A pesar de la sugerente y tranquilizadora imagen de un mundo dirigido por líderes de naciones civilizadas garantes de la democracia, la lucha por la genuina libertad, igualdad y justicia social, sigue indisolublemente unida a la lucha contra el siste“Desde luego son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En ese sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos (...) ¿Sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa (...) significarían la organización de la reacción para detener el desarrollo más rápido de Norteamérica”.

Lenin, La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915

“Decididos a promover conjuntamente la democracia, basándose en los derechos fundamentales reconocidos (...) los Derechos Humanos y (...) las Libertades Fundamentales (...) en particular la libertad, la igualdad y la justicia social”.

Acta Única Europea, 17 de febrero de 1986

A pesar de la sugerente y tranquilizadora imagen de un mundo dirigido por líderes de naciones civilizadas garantes de la democracia, la lucha por la genuina libertad, igualdad y justicia social, sigue indisolublemente unida a la lucha contra el sistema capitalista. En realidad, si tomamos como punto de partida lo que está sucediendo en estos momentos en Europa, las palabras de Lenin citadas anteriormente constituyen el punto de partida más realista y científico para entender la Unión Europea.

Esta coalición de las burgue-sías nacionales del viejo continente está muy lejos de representar la tendencia hacia la unidad y hermandad de los pueblos. Por el contrario, es el reflejo de la tregua, muchas veces inestable y llena de contradicciones, que los poderes imperialistas europeos establecen para no ser aplastados por el poderío económico y militar del imperialismo estadounidense en la furiosa y permanente lucha por el control de cada cuota de mercado.

EEUU y la UE, desiguales contendientes

La obtención del máximo beneficio nunca ha entendido ni entenderá de buenos modales. Por el contrario, bajo el capitalismo, la actividad económica se basa en obligar a la competencia a comprender quién es él más fuerte. Estados Unidos cuenta para su supremacía mundial con varios elementos decisivos con los que ningún país desarrollado europeo puede osar competir de forma individual.

Un poderío económico basado en una elevada productividad (la UE reconoce que sus trabajadores son un 25% menos productivos), un enorme peso en el mercado mundial (en 2001, según la OMC, EEUU acaparaba el 11,9% de las exportaciones mundiales y el 18,3% de las importaciones, mientras Alemania le seguía con un 9,3% y un 7,7% respectivamente) y un inmenso mercado interno, capaz de garantizar dos terceras partes de su economía. Todo ello acompañado de un indiscutible poder militar destinado a disuadir cualquier desafío a su control de materias primas en países claves de África, Asia, Oriente Medio o Latinoamérica.

Los intereses económicos contrapuestos de EEUU y la UE se están expresando en lo que hasta el momento no han sido más que disputas arbitradas por la OMC, como el enfrentamiento por el acero detonado por la subida de los aranceles norteamericanos para las importaciones europeas de dicha mercancía.

Años atrás asistimos también a la llamada guerra del banano, que destacamos no por su trascendencia económica sino por ser una muestra del repugnante carácter imperialista de unos y otros, ya que su producción se da fuera de las fronteras nacionales tanto de EEUU, interesada en “defender” la producción de América Latina, como de la UE, “defensora” de la producción del banano procedente de países africanos, caribeños y del Pacífico.

Sin embargo, es importante tomar nota de estos primeros altercados, ya que lo que no han sido más que pequeñas escaramuzas en un contexto de boom económico, se puede transformar en graves enfrentamientos, incluso en una guerra comercial abierta, en el marco de una recesión profunda.

Unión de rivales

Si escarbamos para ver que hay debajo de esos bonitos e hipócritas discursos acerca de la hermandad europea nos encontramos con una realidad muy diferente: los intereses de competidores y enemigos históricos que se ven obligados a realizar acuerdos económicos y políticos para presentar batalla en el mercado mundial (no olvidemos que las dos guerras mundiales estallaron en Europa situando a la burguesía alemana y francesa en bandos opuestos).

