En el momento de escribir este artículo las negociaciones encabezadas por EEUU y Francia para evitar una invasión sionista del Líbano se intensifican. La perspectiva de una guerra regional con Hezbolá, y la posible entrada de Irán en un escenario bélico, está sembrando de incertidumbre las capitales imperialistas de Occidente. Y, con todo, el régimen de Netanyahu se siente completamente impune mientras pone a punto su maquinaria militar. Los sionistas actúan exactamente igual que Hitler en los años treinta, cuando el líder nazi se reía de las políticas de apaciguamiento de Londres y París.
Las consecuencias para la región, y para el mundo, de la política que estos mesiánicos de extrema derecha que gobiernan en Tel Aviv están llevando adelante, resultan impredecibles. Atendiendo a sus pretensiones, verbalizadas públicamente por sus ministros, el Estado sionista acumula fuerzas en la frontera para, una vez arrasado Líbano desde el aire, poder comenzar una invasión terrestre y arrojar a Hezbolá detrás del río Litani. Quieren convertir Líbano en una segunda Gaza.
Las comparaciones de Israel y Netanyahu con Hitler y la Alemania nazi no son ninguna exageración. En tan solo unos días, los bombardeos sionistas sobre el sur del Líbano se han cobrado la muerte de 558 personas, 50 de ellos niños, y herido a cerca de 2.000. La mayor cifra de muertos desde el fin de la guerra civil en 1990. Una campaña de terror que, como en Gaza, masacra indiscriminadamente a la población civil, obligándola a huir de sus casas y pueblos con lo mínimo imprescindible. Así lo han hecho ya medio millón de personas, en un país con tan solo 5,5 millones de habitantes.
Una semana antes, los sionistas sembraban el caos con ataques terroristas a gran escala haciendo explotar buscas, walki-talkies y teléfonos. ¡Más de 5.000 bombas que provocaron 50 muertos y más de 3.000 heridos, en su mayoría con horribles mutilaciones! Ataques terroristas masivos que, por supuesto, no han sido condenados por las llamadas “democracias” occidentales.
Mientras tanto, el genocidio en Gaza no da tregua. Ya son cerca de 42.000 hombres, mujeres y niños los que han sido asesinados por una campaña militar despiadada, cifra que según The Lancet podrían ascender realmente a 180.000. A todo esto hay que añadir centenares de miles de heridos y enfermos, y una destrucción total del territorio con imágenes que recuerdan a las de Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba atómica.
El genocidio en Gaza se ha extendido también a Cisjordania, donde la ofensiva fascista de los colonos y el ejército israelí ha impuesto el terror absoluto: son cerca de 700 palestinos asesinados, 164 de ellos niños, desde el 7 de octubre; las imágenes de soldados israelíes arrojando cuerpos sin vida de palestinos desde las azoteas en Cisjordania, ponen de nuevo en evidencia lo lejos que han llegado Netanyahu y su Gobierno nazi-sionista.
EEUU y la UE arman y financian las guerras de Netanyahu
Pero si el régimen sionista puede hacer todo esto, y puede seguir empujando al mundo hacia una guerra de consecuencias impredecibles, es gracias al férreo apoyo militar, económico y diplomático de Biden, Kamala Harris y los demócratas al frente de la Casa Blanca. Sí, ¡de los demócratas!, los mismos que hacen campaña contra Trump y hablan del peligro de la ultraderecha, sostienen al Gobierno más fascista y supremacista del planeta.
Para que no quepa duda de lo que decimos, Washington acaba de acordar el envío de un nuevo portaviones y varias fragatas de guerra a las costas de Líbano e Irán, y más tropas a Oriente Medio. Un mensaje nítido a Netanyahu de que, haga lo que haga, le seguirán apoyando. El propio Biden, en la Asamblea general de la ONU, en un discurso que sonaba a broma de mal gusto, volvió a culpar a Hamás y Hezbolá de la escalada. También Hitler en su momento culpó a los checos o a los polacos, y ya no digamos a los judíos, de cara a justificar la invasión de sus países o implementar el exterminio y la limpieza étnica.
Como ya hemos explicado, sin el apoyo financiero y militar de Washington, el Estado sionista no podría continuar con el genocidio en Gaza, y, desde luego, no podría ni plantearse escalar el conflicto en el Líbano.
La economía israelí hace aguas, con 60.000 de empresas quebradas desde el 7 de octubre y sectores enteros paralizados como la construcción, el campo o el turismo, entre otras cosas fruto del reclutamiento de reservistas que ya representan el 71% de las fuerzas movilizadas. El déficit público es ya casi del 9% alimentado por el incremento acelerado del gasto militar. El Banco de Israel ha calculado que la guerra consumirá 67.000 millones de dólares hasta 2025, y solo EEUU ya ha aprobado ayudas a Israel por valor de 30.000 millones.
