La agudización de la lucha de clases durante los últimos meses demuestra que Colombia sigue la misma senda del resto del continente. Tanto el auge de las luchas obreras como el carácter tan duro y explosivo de varias de ellas, particularmente la de los trabajadores judiciales o los corteros de caña, demuestran el potencial revolucionario existente. En otros artículos hemos examinado en detalle estos sucesos. Sin embargo, la clave para que esta movilización de las masas culmine en la transformación socialista de la sociedad o no reside en la política que apliquen las principales organizaciones obreras colombianas: la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el Polo Democrático Alternativo (PDA) y, por supuesto, el Partido Comunista de Colombia (PCC), que forma parte de la izquierda del Polo.
La agudización de la lucha de clases durante los últimos meses demuestra que Colombia sigue la misma senda del resto del continente. Tanto el auge de las luchas obreras como el carácter tan duro y explosivo de varias de ellas, particularmente la de los trabajadores judiciales o los corteros de caña, demuestran el potencial revolucionario existente. En otros artículos hemos examinado en detalle estos sucesos. Sin embargo, la clave para que esta movilización de las masas culmine en la transformación socialista de la sociedad o no reside en la política que apliquen las principales organizaciones obreras colombianas: la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el Polo Democrático Alternativo (PDA) y, por supuesto, el Partido Comunista de Colombia (PCC), que forma parte de la izquierda del Polo.
Las luchas obreras reflejan el potencial revolucionario acumulado
En 2008, ha habido en Bogotá más de 400 huelgas, más de una por día. La huelga de los trabajadores de los ingenios azucareros (los corteros) es un buen ejemplo de la radicalización que animaba muchas de estas movilizaciones. Durante los años 80 y 90 los la clase obrera de los ingenios azucareros fue sometida a una autántica contrarrevolución laboral que convirtió sus condicones de trabajoi en un infierno. La llamada fragmentacion de la clase obrera llegó muy lejos. En prácticamente todos los centros de trabajo, las relaciones contractuales colectivas con el patron fueron sustituidas por supuestas cooperativas de productores a través de los cuales el obrero se explotaba a sí mismo. Por si fuera poco, las pocas organizaciones sindicales existentes eran patronales y estaban burocratizadas. Si hacemos caso a los "análisis" e ideas superficiales de los reformistas una lucha con el ímpetu, espíritu de unidad y decisión que hemos visto era imposible. Y , sin embargo, esto ha sido exactemente loque hemos visto. La lucha emergió como un volcán en erupción, desde abajo y venciendo todos esos obstáculos y otros muchos que el gobierno y la represión del estado intentaron alzar en su camino. Todo el malestar acumulado molecularmente durante años estalló de repente y donde parecía no existir organización ni liderazgos "la necesidad",una vez más, "creó el órgano".
La lucha de los trabajadores de la justicia fue otro ejemplo. A pesar de la heterogeneidad del sector los huelguistas -como tambièn ocurrió con los corteros- mantuvieron su lucha contra viento y marea, superando obstáculos como la declaración de la conmoción interior. Lo mismo vimos con la maravillosa movilización de los indígenas. Tras acusarles de terroristas y enviar al ejèrcito a asesinar a varios de ellos Uribe tuvo que organizar un repliegue tàctico y -como explicamos en otros artículos- ponerse temporalmente la piel de cordero. Incluso se vio obligado finalmente a acudir al Encuentro con la Minga (Asamblea) indígena y tener que escuchar con cara de circunstancias las denuncias de los lìderes indígenas contra sus polìticas antisociales y sus crímenes. Tras la Minga que reunió 40.000 campesinos indígenas en Cali, el 24 de Noviembre miles de estos luchadores -tras varias semanas caminando desde el Valle del Cauca- venciendo prohibiciones y amenazas llegaron a la Plaza Bolívar de Bogotá, despertando una simpatía masiva a su paso.
Todo este ambiente social encontró una primera expresión unificada en la huelga general estatal el 23 de octubre. Ésta, pese a faltar una agitación sistemática y verse limitada al sector estatal, logró movilizar a centenares de miles de trabajadores. Si este camino hubiese sido continuado, si se hubiese convocado una nueva huelga general -pero esta vez extendiendo la convocatoria al conjunto de la economía- y se hubiesen unificado las reivindicaciones de todos los sectores en un programa común -tal como llegaron a proponer los dirigentes indígenas- el gobierno de Uribe se habría visto en una situación muy delicada. Si además se hubiesen creado Comités de Huelga y de Acción para organizar y extender la lucha y los dirigentes del PDA y la CUT en lugar de mantener aisladas las reivindicaciones de cada sector y limitar la lucha a lo reivindicativo hubiesen denunciado la negativa del Gobierno a ceder a las justas reivindicaciones de las masas y llamado a luchar por un gobierno de los trabajadores y el pueblo que diera satisfacción a estas demandas, no es ninguna exageración decir que todo el descontento social existente en la sociedad colombiana podría haber sido puesto en marcha y esto habría abierto una situación revolucionaria. Lamentablemente, esa oportunidad (que sigue presente en la situación) fue desaprovechada.