De hecho, éstas son las razones que explican el surgimiento de la CECA (Comunidad del Carbón y el Acero) en 1951, que supuso la creación de un mercado común para la producción y el consumo de carbón y acero, y que constituye el antecedente más lejano de la UE. Las reticencias y desconfianzas entre los “socios” fundadores han sido parte integrante de la evolución sufrida desde la CECA hasta llegar a la UE. Si Churchill aspiraba a una Alemania “rica pero impotente”, la Asamblea Nacional francesa rechazó el tratado de la Comunidad Europea de Defensa en 1954. Si De Gaulle vetó la entrada de Gran Bretaña en la CEE en 1963, Dinamarca rechazó el Tratado de Maastricht en 1992. Mientras el referéndum sobre la adhesión de Noruega 1994 fue negativo, el no irlandés al Tratado de Niza en el 2001 reflejaba la enorme desconfianza de los trabajadores hacia las supuestas bonanzas de la unidad europea.

Que algo tan simple como la invitación de Zimbabue a una cumbre entre los países del sur de África y la UE, provocara el pasado mes de octubre un enfrentamiento público entre los Quince, demuestra que las divisiones siguen y son profundas. La polémica sobre la legitimidad de Mugabe no era más que una pantalla, se trataba de los intereses y aspiraciones contrapuestas de las diferentes burguesías nacionales europeas en dicho país africano.

Pero las contradicciones entre lo que se pregona y lo que se cumple dentro de la UE son cada vez más clamorosas. Las últimas declaraciones de Prodi, cuestionando el plan de convergencia y criticando la rigidez establecida por Maastricht, son buen ejemplo de ello. La cuestión es que ni Francia ni Alemania cumplen los objetivos de déficit público, y obviamente las burguesías de ambos países, que redactaron las reglas, no tienen problema en saltárselas cuando afectan a sus intereses vitales. La situación en Alemania es especialmente calamitosa, con Schroeder declarando el estado de excepción económica, lo que ha llevado incluso al FMI a respaldar esta violación de los acuerdos. Esta es la realidad.

Por otra parte la PAC (Política Agrícola Común) y las subvenciones agrícolas suponen también un motivo de enfrentamiento permanente entre los “socios” europeos. Quienes aportan al presupuesto pero no reciben subvenciones por este concepto (Reino Unido, Holanda y Alemania) exigen de forma recurrente un recorte. Por su lado, quienes se benefician de estas subvenciones al llamado sector primario (Francia, España, Italia, Portugal y Grecia) pelean por su mantenimiento.

La próxima ampliación a países del centro y este de Europa, los llamados PECOS (Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, República Checa, Eslovaquia, Polonia y Rumania) es motivo de nuevas discrepancias. Francia ve con franca preocupación como Alemania, único país que puede hacer y de hecho le hace sombra, incorpora a la Unión países que están dentro de su órbita de influencia, aumentando así su preeminencia dentro de Europa. Prueba de ello es que el 25% de las exportaciones y el 33% de las importaciones totales entre la UE y los PECOS se realizan entre estos y Alemania. La burguesía española, como veremos más adelante, también observa con preocupación esta ampliación.

Lo cierto es que el debate de cada tema realmente decisivo e influyente en la vida económica y política de Europa —la elección de los criterios para establecer el peso que cada país miembro tiene en la toma de decisiones, la elección del presidente del Banco Central Europeo o la subida o bajada de los tipos de interés— provoca un conflicto abierto entre los socios europeos.

La lucha contra los oprimidos los mantiene unidos

Todas estas divisiones y enfrentamientos son aparcados temporalmente cuando un pueblo se atreve a discrepar con las reglas de juego del imperialismo. Los mismos comisarios europeos que lanzaron indignadas y graves acusaciones contra EEUU por la red Echelon —una red de espionaje electrónico industrial en beneficio de los monopolios norteamericanos—, no dudaron, sólo diez días después de los atentados contra la Torres Gemelas, en calificar la futura respuesta militar del imperialismo estadounidense, todavía desconocida, de “legítima”.