Intentan despistarnos haciéndonos creer que EEUU se sorprende por las acciones de Israel. Conocen al dedillo sus planes, y los sionistas no dan paso alguno sin contar con su beneplácito, aunque sea muy a regañadientes. En este momento la Casa Blanca no quiere una escalada en el Líbano, es cierto, pero no van a cesar un palmo en su apoyo al Estado sionista. ¡Y Netanyahu y sus ministros fascistas lo saben!
La decadencia de EEUU y su pérdida de influencia frente al ascenso de China le hace cada día un socio menos fiable para sus antiguos aliados árabes, ya sea Turquía, Arabia Saudí o Egipto. De ahí su completa imposibilidad de contrariar a Israel, aunque eso suponga a su vez estar cada vez más aislados en Oriente Próximo y en el mundo.
Y lo mismo podemos decir de la UE y de sus portavoces en materia de política exterior, como el inefable Borrell, que lloran lágrimas de cocodrilo por las víctimas del conflicto, o advierten del desastre que podría desencadenarse si se produce la invasión del Líbano, pero que no han adoptado ni una sola medida, ni una sola sanción, contra el Estado sionista. ¿Con Rusia sí, y con Israel no? ¿Se puede ser más hipócrita?
La UE sigue siendo el primer socio comercial de Israel y mantiene intacto el acuerdo de asociación UE-Israel. Sigue vendiendo y suministrando armas, y junto a EEUU garantiza todos los recursos necesarios a Netanyahu para llevar a cabo la matanza en Gaza y extender la guerra a Cisjordania y el Líbano. Los lamentos de Borrell, y las palabras de Pedro Sánchez, cuyo Gobierno con Sumar e IU es plenamente participe de esta realidad, son una pura escenificación vacía.
El Tercer Reich sionista
La deriva del Estado sionista está alcanzando cotas insoportables. Lo que hace un año habría podido parecer un escenario propio de una película sobre los nazis, se está convirtiendo en una realidad sobre el terreno. La destrucción y el genocidio en Gaza en un lapso tan corto de tiempo no tiene parangón en el siglo XXI, y la amenaza de extensión de la guerra a la región resulta cada vez más posible.
El Gobierno de Netanyahu y sus aliados fascistas ultraortodoxos, que día sí y día también defienden desde el canal 14 —el más visto de Israel— la limpieza étnica de los palestinos, y ahora también de los libaneses, han llegado a justificar incluso la utilización de armas atómicas. Pero ninguna de estas atrocidades y barbaridades dichas con toda conciencia, les ha mermado apoyo, al contrario, están fortaleciendo y consolidando su poder sobre la sociedad israelí.
La oposición, que tan solo hace un año tuvo contra las cuerdas a Netanyahu por su autoritaria reforma judicial, ha sido incapaz de enfrentar esta deriva. Su negativa a condenar el genocidio en Gaza y las masacres contra los palestinos en Cisjordania, reduciendo sus protestas a pedir un alto el fuego para traer de vuelta a los rehenes, ha llevado a esta a un callejón sin salida.
Y ahora, además, una parte de esa oposición es la que más fervientemente exige una intervención militar en el Líbano. Unos de sus principales líderes, Benny Gantz, que hasta mayo compartía Gobierno con Netanyahu, no ha dejado de insistir desde hace semanas que “ha llegado el momento de actuar en el norte”, criticando a Netanyahu por su supuesta pasividad: “En realidad, creo que llegamos tarde para esto”. Y lo mismo ocurre con Yair Lapid, que se negó a entrar en el Gobierno de Netanyahu, pero que ahora ha dado la bienvenida a los salvajes bombardeos sobre la población civil en el Líbano, señalando que “ha llegado el momento”. Con esta oposición, cómo no va a imponerse la ultraderecha mesiánica.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, supuestamente el ala moderada del Gobierno y cuya presencia está siendo cuestionada por Netanyahu y sus socios fascistas, ha sido uno de los más ardientes defensores de la escalada militar. Ahora además, tras la declaración del Estado de emergencia en Israel que implica que el ejército pueda suspender reuniones y derechos fundamentales de la población, ha sido muy claro: “el público deberá mostrar compostura, disciplina y una obediencia total”.
Esta deriva totalitaria, cada vez más acusada dentro de Israel y que los palestinos padecen desde hace décadas en Gaza y Cisjordania, pone en evidencia que Netanyahu y sus socios no necesitan de ninguna reforma judicial para acabar con los derechos democráticos y convertir el Estado sionista en una dictadura teocrática. Por este camino, con una oposición rendida ante el peor supremacismo sionista y el ultrabelicismo, será casi imposible frenar a Netanyahu y su Gobierno.