El papel de la CUT
Tarsicio Mora, Secretario General de la CUT y dirigente del PDA, resumía muy correctamente en unas recientes declaraciones a la revista Cambio las perspectivas para Colombia: "La situación social puede estallar como una bomba de tiempo (...)" El problema es la conclusión que saca y el programa que propone ante esa perspectiva: "Una mesa con agenda establecida para demostrar que los problemas pueden arreglarse de manera concertada entre empresarios, Gobierno y trabajadores. Si la mesa funciona, no habría paros".
Esta línea reformista y conciliadora no sirve para desarrollar una situación pre-revolucionaria y transformarla en revolucionaria, sino para lo contrario. La no continuación de la lucha tras la huelga general, la ausencia de una estrategia clara para unificar las luchas que estaban teniendo lugar en ese momento e incluso para organizar la solidaridad nacional con las más duras (la de los corteros y los trabajadores de la justicia) es un resultado directo de esa línea conciliadora. El resultado es que en lugar de concentra toda la fuerza de la clase obrera y utilizarla para golpear decisivamente al enemigo esta se ve dispersada.
Toda huelga general tiende a plantear, en mayor o menor grado, la cuestión de "quién manda en la casa". Si las luchas, unificadas nacionalmente tras el paro del 23 de octubre, no seguían avanzando por ese mismo camino, lo que exigía plantear, más pronto que tarde, un programa unificado de toda la clase obrera y la necesidad de luchar por un gobierno de los trabajadores y del pueblo para llevarlo a cabo, cada sector aislado no puede luchar eternamente. Los corteros y trabajadores judiciales tuvieron que suscribir acuerdos parciales ante la inexistencia de una estrategia global.
Aunque las luchas citadas no lograron la mayoría de sus reivindicaciones, su experiencia no ha caído en saco roto. Al contrario. La clase obrera ha tensado sus músculos y ha enviado un mensaje claro al conjunto de la sociedad. Como insistíamos en uno de los artículos publicados durante la lucha: la lucha de masas y en particular la lucha de la clase obrera ha creado en unas semanas más problemas al gobierno ultraderechista de Uribe y al aparato represivo del estado que todos los atentados y secuestros de las FARC. Este es el único camino a través del cual los jóvenes, trabajadores y campesinos podrán derrotar la pesadilla de muerte y barbarie en la que han sumido al país el imperialismo y la oligarquía colombiana. La profundización de una crisis económica que ya empieza a tocar en la puerta provocará nuevas, y más intensos y duras aún, movilizaciones obreras.
La situación económica y la crisis de las pirámides
El crecimiento del PIB colombiano se redujo de 8% en 2007 a 3,7% en lo que va de año. La producción manufacturera cayó 9%. "Las cifras de desaceleración son en verdad dramáticas. (...) Los indicadores de confianza industrial y de condiciones para la inversión de la encuesta de opinión de Fedesarrollo, que han demostrado ser indicadores líderes de lo que ocurre en la actividad real, se ha desplomado. Lo mismo sucede con los indicadores de la actividad constructora (licencias y ventas). Asimismo, las cifras de crecimiento del comercio minorista han venido cayendo, aunque tuvieron un pequeño repunte en julio. El Índice de Confianza del Consumidor también se ha desplomado", explica en la revista Dinero de Noviembre el ex Ministro de Hacienda, Guillermo Perry.
No obstante, lo peor está por llegar. Dependiente de las exportaciones a EE.UU. y Venezuela y las remesas de los emigrantes, la economía colombiana sufrirá durísimamente los embates de la crisis. El desempleo es ya el más alto de Latinoamérica: 12%. En Bogotá 35.000 familias están amenazadas de desahucio, y a nivel nacional son 200.000. En el campo los efectos de la crisis serán aún más devastadores, pues el 53,5% de las tierras colombianas está en manos de sólo 2.428 propietarios y, como efecto de la alta concentración de tierras se provoca una improductividad de un 30% en estos latifundios. De poseer soberanía alimentaria en 1991, Colombia ha pasado a "perder" un 30% de su producción alimentaria. Inevitablemente, con la crisis esta dependencia alimentaria se exacerbará, la sociedad colombiana estará aún más desprotegida y los efectos sobre las condiciones de vida de las masas serán aún más dramáticos.