¿Cómo es posible entonces que haya gente que situándose bajo la bandera de la izquierda exija a los poderes europeos que frenen los abusos del imperialismo estadounidense? Estos “observadores” de la lucha social tienen una visión tan peculiar del mundo que confunden una pelea entre buitres por ver quién se lleva la mejor parte en el saqueo de las increíbles riquezas de los llamados países poco desarrollados, con un genuino interés en la defensa de los derechos humanos. Habrá que recordar que estos prohombres del capitalismo francés o alemán fueron aliados de EEUU, cuando se enterraban vivos bajo toneladas de arena a miles de soldados iraquíes que formaban parte de un ejército en retirada. O que todos y cada uno de los miembros de la UE son activos participantes del embargo contra el pueblo iraquí, una forma elegante de llamar al asesinato de más de medio millón de niños inocentes a los que se niegan medicinas por ser susceptibles de transformarse en armas de destrucción masiva.

No deja de ser instructivo que el único terreno en el que todos los representantes europeos se sienten cómodos y coinciden amablemente es en el de los ataques contra la clase obrera realizados durante los últimos años. En el camino hacia el cumplimiento de los criterios de Maastricht y su déficit público se han realizado privatizaciones, recortes del gasto público en la sanidad y la educación, las pensiones y subsidios, y, desde luego, en los derechos democráticos.

El recorte de los derechos democráticos llega a Europa

Un capitalista es un capitalista, sea alemán, francés, estadounidense, español o argentino. La fuente de su poder económico y social se basa en última instancia en la explotación de los seres humanos. Habrá diferencias entre ellos, hasta guerras y batallas comerciales. Si la coyuntura económica es favorable y el movimiento obrero se moviliza hará concesiones materiales y democráticas. Pero, llegado el momento, si sus beneficios están en entredicho todo estará permitido.

Los recortes de los derechos democráticos amparados en la lucha antiterrorista no son patrimonio exclusivo del maleducado, hortera e inculto cowboy que preside EEUU. Nuestros educados y elegantes representantes europeos no han dudado en anular derechos elementales. Ya está aprobada la Eurorden, es decir, la supresión de los procedimientos judiciales de extradición. También se crea la Europol, una policía que te puede investigar basándose en la presunción de que cometerás delitos. Eso de que uno es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad es una historia de ciencia ficción de la televisión. Y mientras que a los tan nombrados ciudadanos europeos se nos quitan derechos se garantiza la impunidad de los agentes policiales, que estarán exentos de registros, tendrán archivos inviolables y disfrutarán de exenciones en el pago de impuestos.

La economía cambia

de signo

La burguesía se prepara porque es plenamente consciente del cambio en el ciclo económico. La “construcción europea” no es igual en un período de boom económico que en una recesión. Tanto es así que Alemania, el capitalismo más fuerte de Europa, es incapaz de cumplir los criterios de Maastricht por ella propiciados y aprobados.

Para no ahogarnos en un mar de números de detalle de la economía de la UE, podemos echar un vistazo a las economías alemana y francesa, las más poderosas de Europa, y que entre las dos copan más del 50% del total del PIB de la eurozona (CUADRO 1).

Baja producción industrial, bajo crecimiento del PIB, aumento del déficit público y del desempleo. De hecho el PIB de la zona euro creció sólo un 0,4% en el segundo trimestre de este año. Los beneficios se reducen y las empresas despiden trabajadores. En lo que va de año el 40% de las empresas alemanas han perdido o no han obtenido beneficios. El sector de las telecomunicaciones, punta de lanza del boom económico de los años noventa, se encuentra en plena contracción: sólo entre Alcatel, Lucent y Ericsson suman una reducción de plantilla de más de 106.000 trabajadores.

Por todas estas razones los responsables económicos europeos subrayan el declive en la confianza de los consumidores y empresarios; o lo que es lo mismo, que los trabajadores ven las orejas al lobo y restringen sus gastos, mientras los capitalistas reducen drásticamente sus inversiones.

Al tiempo EEUU esta amenazando con la adopción de medidas proteccionistas que pueden convertir la llamada guerra del acero en un juego de niños. Si un país empieza dificultando la entrada de productos extranjeros puede provocar una reacción en cadena deprimiendo aún más el comercio mundial.

