El anuncio del Presidente Duhalde de adelantar al mes de marzo del 2003 las elecciones para la Presidencia de la República provocó un cambio en el panorama político argentino. Este anuncio tiene lugar tras el desgaste sufrido por el gobierno a consecEl anuncio del Presidente Duhalde de adelantar al mes de marzo del 2003 las elecciones para la Presidencia de la República provocó un cambio en el panorama político argentino. Este anuncio tiene lugar tras el desgaste sufrido por el gobierno a consecuencia de la brutal represión de los piqueteros en el puente de Avellaneda a finales de junio, y en medio de la guerra civil declarada en el interior del Partido Justicialista por los diferentes “caudillos” peronistas que buscan postularse como candidatos a la presidencia de la República. El FMI por su parte, mantuvo un permanente acoso, apremiando al gobierno Duhalde a que pusiera en práctica de manera inmediata las medidas de ajuste en la economía argentina, como condición inexcusable para recibir fondos del mismo, en un contexto donde se profundiza la degradación económica y social del país. Todos estos factores son los que colocaron a Duhalde en una situación insostenible, obligándolo a convocar estas elecciones.

De esta manera, con el anuncio de elecciones presidenciales, la burguesía argentina busca ganar tiempo destapando una válvula de escape con la que desviar la atención de las masas de la población de sus problemas más acuciantes. Si en todos estos meses fue la actividad de la población en la calle la que marcó la agenda política del país, ahora se pretende que sea la disputa electoral la que centre la atención, con la cínica promesa de que dentro de unos meses todo se arreglará con la elección de un nuevo presidente.

En estos momentos, la burguesía argentina carece de un candidato fiable con una base social de apoyo suficiente que esté en condiciones de llevar a la práctica los planes que demandan los imperialismos americano y europeo a través del FMI. Por eso no deja de mirar la contienda electoral con cierta preocupación.

La disputa electoral

Es verdad que la burguesía ha tenido cierto éxito en centrar temporalmente la atención política de las masas entorno a las futuras elecciones, y los activistas del movimiento obrero no pueden dejar de lado este hecho.

Dentro del peronismo se desató una lucha sin cuartel. Menem, estimulado por el desprestigio del gobierno y el pánico entre la burocracia del partido, temerosa de ser desalojada de sus puestos de poder tras las elecciones, se está ofreciendo como el único ” del país, rememorando los “éxitos” económicos del país bajo su mandato. Ese mismo “salvador” que entregó la riqueza del país a las multinacionales extranjeras quienes, ante la llegada de la crisis económica hace tres años, se dedicaron durante todo este tiempo a sacar afuera sus inversiones y capitales, conduciendo al país al desastre. El eslogan de Menem es la vuelta a la dolarización de la economía, lo que se adecua perfectamente a los intereses de las multinacionales y los bancos. Las primeras podrían así repatriar sus beneficios en dólares y los segundos percibir la devolución de los préstamos concedidos a empresas y particulares en dólares de nuevo, a costa de empobrecerlos todavía más.

Después de la renuncia de Reutemann, es el gobernador de Córdoba, de la Sota, el que fue designado como el candidato oficioso del peronismo. Representa al sector más ligado al sector de la burguesía nacional exportadora, y pretende mantener la devaluación del peso, pero coincidiendo con Menem en ajustar brutalmente los gastos públicos y subir las tarifas de los servicios básicos (luz, gas, teléfono y transporte) para que las multinacionales que controlan estos servicios privatizados puedan aumentar sus beneficios, aunque sea a costa del hambre de las familias trabajadoras. Se supone que va a ser en unas elecciones internas en diciembre cuando se decida el candidato oficial del peronismo para las elecciones.

Ante la falta de apoyos internos tanto Rodríguez Saá como Kirchner anunciaron que se van a presentar a las elecciones por afuera del peronismo. Saá ya creó su propia plataforma electoral y se garantizó el apoyo de un sector de la burocracia sindical, Moyano, dirigente de la CGT “disidente” ¡y del ex golpista carapintada Aldo Rico! Rodríguez Saá no es más que un millonario burgués que usa muy hábilmente una verborrea demagógica y “patriótica” pero que es incapaz de concretar ni una sola medida económica para sacar al país de la crisis.