A todo esto debemos sumarle la crisis de las pirámides, que ha dejado sin ahorros a 2 millones de colombianos y ha provocado saqueos y motines en varias ciudades. El gobierno tuvo que declarar el toque de queda en varias regiones y en ciudades importantes como Cali, Cúcuta, Popayán o Medellín e intervenir estas empresas intentando frenar la onda expansiva de la crisis. Pero está por ver hasta dónde llega ésta exactamente y cuál es su efecto finalmente sobre el conjunto de la economía. En todo caso, más allá de cómo evolucione la crisis de las pirámides, su desarrollo -unido a toda la situación comentada- ya está teniendo un efecto importante en la economía y sobre todo sobre la conciencia de las masas.
Uribe y la burguesía colombiana buscaron rápidamente un chivo expiatorio al que culpar de todos los males. David Murcia, el polémico fundador de una de estas empresas -DMG-, con su imagen de malvado de "Corrupción en Miami" parecía el candidato ideal. Sin embargo, la crisis interna en el seno de la clase dominante ha hecho que tras su detención se hayan destapado los vínculos de sectores del Gobierno y la burguesía con estas empresas. La idea de que las pirámides no son algo ajeno al capitalismo colombiano, su estado y su gobierno sino un producto más de su carácter degenerado, que ellos toleraron y fomentaron (y cuyas consecuencias ahora pagan las masas) se está abriendo paso en la mente de miles de personas.
El PDA y la trampa de las alianzas con la burguesía
Como explicamos en anteriores artículos, Uribe ante el empuje de una movilización que le desbordaba y que no pudo frenar ni con la represión ni desprestigiar con las mentiras de los medios de comunicación a su servicio, se vio obligado a adoptar una táctica más prudente intentando ganar tiempo y restaurar su deteriorada imagen. L a burguesía intenta utilizar nuevamente el conflicto con las FARC y el ELN y la cuestión de los secuestrados, para desviar la atención de las masas de la lucha de clases. Una jugada que le ha dado buenos resultados desde el punto de vista propagandístico en los últimos años. El 28 de Noviembre, con todos los recursos del régimen por medio, todos los grandes medios de comunicación burgueses haciendo coro y el apoyo de todos los sectores de la clase dominante (que en esto - a pesar de sus contradicciones internas, sí se pusieron de acuerdo) organizaron una nueva "jornada por la paz y la libertad". Pero ni con todas estas maniobras podrán impedir que el fantasma de la lucha de clases siga recorriendo las tierras colombianas.
Si los dirigentes de la CUT y el PDA tuviesen un programa marxista y vinculasen la lucha por las reivindicaciones obreras y populares, contra la represión y la violencia y por la paz entre sí; y todas ellas con la lucha por el socialismo; tendríamos una situación revolucionaria. En ausencia de este programa el proceso está siendo más contradictorio y complejo.
Las últimas elecciones internas de delegados al Congreso del Polo Democrático son significativas en varios sentidos. La derecha del PDA, liderada por Petro, Wolf, Iván Moreno y otros se impuso pero a pesar de la fragmentación de la izquierda y del apoyo de los medios de comunicación sólo sumó un 32% de los votos. Dentro de la izquierda, que se presentó dividida en muchas candidaturas, la tendencia maoísta MOIR liderada por el senador Jorge Enrique Robledo fue la que recogió más votos, 43.000, un 10% . El resultado del PCC decepcionó a muchos militantes. Además de la necesidad de unificar a la izquierda entorno a un programa genuinamente revolucionario, estos resultados reflejan que, como hemos explicado muchas veces los marxistas, competir con los reformistas de derecha repitiendo sus ideas con una "sensibilidad más a la izquierda" es una receta para el desastre.
La propuesta de la derecha del Polo es una gran coalición democrática con sectores de la burguesía que, tras apoyar todas las políticas terroristas de Uribe durante los últimos años, ahora han descubierto sus maldades y se oponen a su reelección. Pero no existe un sector progresista (o menos reaccionario) entre los capitalistas colombianos. Lo que hay es una lucha entre distintos grupos de bandidos explotadores, en un momento de crisis, por repartirse el botín y controlar el estado y el gobierno. Por esa brecha en el seno de la clase dominante ha emergido el malestar social acumulado. La clase obrera debe saber aprovechar esta situación para presentar al resto de los oprimidos el único programa que puede resolver sus problemas: el socialismo.
Hay que aprender de la experiencia. Todos los acuerdos que las organizaciones obreras y campesinas hicieron con el actual gobierno, o con anteriores gobiernos burgueses, significaron que, después de que la ola movilizadora pasase, aquellos incumplieran uno por uno todos sus compromisos y organizaron la represión sistemática del movimiento obrero, campesino y estudiantil. Cada 3 días es asesinado un sindicalista en Colombia según la OIT. En el campo la situación es aún peor: hay miles de asesinados y desaparecidos y decenas de miles de desplazados cada año, como denunciaron los propios líderes de los colectivos indígenas en su encuentro con Uribe. En estos mismos momentos el Gobierno lanza una caza de brujas en las universidades, exigiendo acceso directo a datos privados de profesores y estudiantes y acusando a decenas de activistas de izquierda de ser "infiltrados de las FARC".
