La economía capitalista mundial está viviendo su crisis más profunda desde los años 30. Una crisis que ha barrido los discursos demagógicos que hablaban de la prosperidad y la paz que nos esperaban bajo el reino de la economía de mercado, y que tendrá repercusiones de largo alcance en la lucha de clases. La sociedad en su conjunto se ha visto sacudida de arriba abajo, pero es la clase obrera la que está pagando el precio más duro por la bancarrota de la economía capitalista.
En un país tras otro la burguesía está atacando las condiciones de vida de los trabajadores a través de recortes brutales en los gastos sociales, reducciones salariales, contrarreformas laborales, despidos masivos y un incremento del desempleo a tasas históricas. La crisis va aparejada de un crecimiento sin precedentes de la desigualdad social: la pobreza y la marginalidad se extienden imparables, mientras el sector financiero y los grandes capitalistas amasan nuevas fortunas, esta vez beneficiándose doblemente del dinero público.
Decadencia orgánica del capitalismo
El equilibrio general del sistema capitalista está roto. El capitalismo ha entrado en un período de decadencia orgánica que no durará unos pocos años sino probablemente décadas. La profundidad de la actual crisis de sobreproducción se comprueba por el hecho de que los gobiernos de EEUU, la UE, Japón y China han inyectado más de 20 billones de dólares de fondos públicos en planes de rescate para la gran banca y el sector financiero, una cuarta parte del PIB mundial, pero la crisis no sólo no ha desaparecido sino que ha vivido momentos críticos en Europa, y amenaza con prolongarse e incluso endurecerse.
La reciente cumbre del G20 ha sido una nueva confirmación de la incapacidad de los gobiernos capitalistas para encontrar una solución a los problemas estructurales de su sistema y recomponer las bases para un crecimiento sólido y duradero. Las contradicciones insolubles que esta crisis ha puesto de manifiesto, con el aumento exponencial de la deuda pública y los déficits presupuestarios, no han hecho sino agudizar el enfrentamiento entre las potencias imperialistas. El fiasco de la coordinación de las políticas económicas, el enfrentamiento abierto entre los partidarios de mantener las políticas endeudamiento y los defensores a ultranza de los planes de ajuste y reducción del déficit, las amenazas de proteccionismo, dibujan un horizonte de más inestabilidad y choques. La lucha por cada palmo del mercado mundial entre EEUU, Europa, China y Japón, y otras potencias regionales, ocasionará constantes conflictos comerciales y diplomáticos e incluso militares en diferentes puntos del planeta en los próximos años, incrementando la inestabilidad global y la barbarie que genera el sistema.
La causa fundamental de las crisis de sobreproducción, como la que vivimos actualmente, fue explicada por Marx hace más de 150 años en El Manifiesto Comunista: el avance de las fuerzas productivas se ve obstaculizado por la propiedad privada de los medios de producción (los bancos, la tierra, las industrias…) y la lucha por el máximo beneficio, y la camisa de fuerza que supone la pervivencia de los estados nacionales. Esta contradicción lejos de ser resuelta ha sido llevada hasta sus límites. Cuando existe todo el potencial productivo y tecnológico para que mediante la planificación socialista y democrática de la economía se pudiera acabar con la miseria y la desigualdad en el mundo, miles de fábricas cierran sus puertas y millones de hombres y mujeres son arrojados a la cuneta del desempleo. Cuando la mayoría de la población mundial sufre duramente las consecuencias devastadoras de la recesión, los capitalistas -en plena crisis- siguen obteniendo beneficios récord. ¡No sólo eso! Las propias ayudas otorgadas por el Estado a los bancos, que salen de la plusvalía extraída a los trabajadores y del recorte del gasto social, son utilizadas por estos parásitos para seguir amasando fortunas obscenas especulando con la deuda de esos mismos estados. Un negocio redondo que refleja la voracidad del capital y la degeneración extrema del sistema capitalista en esta fase de decadencia imperialista, y el hecho de que tras la fachada de la democracia se oculta, en realidad, una brutal dictadura del capital financiero. Individuos que nadie ha votado, que nadie ha elegido, deciden sobre la vida de miles de millones de personas y dictan a los gobiernos de todo el mundo la política del momento.