La Unión Cívica Radical, tradicional partido burgués, está completamente hundida, a punto de desaparecer, y no cuenta para la contienda electoral.

En el campo de la “centroizquierda”, nombre acuñado convenientemente con la intención de engañar a las masas, se postula Lilita Carrió que está organizando una coalición electoral formada por su partido, el ARI, sectores del Frepaso, como el Jefe de Gobierno de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, y otros. Ellos dicen ser los portavoces del capitalismo de “rostro humano”, que prometen todo lo que quieren a quien esté dispuesto a escucharlos: empresarios, trabajadores y ahorristas. Su bandera es el recorte de todos los mandatos; es decir, que las elecciones se extiendan a todos los diputados y senadores, gobernadores de las provincias e intendentes y de los municipios. De esta manera pretenden fortalecer sus posiciones conscientes de que podrían arrebatar a peronistas y radicales una parte importante de sus parcelas de poder, dado su enorme desprestigio.

El carácter de estas elecciones demuestra el miedo y la perfidia de la burguesía argentina. Salga quien salga elegido como presidente, se va a mantener la misma composición del Congreso y del Senado y la mayoría actual de diputados peronistas y radicales, pudiendo usarse esa mayoría parlamentaria para forzar la aplicación de la política que más le interese a la burguesía, al menos hasta el mes de septiembre del 2003 que es cuando caducan todos los mandatos parlamentarios.

Luis Zamora y la izquierda

Dentro de la izquierda es indudable que la figura del diputado Luis Zamora es la que despierta más apoyo entre las familias trabajadoras. Este hecho es enormemente positivo porque jamás en la historia de Argentina ninguna figura de la izquierda había recibido tanto apoyo potencial dentro de los trabajadores y la juventud. Zamora habla contra el capitalismo, de que hay que reorganizar el país bajo nuevas bases sociales y se muestra contrario a pagar la deuda externa. Participa cotidianamente en las movilizaciones de masas y es una persona accesible a la gente común, y que se expresa en su mismo lenguaje.

Lamentablemente, Zamora está cometiendo serios errores. No sólo se resiste a proponer un programa concreto de medidas a adoptar. También se dotó de una concepción organizativa equivocada y semianarquista que contribuye a extender prejuicios antiorganizativos reaccionarios entre las masas de la población, y que mañana se puede volver mortalmente contra él y su grupo. Así, Zamora habla de que no hacen falta dirigentes, ni partidos, ni estructuras, sino una organización “horizontal”.

Sin embargo, este discurso no puede ocultar un hecho irrefutable. Las familias trabajadoras y quienes lo apoyan lo consideran un dirigente, “su” dirigente, le guste o no a él. Y esto no es negativo en sí. Los socialistas revolucionarios nucleados entorno al periódico El Militante reconocemos que es necesario, e incluso inevitable, que la clase obrera se dote de dirigentes que representen y coordinen a la misma en sus luchas cotidianas y en las de más largo alcance. Eso sí, estos compañeros y compañeras deben estar permanentemente sometidos al control de las bases, y ser elegidos y revocables en cualquier momento por la misma. Y para evitar el arribismo y la corrupción defendemos que nuestros representantes, si tienen que trabajar a cuenta de la organización para dedicar todo su tiempo a luchar por nuestros intereses y a representarnos, en ningún caso deben percibir un salario superior al salario medio de un obrero cualificado. De esta manera si viven en las mismas condiciones que un trabajador, nunca van a dejar de pensar y sentir como un trabajador.

Por otro lado, ningún movimiento u organización, se puede construir de manera eficiente sin estructuras internas sólidas. Estas estructuras no están para asfixiar a las bases. Al contrario, es necesario crearlas para que a través de las mismas los militantes puedan participar de manera organizada en la vida interna y externa de la organización y, de paso, controlar la actividad de sus representantes. ¿Cómo y a quién puede Zamora dar cuenta de su gestión si las bases de su movimiento carecen de mecanismos para establecer ese control? ¿Y cómo se puede aglutinar un movimiento que persiga la transformación de la sociedad entorno a una sola persona, la de Zamora? Es significativo que aparte del compañero, dentro de su movimiento, no existe públicamente ninguna otra persona a nivel local o nacional que hable en nombre del mismo.

