Los sucesos revolucionarios que sacuden Bolivia se inscriben dentro de los nuevos vientos que soplan en América Latina, región por demás castigada, que ha sufrido el colonialismo, la opresión imperialista, las dictaduras sangrientas, el grillete de lLos sucesos revolucionarios que sacuden Bolivia se inscriben dentro de los nuevos vientos que soplan en América Latina, región por demás castigada, que ha sufrido el colonialismo, la opresión imperialista, las dictaduras sangrientas, el grillete de la deuda externa y la extrema pobreza.

Ahora, las masas empobrecidas y la clase obrera van sintiendo los limites de la democracia burguesa, su claro carácter de clase que genera que, en un continente rico, sólo una minoría parasitaria disfrute de los lujos de la vida a costa de millones y millones. Aún de manera confusa, brumosa, inconscientemente las masas América Latina empiezan a moverse instintivamente a la lucha por el socialismo.

Consignas que en épocas normales del capitalismo son compartidas por una minoría, como la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía, el control obrero etc. hoy están al pie de los oídos de millones de habitantes que despiertan a la vida consciente buscando una sociedad mucho mejor, más digna y justa y con plena democracia de los que nunca pudieron (¡hasta ahora!) decidir sus destinos, el socialismo.

Argentina, Brasil, Venezuela, Perú y ahora Bolivia dejan en claro la decadencia del sistema capitalista y la situación revolucionaria objetiva que se abre en el continente; mientras, el imperialismo guerrero y sediento de petróleo de Bush enciende una poderosa chispa en Medio Oriente.

¿Qué pasa en Bolivia?

“En cuanto al acontecimiento mismo, parece, en su obra un rayo que cayese de un cielo sereno. No ve en él más que un acto de fuerza de un solo individuo...” (Marx, El dieciocho brumario”)

Ni el “endemoniado” Evo Morales, líder del MAS, segunda fuerza política de Bolivia con gran anclaje de masas en el campesinado, y por el resultado de las elecciones pasadas también con gran apoyo de las ciudades y el movimiento obrero; ni el reaccionario presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, a quien la burguesía le reprocha la falta de tacto por dictar el infame “impuestazo” en épocas de convulsión social; ninguno de estos dos individuos, con papeles tan diametralmente diferentes en el proceso boliviano (a uno le toca ser el aglutinador de las esperanzas y anhelos de las masas empobrecidas y al otro, el canalla obsecuente del capital imperialista), son directamente responsables de la convulsiva y fantástica situación en Bolivia, cuyas imágenes de escaramuzas vimos desarrollarse en la plaza frente al Palacio del Gobierno.

Las piedras surcando el celeste cielo desteñido por los gases lacrimógenos, recuerda demasiado al diciembre de la masas argentinas. Este “Boliviarazo” tampoco es ningún rayo que cae de un cielo sereno. La situación revolucionaria abierta en América Latina es un proceso objetivo, que surge necesariamente de la incapacidad del capitalismo de dar un respuesta a las necesidades acuciantes de las masas.

Bolivia está frente a una insurrección popular, que iniciaron las masas campesinas y que ahora se ven acompañadas por los trabajadores de las ciudades, jubilados y estudiantes. Esta insurrección popular tiene un carácter estrictamente revolucionario e internacionalista, y un sentimiento anticapitalista aún no cristalizado. Producto de esta dinámica y por reclamos saláriales y acaso por historia (¿será el germen de la policía que en 1952 apoyo al proletariado?), la policía cavila y se acuartela, dejando la ciudad al fervor de los manifestantes. Las Fuerzas Armadas disparan asesinamente desde el Palacio de Gobierno. La burguesía tiembla y se retuerce de miedo. Fuego y cenizas en el Ministerio de Trabajo, a cuatro cuadras del Palacio. Fuego, más fuego para los locales de partidos burgueses: UCS, MNR y la propia Vicepresidencia de la Republica.

