Que el fútbol mueve masas no es un secreto, pero también es una realidad que se trata de un gran negocio capitalista, un negocio que equivaldría a la 17ª economía mundial y que cada año mueve más de 500.000 millones de dólares. En 2007, Thabo Mbeki, anterior presidente sudafricano, describió el mundial como "una oportunidad para que África dé la talla y revierta de una manera decidida la marea de siglos de pobreza y enfrentamientos", pero lejos de representar eso, ha dejado al descubierto el gran negocio que representan este tipo de acontecimientos deportivos para las grandes multinacionales (Coca Cola, Adidas, Sony o Hyundai entre otras) y para los organismos que organizan estos eventos, ya sea el COI, la FIFA o la UEFA.
Que el fútbol mueve masas no es un secreto, pero también es una realidad que se trata de un gran negocio capitalista, un negocio que equivaldría a la 17ª economía mundial y que cada año mueve más de 500.000 millones de dólares. En 2007, Thabo Mbeki, anterior presidente sudafricano, describió el mundial como "una oportunidad para que África dé la talla y revierta de una manera decidida la marea de siglos de pobreza y enfrentamientos", pero lejos de representar eso, ha dejado al descubierto el gran negocio que representan este tipo de acontecimientos deportivos para las grandes multinacionales (Coca Cola, Adidas, Sony o Hyundai entre otras) y para los organismos que organizan estos eventos, ya sea el COI, la FIFA o la UEFA.
Para la FIFA es un negocio muy lucrativo, en 2006 logró que el gobierno sudafricano aprobara una legislación que permite a la FIFA y sus subsidiarias ser tratadas como "misiones diplomáticas", así sus actividades económicas están libres de impuestos. Antes del inicio del Mundial, gracias a esta legislación, la FIFA había conseguido ya unos beneficios de 3.200 millones de dólares, los mayores conseguidos hasta ahora en las actividades previas a un Mundial. Todo un negocio si se tiene en cuenta que a la FIFA este Mundial le costará unos mil millones. Sin olvidarnos de las empresas constructoras sudafricanas que han visto incrementar sus beneficios entre un 58% y un 152%.
Un negocio nada rentable para Sudáfrica
En cambio para el Estado sudafricano no es tan lucrativo, se calcula que ha gastado en la organización del Mundial unos 6.000 millones de dólares, un 750% más de lo previsto inicialmente. Con este dinero se podría erradicar la pobreza en Costa de Marfil, Ghana, Camerún y Honduras, por no hablar de eliminar la miseria en la que viven millones de sudafricanos, además equivale a lo que el gobierno sudafricano tiene presupuestado en vivienda para los próximos diez años. Actualmente sólo el 7% de las escuelas tienen biblioteca y con lo que cuestan siete asientos en un estadio bastaría para dotar de una biblioteca totalmente equipada a un colegio. Uno de los motivos del aumento del presupuesto, entre otros, han sido los "caprichos" de la FIFA. El estadio Green Point en Ciudad del Cabo ha costado 580 millones de dólares, en la misma ciudad hay otro estadio, habría bastado con aumentar el aforo, pero según la FIFA: "mil millones de televidentes no quieren ver chozas y pobreza", así que se construyó un nuevo estadio en otra zona más lujosa.
El gobierno hizo una gran campaña publicitaria para despertar el entusiasmo popular con el Mundial, aseguraba que crearía más de 500.000 empleos y reportaría grandes beneficios al país, finalmente sólo ha generado 22.000 puestos de trabajo, el 70-80% de los contratos no supera los tres meses de duración, con peores condiciones laborales y sin derechos sindicales. Los trabajadores de la construcción han recibido un salario de un dólar la hora, mientras que en 2008 cobraban dos dólares. Esta situación ha provocado muchas protestas y huelgas, en total ha habido 27 huelgas relacionadas con los preparativos del Mundial. Una de las más destacadas fue la huelga de la construcción en julio de 2009, más de 70.000 obreros participaron en la primera huelga nacional de la historia de este sector, exigían un aumento salarial del 13%, lo mismo ha sucedido en hostelería o transporte, con una huelga histórica el pasado mes de mayo en la que participaron más de 50.000 trabajadores. Durante el mundial también se pusieron en huelga los guardias de seguridad de los estadios de fútbol porque la FIFA no les pagaba lo prometido o los conductores de autobuses urbanos también para pedir un incremento salarial.
Tampoco se han cumplido las expectativas turísticas del gobierno. Preveían la llegada de 700.000 turistas y sólo han llegado 250.000, incluidos los 13.000 periodistas acreditados. Se calcula que como mucho dejarán en el país unos ingresos de 1.500 millones de dólares, una cantidad muy alejada de lo que ha desembolsado el gobierno, que ahora ha reconocido que, debido al aumento del déficit público, tendrá que pedir un préstamo de mil millones de dólares a las instituciones financieras internacionales.