El compañero Zamora habla de que todos los partidos de izquierda deben disolverse y adoptar el mismo esquema de funcionamiento que su propio movimiento. Nosotros estamos en contra de eso.

Pero quizás el error más grave que está cometiendo Zamora es el de aliarse públicamente con el ARI de Elisa Carrió en su demanda de que se convoque una Asamblea Constituyente y de que caduquen todos los mandatos. Nuestra postura sobre la Asamblea Constituyente será tratada más adelante. Lo más grave es que Zamora preste la autoridad que acumuló ante grandes masas de familias trabajadoras, que lo tienen a él como su principal referente político, para lavar la cara y realzar la autoridad de Lilita Carrió y un grupo burgués, como el ARI, que nunca tuvo entre sus objetivos defender los intereses de las familias trabajadoras.

Lilita Carrió no es una persona ingenua que ha entrado por casualidad en la política. En la época de la dictadura tuvo un cargo en el aparato judicial. Hasta no hace mucho se encontraba en la nómina de la multinacional Deutsche Telekom, en calidad de abogada de la misma. Políticamente estuvo militando hasta hace poco en un partido burgués que hor está absolutamente desprestigiado, como es la UCR. Deseosa de hacer carrera política, y previendo el colapso de la UCR, dejó esta organización para formar el ARI. Su ideología es burguesa; es decir, defiende mantener la propiedad privada de los medios de producción, que siga siendo el puñado de grandes banqueros, empresarios y estancieros nacionales y extranjeros los que controlen las palancas fundamentales del país. Tampoco llamó a desconocer la infame deuda externa. Su bandera es la lucha contra la corrupción, lucha muy barata hoy en la Argentina, y que esconde la verdadera causa de la ruina y la miseria que nos azota, como ya explicamos en el apartado anterior.

Los militantes y simpatizantes del grupo de Zamora, Autodeterminación y Libertad, deben exigirle que rompa los pactos y acuerdos contraídos con Carrió, instándolo a que impulse un verdadero Frente Único de la izquierda para hacer frente a las políticas capitalistas del resto de las organizaciones y candidatos burgueses, entre los que se incluye la Carrió. De otra manera Zamora y su grupo corren el riesgo de provocar una aguda frustación entre la gente que lo apoya y que ésta le dé definitivamente la espalda cuando se revele ante la población el verdadero carácter del ARI y su dirigente, Carrió.

La unidad de la izquierda y la defensa de un programa socialista

Entre las familias trabajadoras y la juventud, no obstante, sí existe un poderoso deseo de unidad de toda la izquierda, y esto es enormemente positivo. De lo que se trata no es de disolver los partidos de izquierda, sino de organizar un Frente Único de todas las organizaciones de izquierda, incluyendo a las asambleas populares, organizaciones piqueteras y sindicatos obreros entorno a un programa común. Esto despertaría un enorme entusiasmo entre la mayoría de la población que sufre los efectos de la crisis capitalista. Este programa común ya ha sido aprobado en innumerables asambleas populares, piqueteras, de trabajadores, y debería incluir, al menos, los siguiente puntos:

· Desconocimiento de la Deuda externa.

· Nacionalización de la Banca, monopolios, multinacionales y grandes estancias agrícolas bajo el control de los trabajadores.

· Nacionalización, bajo control de los trabajadores de todas las empresas que cierren o despidan trabajadores.

· Organización de Comités de Fábrica, compuestos por trabajadores elegidos en asambleas, en todas las empresas para aplicar un control obrero de la producción y de las cuentas de las mismas para evitar fraudes contables y descapitalizaciones de las mismas.

· Extender las asambleas barriales y populares a todas las localidades y barrios, con la participación de trabajadores, desocupados, estudiantes y pequeños comerciantes. Ligar esta asambleas populares a los comités de fábrica y a las organizaciones piqueteras de su zona.

· Congelación de las tarifas de los servicios públicos e instauración de una “tarifa social” más baja para las familias pobres y desocupadas.

· Un Salario Mínimo de 650 pesos.

· Escala móvil precios-salarios para no perder poder adquisitivo y que no se degraden aún más nuestras condiciones de vida. Ajustar los salarios a los precios cada tres meses.

· Si no se les puede garantizar un puesto de trabajo a los desocupados, que se abone el salario mínimo a todos los desocupados hasta que encuentren un trabajo.

