Como Trotsky explicaba en Historia de la Revolución Rusa, en ocasiones el látigo de la contrarrevolución hace avanzar el movimiento revolucionario. Esta aseveración se ha confirmado, nuevamente, en Venezuela. El gobierno de Hugo Chávez, apoyado porlComo Trotsky explicaba en Historia de la Revolución Rusa, en ocasiones el látigo de la contrarrevolución hace avanzar el movimiento revolucionario. Esta aseveración se ha confirmado, nuevamente, en Venezuela.

El gobierno de Hugo Chávez, apoyado por la inmensa mayoría de la población, se ha enfrentado en los últimos dos meses a un paro patronal y al sabotaje perpetrado por la alta gerencia golpista de Petróleos de Venezuela (PDVSA), contestado de forma activa por los trabajadores, que han evitado con su movilización que se consumase un nuevo golpe de estado.

El imperialismo USA y la oligarquía venezolana están desesperados. Este nuevo fracaso ha provocado, por un lado, que nuevas capas del movimiento obrero y estudiantil se incorporen a la lucha activa contra la reacción, radicalizando el movimiento revolucionario, a la vez que ha impulsado que el sector más combativo y avanzado de la clase obrera se planteen la profundización de la revolución para acabar con el capitalismo, como demuestran las entrevistas publicadas en nuestra web (www.elmilitante.org) y en EL MILITANTE nº 157, enero 2003).

De otro lado, a la vez que se ha radicalizado el movimiento de los trabajadores, la base de apoyo de la reacción, la pequeña burguesía, se siente desmoralizada ante esta nueva derrota. Así pues, el intento desesperado de acabar con el gobierno de Chávez para controlar el petróleo venezolano antes de embarcarse en la guerra genocida contra Iraq y dar una lección a las masas de América Latina se les ha vuelto en su contrario.

La situación actual

La extrema polarización social en Venezuela tiene difícil vuelta atrás. La ruptura en líneas de clase es demasiado profunda. Los trabajadores tomaron algunas fábricas que mantuvieron el lock aut, poniendo en cuestión, con su acción, la propiedad privada de las mismas, algo fundamental para la burguesía. Al mismo tiempo existe un debate en los sectores más avanzados del movimiento y en la Fuerza Bolivariana de Trabajadores sobre el control obrero de las empresas y medios de producción y distribución. El acuerdo tomado por la asamblea de trabajadores en Cagua refleja los avances que se están dando en este terreno. “(...) Se va a obtener acreditación de un voluntariado clasista para hacer inspecciones en las empresas, que haga constar en las actas las situaciones encontradas y las violaciones cometidas. Se obligará a las empresas a que reenganchen a los trabajadores despedidos ilegalmente (...) para ello habrá movilizaciones y toma de las empresas que lo ameriten (...)¡Con golpistas no se negocia, se les derrota con la movilización!”.

Paralelamente a todo esto, la cúpula mafiosa y golpista de la CTV se ve cada vez más aislada dentro del movimiento obrero, perdiendo el control de los diferentes sindicatos, tanto de empresa como gremiales.

En su desesperación, la reacción está intensificando los atentados de sus grupos de matones. Ya durante todo el proceso grupos armados de sicarios al servicio de los latifundistas han asesinado a varios dirigentes campesinos en el Estado de Zulia, como Pedro Doria, con el fin de evitar la toma de tierras que estaban produciéndose a raíz de la aprobación de la Ley de Tierras. Ahora las acciones terroristas se dirigen directamente contra el movimiento. Durante el paro patronal grupos de carmonistas agredieron físicamente a bolivarianos que se oponían activamente al lock aut, llegando incluso a incendiar un autobús con el conductor dentro que sufrió diversas quemaduras. Tras el asesinato de una bolivariana estos grupos, acompañados de la policía metropolitana, asaltaron el velatorio e hirieron a varios de los asistentes. En la marcha del 23 de enero, que reunió a dos millones en apoyo al gobierno, hicieron explotar una granada que provocó un muerto y varios heridos.

