No sé si en Cuba hay reacciones positivas a tus valoraciones, pero lo importante es que la revolución cubana sigue su curso y avanzará más cuando se complemente con otras revoluciones en nuestro Continente y en el mundo. La revolución en Venezuela es una buena señal de lo que se está gestando en América. Ojalá lo de Uruguay también resulte positivo.
Quiero aprovechar esta ocasión para darte algunas valoraciones sobre ciertos aspectos del debate que abriste alrededor de Trotsky.
El chantaje de los stalinistas
Ningún stalinista puede criticar a Trotsky a partir de las ideas de Stalin, porque éste no tuvo horizonte político ni dejó obras (teóricas ni prácticas) en las cuales se puedan amparar sus acólitos, quienes solo podrían repetir sus ideas sobre la física burguesa y la física proletaria. Para criticar a Trotsky, los discípulos del cíclope del Kremlin, como le llamó Neruda, no tienen más remedio que mentir o recurrir a Lenin en lo que consideran que les conviene.
Algunos son tan ingeniosos que llegan a decir que Trotsky no creía necesario que los revolucionarios tomaran el poder en ningún país, porque eso sería hacer el socialismo en un solo país (ver “La saga de Woods”, de Israel Shamir. Rebelión.org, 17/10/2004). Shamir le atribuye esa idea a Woods, pero con el propósito de ridiculizar a Trotsky.
En verdad se trata de una afirmación extraña, porque Trotsky fue un prominente dirigente de las revoluciones rusas (la de 1905 y la de 1917), es decir, dirigió revoluciones y no esperó que a la burguesía se le arrancara simultáneamente el poder en todos los países del mundo. Además, Trotsky fue claro sobre la necesidad de que los países atrasados no esperaran la señal de los avanzados (ver el Manifiesto de la Conferencia de Emergencia de la Cuarta Internacional, de mayo de 1940). Lo único que puedo decir sobre esto, Celia, es que he leído cosas peores.
En realidad, los stalinistas solo saben recurrir al chantaje. Intentan hacer creer que la medida del acierto o del error de Trotsky, y de cualquier otra persona, está determinada por su coincidencia o no con Lenin. Por eso, para criticar a Trotsky, los manuales soviéticos de aquella época, y los repetidores de hoy, solo sacaron a relucir las contradicciones, supuestas o reales, entre los dos grandes revolucionarios rusos. Y en ese atropello religioso terminaron dañando al propio Lenin.
Para los stalinistas Trotsky fue un desastre completo, pero un desastre de carne y hueso. Lenin, en cambio, es un Dios, es decir, un ser inmaculado e inmortal. De Lenin solo puede brotar el bien y de Trotsky el mal. ¿Y quién era Stalin? El hijo de Dios, o sea, el Jesucristo ruso, el continuador de la obra de Lenin. He ahí el teorema.
Lo de Europa del Este y sus partidos comunistas fue una verdadera teología con nombre de socialismo. Cuando esos partidos fueron derribados del gobierno por los pueblos, no había estatuas de Trotsky que destruir, porque en ese paraíso socialista no había espacios para los “diablos y traidores hitlerianos”. Entonces los pueblos la emprendieron contra Lenin y Marx, en cuyas estatuas descargaron su odio a las burocracias “comunistas”. ¡Que horror! Nadie le ha hecho más daño a la causa socialista que los stalinistas. Nadie como ellos dañaron tan sensiblemente a Lenin y a Marx.
¿Por qué el derrumbe no llegó a Cuba? Porque la revolución cubana no es una religión, sino una realización permanente y un heroísmo internacionalista. Además, como dijo una vez Fidel, sus muertos, a diferencia de los de Stalin, gozan de muy buena salud. Trotsky, proscrito en Cuba, tiene una presencia real en la isla a través del proceso revolucionario permanente.
Para dañar a Trotsky, los stalinistas difundieron extensas leyendas y consignas. En el reciente debate abierto en Rebelión.org, no han hecho más que repetir lo que ya conocemos de la historiografía stalinista. Me quiero referir a algunas de las leyendas.