Un mar de pobreza
Para el 70% de los sudafricanos que viven por debajo del umbral de pobreza, el Mundial no significa una vivienda, sanidad o educación mejores. La construcción de algunos estadios ha supuesto el desalojo forzoso de miles de sudafricanos que viven en ciudades de hojalata en los suburbios de las principales ciudades (un 13% de la población), conocidos como township. Otra consecuencia ha sido la expulsión de miles de vendedores callejeros de las zonas adyacentes a los estadios porque son consideradas "zonas francas", y sólo tienen derecho a vender aquellos que cuenten con el permiso de la FIFA. En Sudáfrica hay medio millón de vendedores callejeros de los que depende la subsistencia de millones de personas. Los costes de construcción de los estadios han recaído directamente sobre los ayuntamientos reduciendo así drásticamente sus presupuestos.
Hasta hace veinte años Sudáfrica estuvo bajo un régimen brutal conocido como apartheid. La minoría blanca, los afrikáner, sometieron a la inmensa mayoría negra de la población a una feroz dictadura, los negros estaban totalmente marginados, segregados y sin ningún derecho, ni siquiera podían votar. Finalmente el odiado apartheid cayó por la lucha de los jóvenes y trabajadores negros que protagonizaron heroicas insurrecciones como la de Soweto en 1976 y que pusieron en jaque al régimen racista, llegó un momento en que la policía no podía entrar en los distritos obreros. Una vez caído el apartheid, en las primeras elecciones en las que pudo votar la mayoría negra, ganó de manera arrolladora el Congreso Nacional Sudafricano (ANC) y Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica, desde entonces el ANC ha ganado todas las elecciones y se mantiene en el poder con el apoyo del Partido Comunista Sudafricano (PCSA) y la Confederación de Sindicatos Sudafricanos (COSATU).
Uno de los primeros programas aprobados por el gobierno de Mandela fue el Black Economic Empowerment (BEE), que permitió a una pequeña minoría de negros acceder a la propiedad y la riqueza, incorporando a un puñado de multimillonarios negros a las filas de la oligarquía sudafricana. Cyril Ramaphosa (ex dirigente del sindicato minero NUM) y Trevor Manuel, son un ejemplo de lo que representó el BEE, ahora son dos de los hombres más ricos del país. Manuel fue además ministro de economía y encabezó la apertura de Sudáfrica al mercado mundial y la implantación de la política económica neoliberal, privatizaciones, etc. Ramaphosa y Manuel representan el abismo que se ha abierto entre la dirección del ANC y las masas que le auparon al poder con la esperanza de un cambio radical en sus vidas.
Después del final del ‘apartheid' ¿qué ha cambiado?
Dieciséis años de "transición democrática" han servido para que Sudáfrica ocupe el primer lugar mundial entre los países donde la brecha entre ricos y pobres es más grande, según datos de la ONU, desplazando a Brasil que durante años ha ostentado este triste récord. El 10% más pobre recibe sólo el 6% de la renta nacional, mientras que el 10% más rico recibe más de la mitad de la renta. La tasa real de paro está en torno al 40% (un 80% entre la población negra) y en una década se han perdido un millón de empleos. La desigualdad social aún se corresponde con la desigualdad racial, el 15% de la población consume dos tercios de los recursos sanitarios, mientras que la mayoría de la población debe acudir a clínicas públicas, esperando largas colas durante horas para encontrarse con clínicas mal equipadas y sin medicamentos. Sudáfrica es el país con mayor número de infectados por VIH. Los trabajadores blancos aún cobran salarios más elevados y tienen acceso a los mejores empleos.
Cuando el ANC llega al poder, dos de sus principales promesas eran solucionar el problema de la vivienda y la reforma agraria. Hoy todavía el 9% de la población blanca posee el 80% de la tierra, hay que recordar que la tierra fue conseguida mediante la Ley de la Tierra racista de 1913 que robó a los negros sus derechos sobre la tierra. En cuanto a la vivienda, el número de personas que viven en chabolas ha aumentado, del millón de 1995 a 1,4 millones de personas. La pobreza ha sufrido el mismo proceso, cuatro millones de personas viven con menos de un dólar al día, frente a los dos millones de 1994.
Esta situación ha llevado al límite la confianza y la paciencia de la clase obrera tras años de promesas traicionadas y deterioro constante de sus condiciones de vida. Durante estos dos últimos años los jóvenes y trabajadores han participado en multitud de luchas y protestas contra la política del gobierno. En el campo, donde miles de campesinos (agrupados en el Movimiento Sin Tierra) luchan por la reforma agraria, en los township, luchando contra los desahucios y contra una ley que condena a 5 años de cárcel a todo el que viva en una chabola, sin que el gobierno proporcione una vivienda alternativa. En el sector público contra los recortes y privatizaciones, en una de las mayores huelgas generales de la historia del país.