Para ser más exactos, ni siquiera las acciones del miércoles y jueves pueden entenderse aisladamente del conjunto, ni siquiera subordinar la actual situación al mensaje del presidente Lozada anunciado el “impuestazo”(10/2), aunque ha sido la gota que derrama el vaso. Nada cae del cielo. La etapa presente está embarazada de pasado, arrastra sus contracciones acumulándose la frustración y la bronca en las masas, que en un momento crítico estallan y todo se convierte en su contrario.

Si en Febrero del 2000 hubiésemos asegurado la irrupción progresiva de las masas en América Latina, nos hubieran tildado ciertamente, de locos, de trasnochados. Esto es un perfecto ejemplo de lo que Trotsky denominó el “proceso molecular de la revolución”, debajo de la superficie y de la fachada de aparente tranquilidad, se van acumulando las broncas, las injusticias, las ofensas, que dejan su marca a fuego en la conciencia en los hombres y mujeres, produciéndose cambios, irrupciones donde se empieza a romper con el hábito y las costumbres.

Ni siquiera- hay que decirlo con todas las letras - lo que hoy ocurre en las calles de La Paz y Cochabamba, y capta la atención del proletariado y de los revolucionarios de todo el mundo, puede entenderse si no se mira más allá de las estrechas fronteras nacionales; cada lucha de los trabajadores y las masas en un país sirve de inspiración para el otro. En cierta forma, las revoluciones son contagiosas.

La crítica situación de la economía boliviana.

A pesar de que el 60% del pueblo boliviano es considerado pobre, llegando esta cifra al 80% en zonas rurales, mientras dos tercios de la economía se mantienen en recesión profundizando el deterioro productivo y agrandando la marginalidad, el pueblo boliviano escucha como regalo de Navidad del 2002 y para recibir el 2003 una noticia fabulosa: las transnacionales, que controlan y administran el petróleo, telecomunicaciones, transporte aéreo y ferroviario, declararon un bajísimo nivel de rentabilidad: 2%. No hace falta ser muy inteligente para ver la contradicción flagrante entre la rentabilidad declarada y las expansión de operaciones y producción de los sectores más importantes de la economía boliviana.

Desde 1996 estas empresas (YPFB, ENF, ENT etc) están privatizadas. El evidente fraude de las trasnacionales en cooperación con los capitalistas nacionales, tuvo como objetivo implícito reducir su escasos recursos aportados a la Administradora de Fondo de Pensiones, cuya función seria pagar la jubilación de todos los trabajadores bolivianos beneficiarios de la capitalización. La ecuación es muy clara. El gobierno, primer cómplice ahora sacudido por un espaldarazo, sacó a relucir un informe de defraudación y evasión fiscal de las petroleras por 1000 millones de dólares, mostrando las irregularidad en las utilidades enviadas al exterior por la empresas de comunicaciones por un valor de 200 millones de dólares. Este enfrentamiento entre el Estado y las trasnacionales fue efímero. Engels explicó que el Estado, como producto de la lucha de clases, se elevaba por encima de la sociedad, de las clases. En consecuencia pueden surgir conflictos entre el Estado y la clase que éste represente. Sólo duró uno días, ahora ambos estarían ansiosos de cerrar filas contra el movimiento popular.

Por si fuera poco, el 13 de diciembre el Gobierno planeaba en la próxima reunión de la OMC, reducir los aranceles de importación y la eliminación de todo tipo de subvención a la agricultura (ver cuánta gente vive de ella y cuánto produce, qué es lo que predomina en la economía) lo que arruinaría a los pequeños agricultores, que colocarían en el mercado interno menos productos a pesar de ser un país netamente exportador de alimentos. Una vez más quedó en evidencia que el Gobierno de Lozada defiende a los grandes productores de alimentos y grandes propietarios de tierras.