Por un programa socialista de expropiación de los capitalistas
Como hemos dicho, si el programa de defensa del Estado de Derecho, Capitalismo Nacional, Unidad de todos los colombianos, Paz Democrática, etc. que defienden dos dirigentes de la derecha del PDA se impone, puede llevar a la clase obrera y los oprimidos colombianos a un callejón sin salida. Para sectores de las masas esto todavía no es evidente. Ven a Petro denunciando con tono contundente en el Parlamento los aspectos más repulsivos de la política de Uribe y escuchan como los uribistas y la extrema derecha ataca a éste. Sin embargo, a medida que la crisis del capitalismo se profundice, el carácter utópico y reaccionario de esas políticas conciliadoras será cada vez más evidente. La burguesía, si no puede seguir impidiendo con la represión la movilización de las masas, utilizará a los reformistas para frenar el impulso revolucionario de las masas y, en cuanto pueda, poder aplastarlas. El único modo de evitarlo es que la izquierda del Polo y la CUT se organice desde ya para explicar pacientemente este peligro y sobre todo levantar una alternativa marxista a la política de los reformistas.
El problema es que los dirigentes del PCC, aunque tienen el respeto de las bases del Polo por su honestidad y el valor de declararse comunistas en una situación como la colombiana, siguen atados a la teoría estalinista de las dos etapas y parecen no confiar en la capacidad del proletariado colombiano para transformar la sociedad. Su apoyo a la idea de la gran coalición "hacia la paz democrática, hacia la segunda emancipación", etc., que se ha visto refrendado en el último Congreso del Partido (celebrado en Noviembre de este año) impide clarificar ante las masas cuáles son sus diferencias políticas con el ala derecha del Polo.
Los dirigentes del PCC y del resto de la izquierda del PDA deberían estudiar la experiencia sufrida por Izquierda Unida en España y por la Izquierda Arcoíris en Italia, las cuales por no exponer una política decidida, con un programa revolucionario y socialista, no lograron convencer a los trabajadores, ni a la juventud de su justeza, ni tampoco diferenciarse suficientemente a los ojos de las masas de los reformistas de derecha del PSOE o los Demócratas de Izquierda. Todo ello causó a estos partidos la pérdida de millones de votos y de casi toda su representación parlamentaria, en España, y toda en Italia.
Si el PCC defendiese un programa marxista, que al mismo tiempo que denuncie implacablemente los crímenes de Uribe, explique que el problema no es una persona sino todo un sistema: el capitalismo, el dominio de la burguesía sobre el estado y la economía; si explicasen pacientemente a las masas que la única alternativa es expropiar a las grandes empresas nacionales y transnacionales y los bancos bajo control obrero para instaurar una economía socialista planificada democráticamente, resolviendo sus problemas y necesidades; si dijesen, además, claramente que en el marco del capitalismo no habrá una paz digna ni duradera para Colombia, que esto sólo es posible con el socialismo, el primer efecto de ese giro a la izquierda sería galvanizar y entusiasmar a sus militantes.
Ciertamente, la burguesía lanzaría sus ataques contra el partido, y con más saña e histeria que hoy si cabe.
Seguramente, los reformistas se sumarían al coro sobre lo peligroso y anticuado del marxismo. Pero ¿acaso todos estos sectores no acusan ya hoy mismo al PCC de comunista y le exigen que renuncie al marxismo mientras tergiversan el contenido real de estas ideas y este programa? Sólo explicando claramente a las masas en qué consisten el socialismo y el comunismo y sobre todo dotándose de un programa de transición que, como explicaba Trotsky, parta de sus necesidades inmediatas para tender un puente hacia la necesidad de expropiar a la burguesía será posible combatir con éxito los prejuicios anticomunistas que intenta fomentar la burguesía.
Si el PCC y la JUCO se armasen con las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, miles de obreros y jóvenes se unirían entusiasmados al Partido. La extensión de la crisis del capitalismo, el choque entre la necesidad, cada vez más apremiante, de una vida digna que sienten las masas, sus anhelos y reivindicaciones, y la miseria y barbarie que ofrece el capitalismo hará el resto. Un Partido Comunista y una Juventud Comunista armados con las genuinas ideas métodos y programa del marxismo ganarían la mayoría en el Polo y en el conjunto de la clase obrera, el campesinado y la juventud en poco tiempo. Este es el programa por el que luchamos desde la Corriente Marxista Internacional.
corrientemarxistacolombia@gmail