El 8 de diciembre de 2012 Hugo Chávez anunciaba que debía someterse a una nueva y complicadísima operación al haberse reproducido el cáncer del que ya había sido intervenido con anterioridad. Chávez designó al actual vicepresidente, Nicolás Maduro, para que en caso de quedar inhabilitado como consecuencia de la operación, se situara al frente de la presidencia hasta que se llamara a nuevas elecciones presidenciales y fuera también el candidato del PSUV. Mientras redactamos estas líneas Chávez sufre una insuficiencia respiratoria causada por una infección postoperatoria y lucha por recuperarse. Según el comunicado oficial del gobierno se trata de un proceso “complejo” y “no exento de riesgos”.
¿Cómo defender y completar la revolución?
El agravamiento de la enfermedad del presidente Chávez pone sobre la mesa una vez más el tema de cómo hacer avanzar la revolución ante este nuevo obstáculo. El comandante Chávez es una figura central en el proceso revolucionario venezolano. La intensa y permanente campaña de odio orquestada por el imperialismo a escala mundial contra él en la última década no es casualidad. Chávez representa las profundas aspiraciones de cambio de las masas venezolanas. La inmensa mayoría de la población lo votó en 1998, y en todas las ocasiones posteriores, para propiciar una ruptura con la política de privatizaciones y sumisión al capital financiero practicada por los gobiernos anteriores, y por una transformación social profunda. Todos los intentos del imperialismo de acabar con Chávez, como el golpe de Estado de 2002, el sabotaje petrolero y un sinfín de maniobras, fueron respondidos con la acción de las masas que, basándose de su propia experiencia en todos estos acontecimientos, han sacado conclusiones políticas cada vez más avanzadas y revolucionarias. El propio presidente ha reconocido en numerosas ocasiones que su poder reside en el apoyo y la movilización de los trabajadores y oprimidos venezolanos. Además, Hugo Chávez tuvo el enorme mérito de haber señalado años atrás —y fue el primer dirigente de la izquierda que lo hizo tras la caída del estalinismo— que el socialismo es la única salida para la humanidad y para Venezuela. Solo por ello, se ha ganado el reconocimiento del pueblo y los revolucionarios.
Es obvio que tanto el imperialismo como la oligarquía venezolana tratan de explotar de forma contrarrevolucionaria la enfermedad de Chávez y su posible salida de la presidencia. En todo caso, ese escenario abre una etapa en la revolución en la que las fuerzas de clase antagónicas se van a mostrar de un modo más claro y abierto. La lucha entre la clase obrera y la burguesía se va a evidenciar de un modo más fuerte que nunca y, como reflejo de ello, el combate entre los sectores de la burocracia reformista, que quieren mantener a Venezuela en los límites del sistema capitalista, y los que aspiran a completar la revolución dentro del movimiento bolivariano. Durante los últimos días ya hemos visto como los capitalistas intentan desestabilizar y presionar al gobierno provocando el desabastecimiento de distintos productos básicos y exigiendo la flexibilización o eliminación de lo que ellos llaman “intervencionismo” y “dirigismo” de las políticas del gobierno (controles de cambio y precios, inamovilidad laboral, etc).
La única salida para derrotar cualquier plan contrarrevolucionario pasa por llevar la revolución socialista hasta el final. Esto sólo puede hacerlo la clase obrera, por el papel que juega en el proceso productivo, agrupando a los sectores populares, desempleados y pobres del país.
La reacción de derechas tratará de utilizar en su favor la incertidumbre hacia el futuro y las dudas sobre la viabilidad de la revolución para desmoralizar a un sector de las masas y crear las condiciones para propiciar un cambio contrarrevolucionario en el país. La mejor garantía para contrarrestar esta ofensiva y garantizar la fortaleza y la acción unitaria de las masas, que han sido decisivas en todos los momentos clave de la revolución, es basarse en ese movimiento e impulsar medidas claras, urgentes y concretas desde el gobierno que empujen la revolución hacia delante: expropiando a los capitalistas, nacionales y extranjeros, y desarrollando el estado comunal, la democracia obrera, para terminar con el Estado burgués. Es decir, cumpliendo las expectativas que la revolución ha despertado en las masas y que hasta el momento no se han realizado en lo fundamental.
Tampoco hay que olvidar que la principal amenaza para la unidad del movimiento revolucionario, y para socavar el legado del Comandante Chávez, proviene de los atropellos que la burocracia “bolivariana” comete cada día contra los trabajadores, de su intento de buscar pactos con la derecha, hacerle concesiones a ésta, desviar la revolución en líneas socialdemócratas y plegarse a un sector del imperialismo.
Las recientes elecciones regionales del 16 de diciembre, producidas poco después de la nueva operación de Chávez, confirman —una vez más, y como ya lo hicieron las presidenciales del 7 de octubre— que las masas en Venezuela siguen dispuestas a defender y completar la revolución. Con una participación mucho menor, la diferencia entre el chavismo y la oposición se mantiene e incluso aumenta: de 23 gobernaciones en disputa, el PSUV gana 20, destacando las victorias en los estados fronterizos donde durante los últimos ocho años ha gobernado la oposición de derechas (Zulia y Táchira), y que ésta consideraba feudos seguros desde los cuales poder organizar el asalto al poder.
Esta misma voluntad de lucha de las masas se ha evidenciado en las decenas de miles de actos masivos (homenajes, misas y oraciones espontáneas en plazas y calles) expresando el apoyo del pueblo trabajador al Presidente, así como en el rechazo masivo que han suscitado las maniobras de la oposición contrarrevolucionaria que, con el desprecio por la vida humana que la caracteriza, y en una situación como la que se está viviendo, se dedica a insistir una y otra vez en que si Chávez no está recuperado el 10 de enero para tomar posesión debe abandonar la presidencia.
La clase obrera tiene la tarea de tomar el testigo del comandante Chávez para encabezar la revolución. En manos de Nicolás Maduro, si al final es elegido candidato y posteriormente presidente, estará la responsabilidad de defender la revolución frente a una más que probable ofensiva de la contrarrevolución. Para ello es imprescindible una política revolucionaria que lleve a cabo la nacionalización de la banca y las principales empresas bajo control obrero, y que sustituya el actual estado —que sigue siendo, en esencia, capitalista— por un estado socialista basado en el poder democrático de los trabajadores y el pueblo. Los trabajadores debemos organizarnos dentro del PSUV y en la base del movimiento revolucionario para llevar este programa a la práctica.