· Devolución de los depósitos confiscados a todos los pequeños ahorristas cuyos montos no superen los 100.000 dólares.

· Reclamo del boleto estudiantil para los estudiantes.

· Llamamiento a las bases de la CGT y la CTA a que discutan, voten en asamblea y se adhieran a este programa.

· Estimular la formación de comités de soldados y policías para que se nieguen a ser utilizados en la represión popular y denuncien y demanden la expulsión de todos los elementos fascistas y reaccionarios de los cuarteles y las comisarías. Ligar estos comités a las asambleas populares y comités de fábrica.

· Por un gobierno de los trabajadores. Una reorganización de la sociedad sobre nuevas bases sólo se puede dar con la plena participación de las familias trabajadoras en el control y la gestión social y económica del país, a través de los comités de fábrica, las asambleas barriales y las organizaciones piqueteras.

¿Son las elecciones la salida para resolver los problemas de los trabajadores?

Toda revolución pasa por ciertas etapas. Si en el primer impulso la clase obrera no es capaz de tomar el poder, es inevitable que el movimiento atraviese durante un período una etapa de parlamentarismo antes de alcanzar un enfrentamiento decisivo. La clase dominante no desea todavía un enfrentamiento decisivo con los trabajadores en esta etapa porque no tiene confianza en salir victoriosa. Por eso intenta todo tipo de trucos para desviar la atención de los trabajadores del objetivo del poder obrero para así conducirlos por los caminos más seguros de las elecciones y el parlamentarismo. Trata así de ganar tiempo, disipar las energías revolucionarias de las masas, ganar para su base a los sectores más atrasados con todo tipo de promesas electoralistas, aislar de las grandes masas a los sectores más consciente y avanzados de los trabajadores y la juventud, etc.

Esto siempre fue así. No es nada nuevo. Antes de la revolución de octubre en Rusia, en 1917, entre el período de febrero a octubre, hubo elecciones a las Dumas municipales y se convocó un “preparlamento” (realmente una conferencia de delegados de los diferentes partidos), que fue boicoteado por los bolcheviques porque ya tenían la mayoría decisiva en los Sóviets, y se estaban preparando para la insurrección. En la Revolución española de 1931-37, hubo hasta tres elecciones parlamentarias y municipales antes del enfrentamiento decisivo, cuando se inició la guerra civil.

Dentro de la izquierda se está produciendo un debate intenso sobre la conveniencia o no de participar en la próxima pelea electoral. Todos los grupos están llamando abiertamente al boicot de la misma con el argumento de que participar en ella significa colaborar con los planes de Duhalde y la burguesía argentina, teniendo en cuenta además de que, a pesar de las elecciones, se van a mantener todos los mandatos en el gobierno, el Parlamento, las provincias, los municipios y en la Corte Suprema, y por lo tanto estas elecciones son un fraude para engañar al pueblo, creándole falsas ilusiones porque van a seguir mandando los mismos. Frente a este plan, todos los grupos relevantes de la izquierda proponen la convocatoria de una Asamblea Constituyente que asuma la dirección del país y dé plena satisfacción a las necesidades de los trabajadores y del resto de capas oprimidas de la sociedad.

Los socialistas revolucionarios de El Militante coincidimos con estos compañeros en denunciar la maniobra electoral del gobierno burgués de Duhalde. Como explicamos al inicio de este apartado lo que pretende la burguesía es ganar tiempo y desviar la atención de las masas de la población de la comprensión de las verdaderas causas de sus problemas. Los problemas de la clase obrera, de los jóvenes, profesionales o pequeños comerciantes, como ya explicamos en otro momento, no fueron causados por la existencia de políticos o jueces corruptos, independientemente que sus actuaciones hayan agravado los problemas que padecemos. Estos problemas (desocupación, bajos salarios, aumento de los precios, falta de vivienda, degradación creciente de la sanidad y la educación públicas, aumento de las tarifas de los servicios públicos, pobreza creciente, delincuencia, etc) tienen su causa en el control que ejercen un puñado de grandes banqueros, empresarios y estancieros sobre los recursos productivos y la riqueza de nuestro pueblo, recursos y riqueza creada por los trabajadores diariamente con su esfuerzo, con sus manos y su cerebro.