Estos pequeñísimos detalles de fin de año se suman en un cóctel explosivo a los datos económicos del 2002, que vuelven a demostrar las contradicciones inherentes del capitalismo, y la podredumbre de la burguesía en desarrollar las fuerzas productivas y satisfacer las demandas populares.

Los sectores que generan el 65,8 % de la producción y riqueza del país, están en recesion como la minería; o en una parálisis, como la industria manufacturera, la construcción y el comercio. Durante el 2002 la actividad minera cayó un 3% debido a la disminución de los precios internacionales de los minerales; esto afectó directamente a más de 60 mil trabajadores, principalmente de la minería chica y cooperativizada, y en menor grado de impacto a las medianas. La industria manufacturera creció un famélico 0,81% hasta el tercer semestre del 2002, afectando a los calzados, bebidas, metalmecánica, imprentas etc.

Los empresarios lloraron a moco suelto: la demanda de sus productos, aseguraron, disminuyó en 80 millones de dólares; la otra cara de la moneda descansa en la espalda de la clase obrera: despidos, cierres de más de una treintena de fábricas, reducción del salario y en consecuencia, aumento de la explotación. Los indicadores de la Construcción señalan un crecimiento inferior al 2%, esto es engañoso, ya que sufre el impacto de un gaseoducto que se está construyendo en oriente sur del país, mientras casi la totalidad de las empresas permanecen paralizadas. Consecuencias: cierres, despidos, precarización, aumento de la explotación. Con esto, la situación del desempleo urbano subió a más del 12%, disminuyendo directamente el salario real y aumentando la pobreza.

El otro tercio de la economía: sectores de la actividad agropecuaria, agua, electricidad y transportes creció por debajo del 3%, exceptuando al sector petrolero que ascendió en un 20%. Pero no hubo un impacto en la situación del empleo, así que este “crecimiento” no mejoró ni el ingreso de los trabajadores y campesinos ni elevó la calidad de vida.

Aun manteniendo las cifras actuales, se pone de manifiesto como la apropiación privada de la riqueza por parte de burgueses y banqueros, esa riqueza producida mediante el sudor y sacrificio de las masas bolivianas, es la causante del hambre, el analfabetismo y la pobreza del pueblo

Cinco días de Enero

Mucho antes del “impuestazo” y la furia que bañó las calles de la capital boliviana a manos de manifestantes efervescentes, el caliente mes de Enero preparó el camino.

Del 13 al 18 de Enero se registraron 14 muertes, cerca de un centenar de detenidos y heridos. Cabe destacar que durante el 2002, los diálogos con el gobierno se sucedieron en abortos y más abortos, así que la paciencia de las masas tiene un límite. Con tres semanas de aviso, maestros, jubilados, productores de la hoja de coca y campesinos pobres programaron movilizaciones callejeras y bloqueos de ruta. A este reclamo se sumaron la Asociación de Trabajadores sin Jubilación y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Cstucb), cuyo portavoz declaró que el sector había roto con el gobierno. En tanto que Saturnino Mallcu y Froilán Fulguera, de la Central Obrera Boliviana (COB), informaron que los trabajadores estaban preparados y organizados para emprender una lucha contra el gobierno, aunque en realidad, sólo apoyaron la marcha verbalmente. Evo Morales, parlamentario nacional y dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS), en la ultima negociación con el gobierno, pidió que se terminara con la erradicación de las plantaciones de coca y se atendieran los reclamos de todos los trabajadores bolivianos. El gobierno de Lozada, un cero a la izquierda.

El día 13 los productores del trópico de Cochabamba comenzaron con las medidas, apoyados por los cocacoleros de La Chapres y las manifestaciones de jubilados en protesta por la devaluación de sus jubilaciones bloqueando Uroro- La Paz. En la madrugada del Martes 14 se sumaron los campesinos sin Tierra y los cocacoleros de La Yungas; cinco campesinos fueron asesinados por las Fuerzas Armadas, con unos 10.000 soldados permanentes. Ese mismo día, tres jubilados murieron luego de ser ilegalmente arrestados y destinados a Ururo, y luego de que el vehículo que los transportaba chocara con otro en sentido contrario, supuestamente.