1. Lenin acertó al plantear la alianza obrero campesina, mientras Trotsky subestimaba a los campesinos.
Sobre la alianza obrero campesina hay una mitificación. Lo primero que debe señalarse es que Marx insinuó tal posibilidad en una polémica con Bakunin en 1874-75, cuando afirmó que “una revolución social radical depende de ciertas condiciones históricas determinadas de desarrollo económico como condición previa. Por otra parte, tan sólo es posible allí donde, existiendo producción capitalista, el proletariado industrial ocupe al menos una posición importante dentro de la masa del pueblo. Y si ha de tener alguna posibilidad de victoria, tiene que ser capaz de hacer inmediatamente por los campesinos tanto como la burguesía francesa hizo por los campesinos franceses de la época”.
Lenin, conocedor de la obra de Marx, concluyó en la necesidad de que en un país como Rusia, con una amplia base campesina y una clase obrera poco numerosa pero concentrada en grandes empresas, ambas clases se unificaran para llevar adelante la revolución. Lenin pensaba que los campesinos podían crear un partido propio aliado al de los obreros. Sin embargo, las cosas no sucedieron como Lenin las previó, pues lo que tuvo lugar en Rusia fue un poder obrero con apoyo campesino, tal como Trotsky lo planteó.
Trotsky no subestimó a los campesinos, sino que señaló su imposibilidad de que crearan un partido propio. Siguiendo a Marx, afirmó que “…la suerte de los intereses revolucionarios más elementales del campesinado... se une a la suerte de la revolución, es decir, a la suerte del proletariado. Llegando al poder el proletariado, aparecerá ante el campesino como el liberador de clase... El régimen proletario deberá pronunciarse desde el principio por la solución de la cuestión agraria, a la que está ligada la cuestión de la suerte de pujantes masas populares de Rusia”. (Balance y Perspectivas, 1906).
2. Lenin lanzó la NEP y Trotsky continuó subestimando a los campesinos.
Esta sí que es una consigna fabulosa. En una carta dirigida al Comité Central del partido (ver “El Nuevo Curso”), en febrero de 1920, es decir, un año antes de la NEP, Trotsky dijo lo siguiente: “…nuestra política de reabastecimiento está basada en la requisa de los excedentes de la producción agrícola (norma de consumo). Esto incita al campesino a cultivar sólo en la medida de las necesidades de su familia. En particular, el decreto sobre la requisa de la tercera vaca (considerada como superflua) provoca la matanza clandestina de vacas, la venta secreta de carne a precios altos y la declinación de la industria de productos lácteos”.
Más adelante agregó que “…los elementos semi-proletarios y hasta proletarios de las ciudades se establecen en los pueblos donde organizan explotaciones. La industria pierde su mano de obra…De esa manera se sabotea la base de nuestra política de reabastecimiento, basada en la requisa de excedentes…en general, los recursos alimenticios del país amenazan con agotarse.”
A partir de esas valoraciones, Trotsky indicó que las tendencias a la crisis económica podían ser combatidas con los siguientes métodos:
• “Reemplazar la requisa de los excedentes por un descuento proporcional a la cantidad de producción (una especie de impuesto progresivo sobre el ingreso agrícola) y establecido de tal forma que resulta beneficioso, no obstante el aumento de la superficie cultivada o el mejoramiento del cultivo”
• “Instituir una correlación más rigurosa entre los productos de la industria entregados a los campesinos y la cantidad de trigo proporcionado por ellos, no solo por cantones y burgos, sino también por explotaciones rurales.”
• “Hacer participar en esa tarea a las empresas industriales locales. Pagar en parte a los campesinos, por las materias primas, el combustible y los productos alimenticios que proporcionan, con productos de empresas industriales.”
Finalmente, Trotsky concluyó que “En todo caso, es evidente que la actual política de requisa según las normas de consumo, de responsabilidad colectiva para la entrega de los productos y de reparto igualitario de los productos industriales, contribuye a la declinación de la agricultura, a la dispersión del proletariado y amenaza con desorganizar totalmente la vida económica del país”
Como se puede ver, Trotsky se adelantó un año a la famosa NEP en el campo. Y es necesario agregar que el Comité Central no le hizo caso a su propuesta, para aplicarla un año después bajo la orientación de Lenin.