El objetivo de estos atentados es amedrentar a los activistas revolucionarios, como demuestra el intento de asesinato del dirigente obrero de Barquisimeto Ricardo Galíndez, miembro de la corriente clasista y de la revista El Topo Obrero. Ricardo es un conocido activista luchador contra la burocracia mafiosa de la CTV y en defensa de los derechos de los trabajadores. Ya anteriormente había sido agredido por los corruptos ceteuvistas, pero ahora estos elementos, enemigos de la clase obrera, han dado un paso más cuando fueron a su casa y le pegaron un tiro en el pecho que la suerte hizo que se desviase a dos centímetros del corazón.

La clase obrera no puede dejar impune estos hechos. Es urgente la formación de milicias obreras armadas que patrullen los barrios y garanticen la seguridad de los trabajadores y sus familias, protegiendo a los dirigentes y locales obreros. La formación de estas milicias es la única garantía de que no vuelvan a cometerse asesinatos ni actos terroristas contra los revolucionarios.

Esta tarea no puede esperar. ¡La clase obrera no precisa mártires, sino luchadores por sus intereses! La burguesía siempre ha utilizado bandas de matones para intentar desarticular el movimiento. Si los trabajadores no toman en sus manos la formación de milicias obreras, los asesinatos, las palizas, las torturas, los atentados... seguirán produciéndose. Se ha derrotado la intentona golpista contra el gobierno, pero también hay que parar a la contrarrevolución en la calle, en las fábricas, en los barrios. No podemos aceptar ni permitir que vuelvan a ocurrir hechos como los citados.

Las medidas del gobierno

La situación de boicot económico, cierre de empresas, huelga de inversiones y fuga de capitales (más de 35.000 millones de dólares han salido de Venezuela) ha colocado la economía al borde del colapso, agravada por el sabotaje a PDVSA que es la fuente más importante de ingresos de la economía venezolana.

El gobierno ha tenido que tomar medidas de urgencia, entre las cuales destaca el control cambiario, medida que debería haberse tomado hace ya muchos meses dada la especulación contra el bolivar que ha venido produciéndose de manera continuada. En un primer momento esta medida estaba planteada por cinco días, pero ya se ha anunciado que por ahora es indefinida. Ahora la siguiente medida debería ser el control por parte del gobierno del comercio exterior.

Por otro lado Chávez ha amenazado con intervenir la Banca, así como los precios de los alimentos básicos. También ha amenazado con cancelar la licencia a los medios de comunicación que desde su llegada al poder han venido desarrollando una abierta y descarada actividad golpista. Sin embargo la amenaza no es suficiente. También ante la actitud de boicot económico tras la aprobación de la Habilitante planteó amenazas similares, sin llevar a la práctica ninguna. El resultado está en la memoria reciente. Un golpe de estado que gracias a los trabajadores fue derrotado. Así pues no se trata de amenazar sino de actuar de una vez por todas. La toma de las plantas de Coca Cola y la Polar en el Estado de Carabobo son ejemplos de lo que debería hacerse y generalizarse.

Chávez se ha enfrentado a la oligarquía y el imperialismo en defensa de los sectores más pobres de la población, pero cabe el peligro de que presionado por la burguesía internacional y los norteamericanos, intente llegar a acuerdos con los golpistas como ocurrió después del 13-A. No hay nada como la experiencia para saber si una cosa está bien hecha o se ha cometido un error. A pesar de la disposición del gobierno a hacer concesiones incluso en la Habilitante, la burguesía siguió con sus planes preparando la nueva intentona golpista en diciembre.

