La revolución del 2000 le hizo popular entre los sectores más desfavorecidos. La dolarización de la economía por parte del presidente Mahuad, a finales de 1999 culminó con la insurrección popular del 21 de enero de 2000, al frente de la cual se encontraba la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), y que derrocó al gobierno. La falta de una política revolucionaria consecuente por parte de la dirección del movimiento permitió a la burguesía hacerse nuevamente con el control de la situación. El coronel Lucio Gutiérrez se negó a reprimir ese movimiento y se puso del lado del descontento popular. Una vez que las aguas volvieron a su cauce fue encarcelado. Fruto de la presión de la movilización fue liberado y fundó, junto a otros oficiales, el partido “Sociedad Patriótica 21 de enero”, para presentarse a las presidenciales del 2002.
Estos antecedentes permiten entender la actitud que tuvieron en esas elecciones las masas pobres hacia Lucio Gutiérrez y la desconfianza que generaba en la burguesía por su actitud en el 2000. Ahí está el ejemplo de Hugo Chávez. Sin embargo, Lucio Gutiérrez terminó siendo un fiel aliado del imperialismo norteamericano. En 2003 pactó con el FMI un programa de ajuste brutal: congelación salarial, no reconocimiento del derecho de huelga y 120.000 despidos en el sector público, aumento del 375% del precio del gas, privatizaciones,... Las huelgas han estado presentes durante todo su mandato y en las elecciones municipales de octubre de 2004 sufrió un fuerte revés con un escaso 5% de los votos. A diferencia de Chávez, Gutiérrez entró rápidamente en el redil capitalista cavando su propia tumba.
Vuelve Bucaram:
estalla la indignación
Tras las municipales la debilidad de Lucio Gutiérrez es más evidente. Para evitar una moción de censura se alía con dos de los partidos burgueses, entre ellos el Partido Rodolsista Ecuatoriano (PRE) del ex presidente Bucaram, que salió huyendo del país en 1997, por corrupto, ante la indignación popular. A cambio, Gutiérrez, el 8 de diciembre sustituye a 27 de los 31 jueces que forman la Corte Suprema de Justicia (CSJ), colocando de presidente a un amigo de Bucaram. La jugada se completa el 31 de marzo al anularse los juicios contra los ex presidentes Bucaram y Noboa, abriendo la puerta de su retorno al país.
El 26 de enero y el 16 de febrero se producen manifestaciones de 100.000 personas en Quito y Guayaquil. Encabezadas por los alcaldes de estas ciudades. Mientras los manifestantes exigen claramente la salida de Gutiérrez, los alcaldes insisten en que “sólo queremos que rectifique”. Su objetivo es apoyarse en un movimiento fuerte en la calle para para negociar con el presidente su cuota de influencia en la judicatura que se ha visto mermada, con el cambio en el CSJ, en beneficio de otros sectores de la burguesía ecuatoriana. Los trabajadores y campesinos no pueden confiar lo más mínimo en estos dirigentes, sus intereses no son los mismos.
La llegada al país de Bucaram cambia el ambiente de forma radical. La respuesta popular no se hace esperar. El 5 de abril se dan las primeras movilizaciones. 3000 manifestantes al grito de “Fuera Lucio” van a la sede del Congreso. Se forma la Asamblea Ciudadana de Quito, presidida por el Alcalde y autoridades de seis provincias, todos ellos de Izquierda Democrática y del partido Pachakutik (brazo político de la CONAIE). El 11 de abril se anuncia un paro en la provincia de Pichincha, donde está Quito. A partir del 12 se llama a la huelga general indefinida. El Alcalde de Quito está dispuesto a desconvocar el paro si en el congreso se llega a un acuerdo. Estos dirigentes, que quieren limitar la lucha a la cuestión de la Corte Suprema, serán sobrepasados por el propio movimiento en los días posteriores. La CONAIE se suma a la movilización el día 13. El presidente para tratar de controlar la situación envía un proyecto de ley al Congreso para cambiar el CSJ. Ya es demasiado tarde, la vuelta de Bucaram no ha sido más que el accidente que ha hecho estallar el malestar y la frustración acumulada por la población en un país marcado por una grave situación económica.
‘Que se vayan todos’
El rechazo al gobierno de Lucio Gutiérrez no se explica sólo por su actuación con la CSJ, sino por su política de ataques sociales y alianza con el imperialismo. El grito de guerra “Que se vayan todos” refleja el rechazo generalizado a los políticos burgueses y la falta de confianza en el capitalismo, fuente de abusos, corrupción y miseria. Pero hay más, también se rechaza la negociación del TLC con EEUU y la implicación del gobierno ecuatoriano en el Plan Colombia.
La visita en marzo del director general del FMI, Rodrigo Rato, provocó la movilización de decenas de miles de personas contra sus planes de despidos, recorte del gasto social, eliminación de subsidios y privatizaciones. Todo esto en un país en el que el 20% de la población más rica absorbe el 60% del PIB, mientras que el 25% más pobre recibe el 4% del PIB; el desempleo y subempleo alcanzan el 46% de la población activa, y el 45% de la población no dispone de agua potable.