Hay que transformar el descontento en una alternativa revolucionaria
La creciente inestabilidad política y diplomática, el retorno a las intervenciones y ocupaciones militares (Irak, Afganistán) y, sobre todo, la profundidad de la crisis junto a los planes de ajuste draconianos, reducciones salariales y ataques a las conquistas históricas del movimiento obrero, están golpeando la conciencia de millones de trabajadores en todo el mundo.
En Europa, Asia, e incluso en los propios Estados Unidos, durante los últimos años se han hecho presentes factores que presagian los grandes movimientos revolucionarios del futuro. Bajo el boom de la economía capitalista, la clase obrera ha luchado duramente y no ha aceptado de forma pasiva el empeoramiento de sus condiciones de vida: hemos asistido a un creciente proceso de polarización social y política, a huelgas generales y movilizaciones de masas en Francia, Italia, Portugal, el Estado español y otros muchos países. A giros electorales a la izquierda en muchos países europeos, dónde ha crecido significativamente el voto hacia opciones que se presentan a la izquierda de la socialdemocracia. A movimientos como el que llevó a Obama al gobierno de los EEUU, que a pesar de todas sus contradicciones son un buen reflejo del gran malestar social acumulado. En los años anteriores al estallido de la crisis, la revolución socialista se ha hecho una realidad en América Latina. En Venezuela la ruptura contra el sistema capitalista ha llegado más lejos que en ningún otro país, y en Bolivia o Ecuador la crisis general del capitalismo ha dado paso a grandes oportunidades para la transformación socialista de la sociedad. Acontecimientos de características revolucionarias también se han producido en México durante 2006 y más recientemente en Honduras.
Los ataques contra la clase obrera caen sobre un terreno abonado por años de precarización y sobreexplotación. Las medidas que hoy pretenden aplicar los capitalistas en Europa son muy similares a las llevadas a cabo en el pasado en América latina y sus resultados, a un ritmo u otro, serán los mismos.
La crisis de las direcciones reformistas de la clase obrera
¿Cuál es el factor fundamental que impide que el descontento acumulado entre los trabajadores no haya podido ir más lejos por el momento, y no se hayan podido derrotar los planes capitalistas? Desde nuestro punto de vista la razón no es que la clase obrera haya bajado los brazos, o tenga un insuficiente nivel de conciencia, como les gusta decir a todos los escépticos para justificar su renuncia a las ideas del socialismo. El factor determinante que ha impedido a las masas romper los diques de contención del orden capitalista sigue siendo el papel de las direcciones reformistas del movimiento obrero y la debilidad numérica de las fuerzas del marxismo. Pero la crisis por la que estamos atravesando, como hemos señalado, tendrá consecuencias de gran alcance y una de ellas, sin duda, es que está debilitando al reformismo.
Esta crisis orgánica y global del capitalismo reduce el margen de los gobiernos socialdemócratas para desarrollar políticas que les diferencien claramente de la derecha, como demuestran los ejemplos de España, Grecia o Portugal. Los gobiernos de Zapatero, Papandreu y Sócrates están aplicando las medidas que los “mercados” les han exigido y provocando con ello un enfrentamiento frontal con la clase obrera. Su programa de contrarreformas no se diferencia en nada de los que llevan a cabo Merkel, Sarkozy o Berlusconi.
La adaptación completa de los gobiernos socialdemócratas a las exigencias del gran capital se ha convertido en una necesidad para la estabilidad del sistema, pero entra en contradicción abierta con las aspiraciones y las necesidades de su base social. Por eso la crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo.
La clase obrera de todo el mundo se enfrenta a un gran desafío. No puede extrañar que cuando las direcciones de los sindicatos y partidos de izquierda han defendido mayoritariamente una política de desmovilización, colaboración de clases y pacto social, el chantaje empresarial para imponer recortes salariales o aumentar la jornada laboral, ante el miedo a perder el empleo, pueda abrirse camino temporalmente en determinados momentos y coyunturas. Eso es completamente natural, la crisis ha sido un shock para millones de obreros. En una crisis económica de proporciones históricas como la actual, la lucha sindical limitada empresa a empresa es totalmente ineficaz e impotente. La lucha económica se tiene que transformar en una amplia, extensa y contundente lucha política para arrancar conquistas necesarias para millones de familias obreras, pero que entran en contradicción con los fundamentos en que se sustenta el sistema capitalista. Una estrategia así plateada serviría para aumentar el grado de conciencia y organización de la clase trabajadora y la juventud.