Profundizar la revolución

Hacer concesiones a la reacción en estos momentos sería un grave error que pondría nuevamente en peligro el proceso en Venezuela. Es necesario volver a insistir aquí en la necesidad urgente de profundizar la revolución, como exigen los trabajadores. La situación económica es angustiosa para la mayoría de la población. El gobierno tiene que garantizar un puesto de trabajo y una vida digna para todos y la única manera de hacerlo es actuar contundentemente contra la burguesía, expropiando sin indemnización y bajo control obrero, las empresas, fábricas, medios de comunicación, bancos y recursos económicos todavía en manos de la oligarquía y el imperialismo. Por otro lado ha quedado demostrado sin lugar a dudas que mientras ellos tengan el control de esos recursos, el peligro de un golpe de estado seguirá estando sobre las cabezas del movimiento revolucionario. No es posible conciliar los intereses de los trabajadores, los pobres y la mayoría de la sociedad con los intereses de la burguesía y el imperialismo. Durante la intentona golpista de diciembre quedó demostrado que uno de los objetivos es la privatización de PDVSA, así como el aplastamiento del movimiento bolivariano. La burguesía nunca aceptará sin una lucha a muerte que se toquen sus privilegios. Hay suficientes experiencias en el movimiento obrero internacional para demostrarlo. Por mucho que se intente llegar a acuerdos, por mucho que se quiera un “mundo más justo e igualitario” sin la revolución socialista este mundo no es posible. Si se quiere profundizar la revolución bolivariana esta sólo puede tomar un camino, el camino de la revolución socialista, el camino del derrocamiento del capitalismo y la transformación socialista de la sociedad.

El debate en el movimiento obrero sobre el control obrero y la necesidad de una participación consciente y activa de la clase obrera en el proceso es un gran paso adelante. Es urgente dotar al movimiento obrero, a la juventud, a los campesinos, soldados y sectores de la clase media que apoyan el proceso, de un programa auténticamente revolucionario que ponga fin, de una vez por todas, a la situación actual. Es necesario construir una organización marxista revolucionaria capaz de dotar de ese programa al movimiento revolucionario que, de forma instintiva, lucha por acabar con el capitalismo y construir una nueva sociedad basada en la economía planificada bajo control obrero. Toda revolución tiene un proceso paralelo de contrarrevolución. Fuerzas contrarias e irreconciliables luchan por tomar el control de la situación. La burguesía es consciente de eso y actúa consecuentemente a sus intereses. La clase obrera, de manera instintiva también lo sabe, pero necesita que los sectores más avanzados, la dirección del movimiento, defienda igualmente de forma consecuente y sin concesiones la lucha por el poder. Esa es la disyuntiva que hoy se da en Venezuela. Durante cualquier proceso revolucionario existen momentos decisivos donde la victoria está al alcance de la mano. Este es uno de ellos. La revolución socialista podría hacerse de forma totalmente pacífica. Ahora la reacción está derrotada y sería incapaz de actuar contra el movimiento consciente y organizado de la clase obrera. Pero esta situación puede cambiar. Una revolución no es un proceso que pueda durar eternamente. Si no avanza, retrocede. Si la clase obrera no toma el poder, la burguesía lo hará. No hay término medio.

Las experiencias de dirigentes que defendían el ir poco a poco, en hacer reformas sin tocar las bases económicas del capitalismo, intentado conciliar los intereses contrapuestos de la clase obrera y la burguesía están en la memoria de todos. O se pasaron al campo de la burguesía o fueron asesinados. Evitar que esto pase en Venezuela sólo depende de la clase obrera y su dirección.

Una Venezuela socialista abrirá un nuevo período en la historia no sólo de Venezuela sino de América Latina, donde millones de trabajadores luchan contra la pobreza, la barbarie y la explotación. Los desheredados de Bolivia y Ecuador tendrían un espejo donde mirarse. Los trabajadores de Brasil, que han llevado a Lula a la presidencia, verían claramente el camino a seguir. La revolución en Argentina tomaría un nuevo impulso, abrazando la causa de sus hermanos de clase. Los recursos del continente latinoamericano garantizarían una vida digna y decente para todos sus habitantes. El hambre, la miseria, la humillación serían un mal recuerdo del pasado.

Socialismo o barbarie. Esa es la disyuntiva en Venezuela y en el resto de América Latina.

5-02-03


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