El miércoles 15 de enero, los chapareños ampliaron los bloqueos en la carretera a Santa Cruz y cercaron también la salida hacia La Paz y Oruro. Universitarios de la San Simón apoyaron las movilizaciones convirtiendo la universidad en campo de batalla. Los policías se ensañaron contra los estudiantes, golpeándolos y echando gases irritantes a la cara.

Hasta el viernes 17, Cochabamba permaneció sitiada y convulsionada, con más revueltas y muertos. Continuaron los bloqueos en las trancas de Parotani y Llavín. Se sabe que un grupo de bloqueadores intentó dinamitar el puente de Caihuasi -camino a Oruro-. La policía arremetió contra universitarios y también contra comerciantes que apoyaban al movimiento revolucionario de las masas campesinas. Una multitud recibió en las calles de La Paz a tres mil jubilados y rentistas que soportaron y vencieron la represión gubernamental e ingresaron a la sede de gobierno.

Después de esta semana, el gobierno volvió a rechazar la propuesta de los cocacoleros y campesinos de acabar con la erradicación de las plantaciones de coca, argumentando que se deben tener cifras “serias” de las plantaciones legales de coca, cuántas hectáreas de coca legal solicita el país para su consumo interno, fabricación de mates y medicamentos, además de exportación a los Estados Unidos para la fabricación de la gaseosa Coca Cola.

Las masas campesinas oprimidas llevaban un programa revolucionario, aunque no de carácter genuinamente socialista, lo que es perfectamente entendible, dada la estructura de clases en el campo boliviano, pero que a pesar de todo impulsa a las masas y capas más atrasadas a disputar en la calle con vigor por una vida justa y digna: repartir las tierras, que se pare con la erradicación de las plantaciones de coca, revisión el latifundio y del control de los recursos petroleros (en manos privadas) y de todas las privatizaciones en general; en alguna medida, la participación activa del pueblo en el destino de Bolivia, hoy controlado por una oligarquía reaccionaria.

Parte de la dirección de la COB, aunque apoyó la movilización campesina nominalmente, en la práctica actuó reduciendo su potencial, y negando en esta primera instancia la única alianza de clases que puede llevar al pueblo de Bolivia a un triunfo revolucionario contra el capitalismo: la unión de los campesinos con la clase obrera de las ciudades. Con esta actitud equivocada, los dirigentes de la COB favorecieron el aislamiento de los campesinos haciendo que la lucha terminara en una especie de tregua temporal e inestable.

Sobre como intentar salvar al capitalismo y cavarse la tumba al mismo tiempo.

Las crisis de las economías desarrolladas capitalistas (la poderosa economía Alemana creció en 2002 solamente el 0,2 y pare este año se espera apenas un 1%) tienen sus coletazos en las débiles y frágiles economías subdesarrolladas, gracias a la interdependencia que crea el monstruoso mecanismo del mercado mundial, sin obviar la copiosa deuda externa que pesa sobre las espaldas de la clase obrera latinoamericana.

Todas las acciones de cualquier gobierno tienen un carácter de clase, están invariablemente dirigidas a beneficiar y a castigar a sectores de la sociedad. A veces esto resulta más directo y evidente, otras indirecto y distorsionado. En la decadencia del capitalismo mundial, las democracias burguesas ya no pueden mantener el espejismo de la igualdad y otros fetiches. Si le pregunto, perdón por inmiscuirme en sus asuntos, quién pagará la recesión y parálisis de la economía boliviana, quién tendrá que masticar entre dientes el costo de que dos tercios de la economía abunden en el deterioro productivo, usted seguramente me dirá...¡Sí! ¡Adivino! ¿Quién si no? A cargar las mochilas del pueblo trabajador y campesino.