Es necesario situar todas las caras de la realidad para huir de análisis unilaterales. A pesar de todas estas dificultades evidentes, existe un fermento de descontento creciente entre capas amplias de la clase trabajadora. El proceso de deslegitimación y crítica hacia el capitalismo no está disminuyendo, sino aumentando.
La conciencia de las masas va con retraso respecto a los acontecimientos. Pero una cosa es segura, las recetas de austeridad propuestas para restablecer el equilibrio capitalista, provocaran una contestación furiosa de la clase trabajadora no sólo en los países coloniales, también en las naciones más desarrolladas. Las movilizaciones masivas en la mayoría de países de Europa y el aumento del cuestionamiento al sistema capitalista muestran una tendencia hacia la agudización de la lucha de clases. La expresión más evidente de cómo este malestar puede emerger bruscamente lo hemos visto en Grecia, pero en toda Europa estamos viendo luchas de masas. Aunque los dirigentes sindicales y políticos reformistas de las organizaciones de la clase obrera hacen todo lo posible por contener este descontento y actuar como factor de estabilización, se han visto obligados a convocar huelgas generales o movilizaciones en la mayoría de países e incluso a hacerlas coincidir, si bien tímidamente y sin una alternativa clara y unificada, el próximo 29 de Septiembre. Pero esto es sólo el comienzo.
El capitalismo salvaje provocará una lucha de clases en la misma proporción. Teniendo en cuenta siempre las particularidades específicas de cada país, que los ritmos no serán homogéneos y habrá retrocesos y repliegues temporales, este es el horizonte para los próximos años. El camino de la lucha de clases, de la organización y la movilización aparecerá como la única alternativa para defender el nivel de vida de millones de hombres y mujeres de todo el mundo, para defendernos de la catástrofe que amenaza las conquistas fundamentales de la clase trabajadora. En base a una dura y terrible escuela, una nueva generación de trabajadores en los países capitalistas desarrollados redescubrirá el programa del marxismo y las tradiciones revolucionarias del pasado. La lucha por el socialismo aparecerá como la única alternativa viable para conquistar una salida progresiva a la crisis del capitalismo.
Construir la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR)
La prueba suprema para una tendencia revolucionaria es su intervención práctica en la lucha de clases. Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria y viceversa: sin una práctica revolucionaria que nos permita poner a prueba nuestras ideas, afilarlas, completarlas y hacerlas carne y hueso con el movimiento real de la clase trabajadora la teoría se convierte en algo muerto.
Durante las dos últimas décadas, los trabajadores y jóvenes marxistas agrupados en la Corriente Marxista Revolucionaria, hemos demostrado no en palabras sino en hechos, en el terreno concreto de la intervención en la lucha de clases, que los métodos, perspectivas e ideas del marxismo son los únicos que sirven para hacer avanzar al movimiento obrero.
