¡Solo la lucha de masas y el internacionalismo revolucionario podrá frenarlos!
El genocidio sionista en Gaza continúa sin tregua, alentado por el apoyo militar y político de EEUU y la UE. Las cifras de destrucción y barbarie resultan indescriptibles: más de 40.000 muertos, el 2% de la población, 15.000 de ellos niñas y niños; más de 100.000 heridos; ciudades reducidas a cenizas y escombros por las más de 70.000 toneladas de bombas lanzadas desde octubre pasado, más que los bombardeos combinados de Dresde, Londres e Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial; hambre, epidemias, escuelas y centros de la ONU atacados sin contemplaciones; miles de presos palestinos, muchos de ellos niños, encerrados en auténticos campos de concentración, víctimas de torturas y abusos como los que los nazis practicaron contra judíos, gitanos, eslavos, comunistas, etc.
La prestigiosa revista británica The Lancet ponía cifras a la magnitud de la barbarie: 186.000 muertos si contamos las víctimas directas de los ataques militares, el hambre, las enfermedades y falta de medicinas... ¡¡Casi el 10% de la población de Gaza!!
Al mismo tiempo, el Estado sionista está intensificando, con el apoyo de las falanges fascistas de colonos ultraortodoxos, la limpieza étnica y el terror masivo contra la población palestina en Cisjordania. Pogromos e intervenciones militares cada vez más agresivas en los campos de Tulkarem, Tubas y Yenin… han dejado 650 palestinos asesinados, 147 de ellos niños, desde el 7 de octubre. Un nuevo record, al que suma el robo de 3.750m2 de tierras palestinas cada hora desde que se inició la ofensiva sionista.
En esta ocasión, además, el Ministro de Exteriores Israel Katz, del Likud, que sigue compartiendo internacional con el PP, la CDU y la llamada derecha “moderada”, ha amenazado con comenzar a realizar desplazamientos de población en Cisjordania, como en Gaza, ante nuevas intervenciones militares a gran escala. Quieren trasladar el horror de Gaza a Cisjordania y cumplir con sus sueños supremacistas de limpieza étnica.
Por otra parte, el Estado sionista no cesa en sus provocaciones de cara a extender la barbarie, animado por el firme apoyo de sus aliados occidentales. Nuevos bombardeos en Líbano y asesinatos de altos dirigentes de Hezbolá; el asesinato en territorio iraní del líder de Hamas Ismail Haniya, más proclive a alcanzar una tregua; o amenazas con hacerse con la Explanada de las Mezquitas, unos de los tres lugares santos del Islam, no dejan lugar a la duda. La huida hacia adelante de Netanyahu y su Gobierno, prolongando la guerra y llevando la limpieza étnica lo más lejos posible, amenaza con hacer estallar la situación a pesar de la enorme contención de Hizbulá e Irán, a las que China está convenciendo para que no escalen el conflicto.
Israel, el modelo de la ultraderecha mundial
La guerra en Gaza ha supuesto un nuevo salto en la deriva supremacista, colonialista y ultraderechista que atenaza al conjunto de la sociedad israelí, y que ha alcanzado cotas inimaginables hace tan solo un año. El proyecto sionista, recorrido de un racismo y un supremacismo endémico, empuja a la sociedad en una dirección cada vez más similar a lo que se vivió en los años 30 en la Alemania nazi, y es una seria advertencia de hasta donde pueden llegar las cosas cuando no se planta cara coherentemente a las fuerzas de la reacción.
Cuando la revelación de torturas y violaciones de presos palestinos en el campo de concentración de Sde Teiman obligó a la Fiscalía a ordenar la detención de varios soldados implicados, una masa enfervorecida de colonos y ultraderechistas sionistas, animados por dos ministros fascistas, Itamar Ben Gvir que ocupa la cartera de Seguridad Nacional, y Bezalel Smotrich, asaltaron las instalaciones donde los soldados permanecían retenidos y les liberaron al grito de héroes. Las torturas y violaciones a presos palestinos han sido justificados públicamente en uno de los programas de máxima audiencia de la televisión israelí, y, según una encuesta, son apoyados por el 47% de la población.
Esta deriva cada vez más abiertamente fascista, donde los colonos ultraortodoxos juegan el papel de las SA hitlerianas, muestra la realidad cotidiana de un régimen que cuenta con un respaldo sin fisuras de las “democracias occidentales”. Una ultraderecha supremacista que en Israel ha emergido tras muchos años de apartheid, ocupación y crímenes contra el pueblo palestino impulsados por Gobiernos laboristas y “de izquierdas”. La propia oposición laica, que supuestamente critica la deriva autoritaria y fundamentalista de Netanyahu, ha sido incapaz de jugar ningún papel independiente, justificando la masacre y el genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, las razias cada vez más brutales en Cisjordania, la escalada bélica con Líbano o Irán, o votando leyes contra la libertad de prensa y los derechos democráticos en el propio Israel bajo la justificación de la guerra.