Mientras las palancas fundamentales de la economía: los bancos, las grandes empresas y las estancias agrícolas permanezcan en manos de los capitalistas nunca podrá liberarse la clase obrera de las cadenas que la mantienen oprimida. Toda la historia demuestra que la transformación socialista de la sociedad a la que aspiramos sólo se puede alcanzar con la expropiación de los grandes capitalistas, que son los que controlan el 80% de los recursos productivos del país. Esta riqueza debe pasar a manos de las familias trabajadoras, gestionándola democráticamente en base a las necesidades de la mayoría de la población. Pero esto sólo se puede conseguir con la lucha y la actividad de las masas de la población trabajadora en la calle, las fábricas y los barrios, mediante la creación y organización de los órganos de poder obrero y popular con el que sustituir las estructuras de este podrido sistema. Estos elementos de poder obrero son los Comités de Fábricas, las asambleas barriales y populares y las organizaciones de los trabajadores y desocupados, que deben tomar posesión de las fábricas, bancos, empresas y estancias, y el poder político del país.

Todo esto es abecé para cualquier activista obrero y juvenil y para cualquier socialista revolucionario. Pero también debemos tener en cuenta que lo que es evidente para nosotros no necesariamente es evidente todavía para las más amplias masas de la población que recién despertaron a la actividad política y que todavía pueden mantener ciertas esperanzas en que algún político “honrado” pueda sacar al país de la ruina, pudiendo prestar el oído a algún demagogo burgués que prometa el cielo, la luna y las estrellas con el fin de crear falsas expectativas para ganar su voto; y todo esto en un contexto, además, donde aun no existe un partido, una organización socialista y revolucionaria con influencia de masas que sea vista como una alternativa viable frente a estos políticos burgueses profesionales.

Ante la situación límite que la crisis capitalista ha conducido a millones de familias trabajadoras, muchas de ellas rozando el hambre y la desesperación, no sería extraño que una amplia capa de la sociedad preste su confianza, aunque sea de “mala gana”, en alguna de esta gente, con la esperanza de que quizás pueda haber una salida electoral a la barbarie actual.

En particular, es bastante probable que la Carrió, a pesar de toda su palabrería, se presente finalmente como candidata y el propio Rodríguez Saá ya dejó claro que se mantiene en la pelea, organizando mítines importantes. No cabe duda de que, frente a políticos burgueses completamente desacreditados como Menem, De la Sota, Terragno, López Murphy o Cavallo, mucha gente, incluido un sector de la clase obrera, va a prestar su voto a los dos primeros, viendo en ellos unos políticos que “de boquilla” se enfrentan a los elementos más corruptos y agitan un programa que puede sonar “radical” y “patriótico” (contra el FMI, contra la corrupción, por la soberanía nacional, etc), y esto será así tanto más cuanto ningún candidato de la izquierda se postule para estas elecciones.

Con lo que, en estas circunstancias, a pesar del boicot de la izquierda, demagogos burgueses como Carrió y Rodríguez Saá (el resto de políticos burgueses ya está suficientemente desacreditado a los ojos de la población) en lugar de debilitarse van a salir fortalecidos al aparecer como las campeones de la “causa popular”. La bandera de la lucha contra el gobierno Duhalde, contra la corrupción, contra el FMI, contra las multinacionales, por la “transformación social” será, pues, arrebatada a la izquierda y asumida por esta gente en la próxima contienda electoral, ante los ojos y oídos de las más grandes masas.

¿Cuál fue la posición del marxismo revolucionario en estas situaciones? Como regla general sólo es correcto plantear un boicot a un parlamento burgués cuando se está en condiciones de oponer una alternativa mejor, es decir, Sóviets, órganos de poder obrero constituidos, dominados por los revolucionarios. Si no, se está obligado a participar. De lo contrario, nos estaríamos boicoteando a nosotros mismos, ya que ese hueco lo van a ocupar otros, demagogos burgueses, que utilizarán un lenguaje que puede sonar ” para luego traicionar a los trabajadores.