Justo después de este viaje, Lucio Gutiérrez envió al parlamento la Ley Orgánica de Racionalización Económica del Estado, más conocida como “Ley Topo”. Un nuevo ataque salvaje para privatizar la seguridad social y las eléctricas, flexibilizar el mercado laboral y entregar los pozos petroleros a las multinacionales.
Estado de emergencia frente a las protestas
El 13 de abril, en Quito, se paraliza el transporte público, los centros educativos y las oficinas municipales. Al mediodía se registraban 46 marchas de protesta por todo el país. La emisora Radio la Luna hace llamamientos a salir a las calles. Miles de personas lo secundan y, a pesar de la fuerte represión, algunos llegan a la casa del presidente al grito de: “Lucio fuera” y “el pueblo unido jamás será vencido”. La altanería del presidente (que ha recibido el apoyo de EEUU) le lleva a calificarlos de “forajidos”. Ante el ascenso y radicalización de las protestas, el día 15, el presidente decreta el estado de emergencia “con el objeto de paralizar o neutralizar la movilización social que amenaza con desbordarse y terminar con Gutiérrez”. También anuncia la disolución de la CSJ. Así intenta calmar los ánimos de sus opositores en el parlamento y, por otra parte, aterrorizar a los sectores populares y si es necesario reprimir en sangre su protesta. En los alrededores de Radio la Luna unos 40 provocadores fascistas intentan atacar sus instalaciones, pero la intervención de miles de personas contra ellos lo impide.
Miles y miles de manifestantes salen a las calles desafiando el estado de emergencia, el ejército no actúa y en menos de 20 horas se anuncia su levantamiento y la celebración de una sesión extraordinaria del congreso el 17 de abril para que éste ratifique el cese del CSJ (lo cual no quiere decir que se vuelva a reabrir el caso de los ex presidentes corruptos).
El presidente sale derrotado de este pulso. El movimiento popular adquiere un mayor impulso ya que percibe más nítidamente la debilidad del gobierno. Las ratas abandonan el barco. Sectores de las fuerzas armadas dejan entrever su incomodidad por la actuación del presidente, la embajadora de EEUU en Ecuador llama a la prudencia al presidente al igual que la Conferencia Episcopal y, el vicepresidente, Alfredo Palacio, públicamente critica el estado de emergencia y exige que se reconozcan “los errores cometidos o corre el riesgo de enfrentar una disolución de la nación”. La burguesía ya estaba buscando recambio a un presidente que olía a cadáver político.
Lucio huye.
Alfredo Palacio,
más de lo mismo
Lucio Gutiérrez sigue minimizando el movimiento: “las marchas no han sobrepasado el 1% de las personas” y “en el resto del país la situación está completamente tranquila…mientras aquí dicen Lucio fuera, allá dicen Lucio reelección”. Lejos de amainar, las protestas continúan. El 19 de abril más de 50.000 personas marchan por las calles de Quito y empieza una brutal represión. En dos días hay dos muertos, más de 180 heridos y decenas de detenidos. El ambiente se va caldeando y la situación se hace incontrolable. El 20 de abril el congreso cesa a Lucio Gutiérrez obligado por la presión popular. Se celebra la marcha de Lucio, pero la indignación sigue siendo muy fuerte. La gente va al aeropuerto para evitar su huida del país. Las últimas noticias hablan de que ha pedido asilo en Brasil, rápidamente la gente ha rodeado la embajada brasileña en Quito.
El nuevo presidente, Alfredo Palacio, para tranquilizar a las masas, declara: “hoy han terminado la dictadura, la inmoralidad, la prepotencia, el terror y el miedo. Aquí no va haber perdón ni olvido”. Sin embargo, Palacio no es más que otro representante de los capitalistas cuyos intereses nada tienen que ver con los de los trabajadores y campesinos pobres de Ecuador. Estamos asistiendo a una nueva maniobra dilatoria de la burguesía para mantener el poder en sus manos.
Es necesaria una alternativa revolucionaria
Las masas ecuatorianas han ganado el primer asalto de esta lucha. Sin embargo, el objetivo no era únicamente echar al presidente sino terminar con el sistema que él encarnaba. Este movimiento necesita un programa independiente para enfrentarse a la burguesía, en el que se plante junto al castigo a los corruptos y a los responsables de las muertes de estos días, reivindicaciones contra las políticas de ajuste y por mejoras concretas de las condiciones de vida de las masas. La única forma consecuente de conseguir esto es rompiendo con el capitalismo y defendiendo la expropiación de los grandes capitalistas, latifundistas y la banca para poner todos esos recursos bajo control democrático de los trabajadores y campesinos. Durante el estado de emergencia, en los barrios populares de Quito se planteó la formación de asambleas barriales para designar delegados que les representaran en una asamblea o cabildo general. Constituirlas y extenderlas a nivel local, provincial y nacional es clave para mantener la movilización y ampliarla a más capas, darle un carácter unificado y coordinado en todo el país. Éste tiene que ser el camino para construir una alternativa de poder obrero al poder de la burguesía. La última palabra aún no está dicha.