La huelga fue convocada por los sindicatos, incluidos el Congreso Sindical Indio (AITUC) y el Centro por los Sindicatos Indios (CITU) y, según fuentes sindicales, participaron 40 millones de trabajadores.
El gobierno de derechas indio planea conseguir el año que viene 132.000 millones de rupias (2.750 millones de dólares) con la venta de las empresas públicas. Al mismo tiempo han lanzado un ataque contra la Ley Laboral permitiendo a las empresas públicas despedir a los trabajadores.
Como dijo a la BBC un trabajador de banca, Ajay Kumar Sharma: “Quieren privatizar todo como en EEUU. Quieren acabar con el empleo seguro, no les preocupan ni siquiera las personas que están al final de su vida laboral (...) Llegará un momento en que habrán cerrado todas las industrias indias”.
Los sindicatos han descrito la huelga como “histórica y la más grande del país desde la independencia”. La policía arrestó a más de 5.000 trabajadores y recurrió a la represión para impedir que se unieran más trabajadores de todo el país a la huelga.
En el gobierno han aparecido las primeras divisiones: ministros clave como el de defensa, George Fernandes, y el de petróleo, Ram Naik, se oponen a la venta de las empresas petroleras. A pesar de todo esto, la mayoría del gobierno quiere seguir adelante con las contrarreformas.
Esta huelga, siendo la más importante, no es la única que se ha producido durante el último período y confirma, una vez más, la recuperación de la lucha de clases en la India. Se avecinan períodos tormentosos y el proletariado indio ocupará el lugar que le corresponde junto a sus hermanos y hermanas del resto del mundo.