Por esta razón, los socialistas revolucionarios de El Militante, consideramos que no habría que tener una postura cerrada ni totalmente decidida en relación al boicot. El hecho de participar en estas elecciones, a pesar de su carácter fraudulento, no supone en absoluto legitimar a Duhalde ni sus planes. Como el hecho de haber participado en las elecciones de octubre del 2001 tampoco quiso decir que la izquierda legitimaba la podredumbre del gobierno de De la Rúa. De lo que se trata precisamente es de aprovechar la publicidad que genera la propia campaña electoral para denunciarlos públicamente con más fuerza si cabe, al mismo tiempo que arrebatamos las banderas de la lucha popular a demagogos como Carrió o Saá, mostrándolos a la vista como lo que son: políticos burgueses profesionales que utilizan demagógicamente el hambre del pueblo para hacer carrera política y que mañana van a traicionar las esperanzas que se depositan en ellos, en la medida que no cuestionan el sistema social que genera el hambre y la ruina de las familias trabajadoras, el sistema capitalista.

En cambio, habría que valorar que la participación en estas elecciones nos daría una gran oportunidad para difundir nuestro programa e ideas, organizar mítines y reuniones con decenas de miles de personas a lo largo y ancho del país. Llegar a capas a las que hasta ahora no llegamos, estimulando la organización de trabajadores y jóvenes en partidos, sindicatos y asambleas, concentrando millones de votos procedentes de los trabajadores y la juventud que de otra manera irían a parar a demagogos burgueses que los utilizarían para reforzar sus propias posiciones en la sociedad, en detrimento de la izquierda. No cabe duda de que, fuera cual fuera el resultado, la izquierda saldría fortalecida de este proceso. La mayoría de las familias trabajadoras van a tener la oportunidad en estos meses de comprobar aún más la podredumbre de este sistema y de sus instituciones, organizadas y creadas para engañar y oprimir al pueblo.

Si finalmente se decidiera participar en las elecciones de marzo, entonces habría que discutir la formación de un Frente Único de la izquierda, presentando un programa auténticamente socialista, porque eso nos podría fortalecer enormemente y ayudar a acelerar el proceso de toma de conciencia de los trabajadores.

Habría que pensar que si mañana, Duhalde o quien esté frente a la presidencia del país llame a elecciones para renovar el Parlamento, ¿también habrá que llamar al boicot? Como decíamos antes, como regla general no se boicotea un parlamento burgués hasta que no se es lo suficientemente fuerte para derrocarlo y sustituirlo por algo mejor. Pero, por otro lado, el conseguir representantes de los trabajadores en el parlamento ayudaría a organizar a los trabajadores. La utilización de las bancas parlamentarias de manera revolucionaria, utilizándolas como un enorme altavoz a través de la prensa, la radio y la televisión, aceleraría el proceso de toma de conciencia de la clase obrera, nos daría mayor popularidad y haría llegar nuestro programa e ideas a millones de personas en todo el país. Nadie puede dudar que una de las razones de la popularidad y notoriedad alcanzada por el compañero Zamora se debe a su hábil utilización de la banca parlamentaria para dar a conocer sus ideas y denunciar a los representantes políticos de este sistema.

Ahora bien, como decíamos al principio de este apartado, sería un error confiarlo todo a la contienda electoral. La lucha parlamentaria debe ser un complemento a la lucha en la calle que es la que ha volteado tres presidentes y ha hecho consciente a la clase trabajadora argentina de su poder y fuerza en la sociedad. La lucha parlamentaria no debe ser la excusa para abandonar tareas que en sí mismas son más importantes: la explicación paciente de nuestro programa y modelo de sociedad a las más amplias masas de trabajadores y jóvenes; organizarlos, y particularmente, penetrar en la base de los sindicatos mayoritarios, CGT y CTA, para apartar a los dirigentes burocratizados y corruptos y sustituirlos por auténticos luchadores, representantes genuinos de los intereses de los trabajadores.

Hay que aumentar el nivel de comprensión de lo que nos estamos jugando, continuar movilizando con marchas, manifestaciones y huelgas para hacer ver al conjunto de las familias trabajadoras nuestro poder y fuerza y de la necesidad de controlar y gestionar por nosotros mismos los recursos productivos de la sociedad. Sólo cuando la mayoría de la clase obrera acepte este programa, organice y participe en estos órganos de poder obrero y popular se podrá plantear la transferencia del poder, de una minoría corrupta y parasitaria que nos gobierna hoy, a la clase obrera y resto de capas oprimidas de la sociedad.


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