3. Trotsky se opuso a la paz con los alemanes, en 1918, contrariando las ideas de Lenin.
Esta es otra leyenda. Trotsky planteó que no debía firmarse la paz con Alemania porque en ese país había un movimiento de masas en ascenso que tenía como política la lucha por la paz. Si ésta se firmaba, el gobierno ruso dejaría sin política al pueblo alemán y debilitaría las posibilidades de revolución en ese país. Sin embargo, como Rusia no podía enfrentar a Alemania militarmente, Trotsky propuso retirar el ejército (dar una demostración) para ver si Alemania mantenía la guerra. Su consigna era ni paz ni guerra, en la espera de que el pueblo alemán hiciera la revolución. Trotsky contó con el apoyo de la mayoría de la dirección del partido, hasta que votó a favor de la propuesta de Lenin de que se firmara la paz y se concedieran los territorios que el Estado alemán reclamaba. ¿Cuándo lo hizo? Cuando el avance alemán puso en peligro la revolución rusa y aún no se daba la insurrección en aquel país. El mismo Lenin reconoció que la posición de Trotsky era correcta, en tanto tendía a dar largas en la espera del alzamiento en Alemania.
4. Trotsky fue derrotado en Polonia.
Esta es una perla. Aquí se omite que Trotsky se opuso a la invasión a Polonia, aprobada por la dirección del partido, incluido Lenin. Sencillamente fue un error de la dirección bolchevique. Además, parece que ese supuesto pecado de Trotsky les impide a los stalinistas señalar que él dirigió la insurrección de octubre y comandó el Ejército Rojo que defendió la revolución de sus enemigos internos y externos. Es probable que ellos necesiten leer lo que dijo el propio Stalin:
“Todo el trabajo práctico de la organización de la insurrección fue llevado bajo la dirección efectiva del Presidente del Soviet de Petrogrado, el camarada Trotsky. Podemos decir con certeza que el rápido paso de la guarnición al lado del Soviet y la audaz ejecución del trabajo del comité militar revolucionario se le debe al partido y en primer lugar al camarada Trotsky”. (Pravda, 6 de noviembre de 1918).
Trotsky y la situación actual del capitalismo
El capitalismo es cada vez menos sostenible. En Estados Unidos hay una sobreproducción que amenaza con arruinar a muchos granjeros subsidiados. Sus excedentes agropecuarios no encuentran cabida en Europa ni en Japón, donde también hay subsidios, ni en la China cada vez más autoabastecida, ni en África (donde no hay mucha gente que compre), ni en la Oceanía despoblada. Solo pueden colocarlos en América Latina, si imponen el ALCA, que su suprime los aranceles.
Sin embargo, en América no habrá ALCA con Venezuela y parece que tampoco lo habrá con Brasil ni Argentina. Esos tres países tienen el 10% del PIB del Continente. Si sacamos a Estados Unidos (78% del PIB), Canadá (6%) y México (4%), que ya están integrados, lo que queda es un 2%. Eso indica que los TLC con los demás países del Continente no resuelven el problema de mercado para la sobreproducción norteamericana. Del 22% del PIB continental que está fuera de Estados Unidos, las tres grandes economías de Sur América tienen casi la mitad.
Otro problema más grave para la burguesía de Estados Unidos es la carencia de energía y agua, o sea, de los recursos estratégicos. El 90% de la energía que se consume en el mundo proviene del petróleo (40%), del gas (25%) y del carbón (25%). En el año 2020 esas tres materias primas proporcionarán el 88%.
Estados Unidos, que consume el 25% del petróleo del mundo, solo posee el 2.6% de las reservas mundiales. Europa tiene el mismo problema, pues consume el 21% del petróleo y casi no tiene reservas. Japón ni siquiera tiene petróleo. Los países árabes disponen del 65% de las reservas y América Latina tiene el 12% (7.6% Venezuela). Estados Unidos también consume la cuarta parte del gas y el carbón, que se encuentran en un 70% en el mundo árabe y en Rusia. América Latina posee una parte no despreciable, sobre todo Venezuela.
¿Y el agua? De toda la que hay en el planeta y que puede hacerse potable, el 70% se emplea en el agro, el 25% en las demás actividades económicas y el 5% es para uso humano. Su localización es la siguiente: 47% está en Asia y África, 25% en Sur América, 8% en Europa, 5% en Oceanía y 15 en Centro América, Norte América y en el Caribe. A esto hay que agregar que debido a las constantes sequías, la disponibilidad de agua potable en el mundo se ha reducido de 17 mil metros cúbicos percápita en 1950 a 7 mil metros hoy.