De ahí que ahora el intento de tumbar al Gobierno de Netanyahu con una convocatoria de huelga general por parte de la Histadrut, la principal central sindical de Israel, junto a la oposición y parte de la patronal, y con el apoyo y la simpatía de la Administración Biden, para quien Netanyahu se ha convertido en una losa pero al que se ven obligados a seguir apoyando incondicionalmente, haya sido un nuevo y sonoro fracaso. La huelga, con un seguimiento muy limitado, y que ha sido calificada por Netanyahu y sus socios de ultraderecha supremacistas como un regalo a Hamás, ha sido finalmente prohibida por los tribunales, golpeando de nuevo los cada vez más mermados derechos democráticos dentro de Israel y dando una nueva victoria política a la reacción.
No será posible vencer a Netanyahu y a sus aliados fascistas, a Ben Gvir y Smotrich, si no se pone en cuestión el apartheid y la ocupación, la opresión insoportable del pueblo palestino, y la propia existencia de un Estado sionista que se basa en la limpieza étnica y el supremacismo racial. Si no se levanta esa alternativa, la deriva totalitaria del Estado de Israel acabará aplastando a todo aquel que no comulgue con el fanatismo ultraortodoxo de la extrema derecha: desde el movimiento obrero al activismo feminista y LGTBI, y por supuesto al conjunto de la población árabe-israelí que vive actualmente bajo un régimen de terror.
EEUU y la UE responsables de la guerra y del genocidio
Lo cierto es que sostener una intervención en el tiempo de esta magnitud y crueldad solo ha sido posible por el apoyo de sus aliados occidentales: de EEUU, que sostiene económicamente el esfuerzo militar del sionismo, y de la UE, que como principal socio comercial de Israel, con el que tiene firmado un acuerdo comercial preferente, contribuye a mantener a flote su maltrecha economía tras casi un año de guerra.
En menos de un año EEUU ha aprobado dos paquetes de ayuda al Gobierno de Netanyahu por valor de 30.000 millones de dólares, de los que ya ha desembolsado 14.000 millones, principalmente en armamento. Pero tras la visita de Netanyahu a Washington, donde fue ovacionado por el Congreso norteamericano, incluidos más de 100 congresistas demócratas, y donde se reunió entre sonrisas con la nueva estrella demócrata Kamala Harris, se ha aprobado un nuevo paquete de ayuda militar para 2029 de 18.000 millones de euros. Teniendo en cuenta que el Banco Central de Israel calcula el coste de la guerra hasta 2025 en 55.000 millones de dólares, es obvio que esta ayuda es absolutamente decisiva. Sin ella, la maquinaria militar sionista terminaría paralizándose.
Una ayuda a la que se suma un apoyo diplomático imprescindible, también de la UE, para mantener la legitimidad de un Gobierno genocida como el de Netanyahu. Si Hitler se volvió un estadista respetable para Francia, Gran Bretaña o EEUU antes de 1939, ¿por qué no Netanyahu?
Las lágrimas de cocodrilo de Biden o Kamala, que ahora ha reafirmado su compromiso inquebrantable con Israel en su primera entrevista en la CNN, o de altos cargos de la UE como Borrell, no engañan a nadie. El Estado de Israel, a pesar de estar perpetrando a ojos vista un genocidio, vulnerando toda la legislación internacional humanitaria y de guerra, es un socio político de primer orden en una zona de alto valor geoestratégico, como es oriente Medio, y en un contexto en que China y Rusia avanzan claramente en el tablero mundial.
Es un aliado especialmente apreciado en el terreno militar y de la ciberseguridad, exportando e importando material militar y de guerra, recibiendo envío puntuales de petróleo para mantener a su ejército en marcha de las principales petroleras occidentales (Chevron, BP, ExxonMobil, Shell, Eni, o TotalEnergies), e incluso de países como Brasil que de boquilla claman contra la barbarie sionista. Los mismos que imponen sanciones a Rusia o Venezuela en nombre de los derechos humanos, sostienen el genocidio sionista sin pestañear. ¡Es de un cinismo repugnante!
Y esto se aplica también al Gobierno de Pedro Sánchez y de Sumar. Más allá de los discursos, se siguen manteniendo relaciones económicas, militares y diplomáticas con el régimen criminal de Netanyahu. No solo no se ha dejado de exportar e importar armamento, los últimos acuerdos por parte del Ministerio de Defensa son de este 15 y 16 de agosto, sino que el Estado español se ha convertido en un punto de paso, por sus puertos, de una parte importante del material militar y recursos que recibe Israel para continuar la masacre. Así lo explicaba Diario Red: “las descargas de explosivos en el puerto de Cartagena se han multiplicado por 15, pasando de 7 toneladas en 2023 a 105 en 2024”.
