El gobierno acaba de aprobar la Ley Hartz IV (resulta significativo que lleve el nombre del director de recursos humanos de Volkswagen que encabezó la comisión que elaboró esta ley). Esta ley es un ataque en toda regla contra los derechos de los trabajadores. A partir de ahora el subsidio de desempleo no estará basado en el salario que recibía el trabajador antes de quedar en paro, ahora se establece un subsidio de 345 euros mensuales. El gobierno ha fijado el subsidio en esta cantidad después de hacer cálculos de lo que gasta anualmente una persona. Por ejemplo, según los cálculos del gobierno un adulto se gasta 6,09 euros al año en zapatos, 300 euros en ropa o 1,33 euros en material escolar para sus hijos. En fin, todo un despropósito.
Además los parados estarán obligados a aceptar cualquier oferta de empleo, aunque suponga perder poder adquisitivo, si no es así, el trabajador será multado (una reducción del 30% del subsidio de paro, si recibe otra segunda multa perderá otro 30%, y así sucesivamente).
La ley también prevé la creación de los “un-euro empleos”. El parado que cobre un subsidio tiene la obligación de aceptar trabajos por los que cobrará 1 euro la hora. Si se niegan recibirán una multa. Se calcula que 600.000 parados tendrán que aceptar este tipo de trabajos. La patronal alemana quiere negociar con el gobierno para que este tipo de empleos también puedan implantarse en la industria privada, los empresarios están dispuestos a pagar 3 euros la hora al gobierno, el trabajador seguirá cobrando 1 euro. Es decir, el Estado se convertirá en una gigantesca empresa de trabajo temporal, los empresarios se llenarán los bolsillos y los trabajadores seguirán viviendo en unas condiciones de miseria.
Aumento de las desigualdades sociales
Durante décadas Alemania fue considerada como un modelo del estado del bienestar y los trabajadores alemanes eran los que mayor poder adquisitivo tenían en Europa. Pero todo esto es música del pasado. La realidad es que durante los últimos años se han intensificado las desigualdades sociales. Hoy 29 millones de familias alemanas viven en la pobreza. El número de familias insolventes en dos años hay aumentado un 13%. Mientras, el 10% de las familias poseen el 47% de la riqueza del país.
Mientras los trabajadores alemanes recibían ataque tras ataque, las grandes empresas conseguían ingentes beneficios, entre otras cosas porque gracias a las reformas fiscales del gobierno Schroeder han tenido que pagar menos impuestos. Por ejemplo, en 1991 las grandes empresas financieras pagaron 22.000 millones de euros en impuestos directos, después de haber obtenido unos beneficios de 185.000 millones. En 2003, pagaron 16.000 millones en impuestos con unos beneficios de 300.000 millones. Durante el tercer trimestre de 2004 los salarios de los trabajadores cayeron un 0,6% mientras que los beneficios empresariales subían en el mismo período un 10,3%.
Ahora el gobierno ha puesto en el punto de mira a los funcionarios. Acaba de anunciar su intención de que el 8% del salario de los funcionarios dependa de su productividad, además de introducir la flexibilización de la jornada laboral, concretamente quiere prolongarla hasta las 45 horas semanales (actualmente oscila entre las 38,5 horas en occidente hasta las 40 horas en el este), además de eliminar las primas por edad y número de hijos.
A esta situación debemos añadir el anuncio de miles de despidos. Deutsche Bank (el banco más grande del país) ha anunciado el despido de 6.400 trabajadores (2.000 en Alemania); T-Mobile 2.200 trabajadores (1.200 en Alemania); Volkswagen además de anunciar una reducción salarial y la flexibilización de la jornada laboral, ha anunciado el despido de entre 3.000 y 4.000 trabajadores; Walter Bau (la tercera empresa constructora del país) se ha declarado en bancarrota; Infineon (fabricante de chips) anunció el cierre de sus fábricas de fibra óptica en Munich y Berlín, y por último, Siemens ha anunciado el despido de 1.350 trabajadores. Los sindicatos, presionados por la base, ya han dicho que no están dispuestos a aceptar esta situación y todo parece indicar que está preparado el escenario para un nuevo estallido de la lucha de clases en Alemania.