Levantar una oposición firme contra la ultraderecha sionista requiere en primer lugar combatir al propio Estado étnico colonialista capitalista de Israel, que niega cualquier derecho a la mitad de la población, a las y los palestinos de Gaza y Cisjordania, y luchar consecuentemente por la completa liberación del pueblo palestino.
¡Solo la solidaridad internacionalista y la revolución podrán frenar la escalada bélica!
A pesar de la complicidad criminal de EEUU, la UE y de la llamada comunidad internacional, y de que otras potencias imperialistas como Rusia o China que aprueban proclamas a favor del alto el fuego pero que tampoco rompen relaciones con el Estado sionista, la lucha contra el genocidio se recrudece en todo el mundo.
Millones hemos llenado las calles en solidaridad con el pueblo palestino, y ahora volveremos a hacerlo contra la guerra y en apoyo a nuestras hermanas y hermanos del Líbano. En Jordania, Marruecos, Egipto, Turquía... cuyos corruptos Gobiernos siguen haciendo grandes negocios con Israel, hemos asistido a movilizaciones multitudinarias. Pero como hemos señalado, solo una nueva primavera árabe, esta vez como una revolución socialista que ponga contra las cuerdas a estos Gobiernos y el propio capitalismo, podrá acabar con la barbarie.
Recientemente la Liga Árabe reclamaba a Borrell que la UE actuara con determinación para frenar el genocidio en Gaza, pero, ¿y la Liga Árabe? ¿Por qué no imponen un boicot en el comercio de petróleo y de gas como en 1973? ¿Dónde está la llamada solidaridad árabe? Solo en las calles, porque sus Gobiernos solo tienen un interés: mantener sus lucrativos negocios con la entidad sionista y con sus patrocinadores americanos y europeos.
En estos meses hemos asistido a un poderoso movimiento de masas en EEUU a favor de la causa Palestina que se ha convertido en una pesadilla para los demócratas, a los que ha denunciado con contundencia como responsables del genocidio. Siete grandes sindicatos han exigido a Biden la completa ruptura de la relaciones con Israel. Este no es un factor secundario y podría contribuir bastante a que perdieran la presidencia.
Lo mismo sucede en el viejo continente. En Gran Bretaña, donde el recién elegido líder laborista continúa con su política de apoyo a la matanza, casi un millón de personas han vuelto a ocupar las calles de Londres. Y las protestas no dejan de sucederse en Francia, en el Estado español, Bélgica, Suecia, e incluso Alemania, a pesar de la feroz represión del Gobierno socialdemócrata que ha prohibido e intervenido reuniones públicas, ilegalizado a organizaciones palestinas de solidaridad como Samidoun, y que no ha dudado ahora incluso en detener a niños, siguiendo el ejemplo de los sionistas, simplemente por portar una bandera palestina. Esta es la Europa democrática que quiere dar lecciones al mundo.
La barbarie sionista en el Líbano, y ahora una invasión militar, no harán más que despertar e incrementar la indignación entre la clase trabajadora, la juventud y los oprimidos. Frente a esta escalada, y el grave riesgo de una guerra regional, no podemos depositar ninguna confianza en la acción diplomática de los Gobiernos criminales de Occidente, ni en la ONU o la comunidad internacional, ni tampoco en potencias como China o Rusia que, aunque denuncien al Estado sionista en sus comunicados públicos, en los hechos mantienen una pasividad elocuente que permite un gran margen de maniobra a Netanyahu.
Es necesario que la movilización de masas se endurezca y extienda, incrementando las acciones de boicot e impulsando paros y huelgas generales que paralicen la producción, como se ha planteado este 27 de septiembre en el Estado español por parte de la CGT y de la izquierda combativa. Y hacerlo señalando en primer lugar a nuestros propios Gobiernos y a un sistema, el capitalismo, que nos empuja a la barbarie. ¡Guerra a la guerra, y guerra a nuestros Gobiernos que sostienen la matanza!
De nuevo la clase dominante en todo el mundo, encabezados por Israel, EEUU y la UE, nos llevan a un escenario como el de 1914 o 1939. Frente al militarismo y al imperialismo, contra el genocidio sionista, el grito de batalla del internacionalismo proletario está más justificado que nunca: ¡Socialismo o barbarie!
¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!
¡Ni una bomba, ni un soldado, ni un euro para la guerra imperialista ni para el genocidio sionista!
¡Únete a Izquierda Revolucionaria Internacional!