Inmediatamente después de la victoria del AKP, Erdogan tiró por la borda su antigua demagogia antioccidental y comenzó a insistir en su compromiso con las “obligaciones internacionales de Turquía”, es decir, con la OTAN, la ONU y el FMI.
El propósito de la repentina pasión de Erdogan por los asuntos internacionales es bastante claro: enviar señales para tranquilizar al alto mando militar turco, a los capitalistas de la UE y a Washington. En realidad, los dirigentes del partido de Erdogan ya se han dado prisa en comunicar a EEUU y a la UE, incluso antes de las elecciones, que la burguesía internacional no tiene nada que temer de él o de su partido. Estos hechos demuestran de una forma concluyente que el AKP pretende aplicar una política burguesa que no difiere en ningún aspecto serio de la política de sus predecesores.
La debilidad del capitalismo turco dictará la política del nuevo gobierno. Erdogan tendrá que arrodillarse ante las presiones del capitalismo y el imperialismo internacional. A pesar de toda la demagogia “islámica”, hay pocas dudas de que Turquía apoyará la agresión de EEUU contra Iraq a cambio de alguna concesión. El AKP es otro partido burgués, con un poco de colorido “islámico”. Harán todo lo que esté en su poder para convencer a los imperialistas y al ejército de que no tienen una orden islámica secreta.
Descontento social
Presentar este resultado como un giro de la opinión pública turca hacia el islamismo es completamente falso. En primer lugar, aunque el AKP ha conseguido una gran mayoría parlamentaria, sólo ha recibido el 34% de los votos. Pero gracias al peculiar sistema electoral, los resultados parlamentarios no se corresponden con los votos conseguidos.
Sin embargo, estas elecciones revelan una fuerte corriente de descontento en la sociedad turca. La mayoría de la población está profundamente disconforme con la situación actual, no sólo con la situación de la economía —aunque es muy importante— sino que afecta a todos los sectores de la vida, vivienda, educación, justicia, el Estado, el ejército, la policía, los políticos y la corrupción que impregna todo.
En las elecciones del 4 de noviembre la población turca demostró que no sabía lo que realmente quería, pero sabía muy bien lo que no quería. Este es un primer paso importante, pero es sólo el primer paso. Ahora tendrán que aprender de la amarga experiencia que significa en realidad el AKP. Erdogan ya advirtió de que no se podían esperar milagros en al menos tres años. Este es un intento de enfriar las expectativas y reducir la presión para que haga reformas. Pero no lo conseguirá. Las masas no votaron porque sí al AKP. Lo hicieron porque exigían un cambio.
En condiciones de profunda crisis económica, paro y guerra, Turquía verá sacudidos sus cimientos. Erdogan y el AKP no tienen respuesta para los problemas a los que se enfrentan las masas. Después de un periodo inicial de calma, cuando se haya pasado por esta experiencia, tendremos el inicio de un gran movimiento de masas, particularmente en el frente industrial, que provocará un enfrentamiento entre la clase obrera y este gobierno. El escenario está preparado para que se produzca un enorme auge de la lucha de clases en Turquía.