedad capitalista, en los que asumir la responsabilidad de explotar y oprimir. Por esto mismo, no siente el menor rubor en incorporarse al gobierno regional de Esperanza Aguirre en Madrid. Poco le importa que el mismo partido al que pertenece Aguirre haya recortado las subvenciones a las casas de acogida para mujeres maltratadas, haya apoyado al Alcalde de Ponferrada acusado de abuso sobre una concejala del PP o proponga la creación en Madrid de un archivo con las mujeres que tomen la píldora abortiva.
Es una cuestión de clase no sólo de género
Porque lo cierto es que discriminar a las personas por su sexo es enormemente rentable. Que le pregunten a los empresarios de este país cuantos millones de euros dejarían de ganar si pagaran a las mujeres el mismo salario que a los hombres y no un 30% menos como ocurre en la actualidad.
Considerar las posibilidades de acceder al empleo, también puede ser un buen rasero para profundizar en este tema. Los datos del primer cuadro adjunto, apoyan nuestra idea de que el acceso de las mujeres a altos cargos de la administración, no es garantía de mejora en nuestras condiciones de vida. Se puede apreciar como en cuatro comunidades autónomas que cuentan con un porcentaje de mujeres en el gobierno superior a la media estatal, los índices de actividad también superan la media estatal, pero en un sentido desfavorable para la mujer trabajadora.
El segundo cuadro nos permite comprobar como en el acceso al empleo, junto a la desventaja general que sufrimos las mujeres, es finalmente la extracción social el peor elemento de marginación que existe. Mientras que la tasa media de ocupación es un 41% inferior en las mujeres, esta desventaja sube al 65% si estas carecen de estudios, y baja al 7,6% si se trata de trabajadoras con título universitario. De hecho las mujeres con titulación universitaria tiene una tasa de ocupación casi un 25% superior a de hombres que sólo cuentan con estudios primarios.
El Estado burgués,un enemigo más peligroso que cualquier hombre
Si lo que nos dicen los medios de comunicación fuera cierto, las instituciones que conforman un estado democrático, deberían velar por la igualdad de oportunidades y la protección de los más débiles, impidiendo injusticias y abusos. Sin embargo esto no es así, ni en el terreno laboral ni tan siquiera en el derecho a la integridad moral y física. Un estudio realizado por la Asociación de Mujeres Juristas en Castilla-La Mancha durante los años 1999-2000 demuestra la actitud real del aparato judicial con respecto a la violencia de género: los fiscales, en los juicios por infracciones leves a mujeres, solicitan la absolución cuando la víctima no acude a juicio o perdona a su agresor, aunque existan daños físicos acreditados y, en los supuestos en los que acusa, solicita pena de multa y sólo pide pena de alejamiento en el 24% de las ocasiones, además no solicita medidas de alejamiento y protección de las víctimas. De hecho sólo se solicitaron medidas de seguridad en el 6% de los juicios de faltas y en el 20% de los procedimientos por delito.
Quienes actúan de esta manera, exculpando y justificando en la práctica el maltrato, son señores letrados que representan al Estado, que han estudiado largas carreras universitarias y aprobado difíciles exámenes para adquirir y demostrar su capacidad para administrar justicia. Una justicia que acusa y castiga a los más débiles, sean mujeres maltratadas o trabajadores victimas de accidentes laborales, pero que exculpa siempre a los poderosos.
¿Por qué es delito la supuesta violencia de un piquete de huelga y no lo es la ejercida sobre una mujer?
Sin embargo, cuando la violencia sale a relucir en el terreno de la lucha de clases, como es el caso de un piquete informativo de la CIG (Confederación Intersindical Galega) durante la huelga del 20-J, el estado burgués a través de sus leyes y sus representantes es implacable, condenando a dos trabajadores integrantes de dicho piquete a cinco y seis años de cárcel y a una multa de 2.820 euros cada uno, porque según el dueño de un pub que permaneció abierto la jornada de huelga general, estos sindicalistas arrojaron bolsas de basura y rompieron el contenido de algunas estanterías.
Es evidente, que el estado burgués contempla con indeferencia, a quienes considerando a “sus” mujeres su propiedad privada, lo cual incluye el derecho a insultar y golpear. Sin embargo, en el caso de un piquete, estos mismo jueces y fiscales, se ponen incondicionalmente del lado del empresario y sentencian un castigo ejemplarizante.
Desde un punto de vista burgués, el maltrato a la mujer, lejos de cuestionar el orden establecido mantiene referentes ideológicos como la obediencia y la sumisión, valores muy útiles en una sociedad que se sustenta en la explotación. Sin embargo, la clase obrera organizada y en combate, en actitud ofensiva en la defensa de sus intereses, fomenta y anima la lucha y organización de los explotados, valores altamente peligrosos para los capitalistas.
Nuestra liberación
a través de la revolución
La bandera de la liberación de la mujer levantada por la clase obrera, a diferencia del feminismo burgués y pequeño burgués, está acompañada de la lucha contra todo tipo de opresión y explotación. El objetivo de las mujeres trabajadoras no es equipararse a los hombres burgueses, no aspiramos a dirigir empresas que exploten a sus trabajadores o a estar al frente de gobiernos que apoyen masacres contra pueblos indefensos.
De hecho si bien luchamos día a día con uñas y dientes por acabar con la discriminación y conseguir todas las mejoras posibles, comprendemos que nuestra liberación está ligada a la liberación de nuestra clase, como vimos en Octubre del 17.
El gran revolucionario León Trotsky, explicaba cómo “la Revolución de Octubre cumplió honradamente su palabra en lo que respecta a la mujer (...) trató heroicamente de destruir el antiguo “hogar familiar” corrompido, institución arcaica que condena a la mujer de la clase trabajadora a los trabajos forzados”. Intentó que la familia” fuera “sustituida, según la intención de los revolucionarios, por un sistema acabado de servicios sociales: maternidades, casas cuna, jardines de infancia, restaurantes, lavanderías, dispensarios, hospitales, organizaciones deportivas, etc. (...) La absorción completa de las funciones económicas de la familia por la sociedad socialista”.
Esta es la auténtica emancipación por la que luchamos las mujeres trabajadoras, hombro con hombro con nuestros compañeros trabajadores.