El Gobierno de PSOE-Sumar se ha convertido, en los hechos, en un ejecutor disciplinado de la agenda militarista de la OTAN: el gasto real en defensa en este año será de un 20% mayor respecto a 2023, cuando ya fue un 30% mayor que en el ejercicio anterior.[5] Un presupuesto militar sin precedentes para sostener la guerra imperialista en Ucrania y el genocidio sionista en Gaza, y de paso golpear a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes impidiendo a sangre y fuego que puedan buscar un futuro mejor en Europa.
Al apoyo explícito a Israel por parte de EEUU, la UE o nuestro Gobierno, se suma la completa pasividad de la llamada Comunidad Internacional, de los corruptos regímenes árabes, que no han movido un dedo por el pueblo palestino, o de China y Rusia, que a pesar de sus declaraciones en el Consejo de seguridad de la ONU y sus mociones para un alto el fuego mantienen intactas sus relaciones y negocios con Israel.
¡La solidaridad internacionalista es lo único que puede frenar la barbarie!
Desde que Israel activo sus medios para perpetrar este cruel holocausto lo único que se ha interpuesto contra el sionismo y sus cómplices ha sido la lucha de masas en las calles. Ya sea en EEUU, con protestas continuas y multitudinarias en sus principales ciudades, o con el movimiento de las acampadas universitarias reprimido con saña por Biden, Harris y los demócratas; en Europa con movilizaciones combativas de masas en Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Alemania o el Estado español, o en Marruecos, Argelia, Egipto, Jordania y decenas de países, la acción directa desde abajo, impulsada por miles de activistas y organizaciones de la izquierda militante, ha sido el único aliado seguro con el que ha contado el pueblo palestino.
Un movimiento de clase e internacionalista contra el que se ha desatado una feroz represión, con nuevas leyes de excepción, prohibiendo manifestaciones, practicando centenares de detenciones, intrentando prohibir la bandera o el pañuelo palestino. En Alemania, donde gobierna la socialdemocracia, se ha ilegalizado a una organización palestina como Samidun y aprobado una Ley de Identidad en la que para acceder a la ciudadanía alemana se exigirá un compromiso de lealtad con el Estado sionista y sus crímenes.
Esta solidaridad con el pueblo palestino se ha convertido en blanco de la extrema derecha mundial, que ven las atrocidades de Israel como el ejemplo a seguir, y es celebrado constantemente en sus actos y propaganda política. Obviamente a nadie se le escapa que representa un complemento a su campaña xenófoba y de criminalización contra la inmigración. Por eso mismo, la posición de los socialdemócratas de todo pelaje, lavando la cara al Estado de Israel, es una traición a un pueblo martirizado y un crimen político porque favorece la estrategia a la extrema derecha.
Fortalecer este movimiento combativo de solidaridad internacionalista, implica denunciar que la barbarie sionista no es más que otra cara, la más descarnada, de la barbarie imperialista y capitalista. La jornada de lucha y paros del próximo 27 de septiembre en el Estado español, las acciones frente a empresas armamentísticas en Gran Bretaña, o el manifiesto de varios de los sindicatos más importantes de EEUU exigiendo a Biden y su Gobierno romper con Israel y dejar de apoyar la matanza, marcan el camino a seguir, pero también señalan las renuncias clamorosas de una izquierda reformista y de unas cúpulas sindicales que se niega a confrontar con los responsables de esta barbarie utilizando el arma de la huelga general.
Como demuestra la experiencia histórica, solo la clase trabajadora puede frenar el genocidio, mediante la lucha de masas, desde abajo, y con un programa revolucionario para acabar con el capitalismo. Y solo así se podrá arrinconar a la extrema derecha, aquí, en EEUU y en Israel, o como hemos visto este verano, en Francia o Gran Bretaña, donde el empuje en las calles de la clase trabajadora, nativa o extranjera, acorraló y permitió frenar los pogromos racistas la ultraderecha.
La heroica lucha del pueblo palestino, traicionada tantas veces por sus dirigentes, nos arroja grandes enseñanzas. Derrocar el Estado sionista y a las corruptas burguesías árabes de la zona, es la condición para conquistar una Palestina socialista libre en el marco de una Federación Socialista de Oriente Medio.
¡Abajo el sionismo criminal! ¡Viva la lucha del pueblo palestino!
¡Por una Palestina socialista y la Federación Socialista de Oriente Medio!