El gobierno encabezado por el reaccionario Lozada señaló, el día 10 de febrero, que tenía entre manos un proyecto para confiscar entre el 4,2 % y 12,5 % de los salarios e ingresos de los trabajadores del sector público y privado, mayores a 800 Bolívares (21,10 dólares aproximadamente). Cualquier similitud con el diciembre Argentino corre por cuenta de su imaginación...o por la decadencia del sistema capitalista. Además anunció que en el año 2003 no se atenderían reclamos salariales de ningún tipo ni se aumentaría el presupuesto de las universidades públicas. Al mismo tiempo favorecía a los empresarios con la reducción del IVA del 13% al 12,5% y con la reducción del impuesto a las transacciones de capital que pasaría del 3% al 2,5%.

Lozada anunció que Bolivia va al colapso (léase: la burguesía boliviana va..) si gasta más de lo que tiene; hay que reducir el déficit fiscal del 8,5% del 2002 para llevarlo aunque sea al 5% en este hermoso 2003. Recomendaciones a cuenta del FMI, ergo, hay que recortar gasto del Estado y aumentar sus ingresos mediante mayores contribuciones y sacrificios a cuenta del pueblo trabajador.

Estas medidas, quiméricamente, serían para hacer más competitivas las empresas y disminuir los costos de los productos. Claro, si todo no estalla antes. Lozada tiró para atrás el “impuestazo”, luego de ver la feroz reacción de la masas empobrecidas.

Bolivia en Rebelión

Más de siete “mesas de dialogo” no sirvieron más que para desviar atención y preparar mejor el terreno para el “impuestazo”.

El domingo 9 de Febrero el gobierno dio a conocer el proyecto de ley sobre el impuesto a salarios mayores de 800 Bolívares. En resultante, al día siguiente en conferencia de prensa, el Estado Mayor del Pueblo en Cochabamba (organismo impulsado por el MAS de Evo Morales) rechazó la medida del gobierno, convocando a una marcha para el día miércoles 12, mientras el martes 10 la policía se amotinaba presionando por un aumento salarial.

A las 9:30hs del Miércoles 12 empezó la manifestación, encabezada por el Estado Mayor del Pueblo, compuesto por la Central Obrera Departamental (COD), Cocacoleros, Fabriles, Coordinadora de agua y vida etc. Alrededor de las 12hs, en el Plaza “14 de septiembre” y en la puerta de la Gobernación de Cochabamba, se inició el combate en la calles, con barricadas contra militares que disparaban balas y gases lacrimógenos. Comenzaron los saqueos de comercios; similar situación ocurrió en La Paz, agravada por el enfrentamiento de la policía y las Fuerzas Armadas que defendía el Palacio de Gobierno, que sufrió detonaciones de armamento pesado y por las ametralladoras. Los enfrentamientos en el centro de La Paz (Plaza Murillo), El Alto (donde los habitantes lucharon con palos y piedras contra el ejercito) y en Cochabamba continuaron hasta largas horas de la noche, generalizando los saqueos, quemando autos y levantando barricadas.

Las masas enfurecidas prendieron fuego al edificio de la Vicepresidencia de la República, al Ministerio de Trabajo, al Ministerio de Desarrollo Sostenible, a una oficina bancaria y a las sedes de los tres partidos políticos gubernamentales.

Lo notable es que las calles de La Paz, entre el humo ardiente de edificios históricos, las balas, el zumbar de las ambulancias y la histeria de los periodistas burgueses, fue ocupada por obreros, empleados, estudiantes, maestros, jubilados...en fin, por quienes deben controlarlas. El gobierno se limitó, en la madrugada, a desplegar tropas de soldados a las entrada de La Paz.