La debilidad del capitalismo español

El crecimiento del PIB español, superior a la media europea durante estos últimos años, ha sido utilizado por el PP como síntoma de fortaleza de la economía española. Al igual que el crecimiento anual medio por encima del 8% de los Tigres Asiáticos en los noventa, no convirtió ni a Corea ni a Singapur en poderosas economías capaces de disputar cuotas de mercado a los grandes, lo cierto es que las debilidades estructurales del capitalismo español no han sido corregidas y debemos seguir hablando de una de las economías más endebles de Europa.

Los dirigentes de la derecha española no pueden ocultar que seguimos superando la cifra media de paro, de precariedad laboral y ahora también de inflación. Tenemos el récord europeo de siniestrabilidad laboral así como un bajo nivel de productividad.

Si el Estado español recibe un 15% de las subvenciones de la PAC y un 25% de los Fondos Estructurales es precisamente debido al atraso de su economía. Prueba de ello es que en el estudio comparativo del saldo entre los aportado y lo recibido de los presupuestos de la UE, el Estado español vuelve a estar entre las economías más débiles (CUADRO 2).

Y lo peor está por llegar. La entrada de los PECOS supondrá una durísima competencia. El bajísimo nivel de vida de estos países hará que el Estado español, que en la UE de los Quince es una de las economías con la renta per capita más baja, supere la media en la futura UE de los veinticinco. Ello significará la pérdida de las suculentas subvenciones de los Fondos Estructurales que actualmente reciben diez comunidades autónomas por no superar el 75% de la renta media europea. Para hacernos una idea basta el dato de que los diez países candidatos tienen una renta que en ningún caso supera el 34% de la media europea.

Aquí no acaba la cosa, ya que el Estado español perderá también gran parte de su atractivo para los inversores: bajos salarios y precariedad. Los estudios demuestran que situando la media salarial de la UE en 100, en España es de un 73,73 y en los PECOS entre un 5 y un 29. Bajos salarios pero con una elevadísima cualificación: la media de años de escolarización en la UE es de 9,5, en España de 8,1 y en los PECOS de 9,8 años por trabajador.

En un informe de la Cámara de Comercio Alemana para España se advierte que el 20% de las compañías alemanas instaladas en nuestro país consideran que es necesario reducir plantilla en el 2003 debido a los altos costes laborales.

Cargar la crisis sobre la espalda de los trabajadores

La necesidad de atacar los salarios no es un plan privativo sólo de la burguesía española. Reinhard Kudiss, uno de los principales asesores de la patronal de la industria alemana, habla sin tapujos sobre el tema: “Las empresas alemanas ya no quieren invertir en este país [Alemania]. El programa del Gobierno es un programa para crear puestos de trabajo en otros países. Es cierto que tenemos una elevada productividad, pero los costes laborales son muy elevados y se están disparando”. Así, General Motors invierte en Rusia, Daewoo en Polonia o Seat “amenaza” con trasladarse a Eslovaquia.

Las terribles condiciones de vida de los trabajadores del Este de Europa son usadas como ariete contra la clase obrera de los llamados países avanzados. Este es el progreso que defienden los capitalistas, equiparar a los trabajadores que todavía tiene derecho a un salario que les permite vivir con dignidad, que disfrutan de vacaciones, del derecho a sindicarse y a hacer huelga, de una sanidad y una educación pública para sus familias, con los trabajadores semiesclavizados que trabajan interminables jornadas para poder llevar algo que comer a sus hogares.

Llegan las vacas flacas y alguien tendrá que pagar la factura. La burguesía, que se ha llenado los bolsillos con beneficios millonarios durante el boom y que en connivencia con los gobiernos de turno ha desmantelado una parte importantísima del llamado estado del bienestar, quiere ahora que los trabajadores hagamos los sacrificios necesarios. Más flexibilidad, es decir, más precariedad y despido libre; menos gasto público, es decir, más recortes en sanidad, educación, pensiones y subsidios de desempleo.

La clase obrera europea estira los músculos

Todos estos planes tienen un inconveniente: la clase obrera debe estar dispuesta a aceptarlos. Y la actitud del movimiento obrero en países como Francia o Italia demuestra que el resultado de la partida todavía no está decidido.