Lo que dicen esas cifras es que los países con mayor desarrollo agrícola e industrial (Estados Unidos, Europa y Japón) disponen de pocos recursos energéticos y de poca agua. Por lo tanto, el capital imperialista tiene que quitarles dichos recursos a los países que los tienen. Si no lo hace, su muerte estaría asegurada en 40 años.
En el caso de la burguesía de Estados Unidos, la estrategia es clara. Para los países árabes posee la espada y para América Latina cuenta con la espada y el ALCA, que privatiza los recursos en los temas de Inversión, Servicios y Política de Competencia. También tiene el Plan Puebla Panamá, de control de la biodiversidad de Mesoamérica y de despojo de la población campesina e indígena del sur de México, donde están las mayores reservas de gas y petróleo de ese país. Pero el imperialismo se entrampó en Asia, no logra imponer el ALCA y no avanza en lo esencial del Plan Puebla.
Es indudable que los capitales norteamericanos y europeos tratarán de arrebatar por la fuerza los recursos vitales para sus empresas, que en la lógica capitalista están mal ubicados. Las guerras imperialistas son inevitables. La actual guerra en Iraq es una expresión ello. Se trata no solo de un conflicto entre el imperialismo y el pueblo iraquí, sino entre los grupos económicos dominantes de Estados Unidos y de algunos países de Europa opuestos a la invasión por intereses económicos y políticos.
La tendencia es clara. O nos acercamos a la barbarie completa o los pueblos liquidan el capitalismo de forma más o menos simultánea. Esto podría parecer economicismo, pero no lo creo así. Es más simple: como en Estados Unidos el capitalismo no es sostenible si no saca su sobreproducción y si no se roba los recursos estratégicos de otros países, y como no se puede racionalizar un sistema sustentado en la ganancia y en la acumulación de capital, la burguesía estadounidense, la más poderosa y mejor armada, ampliará su agresión para controlar el agua y la energía, en feroz competencia con Europa. Si lo logra se postergará la batalla final, y si los pueblos la detienen y la llevan al colapso, podría nacer una sociedad basada en la cooperación recíproca. Ese sería el socialismo.
La burguesía del resto del mundo tiene el mismo destino. O muere o acaba con el planeta.
¿Y cómo queda Trotsky en todo esto? Como el más grande estratega marxista. En las convulsiones que se avecinan, la teoría de la revolución permanente aflorará en toda su plenitud. Es inevitable que la humanidad se coloque ante el dilema de liquidar el capitalismo o el planeta. Si a la turbulencia del sistema le sigue la revolución, ésta tendría que ser permanente, pues habría tocado el capitalismo en sus puntos más desarrollados. No aparecerá un Stalin que intente encerrar la revolución en los marcos nacionales.
Los stalinistas que sobrevivan continuarían distorsionando las verdades de Trotsky, pero de nada les serviría, pues no tendrán una segunda posibilidad de derrumbar el sistema nacido de la lucha del pueblo. El asesinato de las revoluciones en Europa del Este fue su única obra, la cual fue vaticinada asombrosamente por Trotsky cuando dijo que "… el régimen de la URSS encarna contradicciones terribles. Pero sigue siendo un Estado obrero degenerado. Este es el diagnóstico social. El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o bien la burocracia, convirtiéndose cada vez más en el órgano de la burguesía mundial en el Estado obrero, derrocará las nuevas formas de propiedad y volverá a hundir al país en el capitalismo, o bien, la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá el camino al socialismo." Por desgracia pasó lo primero.
Stalin no sirve para analizar el mundo de hoy. Trotsky es indispensable para comprenderlo.
Celia, creo que es suficiente por ahora. Me despido deseándote lo mejor en tu bella labor revolucionaria.
Un abrazo.
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Ver también:
En Defensa del Marxismo. Respuesta a Israel Shamir, por Alan Woods (20/10/2004)
La saga de Woods, por Israel Shamir(15/10/2004)
La controversia con Celia Hart. ¿EStalinismo o leninismo?, por Alan Woods (1/9/2004)