Las bancas ocupadas en el parlamento por la coalición campesina-indígena-popular (MAS, MIP y el Comité de Defensa Popular) señalan que ya no basta con retirar el “impuestazo” sino que se exige la renuncia del Presidente y Vicepresidente, que salen en mensajes a pedir por la “paz entre hermanos”, entre explotados y explotadores, y prometen retirar las Fuerzas Armadas.

Ante la criminal represión gubernamental, la dirigencia de la COB se ve obligada por el cambio de correlación de fuerzas entre las clases y el impulso de la base, a llamar a la huelga general para el jueves 13, con marchas por todo el país. En la noche del miércoles, se llega a un acuerdo para pacificar la situación entre Fuerzas Armadas y la Policía acuartelada, en tanto que la Policía de base comunica “que no levantarán sus medidas y seguirán amotinados hasta vengar la muerte de sus trece compañeros muertos con bala por los militares”. La jornada del miércoles dejó un saldo de 18 muertos, policías amotinados y manifestantes, casi todos ellos fueron asesinados por los francotiradores que el gobierno de Lozada situó en los altos de los edificios.

.La Huelga General del jueves 13 radicalizó todavía más el ambiente, con nuevos y rudos enfrentamientos. Hubo marchas y manifestaciones masivas en todo el país. De nuevo, los francotiradores del ejército se cobraron 9 vidas más, entre ellos una enfermera que auxiliaba a manifestantes heridos y un adolescente que portaba en una mano un pañuelo blanco para que no le dispararan. Hay centenares de heridos y detenidos. Los choques más violentos tuvieron lugar en la capital, La Paz, y en las localidades de El Alto y Santa Cruz. De nuevo, algunos edificios oficiales fueron incendiados por la multitud, como la Alcaldía de El Alto, al igual que las sedes de algunas empresas en manos extranjeras, como la Coca Cola, la Cervecería Boliviana Nacional y las oficinas de Aguas del Illimani.

Actualmente, el ejército patrulla las calles en un estado de sitio oficialmente no declarado. El Presidente Lozada y sus ministros se encuentran en reunión permanente ocultos en un lugar no declarado de la capital.

Para hoy viernes, el MAS y la COB han convocado concentraciones populares y cortes de ruta, y manifestaciones para acompañar los funerales de los manifestantes muertos.

Todos los mandatarios burgueses del planeta han expresado inmediatamente su solidaridad y apoyo a Lozada: el Presidente de EEUU, George W. Bush; el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria; del Presidente del Perú, Alejandro Toledo; y hasta del Papa Juan Pablo II.

La situación es movediza, todavía no acaban las barricadas y el pueblo boliviano está más que atento. El gobierno asesino de Lozada está contra las cuerdas, se le acorta el margen para maniobrar, ese ínfimo 22% que lo llevo al poder, es pura arena. La lucha de clases se agudizará más en cuestión de horas

Por una alianza obrero-campesina. Por el triunfo de la Revolución Socialista en Bolivia y en Latinoamérica.

Como marxistas, estamos obligados a ser rigurosos con nuestras perspectivas y apreciaciones de la realidad, de la lucha de clases ¿Pecaríamos de infantilismo si afirmáramos que Bolivia esta viviendo una situación revolucionaria? Siguiendo a Lenin: la primera condición para que se dé una situación revolucionaria es que la burguesía esté dividida y paralizada. En Bolivia, la clase dominante está partida, quebrada, momentáneamente desmoralizada. A los conflictos entre la superestructura represiva (Ejercito y Policía) se le agrega que el principal sostén del gobierno, la podrida, y nido de la reacción, Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), mediante Carlos Calvo, buscó desde la mañana del miércoles resguardo en el dirigente del MAS, Evo Morales.