La crisis económica, el aumento de la pobreza, las promesas incumplidas y la rabia acumulada han provocado una situación de extrema polarización política y social. Sudáfrica es uno de los países más ricos del continente y del mundo, primer exportador mundial de oro y platino, además de uno de los principales de carbón y metales básicos, pero toda esta riqueza está al servicio de una ínfima minoría mientras la inmensa mayoría vive en un mar de miseria. Cuando el Mundial haya terminado, los jóvenes y trabajadores sudafricanos serán los que tendrán que pagar la factura del despilfarro y eso abrirá el camino para una nueva etapa en la lucha de clases en Sudáfrica.
Para la FIFA es un negocio muy lucrativo, en 2006 logró que el gobierno sudafricano aprobara una legislación que permite a la FIFA y sus subsidiarias ser tratadas como "misiones diplomáticas", así sus actividades económicas están libres de impuestos. Antes del inicio del Mundial, gracias a esta legislación, la FIFA había conseguido ya unos beneficios de 3.200 millones de dólares, los mayores conseguidos hasta ahora en las actividades previas a un Mundial. Todo un negocio si se tiene en cuenta que a la FIFA este Mundial le costará unos mil millones. Sin olvidarnos de las empresas constructoras sudafricanas que han visto incrementar sus beneficios entre un 58% y un 152%.
Un negocio nada rentable para Sudáfrica
En cambio para el Estado sudafricano no es tan lucrativo, se calcula que ha gastado en la organización del Mundial unos 6.000 millones de dólares, un 750% más de lo previsto inicialmente. Con este dinero se podría erradicar la pobreza en Costa de Marfil, Ghana, Camerún y Honduras, por no hablar de eliminar la miseria en la que viven millones de sudafricanos, además equivale a lo que el gobierno sudafricano tiene presupuestado en vivienda para los próximos diez años. Actualmente sólo el 7% de las escuelas tienen biblioteca y con lo que cuestan siete asientos en un estadio bastaría para dotar de una biblioteca totalmente equipada a un colegio. Uno de los motivos del aumento del presupuesto, entre otros, han sido los "caprichos" de la FIFA. El estadio Green Point en Ciudad del Cabo ha costado 580 millones de dólares, en la misma ciudad hay otro estadio, habría bastado con aumentar el aforo, pero según la FIFA: "mil millones de televidentes no quieren ver chozas y pobreza", así que se construyó un nuevo estadio en otra zona más lujosa.
El gobierno hizo una gran campaña publicitaria para despertar el entusiasmo popular con el Mundial, aseguraba que crearía más de 500.000 empleos y reportaría grandes beneficios al país, finalmente sólo ha generado 22.000 puestos de trabajo, el 70-80% de los contratos no supera los tres meses de duración, con peores condiciones laborales y sin derechos sindicales. Los trabajadores de la construcción han recibido un salario de un dólar la hora, mientras que en 2008 cobraban dos dólares. Esta situación ha provocado muchas protestas y huelgas, en total ha habido 27 huelgas relacionadas con los preparativos del Mundial. Una de las más destacadas fue la huelga de la construcción en julio de 2009, más de 70.000 obreros participaron en la primera huelga nacional de la historia de este sector, exigían un aumento salarial del 13%, lo mismo ha sucedido en hostelería o transporte, con una huelga histórica el pasado mes de mayo en la que participaron más de 50.000 trabajadores. Durante el mundial también se pusieron en huelga los guardias de seguridad de los estadios de fútbol porque la FIFA no les pagaba lo prometido o los conductores de autobuses urbanos también para pedir un incremento salarial.
Tampoco se han cumplido las expectativas turísticas del gobierno. Preveían la llegada de 700.000 turistas y sólo han llegado 250.000, incluidos los 13.000 periodistas acreditados. Se calcula que como mucho dejarán en el país unos ingresos de 1.500 millones de dólares, una cantidad muy alejada de lo que ha desembolsado el gobierno, que ahora ha reconocido que, debido al aumento del déficit público, tendrá que pedir un préstamo de mil millones de dólares a las instituciones financieras internacionales.
Un mar de pobreza
Para el 70% de los sudafricanos que viven por debajo del umbral de pobreza, el Mundial no significa una vivienda, sanidad o educación mejores. La construcción de algunos estadios ha supuesto el desalojo forzoso de miles de sudafricanos que viven en ciudades de hojalata en los suburbios de las principales ciudades (un 13% de la población), conocidos como township. Otra consecuencia ha sido la expulsión de miles de vendedores callejeros de las zonas adyacentes a los estadios porque son consideradas "zonas francas", y sólo tienen derecho a vender aquellos que cuenten con el permiso de la FIFA. En Sudáfrica hay medio millón de vendedores callejeros de los que depende la subsistencia de millones de personas. Los costes de construcción de los estadios han recaído directamente sobre los ayuntamientos reduciendo así drásticamente sus presupuestos.
