Como Trotsky explicaba en Historia de la Revolución Rusa, en ocasiones el látigo de la contrarrevolución hace avanzar el movimiento revolucionario. Esta aseveración se ha confirmado, nuevamente, en Venezuela. El gobierno de Hugo Chávez, apoyado porEl imperialismo USA y la oligarquía venezolana están desesperados. Este nuevo fracaso ha provocado, por un lado, que nuevas capas del movimiento obrero y estudiantil se incorporen a la lucha activa contra la reacción, radicalizando el movimiento revolucionario, a la vez que ha impulsado que el sector más combativo y avanzado de la clase obrera se planteen la profundización de la revolución para acabar con el capitalismo.

De otro lado, a la vez que se ha radicalizado el movimiento de los trabajadores, la base de apoyo de la reacción, la pequeña burguesía, se siente desmoralizada ante esta nueva derrota. Así pues, el intento desesperado de acabar con el gobierno de Chávez para controlar el petróleo venezolano antes de embarcarse en la guerra genocidia contra Iraq y dar una lección a las masas de América Latina se les ha vuelto en su contrario.

La situación actual

La extrema polarización social en Venezuela tiene difícil vuelta atrás. La ruptura en líneas de clase es demasiado profunda. Los trabajadores tomaron algunas fábricas que mantuvieron el lock out, poniendo en cuestión la propiedad privada de las mismas, algo fundamental para la burguesía. Al mismo tiempo existe un debate en la Fuerza Bolivariana de Trabajadores sobre el control obrero de las empresas y medios de producción y distribución. El acuerdo tomado por la asamblea de trabajadores en Cagua refleja los avances que se están dando en este terreno. “(...) Se obligará a las empresas a que reenganchen a los trabajadores despedidos ilegalmente (...) para ello habrá movilizaciones y toma de las empresas que lo ameriten (...) ¡Con golpistas no se negocia, se les derrota con la movilización!”.

Paralelamente a todo esto, la cúpula mafiosa y golpista de la CTV se ve cada vez más aislada dentro del movimiento obrero, perdiendo el control de los diferentes sindicatos, tanto de empresa como gremiales. Ahora se están intensificando los atentados de sus grupos de matones. El atentado contra el dirigente obrero Ricardo Galíndez en Barquisimeto, junto al asesinato el 23 de enero de un participante en la marcha de apoyo al gobierno que congregó a dos millones de personas, es una muestra de lo que decimos. La clase obrera no puede dejar impunes estos hechos. Es urgente la formación de milicias obreras armadas que patrullen los barrios, garanticen la seguridad de los trabajadores y sus familias y protejan a los dirigentes y locales obreros.

Las medidas del gobierno

El gobierno ha tenido que tomar medidas de urgencia, entre las cuales destaca el control cambiario, además de la amenaza de Chávez de intervenir la banca, así como los precios de los alimentos básicos. La toma de las plantas de Coca Cola y la Polar en el Estado de Carabobo son también ejemplos de lo que debería hacerse y generalizarse.

La situación de boicot económico, cierre de empresas, huelga de inversiones y fuga de capitales (más de 35.000 millones de dólares han salido de Venezuela) ha colocado la economía al borde del colapso, agravada por el sabotaje a PDVSA y Chávez se está viendo obligado a ir más allá de lo que en un primer momento había previsto, respondiendo al clamor de los trabajadores que exigen la profundización de la revolución.

Cabe el peligro, no obstante, de que presionado por la burguesía internacional y el imperialismo USA, el gobierno intente llegar a acuerdos con los golpistas en las mesas abiertas después del 13-A.

Profundizar la revolución

Hacer concesiones a la reacción en estos momentos sería un grave error que pondría nuevamente en peligro el proceso en Venezuela. La situación económica es angustiosa para la mayoría de la población y esto no puede seguir así. El gobierno tiene que garantizar un puesto de trabajo y una vida digna para todos y la única manera de hacerlo es actuar contundentemente contra la burguesía, expropiando sin indemnización y bajo control obrero, las empresas, fábricas, medios de comunicación, bancos y recursos económicos todavía en manos de la oligarquía y el imperialismo. Por otro lado la experiencia demuestra que mientras ellos tengan el control de esos recursos en sus manos, el peligro de un golpe de estado seguirá estando sobre las cabezas del movimiento revolucionario.

Es necesario dotar al movimiento obrero, a la juventud, a los campesinos, soldados y sectores de la clase media que apoyan el proceso, de un programa auténticamente revolucionario que ponga fin, de una vez por todas, a la situación actual. Es necesario construir una organización marxista revolucionaria capaz de dotar de ese programa al movimiento revolucionario que, de forma instintiva, lucha por acabar con el capitalismo y construir una nueva sociedad basada en la economía planificada bajo control obrero. Una Venezuela socialista abrirá un nuevo período en la historia no sólo de Venezuela sino de América Latina, donde millones de trabajadores luchan contra la pobreza, la barbarie y la explotación.


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