Previendo astutamente el cariz de los acontecimientos, tiñendo su rostro de “oposición”, por la tarde la CEPB se reunió en La Paz con la dirigencia titubeante de la COB. Los empresarios cruceños se reunieron con la Central Obrera Departamental (COD) de esa región, el presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz (Cainco), Zvonko Matkovic, coincidió con el que fuera su rival, Evo Morales. Estas lacras que apoyaron y operaron en las sombras por el “impuestazo” ahora quieren comer del prestigio de la izquierda. No son oposición, estos burgueses advenedizos buscan construir un dique para la marcha de las masas populares y desviar la atención.

La segunda condición es que la clase media mantuviera un opción por lo menos neutral entre el proletariado y la burguesía; dado la crítica situación económica boliviana, las clases medias urbanas, por el momento, no dudan de qué lado ponerse ya que la concentración que se acentuó desde 1996 esta terminando con su apoliticismo.

La tercera condición es que la clase obrera este dispuesta a luchar con sacrificio para cambiar la sociedad. Las batallas callejeras atestiguaron esto, aunque la clase obrera no participó organizadamente al principio; basta el hecho que obligó a su dirigencia a que diera un paso al frente y la obligara a convocar la huelga general del jueves 13.

La rica historia de lucha del proletariado boliviano, que derrotó al gobierno de “la Rosca” en 1952 dejando un tendero de sangre obrera, fue aprovechado por el MNR (¡el mismo partido de Lozada!) para hacerse con el poder. El salto del movimiento obrero construyó la COB, poderosísima organización obrera que instalara el doble poder, entre ésta y el MNR, que fue obligado a nacionalizar las minas y medidas a favor de las masas. Obviamente, como todo sindicato bajo el capitalismo, la dirección de la COB se burocratizó, cayendo en la rutina y en el conciliacionismo. Pero también es verdad que innumerable veces, la base obrera echó a elementos reaccionarios como Lechín, principalmente los mineros. En 1956, después del triunfo de la derecha en las elecciones la dirección de la COB cae y huye, haciéndose cargo la base. “¡Todo el poder a la COB!” Era el grito de las calles. Al segundo Congreso en 1957, la COB retomó un programa de clase: no pago de indemnizaciones de las minas nacionalizadas y control obrero sobre ellas, fortalecer las milicias armadas, armamento en masa para los mineros. El problema de la Revolución Boliviana de 1952-71 fue de la debilidad de la tendencia revolucionaria (incluido el POR), los “cortes” con dictaduras gobiernos nacionales que revelan esta debilidad y la de que la unión obrero-campesina no logró concretarse, ganando el MNR el apoyo del campesinado beneficiado por la Reforma Agraria. La situación objetiva había cambiado, y la COB dejó de funcionar como Central Obrera. La base principalmente la minera, destituyó varias veces a los conciliadores poniendo verdaderos dirigentes de clase.

En esta experiencia debemos basarnos para sacar conclusiones. La solución del problema de los campesinos pobres y cocaleros ( la destrucción del latifundio, el reparto de la tierra, la expropiación de los grandes productores de alimentos) al igual que las otras capas urbanas empobrecidas (aumento de la jubilación, más presupuesto para la educación y aumento del sueldo de los maestros) no pueden solucionarse unilateralmente, con luchas separadas. La única clase que puede sintetizar estas aspiraciones y elevarlas a un nivel superior, es la clase obrera, como vanguardia y en alianza con los campesinos pobres. Ahí está la clave del éxito.

Las reivindicaciones justas de los campesinos no pueden satisfacerse bajo el capitalismo. Los latifundistas y los burgueses están unidos por mil hilos y quieren preservar sus privilegios y, en última instancia, apuntarán las bayonetas y no dudarán en ahogar la rebelión obrera y campesina.

¿Cuál es la solución al hambre, al analfabetismo, cuál es la esperanza del 80% de bolivianos que viven debajo de la línea de la pobreza? La unión obrera y campesina, nacionalizando y poniendo bajo control obrero las palancas fundamentales de la economía, expropiando los latifundios y repartiendo la tierra. La economía boliviana no puede desarrollarse bajo patrones burgueses, urge que la clase obrera y los campesinos tomen el poder, haciendo un llamamiento a los hermanos de clase de América Latina a unirse en un Federación Socialista, que ponga los colosales recursos de la región en manos de quienes producen y siembran.