En el Estado español la Corriente Marxista El Militante ha conquistado posiciones destacadas tanto en las organizaciones sindicales como políticas de la clase obrera; entre la juventud, participando y construyendo activamente el Sindicato de Estudiantes; en el frente ideológico impulsando la formación de cuadros, y colaborando en la edición de literatura marxista a una escala muy importante junto a la Fundación Federico Engels. En México, Militante ha logrado establecerse como una tendencia revolucionaria reconocida por miles de activistas del PRD, de los sindicatos obreros y del movimiento estudiantil, interviniendo en las principales luchas y conflictos de la clase. En Venezuela, en medio de una situación revolucionaria, la Corriente Marista Revolucionaria es aceptada públicamente por la izquierda revolucionaria del PSUV y del movimiento sindical como un punto de referencia. Hemos orientado y dirigido luchas por la ocupación de empresas y el control obrero, jugando un papel clave en la expropiación primero y la creación posterior de las primeras empresas nacionalizadas, Inveval e Invepal, y batallando desde entonces en defensa del control obrero y contra todos los intentos por parte de la burocracia de sabotear y cercenar estas experiencias. La CMR venezolana, combatiendo las tendencias sectarias y ultraizquierdistas y también la tendencia oportunista a utilizar un lenguaje revolucionario pero diluirse dentro de la burocracia, jugó un destacado papel en la puesta en marcha de los primeros Consejos de trabajadores, en la creación del PSUV (siendo la única tendencia que ha presentado propuestas programáticas marxistas en los dos congresos del partido) así como en la lucha por un sindicalismo clasista y revolucionario para la UNETE. En estos mismos momentos los marxistas de la CMR dirigen las luchas de Mitsubishi y Vivex contra los capitalistas y la burocracia, dos luchas que se han convertido en un referente para los activistas obreros más conscientes y combativos de la UNETE y el PSUV. El trabajo de nuestros camaradas colombianos, en unas circunstancias extraordinariamente difíciles de represión, avanza con paso firme levantando la bandera del programa y métodos del marxismo dentro del Polo Democrático (PDA) y la CUT.
La idea planteada por León Trotsky en 1938, de que la crisis de la humanidad se puede reducir a la crisis de su dirección revolucionaria es completamente acertada para describir la situación política actual. La ausencia de una dirección revolucionaria al frente de las organizaciones de masas de la clase obrera, políticas y sindicales, explica que todo ese malestar acumulado que vemos plasmarse en el terreno huelguístico, en movilizaciones de masas, o incluso en el terreno electoral, se exprese de un modo distorsionado y extremadamente contradictorio. Pero lo importante para los revolucionarios es comprender que ese malestar existe y busca un cauce.
La debilidad de las fuerzas del marxismo es un factor decisivo en la ecuación, que hará que los procesos se prolonguen más tiempo, con todo tipo de distorsiones, alzas y repliegues. La tarea de los marxistas revolucionarios y de los trabajadores avanzados es comprender la dinámica contradictoria de este proceso y sus efectos en las organizaciones tradicionales de los trabajadores. Debemos prepararnos para los futuros acontecimientos, ganando posiciones en las organizaciones sindicales y en las empresas, entre la juventud, en las organizaciones políticas tradicionales del proletariado. Pero sobre todo construyendo paso a paso, ladrillo a ladrillo, las fuerzas del marxismo revolucionario.
Nuestras perspectivas y nuestra estrategia revolucionaria no se basan en el último paso adelante o atrás del movimiento, la última declaración de tal o cual dirigente, el acuerdo más reciente que han firmado los sindicatos y la patronal o tal o cual resultado electoral parcial. Los marxistas nos basamos en comprender la dirección general del proceso, la cual viene determinada en última instancia por la imposibilidad del sistema capitalista de recomponer su equilibrio interno y resolver sus contradicciones. Sobre todo, la tarea central para los marxistas es buscar en cada momento el punto de apoyo que mejor nos permite intervenir en el movimiento real de los trabajadores para poder hacerlo avanzar y construir nuestra organización. Una orientación firme hacia las organizaciones de masas, y el trabajo dentro de ellas, es la única manera de defender consecuentemente el programa y los métodos del marxismo. Ligarnos a estas organizaciones, ser reconocidos como parte del movimiento, implica en primer lugar intervenir enérgicamente en la lucha de clases, una tarea que debe ser simultanea a la labor de educación política de los cuadros.
Los grandes acontecimientos de la lucha de clases ofrecerán grandes oportunidades para construir sólidamente las fuerzas del marxismo, de la Corriente Marxista Revolucionaria a escala internacional. Confiando en la capacidad de nuestra clase, en la defensa del programa de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, en sus métodos y tradiciones democráticas, pondremos las bases para resolver la mayor contradicción de la época actual: la que surge de la madurez de las condiciones objetivas para la revolución socialista y la inmadurez del factor subjetivo para hacer posible su victoria.
¡Únete a la Corriente Marxista Revolucionaria!
¡Por el socialismo!
¡Por el Internacionalismo proletario!