La ruptura del diálogo para la paz en Colombia constituye una burla más de las clases dominantes y su régimen político a las aspiraciones de los trabajadores colombianos, sumidos en el abismo de la miseria, el hambre, el desempleo y la recesión. La ruptura del diálogo para la paz en Colombia constituye una burla más de las clases dominantes y su régimen político a las aspiraciones de los trabajadores colombianos, sumidos en el abismo de la miseria, el hambre, el desempleo y la recesión.

El presidente Pastrana es el responsable directo y ejecutor de la ruptura. Para Pastrana, el proceso de paz tenía dos objetivos estratégicos: despistar al movimiento de masas con unos diálogos carentes de toda intención de soluciones, reducidos específicamente a exigencias de desmovilización a cambio de reformas mezquinas y un diluvio de promesas. De otro lado, y esencialmente, la estrategia central de las clases dominantes ha consistido en buscar la reestructuración del aparato represivo, el cual se mostraba inútil para enfrentarse al conflicto social a los niveles que ha llegado. Una estrategia ligada a la intervención de los Estados Unidos.

Carta enviada a la web In Defence of Marxism

por un colombiano

El aparato militar colombiano —al igual que todas las instituciones político estatales— es un engendro burocrático, penetrado por la corrupción y la ineficacia de sus oficiales. Los estrategas de Washington, quienes están detrás de todo el proceso, en su afán de hacer de Colombia su punta de lanza contra el movimiento de masas en Suramérica, estimaron necesario intervenir a través de su corte conservadora, para modernizar el ejército colombiano.

Un gran mentira

Ahora que Pastrana, y en especial Washington, estiman que el aparato represivo ya está adecuado para lanzar la ofensiva, el diálogo no tiene razón de seguir existiendo. Sólo era cuestión de esperar el momento propicio y el pretexto apropiado.

En su discurso televisado Pastrana exhibía un vídeo de los supuestos actos de la guerrilla en la construcción de puentes, pistas, carreteras con fines ilegales, así como cultivos ilegales en la zona de distensión. Las pistas de aterrizaje existían, en total estado de abandono, mucho antes de existir la zona de distensión. Las poblaciones aledañas en la región involucrada, como la mayoría del agro colombiano, son objeto del total abandono por parte del Estado. Los campesinos se dedican a los cultivos ilícitos porque no tienen otra fuente de subsistencia. El estado burgués terrateniente se olvidó de los campesinos, pero ahora, indignado, los muestra al mundo porque se dedican a lo único que pueden hacer para no morirse de hambre. El Estado colombiano no ha invertido en carreteras, puentes, escuelas y hospitales en el campo. Todo esto se ha hecho bajo iniciativa de los propios campesinos y por hacerlo tienen que pagar con sangre, porque las clases dominantes, el imperialismo y Pastrana le dicen al mundo que debido a esas actividades "ilícitas" han decidido hacer resonar tambores y cañones contra los oprimidos que luchan por sus derechos.

El presidente Pastrana y toda la reacción de las clases dominantes en Colombia, mienten al mundo al decir que mientras la guerrilla actuaba en contra de la paz, el señor presidente implementaba un plan de inversión de mil millones de pesos para obras sociales, poniendo en acción una revolución que la guerrilla supuestamente ha olvidado. La verdad de esa fabulosa millonada, que en realidad es de mil millones trescientos mil dólares, es que proviene del Pentágono, y no está destinada a generar empleos ni nada de esas pamplinas. Son los mil millones trescientos mil dólares del Plan Colombia, plan diseñado en el Pentágono y aprobado por el Congreso norteamericano para modernizar el oxidado aparato represivo colombiano. Los objetivos del Plan hablan por sí solos: 80% para ayuda militar y 20% para ayuda social tendente a mitigar el efecto devastador de la guerra en las áreas afectadas. El Plan Colombia es un instrumento de guerra y no de paz. De mayor miseria y desolación y no de alivio siquiera a las urgentes necesidades de los trabajadores colombianos

Lucha contra las privatizaciones

La miseria, el hambre, el desempleo, la mortalidad infantil, la insalubridad, el narcotráfico, no se pueden derrotar con posturas demagógicas, ni se pueden solucionar con el 20% limosnero de un plan de guerra, que, por lo demás, será absorbido por la burocracia, como todo fondo que llegue a manos de los corruptos. Porque es bien sabido que en Colombia todo dinero que llegue a las manos de los funcionarios, es como botarlo al río. Y su mandato, señor presidente, no fue la excepción.

La ruptura de las negociaciones es una nueva burla de la burguesía y los terratenientes que siguen aferrados a mantenerse en el poder, sin dar solución a los problemas de los trabajadores colombianos. En estas circunstancias, la única vía para la paz duradera es el derrocamiento del régimen y su suplantación por un gobierno de los trabajadores, basado en la democracia obrera y un programa revolucionario.


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