Aquí surge un problema. El MAS, del compañero Evo Morales, es un movimiento de masas, que agrupa a sectores oprimidos de la sociedad boliviana. Pero para el triunfo de la revolución, es necesaria que la clase obrera se ponga a la vanguardia: principalmente los mineros, el sector más avanzado de la clase, los transportistas, los petroleros, los obreros de fabricas. Históricamente la agrupación de la clase obrera boliviana es la COB, que tiene un poder enorme. Hoy día, esta ocupada mayoritariamente por dirigentes reformistas y conciliadores. Pero el fervor y entusiasmo de la clase obrera no se hará esperar, y si la dirección de la COB no se pone a la cabeza de los acontecimientos, los trabajadores pasarán por encima de la misma como tantas veces ha hecho, dotándose de una nueva dirección que realmente esté a la altura de los acontecimientos.

Los marxistas bolivianos tienen ante sí una tarea colosal: acelerar el proceso de toma de conciencia de la clase obrera, un proceso por demás complejo que no sigue una línea recta; pero este tipo de acontecimientos actúan como una enzima, acelerando y despertando a los sectores más inertes; fortificando y haciendo realidad la unión obrera-campesina.

Ahora más que nunca hay que hacer propaganda por el socialismo. La situación objetiva y la correlación de clases nos favorece. América Latina ya sabe en carne propia lo que es la democracia burguesa: el disfraz cínico donde el voto sólo es la coartada para no molestar a los poderes que siguen rigiendo los destinos de nuestro hermoso continente.

Sobre todo hay que denunciar y desconfiar de cualquier pacto con la burguesía boliviana, que después de explotarnos y reducirnos a la miseria, ahora parece ponerse tranquilamente de nuestro lado, mientras se guarda un puñal dispuesto a clavarlo en nuestra espalda.

La única democracia que anhelamos es la democracia obrera y campesina. Hay que agitar por la formación de organismos de poder obrero y popular bajo la forma de “Comités obreros” en las ciudades en todas las fábricas, empresas y barrios, y de “Comités campesinos” en las zonas rurales, como un medio para empezar a tomar el destino en nuestras manos, en lo que deben ser organismos de poder popular mucho más democráticos y reales que cualquier parlamento “democrático” dirigido por la burguesía. El objetivo de estos “comités” debe ser agrupar a la mayoría aplastante de los trabajadores y campesinos pobres en torno a la defensa de un programa socialista y revolucionario y en la organización de una Huelga General revolucionaria indefinida que tenga como ejes, entre otros: la nacionalización bajo control obrero de los hidrocarburos, bancos, ferrocarriles e industrias, para controlar qué se produce, cómo y adónde lo destinamos; la expropiación de los latifundios y su entrega a las comunidades campesinas estimulando la producción cooperativa y en común de la tierra, la formación de milicias armadas obreras y campesinas para defenderse del Ejército burgués y de la pandillas del MNR; y la agitación revolucionaria en la base de la policía y los soldados para ganarlos al programa revolucionario.

El MAS, la COB y el resto de las organizaciones de la izquierda y populares tienen la responsabilidad de impulsar estas tareas. No hay tiempo que perder. Si se deja pasar la ocasión la reacción burguesa levantará cabeza e intentará dar un golpe militar que ahogará en sangre el heroico levantamiento de los trabajadores, jóvenes y campesinos pobres bolivianos.

Confiamos en que la clase obrera junto al campesinado pobre y las capas oprimidas, llegarán a comprender y a realizar las tareas que les asigna la historia.

¡Viva la revolución boliviana! ¡Por la Federación Socialista de América Latina!

Demian Marcos (El Militante – Argentina)


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