En Francia el movimiento es espectacular y casi permanente desde el estallido de 1995. Es extraordinario ver como los trabajadores no tiran la toalla. Primero presentaron batalla al gobierno de mayoría absoluta de la derecha encabezado por Juppé. Después consiguen instalar en el Gobierno a la coalición del PSF y PCF, gobierno frente al que también se movilizaron para que cumpliera con sus promesas. Ahora ante la renovada victoria de la derecha con Chirac, la lucha sigue adelante. Decenas de miles se movilizan ahora mismo contra la privatización del gas y la electricidad y protagonizan huelgas en los transportes.

En Italia, la recuperación del poder por parte de Berlusconi, lejos de deprimir a la clase obrera italiana la ha convertido en protagonista de no una, sino dos huelgas generales. En la segunda ocasión incluso en contra de parte de sus dirigentes sindicales, que en vez de convocar con la CGIL decidieron avalar el recorte de derechos que intenta el gobierno.

En Gran Bretaña los bomberos, carteros, trabajadores del metro de Londres, acompañan con su lucha el giro izquierda que se está propiciado en el seno de los sindicatos.

En Grecia en el 2001 asistimos también a dos huelgas generales contra la política derechista del PASOK. En Portugal la victoria de la derecha está provocando las primeras movilizaciones desde hace tiempo. Y el Estado español ha entrado a formar parte de esta ola ascendente con la magnífica huelga general del 20-J.

Todos estos acontecimientos suponen una magnifica demostración del enorme poder que la clase obrera es capaz de desarrollar durante la lucha. Demostración que no sólo es útil para frenar los pies a la burguesía, sino también para refrescar la memoria histórica de muchos dirigentes obreros y de la izquierda que han puesto el RIP al movimiento obrero; dirigentes que han acusado a los trabajadores de aburguesarse y no querer luchar, que han sermoneado hasta la saciedad sobre “el profundo giro social a la derecha” en Francia, España o Italia. Sin embargo la clase obrera se ha revelado contra estos análisis y previsiones.

El futuro de la UE

El escenario en el que se deberá seguir desarrollando la unidad europea cambia sustancialmente con respecto a los últimos años. Estará caracterizado por la crisis económica, por un ascenso en la lucha de clases y, muy importante, por un sistema capitalista obligado a presentar de forma cada vez más clara su rostro inhumano. Que la actitud de la clase obrera está cambiando se refleja por ejemplo en el rechazo a la guerra en Iraq antes incluso de que estalle. En Gran Bretaña más de medio millón de personas se movilizaron contra la intervención imperialista, en Italia (Florencia) más de un millón. En Alemania o Francia las encuestas reflejan una amplia oposición a la guerra entre la población.

Con respecto a la alianza económica que representa la UE, lo más factible será que las dificultades para competir en el mercado mundial sean un contrapeso lo suficientemente fuerte como para mantener los acuerdos económicos a pesar de las divisiones que seguirán existiendo entre las potencias europeas. Probablemente la UE seguirá existiendo pero, eso sí, con una andadura mucho más complicada y renqueante que hasta ahora. Desde luego tampoco es descartable que si la crisis es muy profunda haga entonar el “sálvese quién pueda” a las diferentes burguesías europeas haciendo saltar la Unión por los aires.

En cualquier caso el camino recorrido hasta ahora y el que se abre ante nosotros, esta lleno de argumentos para demostrar a sectores de la clase obrera y la juventud que la única unidad de los pueblos de Europa que permitirá una vida realmente libre y justa para todos, será la construcción de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

CUADRO 1

Producción Previsión Previsión Desempleo

Industrial 2001 PIB 2002 Déficit Público 2002 2001

Alemania -0,1 0,8 3,8 9,4

Francia 0,8 1 3 8,7

Eurozona 0,3 0,7 — 8,4

CUADRO 2

Balance entre lo aportado y recibido de la UE en 2000 (mill. De euros)

Alemania -9.273

Reino Unido -3.775

Francia -1.145

Suecia -1.117

Austria -544

Bélgica -327

Luxemburgo -65

Italia 713

Irlanda 1.675

Portugal 2.112

Grecia 4.374

España 5.056


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