Hasta hace veinte años Sudáfrica estuvo bajo un régimen brutal conocido como apartheid. La minoría blanca, los afrikáner, sometieron a la inmensa mayoría negra de la población a una feroz dictadura, los negros estaban totalmente marginados, segregados y sin ningún derecho, ni siquiera podían votar. Finalmente el odiado apartheid cayó por la lucha de los jóvenes y trabajadores negros que protagonizaron heroicas insurrecciones como la de Soweto en 1976 y que pusieron en jaque al régimen racista, llegó un momento en que la policía no podía entrar en los distritos obreros. Una vez caído el apartheid, en las primeras elecciones en las que pudo votar la mayoría negra, ganó de manera arrolladora el Congreso Nacional Sudafricano (ANC) y Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica, desde entonces el ANC ha ganado todas las elecciones y se mantiene en el poder con el apoyo del Partido Comunista Sudafricano (PCSA) y la Confederación de Sindicatos Sudafricanos (COSATU).
Uno de los primeros programas aprobados por el gobierno de Mandela fue el Black Economic Empowerment (BEE), que permitió a una pequeña minoría de negros acceder a la propiedad y la riqueza, incorporando a un puñado de multimillonarios negros a las filas de la oligarquía sudafricana. Cyril Ramaphosa (ex dirigente del sindicato minero NUM) y Trevor Manuel, son un ejemplo de lo que representó el BEE, ahora son dos de los hombres más ricos del país. Manuel fue además ministro de economía y encabezó la apertura de Sudáfrica al mercado mundial y la implantación de la política económica neoliberal, privatizaciones, etc. Ramaphosa y Manuel representan el abismo que se ha abierto entre la dirección del ANC y las masas que le auparon al poder con la esperanza de un cambio radical en sus vidas.
Después del final del ‘apartheid' ¿qué ha cambiado?
Dieciséis años de "transición democrática" han servido para que Sudáfrica ocupe el primer lugar mundial entre los países donde la brecha entre ricos y pobres es más grande, según datos de la ONU, desplazando a Brasil que durante años ha ostentado este triste récord. El 10% más pobre recibe sólo el 6% de la renta nacional, mientras que el 10% más rico recibe más de la mitad de la renta. La tasa real de paro está en torno al 40% (un 80% entre la población negra) y en una década se han perdido un millón de empleos. La desigualdad social aún se corresponde con la desigualdad racial, el 15% de la población consume dos tercios de los recursos sanitarios, mientras que la mayoría de la población debe acudir a clínicas públicas, esperando largas colas durante horas para encontrarse con clínicas mal equipadas y sin medicamentos. Sudáfrica es el país con mayor número de infectados por VIH. Los trabajadores blancos aún cobran salarios más elevados y tienen acceso a los mejores empleos.
Cuando el ANC llega al poder, dos de sus principales promesas eran solucionar el problema de la vivienda y la reforma agraria. Hoy todavía el 9% de la población blanca posee el 80% de la tierra, hay que recordar que la tierra fue conseguida mediante la Ley de la Tierra racista de 1913 que robó a los negros sus derechos sobre la tierra. En cuanto a la vivienda, el número de personas que viven en chabolas ha aumentado, del millón de 1995 a 1,4 millones de personas. La pobreza ha sufrido el mismo proceso, cuatro millones de personas viven con menos de un dólar al día, frente a los dos millones de 1994.
Esta situación ha llevado al límite la confianza y la paciencia de la clase obrera tras años de promesas traicionadas y deterioro constante de sus condiciones de vida. Durante estos dos últimos años los jóvenes y trabajadores han participado en multitud de luchas y protestas contra la política del gobierno. En el campo, donde miles de campesinos (agrupados en el Movimiento Sin Tierra) luchan por la reforma agraria, en los township, luchando contra los desahucios y contra una ley que condena a 5 años de cárcel a todo el que viva en una chabola, sin que el gobierno proporcione una vivienda alternativa. En el sector público contra los recortes y privatizaciones, en una de las mayores huelgas generales de la historia del país.
La crisis económica, el aumento de la pobreza, las promesas incumplidas y la rabia acumulada han provocado una situación de extrema polarización política y social. Sudáfrica es uno de los países más ricos del continente y del mundo, primer exportador mundial de oro y platino, además de uno de los principales de carbón y metales básicos, pero toda esta riqueza está al servicio de una ínfima minoría mientras la inmensa mayoría vive en un mar de miseria. Cuando el Mundial haya terminado, los jóvenes y trabajadores sudafricanos serán los que tendrán que pagar la factura del despilfarro y eso abrirá el camino para una nueva etapa en la lucha de clases en Sudáfrica.